El Hombre frente a la Muerte

Autores/as

  • Adolfo de Francisco Zea Academia Nacional de Medicina

Palabras clave:

Antropología, Medicina, Salud, Historia, Religión, Filosofía, El hombre frente a la muerte

Resumen

El tema de la muerte ha sido preocupación del ser humano, a todo lo largo de su evolución. El hombre de Neanderthal, hace 500.000 años, colocaba ofrendas florales en las tumbas, como lo han demostrado los estudios de fósiles de especies botánicas algunas de las cuales han sido clasificadas ya con precisión. Y desde los comienzos de los distintos tipos de escritura, el tema de la muerte se hizo presente en textos tan antiguos como El Libro de los Muertos de Egipto, en la Epopeya de Gilgamesh de la Mesopotamia y en las estelas de piedra de las culturas semíticas y de las indoamericanas.

De estas épocas a la actual se han escrito bibliotecas enteras sobre el fenómeno de la muerte analizado desde muy distintos aspectos, biológicos, sociales, culturales y científicos y sobre la actitud del ser humano ante la misma, en distintas épocas de la historia.

Son tan variadas las concepciones del hombre sobre la muerte, como las actitudes para enfrentarla. Si estas últimas se quisieran analizar en detalle, la magnitud de cualquier estudio que se llevara a cabo sería inmensa. Existe sin embargo la posibilidad de abordar el problema no deteniéndose en los detalles que muestran en la superficie las diversas concepciones, sino explorándolas en profundidad para encontrar aquello que pueda ser común a muchas de las actitudes ante la muerte y a muchas de las concepciones sobre la misma. En otras palabras, analizar en profundidad el fenómeno, utilizando para ello el método estructural, sobre el cual intentaré dar primero algunas explicaciones someras.

El estructuralismo puede considerarse como un enfoque intelectual de las últimas décadas. No es en verdad un sistema filosófico sino una manera de contemplar las cosas estudiando las relaciones recíprocas de los diversos hechos bajo observación, en lugar de considerar estos hechos aisladamente, tendiendo a buscar a nivel profundo los elementos que son comunes a muchas situaciones o hechos disímiles, es decir intentando llegar a lo que es más universal.

El estructuralismo se desarrolló como un rechazo al positivismo que imperó durante 200 años hasta mediados de este siglo, que consideraba que la comprensión del fenómeno humano debía basarse en la observación de los hechos más que en especulaciones, pero que al limitar la pesquisa a las observaciones de los hechos redujo a las ciencias humanas al igual que las físicas a permanecer como disciplinas taxonómicas cuyo contenido es básicamente descriptivo sin ningún poder de explicación.

En las ciencias médicas, la influencia del positivismo que aún subsiste requiere de la cuantificación milimétrica y porcentual de los hechos observables; estima por ejemplo la intensidad del dolor físico en grados de uno a diez pero no logra medir el dolor espiritual, y utiliza descriptivamente estadísticas que muy frecuentemente aplica a temas carentes de todo interés. En las ciencias físicas, el positivismo recibió uno de sus mayores golpes en 1.928 al demostrarse como auténtico el principio de incertidumbre de Heisenberg, que establece que a nivel subatómico no es posible determinar al mismo tiempo la posición de una partícula y predecir el rumbo que va a tomar.

El estructuralismo como epistemología, trascendió las limitaciones de la metodología positivista y señaló que las relaciones entre los datos observados o estructuras superficiales no son por sí mismas explicativas; que las conexiones fortuitas que determinan el comportamiento no están relacionadas con estructuras de superficie sino que son generadas por estructuras profundas inaccesibles a la observación directa, de donde se deduce que la comprensión del hombre y de sus actitudes debe lograrse en las estructuras profundas cuyo descubrimiento debe ser el objeto real de las ciencias humanas.

Este nuevo enfoque estructural, esta nueva epistemología, se originó en la lingüística bajo el supuesto de que las teorías y los métodos de la lingüística estructural son directa e indirectamente aplicables al análisis de todos los aspectos de la cultura humana, como sería el caso de la actitud ante la muerte que nos ocupa hoy, en cuanto a que todos ellos como la lengua, pueden interpretarse como sistemas de signos.

Noam Chomsky, el padre de la lingüística moderna sostiene que a pesar de las diferencias superficiales, todos los lenguajes naturales están basados en una misma gramática universal. La gramática de un lenguaje consiste en un sistema de reglas de transformación que determina un cierto emparejamiento de sonidos y significados.

La estructura de superficie de la lengua contiene la información relevante al componente fonológico que corresponde a los sonidos de los diferentes lenguajes a veces muy distintos entre sí, a un componente profundo semántico o de significado de los conceptos, y a una sintaxis que relaciona lo fonológico o superficial con lo semántico, de significado o profundo. Si lo fonológico ha cambiado inmensamente a través de los siglos para constituir los diferentes lenguajes, lo que en términos bíblicos sería la confusión de lenguas, lo profundo o semántico se mantiene invariable de tal forma que los significados de las lenguas que hablas mas son iguales a pesar de las diferencias superficiales e individuales de las mismas.

Se puede suponer que todos los hombres, donde quiera que hayan nacido y sea cual fuere la cultura en que han sido educados, están dotados genéticamente de las mismas predisposiciones perceptuales y conceptuales, las que pueden estimarse como biológicamente relevantes, en virtud de las cuales, el niño por ejemplo reparará en ciertos aspectos de su entorno en vez de en otros. Sin embargo, por encima de la jerarquía biológicamente determinada de relevancia perceptual y conceptual, existe otro tipo de rasgos relevantes que dependen de aquellos y a su vez los extienden y que, en determinadas ocasiones, pueden entrar en conflicto con ellos.

Se les puede llamar al decir de Lyons, rasgos culturales relevantes. Toda lengua está integrada con la cultura en la que opera y los significados de las palabras que una lengua establece están estructurados en término de las distinciones que son importantes en esa cultura. Para Chomsky los universales de la estructura lingüística están determinados por la capacidad humana, específica de la especie, para la adquisición del lenguaje.

Por su parte, la etnología desarrollada por Levi-Strauss y los antropólogos sociales, sostienen a la vez, que sólo los aspectos estructurales profundos, universales y permanentes pueden permitir una comprensión genuina de las relaciones sociales; que la diversidad de los grupos étnicos pertenece sólo a las estructuras superficiales y que en las profundas, todas las sociedades son iguales. De allí la importancia de buscar las estructuras universales profundas que subyacen a todas las costumbres e instituciones y que aparecen con claridad cuando se estudia un tema como el de la actitud del hombre ante la muerte.

En otras palabras, al igual que la lingüística estructural se esfuerza en establecer que existen universales a nivel profundo que yacen bajo la diversidad de las lenguas humanas, la antropología social estructural intenta descubrir universales a nivel profundo, tras la múltiple diversidad de las culturas humanas...

Biografía del autor/a

Adolfo de Francisco Zea, Academia Nacional de Medicina

Conferencia "Alfonso Uribe Uribe", del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, presentada a la Academia Nacional de Medicina, en sesión del 5 de diciembre de 1991.
"Miembro de Número, Academia Nacional de Medicina.

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Cómo citar

[1]
Zea, A. de F. 1992. El Hombre frente a la Muerte. Medicina. 14, 3 (sep. 1992), 22–33.

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Publicado

1992-09-04

Número

Sección

Humanismo y Medicina