RECORDANDO AL PROFESOR JOSÉ FÉLIX PATIÑO RESTREPO


José Félix Patiño Restrepo. Semblanza de un libre pensador

Dolly Montoya, M.Sc., PhD.1

 

 

1. Rectora de la Universidad Nacional, Magister en Ciencias biomédicas básicas, Ph.D. en ciencias

 

 

 

Correspondencia:

rectoriaun@unal.edu.co

 

DOI: 10.56050/01205498.2255




La Universidad Nacional de Colombia, fundada en el periodo del radicalismo liberal a mediados del siglo XIX, ha sido a lo largo de su historia una institución conformada en esencia por librepensadores comprometidos con el avance de la nación a partir de un empeño permanente por ofrecer educación de alta calidad que se enriquece gracias a la investigación, el cultivo de las artes, las humanidades y la cultura. Este es el espíritu institucional de la Universidad del Estado. Miles de profesores y profesoras, y decenas de miles de estudiantes se dan cita en las aulas de la Universidad Nacional aportando su pasión por el saber a la construcción de un mejor país.


Muchos coincidimos dentro de la Universidad en que si alguien ha representado con exactitud este espíritu institucional de conocimiento, sabiduría, compromiso y amor por el servicio al país ha sido nuestro recordado maestro y ex rector José Félix Patiño Restrepo. Un destacado intelectual de gran generosidad que siempre impulsó a sus estudiantes hacia la acción transformadora, el servicio y la vivencia en medio del saber y la cultura.

Me gustaría aprovechar este homenaje que la Academia Nacional de Medicina, a través de su Revista Medicina, ha querido hacerle a nuestro maestro para recordar sus aportes a la vida institucional de la Universidad Nacional de Colombia por medio de mi propia experiencia en la honrosa compañía del doctor Patiño en este trasegar académico por la Universidad.


En los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado ingresé a la Universidad Nacional para estudiar Química Farmacéutica. Venía de Pereira y mi asombro (y temor) al enfrentarme a la Capital se convirtió en el placer del descubrimiento cuando por primera vez puse los pies en la Ciudad Universitaria. A los ojos de una joven de provincia, la universidad era un campus de mucha actividad estudiantil y de espacios verdes y edificios blancos en donde un mundo nuevo aparecía en cada lectura y cada discusión.


Fue en medio de esa actividad de los primeros años de universidad cuando escuché por primera vez hablar sobre el exrector José Félix Patiño. Los maestros coincidían en la gran transformación que el joven Dr. Patiño había llevado a cabo en la Universidad hacía pocos años, fusionando facultades (departamentalizando como técnicamente lo expresaba el Dr. Patiño), organizando los museos, las bibliotecas y los laboratorios, fortaleciendo las sedes de la Universidad y, lo que con más facilidad se veía, iniciando la construcción de más espacios académicos, entre ellos la plaza central, la biblioteca y el auditorio principal (el León De Greiff). En ese momento yo no comprendía la profundidad de lo que después se llamó la Reforma Patiño de la Universidad Nacional de Colombia. Sin embargo, en los años setenta el Dr. Patiño seguía siendo una figura muy presente en la Universidad por lo que había hecho durante los dos años de su Rectoría (1964-1966). Se decía que antes de la Rectoría del Dr. Patiño, el Congreso de la República planeaba cerrar la Universidad, por su ingobernabilidad. En este sentido, muchos profesores reconocían algunos aspectos positivos en su gestión modernizadora de la Universidad que le dio una estructura de gobernanza apropiada, aunque otros pensaran que había debilitado la academia al fusionar facultades; y otros más coincidieran con parte de los movimientos estudiantiles de aquella época, en que Patiño había sido parte de la estrategia imperialista de los Estados Unidos en nuestro país, pues la Reforma Patiño se financió principalmente con plata “Yankie”. En cualquier caso, se reconocía que había sido un rector que en poco tiempo “sacudió” a nuestra Institución.

