La Violencia en la Vejez. Violencia, sociedad y salud. Foro del 25 de Mayo

Autores/as

  • Alvaro Enrique Urrea Procuraduría General de la Nación
  • Miguel Álvarez Correa Procuraduría General de la Nación

Palabras clave:

Violencia en la Vejez, Medicina Familiar, Gerontología, Geriatría, Psicología

Resumen

“Me dicen viejo, pero yo no creo que sea viejo. No. Yo creo que, en elfondo, los viejos son todas esas gentes que me creen viejo. Ellos tan solo piensan en morir, mas no en vivir. Por eso es que el viejo es viejo, y el joven, joven, y yo quiero vivir”.

Las “violencias” más obvias no son forzosamente las más graves, ni las más generalizadas. Así, si bien oímos continuamente los medios de comunicación reportar los repetidos asesinatos, masacres, violaciones que han convertido nuestra nación en uno de los países más violentos del mundo, pocos, muy pocos, son los que se percatan de la violencia interna que nos asedia en nuestras vidas cotidianas y que, a largo plazo, sesgan de modo mucho más hondo a nuestras comunidades.

“Pocas veces nos detenemos a pensar en el alto porcentaje de violencia que ha invadido nuestras vidas personales. No conversar con el cónyuge es violencia. No respetar a la personalidad de las demás personas del hogar es violencia. No escuchar es violencia. “Dar caramelo” es violencia, Imponer a los gritos es violencia. El expresar: “yo soy el dueño” o “aquí mando yo” es violencia. Mentir es violencia.

No solamente en las relaciones familiares y laborales se da la violencia. La violencia se da en muchas formas. También en las calles, pitar, pasarse el semáforo en rojo, atropellar la fila, no poner direccionales, tirar basuras, son todos hechos violentos (…) La violencia es la suma de las muchísimas violencias individuales”l.

Esa es la que llamaremos la violencia de rutina, aquella en la cual ya no nos percatamos, por ser de uso común y repetido: la violación continua del espacio personal, los insultos injustificados en la calle, los insultos injustificados en el trabajo, en la casa, los gritos a nuestros hijos, las intolerancias -para con el vecino- en una noche de fiesta, las represalias por supuestas ofensas del cónyuge, los absurdos actos de posesión por lo que consideramos como nuestro.

En esa medida, suele decirse que el trato y la consideración que se les suministra a los niños y a los ancianos, más particularmente, reflejan en toda su dimensión la verdadera humanidad de una sociedad. En Colombia, tal como en muchos otros países tercermundistas capitalizados, el viejo conforma un rubro de la comunidad que poco o ningún espacio posee; vive con excesiva frecuencia en el abandono y el desinterés de sus conciudadanos; se le abandona en un Asilo, en un Hogar Geriátrico, en un Ancianato, se le pega, se le ignora, se le denigra, exaspera y molesta. ¿No es el anciano, en fin de cuentas, un producto terminal que está en la antesala de la muerte? ¿No sería una pérdida de tiempo invertir dineros y humanidad en una población con estas características? Si bien podríamos afirmar que en el respeto a la dignidad está la clase de un pueblo, los esquemas productivistas del sistema capitalista han modificado el fin primero de la organización social de las comunidades humanas: eso es, auxiliarse y apoyarse mutuamente en búsqueda de un crecimiento integral.

Aunque tan solo e16% de los 35’000.0002 de los habitantes de la población colombiana posee más de sesenta años3,4, es decir alrededor del’ 800.000 personas: la cifra tenderá, con el tiempo, a aumentar paulatinamente, a medida que se genere una inversión gradual de la pirámide de edad. Se calcula para el año 2000 que Europa Occidental contará con 203 ancianos por cada mil habitantes, mientras que para Colombia se proyecta tan solo sesenta por miP lo cual, si bien nos muestra una notable y significativa diferencia, es necesario considerar que no poseemos ni siquiera en estas circunstancias la infraestructura necesaria para hacerle frente a nuestras propias necesidades.

En Santafé de Bogotá, 0,84% de los mayores de 60 años se encuentran institucionalizados en Hogares Geriátricos o Asilos de carácter público o privado de caridad o de lucro, laico o propiedad de comunidades religiosas, lo cual representa aproximadamente una cifra de 3.0405 ancianos con un promediodeedadde75,6años de edad, es decir muy por encima del promedio nacional. Vale la pena resaltar que tan sólo 22% de estos 3.000 ancianos son de sexo masculino, dato que no solamente demuestra que la mujer es más longeva, sino que también indica el mayor índice de abandono entre las mismas y su mayor número de solterismo, a menudo parcialmente debido a la naturaleza del trabajo que realizaban en su periodo activo (empleadas del servicio, agricultoras, mujeres de hogar, etc.).

La tendencia a la institucionalización es cada vez mayor, y se hace urgente buscar mecanismos con el fin de invertir el proceso. Sin embargo, se calcula que al menos 3.000 ancianos, en la sola capital de la República, están buscando, infructuosamente, ingresar en algún Hogar...

Biografía del autor/a

Alvaro Enrique Urrea, Procuraduría General de la Nación

Asesor Procuraduría General de la Nación

Miguel Álvarez Correa, Procuraduría General de la Nación

Asesor Procuraduría General de la Nación

Cómo citar

[1]
Urrea, A.E. y Álvarez Correa, M. 1995. La Violencia en la Vejez. Violencia, sociedad y salud. Foro del 25 de Mayo. Medicina. 17, 3 (dic. 1995), 22–39.

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Publicado

1995-12-07

Número

Sección

Artículos de Reflexión