“Antonio Vargas Reyes y la Medicina del Siglo XIX”. Del Académico Roberto de Zubiría

Autores/as

  • Efraim Otero Ruiz Academia Nacional de Medicina

Palabras clave:

Medicina, Historia de la Medicina, Salud, Antonio Vargas Reyes, Medicina del siglo XIX en Colombia, Roberto de Zubiría

Resumen

La Segunda Edición de un Libro Admirable (Comentario a la 2ª Edición del libro “Antonio Vargas Reyes-La Medicina del Siglo XIX en Colombia” por el Académico Roberto de Zubiría C.-Febrero 2003)

 

Circunstancias ajenas a la voluntad de los protagonistas hicieron que la presentación de este libro ante la Academia Nacional de Medicina tuviera que ser postergada hasta la fecha actual. De todas maneras, persiste mi vivo agradecimiento ante las directivas de la Academia y ante el mismo autor por haberme distinguido con el honor de ser yo quien presente ante ustedes esta obra, en el momento ya con varios meses de haber sido publicada por Editorial Kimpres, en un elegante volumen de 212 páginas y que marca un hito entre los libros de historia médica publicados en el país en el año 2002.

Efectivamente, en sus 20 capítulos, seguidos de un apéndice y del testamento del personaje aquí biografiado, además de una extensa bibliografía curiosamente referida con números romanos, Roberto de Zubiría nos entrega una visión panorámica de lo que fue, como reza el subtítulo, la medicina del siglo XIX en Colombia. Medicina que estuvo rubricada y marcada por los sucesos de la independencia, en su segunda década, a la que se siguió el cambio intelectual necesario y obligatorio que nos trocaba de un pensamiento de colonos y súbditos al de seres independientes, que debían crear o transformar las nuevas instituciones de la patria. Como lo ha dicho el historiador médico español García-Valdés a propósito de Europa, podría decirse que el siglo XIX sólo llega a la medicina colombiana a partir de 1820. Por eso el primer capítulo hace un inventario de lo que era el ambiente y las escuelas iniciales de la primera mitad de ese siglo, con los primeros intentos de establecer una cátedra por José Celestino Mutis y Miguel de Isla, a quienes el autor señala justamente como los verdaderos precursores.

Antes de ello y a modo de introducción, Zubiría hace un recuento de las escuelas de pensamiento médico de la época, dividiéndolas entre brownianos y broussainianos, según siguieran las teorías del estímulo de Brown o de la irritación de Broussais, aquellos representados por los granadinos de origen inglés Cheyne, Davoren y Dudley –con su seguidor, el criollo José Joaquín García- y éstos por Dasté y Broc, llegados de Francia en 1823. Sin embargo, la práctica empírica de la época seguía observando los derroteros trazados por la medicina española del siglo XVIII, con su poco de intervencionismo y su mucho de charlatanismo. De ahí lo notable del esfuerzo de Mutis por modernizar no sólo la enseñanza científica sino la médica, aportando los conocimientos que con él llegaban de Feijóo y del iluminismo español del siglo precedente. Ese primer capítulo se cierra con el pénsum dela escuela de Mutis y con los que el autor llama “cursos para cirujanos romanticistas”, en los que incluye el listado de quienes fueran los pioneros de la medicina colombiana del XIX. Entre ellos se cuentan los varios médicos de la familia Vargas, mencionados en el capítulo III.

El capítulo II había tratado sobre la medicina hasta la segunda mitad del siglo, mostrando la evolución que Laín Entralgo ha denominado “de la escuela anatomoclínica a la fisiopatológica y de ahí a la etiopatológica”, con sus principales representantes y el número de médicos graduados en Bogotá entre 1836 y 1852. Menciona también las tres etapas en la evolución de la educación médica: una, la de las llamadas “universidades liberales” entre 1826 y 1842; otra, la de las “universidades de rígida disciplina”, entre 1842 y 1850, seguidas de un período relativamente anárquico y desorganizado, entre 1850 y 1867, año éste último en que se funda la Universidad Nacional y se reglamentan y regularizan las cátedras que, mutatis mutandi, llegarán hasta nuestros días.

En esa narración intercala la de las primeras grandes intervenciones quirúrgicas practicadas en nuestro medio, que al final detallará más al hablar del total de las cirugías practicadas por Vargas Reyes.