Durante mis estudios de pregrado la Universidad estaba llena de obras civiles. Se veía el efecto en el cambio de los programas, pues por ejemplo en mis primeros semestres caminábamos todo el campus viendo clases en diferentes facultades y conociendo a estudiantes de otras carreras. Veíamos Biología con los biólogos, y también con los psicólogos y los médicos; veíamos Química con los químicos y Matemáticas con los matemáticos, y allí nos encontrábamos con los ingenieros. En estas clases generales se reunían todas las carreras y compartimos una visión más amplia de la Universidad y del país. Estos estudios compartidos entre todos habían sido implementados desde la administración del Dr. Patiño en su reforma académica que, además de buscar una sólida formación en ciencias básicas para los estudiantes, permitía la aproximación de los distintos saberes, intereses y culturas, y enriquecía nuestro paso por la universidad desde un punto de vista vivencial.


Recuerdo mucho que esa apertura curricular que la Reforma Patiño fomentaba me permitió tomar clases de apreciación musical, de antropología y de filosofía, como
El hombre y el mito, un curso ofrecido por el profesor Fernando Urbina, quien nos ofreció otra forma de ver la vida.

Por aquellos años los movimientos estudiantiles eran diversos y muy activos, yo misma era líder estudiantil y hacía parte de la Unión Revolucionaria Socialista que tenía un periódico denominado
El Manifiesto. Allí se discutían las tendencias intelectuales y políticas en boga y se resaltaba el papel del arte y la cultura para la sociedad. En ocasiones se hablaba de la situación de la Universidad y su dinámica cultural, que aunque no se reconocía mucho, fue uno de los ejes articuladores de la Reforma Patiño. El museo de artes, que había sido dirigido por Marta Traba, había logrado un amplio reconocimiento en los círculos culturales del país. Cada año participamos en el carnaval de la Universidad que recorría las calles de la ciudad. Además, disfrutamos de la vibrante actividad de nuestro teatro universitario, “El Búho”, gracias al cual muchos pudimos aproximarnos a las obras clásicas y universales.

Después de mi periplo como estudiante en la Universidad Nacional, salí a ejercer mi profesión en algunas farmacéuticas del país, para después estudiar mi maestría en la UNAM de México. Al regreso, me vinculé como profesora a la Facultad de Ciencias desde donde inicié el proyecto que terminaría con la conformación del Instituto de Biotecnología.


Al fin conocí al Dr. Patiño durante mi periodo como vicerrectora de investigación de la Universidad, en 2014. En ese momento, junto con el profesor Horacio Torres Sánchez, emprendimos la organización de una Cátedra Nacional “José Félix Patiño Restrepo” para conmemorar y reflexionar sobre el legado de la Reforma Patiño, que cumplía 50 años de implementada. Tuvimos varias reuniones con el Dr. Patiño para presentarle el proyecto y definir con él las temáticas y las actividades. Fue una experiencia maravillosa conversar con alguien de tan profunda sabiduría y, sobre todo, con tanta energía para imaginar e impulsar proyectos de gran envergadura para la Universidad. Era alucinante. El Dr. Patiño era incansable, a sus 87 años jamás faltó a una reunión preparatoria y, por si fuera poco, estuvo en cada una de las sesiones de la Cátedra durante todo un año. Sobra decir que fue él quien la inauguró con un León de Greiff a reventar. Muchos años después, el maestro me confesó que esa primera reunión que tuvimos para contarle sobre la idea de la Cátedra, fue para él uno de los días más felices de su vida. Decía que muy pocos lograban el honor de que una cátedra de la Universidad Nacional de Colombia llevara su nombre.


De la primera versión de la Cátedra se publicó un volumen de memorias con las diferentes conferencias. Todas ellas coinciden en que, desde el punto de vista académico, económico, de infraestructura y cultural, la Reforma Patiño generó un cambio profundo y estructural en la Universidad. Muchos de los resultados de la Reforma siguen aún vigentes en nuestra Universidad.


