Academia Nacional de Medicina

Autores/as

  • Carlos Lleras Restrepo Academia Nacional de Medicina

Palabras clave:

Academia Nacional de Medicina, Medicina, Salud, Historia de la Medicina en Colombia

Resumen

-Sesión del día 14 de abril de 1988-

Oración institucional pronunciada por el expresidente de la República doctor Carlos Lleras Restrepo.

Esta Academia me ha conferido el honor de pronunciar hoy, cuando el doctor Jorge Cavelier Gaviria toma posesión del cargo de presidente, la “Oración institucional” que tradicionalmente acompaña el relevo en la dirección de esta institución ilustre.

Llega a la presidencia de la Academia el doctor Cavelier con méritos que justifican ampliamente esa designación. Sus estudios en el campo de la urología, con la introducción de nuevas técnicas quirúrgicas, y los referentes al cáncer de la próstata han mostrado su capacidad de investigador y de su consagración y competencia en la organización de la asistencia médica ha dado pruebas como jefe de servicio y luego director científico del hospital de “La Samaritana”, en cuya creación participó de manera decisiva su ilustre padre, como miembro de la directiva del Fondo Nacional Hospitalario y como director de la Clínica Marly, desde hace varios años.

No puedo menos de recordar con emoción que entre quienes han precedido al doctor Cavelier Gaviria en la presidencia de esta Academia figura Federico Lleras Acosta. El3 de septiembre de 1936, día en que el presidente Alfonso López Pumarejo condecoró con la Cruz de Boyacá a esta Corporación, mi padre sucedió en su presidencia al doctor Rafael Ucrós, al completar 26 años de haber participado en sus trabajos como muy activo miembro. Las memorias dirigidas a ella sobre la inspección de las carnes, el carbón sintomático, la fiebre puerperal, la tuberculosis, el agua en Bogotá, la fiebre bubónica y las investigaciones sobre lepra en las cuales trabajaba entonces, con heroica tenacidad, merecieron de parte del presidente López Pumarejo palabras de reconocimiento que para mí son inolvidables. El doctor Jorge E. Cavelier fue designado por esta Academia para llevar la palabra en las exequias de Federico Lleras y a lo que fue la vida de éste se han referido en discursos que en estos días he releído, con la emoción que cabe suponer, los académicos doctores Miguel Jiménez López, Juan N. Corpas y Guillermo Rueda Montaña.

Fue el doctor Jorge E. Cavelier fidelísimo amigo de mi padre. Como a muchos otros ilustres profesionales de la medicina lo conocí en el laboratorio y pude ver cómo, en diferentes ocasiones, prestó su ayuda para aliviar la dura tarea cotidiana. Pienso que el recuerdo de estos viejos vínculos ha influido en el ánimo de quienes me han designado para el honroso encargo de disertar sobre un tema académico, en la misma sesión en que su hijo asciende a la presidencia de la Corporación. Reciban ellos la expresión de mi gratitud, la más sincera.

Hay en el hombre una tendencia innata a indagar la naturaleza de las cosas, comenzando por la de sí mismo, por la de su cuerpo y su alma, y a transmitir a otros la idea que sobre ella se ha formado. Es lo que movió a Platón, vendido como esclavo, tras su estancia en Sicilia, felizmente rescatado y de regreso a Atenas, a fundar allí una escuela de filosofía, la Academia. Durante cuarenta años, en jardines situados a las puertas de Atenas, se desarrollaron los Diálogos, que escritos luego con soberana maestría son hoy por todos considerados como una obra inmortal. El que a lo largo de siglos el nombre de “Academia” haya conservado tanto prestigio se debe al recuerdo de lo que fue la prodigíosa actividad intelectual de Platón, adelantada con discípulos tan ilustres como Aristóteles, Xénocratas, y Eudoxio de Cnide. Maurice Croiset nos dice cómo, en un medio de esa naturaleza, la actividad intelectual tenía que ser muy viva. A las exposiciones de los maestros seguían necesariamente discusiones de donde brotaban ideas nuevas. Las materias difíciles se volvían a discutir a menudo en entrevistas múltiples y prolongadas. Añade Croiset que si los Diálogos compuestos entonces por Platón no nos dan de esas discusiones una imagen absolutamente exacta, lo que era imposible, pueden al menos ayudarnos a imaginar lo que debieron ser las reuniones de la “Academia”.

Entre los Diálogos de Platón los que tocaron temas relativos al conocimiento del cuerpo humano y de la medicina son principalmente “El Timeo” y “Critias”. Ambos tuvieron en la formación del pensamiento occidental un influjo notable. Albert Rivaud, quien ha restituido el texto y lo ha comentado con singular presentación, nos dice que en lo que toca a la parte biológica y médica del “Timeo” hay numerosos puntos de contacto entre las doctrinas expuestas por Platón y las que encontramos no solamente en Alcmeón sino también en las partes más antiguas de la colección hipocrática. Vn ejemplo de ello es lo que Platón dice respecto a los órganos de los sentidos.

“El Timeo” y “Critias” son obras extrañas y fascinadoras. Es en ellas que hallamos la descripción de la desaparecida Atlántida. Si existió o no esa tierra es cosa que aún se discute. De las ideas sobre” el alma del mundo” pasa el filósofo al estudio de los cuerpos vivientes y es en éstas páginas donde encontramos las discusiones sobre la anatomía, la fisiología, los grandes vasos sanguíneos, la respiración, la nutrición, el mecanismo de la respiración y de la digestión. Con ideas falsas, y que, sin embargo, constituyen un esbozo de teorías que resulta interesante comparar con otras contemporáneas y con la evolución posterior. Rivaud nos advierte que toda esa anatomía y toda esa fisiología son diferentes de las que encontramos en las colecciones hipocráticas yen Aristóteles. De una manera general, añade, los conocimientos anatómicos de Platón aparecen muy imperfectos, mucho menos exactos y precisos que los de los médicos, sus contemporáneos, y de otros que lo habían precedido...

Biografía del autor/a

Carlos Lleras Restrepo, Academia Nacional de Medicina

Ex-Presidente de la República de Colombia

Cómo citar

[1]
Lleras Restrepo, C. 1988. Academia Nacional de Medicina. Medicina. 10, 19 (ago. 1988), 1–5.

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Publicado

1988-08-28