Los capítulos IV a VIII están dedicados a la infancia y adolescencia de su biografiado, comenzando por la estrecha pobreza y la falta de una educación formal hasta sus 12 años, seguida por los primeros estudios con don Julián Torres y luego los realizados en el Rosario y en San Bartolomé, culminados por los estudios médicos entre 1834 y 1838, año en que se gradúa como Bachiller en Medicina del Colegio del Rosario. Todos estos capítulos los adereza el autor con una amena descripción del entorno bogotano de la época (pues su vida en el Charalá natal y en Suaita es mencionada apenas muy de paso) mostrando cómo se desarrollaba la vida en la aldea capitalina de 30 o 40 mil habitantes, tal cual era la Bogotá de entonces. Para ello se apoya en las descripciones de escritores decimonónicos como Camacho Roldán, Carrasquilla o Cordovez Moure.

Mención especial se hace de los pénsumes de estudios en el Rosario y en San Bartolomé, con las pullas entre estudiantes rosaristas y bartolinos y la mención de algunos de sus contemporáneos, que intervinieron también en sus primeras actuaciones literarias y teatrales. Todo ello prepararía espléndidamente al joven Vargas Reyes para iniciar sus estudios de medicina en 1834.

La narración de estos últimos, así como la de los primeros años de ejercicio profesional, ocupa los capítulos VIII y IX, y tiene especial interés para quienes quieran informarse en detalle sobre cómo se estudiaba y se practicaba medicina en esa primera mitad del siglo. Comienza por lo que debió ser el atuendo de un estudiante de modestas entradas y sigue con el contenido de los diversos cursos o materias, señalando que el interés por la anatomía descriptiva –que alcanzaría su máximo un siglo después- se inicia con las enseñanzas de Broc, distinguido anatomista de formación francesa y culmina con la designación de Vargas Reyes como preparador de anatomía, dedicación que le sería especialmente útil para sus futuras actividades quirúrgicas.

También dedica varias páginas a la personalidad y a las enseñanzas de ese protomédico y protomaestro que fue José Félix Merizalde, a quien el Académico Adolfo de Francisco ha dedicado uno de sus más interesantes libros. Finalmente, antes de la página en que narra la financiación picaresca y ahorrativa de su grado, observa cómo la introducción de la anatomía patológica, lograda por la incorporación de los profesores Rampón y Villaret, contribuye a transformar la enseñanza médica y convierte las disquisiciones teóricas en cosa del pasado.

Los dos capítulos siguientes, el IX y el X, los dedica a los primeros años del ejercicio profesional y como corolario a la campaña de 1840, esta última referida a una de nuestras primeras guerras civiles, la llamada “Guerra de los Supremos”, en que participa pero se arrepiente después, lamentando la muerte de su hermano en el mismo conflicto.

Después de una breve consideración sobre las patologías predominantes en la época, nos describe las dos primeras operaciones mayores practicadas por Vargas Reyes, la una para tratar una hernia del pulmón y la otra para suturar una herida del colon, ambas consideradas por el autor como las primeras en su género en Colombia y quizás en Latinoamérica. Aquí es interesante traer a cuento la observación que ha hecho Jaime Herrera Pontón en su comentario sobre este mismo libro y es la de que, como esos años coinciden con el descubrimiento en 1846 de la anestesia general por éter y su diseminación en el mundo, sería posible que algunas de esas operaciones ya hubieran sido practicadas bajo anestesia general, aun cuando carecemos de una fecha específica que señale la iniciación de dicha práctica en Colombia: probablemente data de los años 47 o 48, coincidiendo con su regreso de Europa...

Biografía del autor/a

Efraim Otero Ruiz, Academia Nacional de Medicina

Especialista en Medicina Nuclear y Endocrinología en las universidades de Columbia (NYC), California y el Instituto de Oak Ridge, TN,
Estados Unidos.

Cómo citar

[1]
Otero Ruiz, E. 2004. “Antonio Vargas Reyes y la Medicina del Siglo XIX”. Del Académico Roberto de Zubiría. Medicina. 26, 1 (mar. 2004), 56–58.

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Publicado

2004-03-29

Número

Sección

Novedad Bibliográfica