En medio de esa relación académica con el Dr. José Félix Patiño empezamos a trabajar con él en muchos otros proyectos que brotaban y brotaban de su cabeza. Tuve el honor de visitarlo varias veces en su casa de Santa Ana, en donde me sentía como una más de sus estudiantes, quienes con asombro disfrutaban de sus interesantes charlas sobre temas muy diversos, todas ellas ilustradas y cobijadas por su gran biblioteca de más de 13 mil volúmenes. La generosidad del Dr. Patiño fue tanta para con la Universidad Nacional que le donó toda su biblioteca, incluyendo libros antiguos de gran valor patrimonial. El día de su cumpleaños número 90 (el 15 de febrero de 2017), se realizó el acto inaugural
de la “Biblioteca José Félix Patiño Restrepo” en el cuarto piso de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional en la sede de Bogotá. Los curadores de esta hermosa y variada biblioteca son su hija Mariana Patiño Osorio y el profesor Gustavo Silva Carrero. Ellos han organizado la biblioteca del Dr. Patiño mostrando sus distintas facetas como estudiante, académico, investigador, exrector, humanista y político. Así, visitar la biblioteca del Dr. Patiño, es visitar una vida de logros y de sabiduría al servicio de todo un país. Después de su inauguración, el mismo maestro Patiño iba regularmente a la biblioteca para visitar a sus viejos amigos, los libros, y para conversar con los asistentes. Los miércoles cada quince días organizaba una charla para estudiantes sobre la biblioteca o sobre alguno de los libros más importantes (por ejemplo, las distintas ediciones de la Historia Natural de Cayo Plinio Segundo, los libros de Ambroise Paré y Andrea Ve salio o las primeras ediciones de García Marquez, Vargas Llosa o Borges, entre otros).

Después de mi salida de la Vicerrectoría nos volvimos a ver un par de veces. En una de esas ocasiones el Dr. Patiño visitó el Instituto de Biotecnología de la Universidad y quedó muy sorprendido del equipamiento y la gran actividad de investigadores y estudiantes dentro del Instituto. Se alegró de encontrar que la formación que llevábamos a cabo dentro del Instituto dependía más del trabajo en los laboratorios y en el seminario permanente que de las clases magistrales. Nos decía que él había experimentado en Yale, la universidad de donde se graduó, algo similar. Pues allá no había aulas de clase, solo auditorios, laboratorios y muchos espacios comunes en donde la vida universitaria se desarrollaba.

En una de esas visitas al Instituto de Biotecnología, hablamos de sus proyectos para la Universidad y de mi forma de ver el desarrollo de la Institución. En esa conversación (que recuerdo como si hubiera sido hace un par de días), me preguntó si yo no pensaba volverme a presentar para la Rectoría de la Universidad. Él creía que, con mi formación en Alemania y mi experiencia como investigadora, yo podría ser una candidata interesante para la comunidad académica. Esa conversación me animó a tomar la decisión definitiva de presentarme. Meses después nos volvimos a ver en la Academia Nacional de Medicina, recién designada como rectora de la Universidad por el Consejo Superior. Nuevamente me sorprendió su vitalidad, su imaginación para pensar proyectos fundamentales para la Universidad. Parecía un muchacho de 20 años, lleno de vida y de amor por la Universidad Nacional. Quería revolucionar gran parte de la Institución. Tal vez de la misma manera como lo hizo en su época de rector. Me hablaba de la manera en que hay que potenciar el Hospital Universitario; de cómo mejorar el León de Greiff (porque una universidad sin artes, no es vivencia para los estudiantes); de los nuevos edificios para la Facultad de Artes; de la Orquesta Filarmónica de Bogotá con casa permanente en la Universidad; del San Juan de Dios y sus múltiples estrategias para revivirlo; de los estudios generales para una educación más humana en el país, etc. Muchos de esos proyectos los hemos cumplido, gracias a su ayuda e inspiración. Lamentablemente, algunos aún siguen esperando convertirse en realidad.


El profesor Patiño me acompañó por varios años en la gestión de la Universidad desde su puesto en el Consejo Superior Universitario como representante de los exrectores. Con su presencia le dio al Consejo la altura intelectual y la dignidad que siempre ha de tener el más importante espacio de decisión de la Universidad del Estado. Desde allí, impulsó, señaló, guió y también fue muy crítico en la consolidación de proyectos importantes para la Universidad.

Así, su pasión por los libros, por la música -en especial la de María Callas-, por las buenas conversaciones y por la Medicina nunca opacó la pasión del Dr. Patiño por la Universidad Nacional de Colombia, a la que sirvió hasta el último momento de su preciada vida.

Gracias Dr. José Félix Patiño Restrepo, rector magnífico de la Universidad Nacional de Colombia.