La Agresión

Autores/as

  • Ernesto Bustamante Zuleta Academia Nacional de Medicina

Palabras clave:

la agresión, conducta agresiva, orígenes de la agresión, sociología

Resumen

En el hombre actual a pesar del gran desarrollo cerebral y cultural que ha alcanzado, la lucha por la vida, y todos sus impulsos y apetitos, todas sus guerras y agresiones son casi idénticas a las que se encuentran en la selva o en el desierto o en cualquier lugar donde existan individuos que luchan por sobrevivir y reproducirse.

Para algunos autores el origen de la conducta agresiva está en la aparición de la agricultura que desencadenó una “explosión demográfica” con sus consecuencias bien conocidas sobre la conducta y, por otra parte, dio origen a algo nuevo por qué luchar. Aparecieron entonces aquellos que nunca se molestaron en trabajar y cultivar y que buscaban el camino más simple de apropiarse de lo ajeno haciendo que el agricultor tuviera que luchar o morir de hambre.

Estos motivos se mantienen todavía más o menos disfrazados; desde entonces “siempre ha habido conflictos por la comida, la tierra y el espacio vital” que conducen no sólo a la violencia individual sino a todas las guerras que han ocurrido en el mundo, aún aquellas que han recibido la etiqueta de “guerras religiosas”.

Para la mayoría de los autores la violencia viene de más lejos. “somos codiciosos y agresivos (Durant) porque nuestro cerebro funciona en gran parte todavía como 10 hacía el de nuestros antepasados que tenían que pelear y matar para sobrevivir, tenían que utilizar la máxima capacidad de su estómago porque no sabían cuándo podrían volver a comer”.

Los huesos y herramientas de piedra encontrados en África, Europa y Asia indican que este tipo de vida duró por lo menos 1’000.000 de años y sólo cambió en los últimos milenios. Todas las fuerzas que intervinieron en la selección natural, en la supervivencia de los más aptos, contribuyeron a moldear el cerebro y han actuado durante el 99% de la evolución genética del hombre. No es raro entonces que parcialmente controlados por la educación y las leyes, nuestros cerebros funcionen como los de nuestros antepasados cazadores y que tales impulsos más o menos disfrazados dirijan todavía nuestra conducta.

Esto explica por qué cuando la autoridad se relaja, las leyes no se cumplen o ideas racistas o motivos políticos y otros pretenden justificarlo, el hombre llega al grado de relajación moral y salvajismo visto aún en las sociedades más civilizadas como en la Alemania nazi, en la Rusia de Stalin, en las atrocidades cometidas en Vietnam por los norteamericanos y la que vivimos en nuestro país en donde vemos que, por las razones mencionadas, los instintos primarios más salvajes se van liberando cada vez más y la violencia y la crueldad van aumentando día por día.

“Durante estos obscuros períodos la violencia ha sido acompañada por una regresión social: El aumento de la egocentricidad a expensas del altruismo, la erosión de la integridad personal, la pérdida de los sentimientos de compasión y empatía… Un descenso de las costumbres sexuales a los niveles más bajos, la corrupción de todos los niveles de la sociedad, la amplia difusión de prácticas supersticiosas y la reaparición de la tortura como instrumento de los gobiernos o de las ambiciones privadas” (Elliot. FA Neuropsychiatry 1986).

Kenan destaca lo que creo es un factor fundamental: “Siempre que la autoridad es repentinamente y drásticamente socavada … entonces los fundamentos de la fe y la estabilidad comienzan a sucumbir. La inseguridad y el pánico se vuelven predominantes y la conducta se vuelve errática y agresiva”.

En cambio, en las sociedades reguladas por principios religiosos estrictos o con adecuadas restricciones sociales y legales la violencia es rara. En el Japón por ejemplo, en 1981 la policía informó 48 muertes por arma de fuego mientras que en E.E.U.U. en el mismo período hubo 10 760.

Es evidente pues que el hombre necesita apoyo para los frágiles controles que su cerebro puede ejercer sobre sus impulsos más primitivos. Este control de los instintos ejercido por la corteza cerebral es frágil en la mayoría de nosotros y cuando los estímulos sexuales, la rabia o el pánico son muy intensos el control se pierde. En pueblos aparentemente tranquilos las inhibiciones desaparecen cuando las restricciones culturales se pierden durante una guerra o cuando la violencia es estimulada por odios religiosos o raciales.

Los seres humanos estamos ancestralmente predispuestos a responder con agresión a las amenazas exteriores, reales o supuestas. Nuestros cerebros (unos más y otros menos) parecen estar programados para dividir a los demás en amigos y enemigos, amigos quienes piensan como nosotros y enemigos los que tienen ideas contrarias o nacieron en otras tierras. Esta actitud, desarrollada durante cientos de miles de años de evolución humana, fue en su época muy valiosa para los hombres primitivos y les confirió una ventaja biológica a aquellos que la seguían fielmente. De los pueblos guerreros surgió la civilización, la historia lo demuestra; los pueblos más pacíficos o más débiles han sido dominados o empujados fuera de sus asentamientos y más o menos rápidamente exterminados o asimilados.

En el pasado la conducta agresiva fue de gran valor durante la evolución para el desarrollo de la inteligencia, para el dominio del medio ambiente y para la dominación social; en la época actual no ha dejado de existir y permanecer en la misma forma pero con armas mejores y tan peligrosas que pueden poner en peligro aún a aquel que las utiliza...

Biografía del autor/a

Ernesto Bustamante Zuleta, Academia Nacional de Medicina

Académico de Número

Cómo citar

[1]
Bustamante Zuleta, E. 1992. La Agresión. Medicina. 14, 2 (jun. 1992), 5–11.

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Publicado

1992-06-06

Número

Sección

Artículos de Investigación