ARTÍCULO DE REFLEXIÓN
La nutrición como parte integral del manejo de la diabetes.
Nutrition as an integral part of the management of diabetes
Pablo Aschner.1
1. Profesor
de Endocrinología, Pontificia Universidad Javeriana Asesor de
Investigaciones, Hospital Universitario San Ignacio. Director
Científico, Asociación Colombiana de Diabetes. Bogotá, Colombia
Recibido:
Noviembre 28, 2022
Aceptado:
Febrero 24, 2023
Correspondencia:
pabloaschner@gmail.com
DOI: 10.56050/01205498.2244
Resumen
La
resistencia a la insulina es fundamental en el desarrollo y control de
la diabetes tipo 2. Tiene estrecha relación con el exceso de peso y, por
lo tanto, para reducirla es necesario perder ese exceso. Si se hace en
forma temprana y considerable, se puede lograr la remisión de la
diabetes. La reganancia de peso sigue siendo un problema ligado a la
base genética de la obesidad. Las guías de práctica clínica
recomiendan varias dietas hipocalóricas para perder peso a corto plazo,
pero la dieta mediterránea es la única que ha demostrado también
reducción del riesgo cardiovascular. En la diabetes tipo 1 la falla en
la producción de insulina requiere sustituirla mediante un esquema de
insulinoterapia que se adapte a una ingesta saludable, por lo cual se
requiere educar a la persona en el manejo de la insulina con base en el
monitoreo de la glucemia y el conteo de carbohidratos. Los nuevos
esquemas y sistemas de administración de insulina han reducido
considerablemente la frecuencia de hipoglucemias y, por ende, ayudan a
evitar la ganancia de peso.
Palabras clave: Diabetes; Obesidad; Resistencia a la insulina; Dieta mediterránea; Insulinoterapia.
Abstract
Insulin
resistance plays a fundamental role in the development and control of
type 2 diabetes. Also, it is closely related to excess weight and
therefore, to reduce it, it is necessary to lose that excess. Diabetes
remission can be achieved when both weight loss, and insulin resistance
are controlled extensively and in early manner. Weight regain
continues to be a problem linked to the genetic basis of obesity.
Clinical practice guidelines recommend various low-calorie diets for
short-term weight loss, but the Mediterranean diet is the only one that
has also been shown to reduce cardiovascular risk. In type 1 diabetes,
the lack of insulin production requires its total replacement with an
insulin therapy scheme that adapts to a healthy intake. In this case
it is absolutely necessary to educate the person regarding the insulin
management taking into consideration the blood glucose monitoring and
carbohydrate counting. New insulin administration schemes and systems
have considerably reduced the frequency of hypoglycemia and therefore
help prevent weight gain.
Keywords: Diabetes; Obesity; Insulin resistance; Mediterranean diet; Insulin therapy.
Introducción
La
diabetes mellitus (DM) es una enfermedad crónica que se caracteriza por
un nivel de glicemia elevado (hiperglucemia) y trastornos en el metabolismo de los carbohidratos, proteínas y grasas (1).
Estos trastornos están directamente relacionados con la alimentación y
la forma como los nutrientes se procesan en el cuerpo, donde la insulina
tiene un papel fundamental.
La insulina y su relación con la alimentación
En
el período prandial, la insulina tiene como función principal facilitar
la captación y el almacenamiento de la glucosa derivada de la ingesta
de carbohidratos (lo hace en forma de glucógeno en el hígado y en los
músculos), mientras asegura que el nivel sérico de la glucosa (glucemia)
se mantenga estable para ser utilizada por los tejidos (especialmente
por el cerebro que no puede almacenarla ni fabricarla). También
facilita el almacenamiento de lípidos en el tejido adiposo (2).Durante
el período de ayuno, la insulina se secreta en menor cantidad, pero en
forma constante para controlar la utilización de la glucosa almacenada
(glucogenólisis) y su producción de novo (gluconeogénesis)
que están bajo el comando principal del glucagón. También controla la
salida de ácidos grasos del tejido adiposo (2).
Cuando
hay suficiente producción de insulina, la glucemia se mantiene estable
en el período posprandial, aún después de la ingesta abundante de
azúcares o de almidones; la ingesta excesiva de nutrientes con alto
valor calórico aumenta el almacenamiento de grasa que altera los
mecanismos efectores de la insulina a nivel celular y causa
resistencia a la hormona. La resistencia a la insulina es, por lo tanto,
una consecuencia directa de la acumulación de grasa (con
sobreproducción de adipocinas), aunque también hay otros factores,
incluyendo un componente genético (2).
La diabetes tipo 2 (DT2) y su relación con la alimentación
La resistencia a la insulina obliga a las células beta a
aumentar su producción, causando hiperinsulinemia, que es relativa
porque puede no ser suficiente para satisfacer la mayor demanda. La
presencia de hiperglucemia en este caso indica que la producción de
insulina ya es insuficiente. El defecto en las células beta tiene
un componente genético y empeora por la resistencia a la insulina que
exige mayor trabajo y genera estrés metabólico al punto de causar
apoptosis (3,4).
Por lo tanto, la DT2 resulta de un desbalance entre la producción de
insulina y la resistencia a la insulina, y este es un proceso que se
observa desde etapas previas a la enfermedad como el síndrome metabólico
y la prediabetes (hiperglucemia intermedia) (5).
Hasta el momento, no hay forma de reversar el deterioro de las células beta y
por lo tanto el manejo de la DT2, dirigido a modificar su historia
natural, debe enfocarse en reducir la resistencia a la insulina. Como
esta se debe principalmente al exceso de grasa corporal, la eliminación
de este exceso es fundamental para asegurar la efectividad de la
insulina endógena disponible.
La mayoría de las personas con DT2 debutan en la edad adulta y con obesidad o con sobrepeso importante (IMC ≥ 27 kg/m2),
por lo cual el régimen alimenticio inicial debe basarse en la
restricción calórica. Es tan importante la pérdida del exceso de peso
que, si se logra en los primeros años de evolución de la DT2, se puede
alcanzar su remisión: hemoglobina glicosilada (HbA1c) inferior a 6.5%
por 3 meses o más sin el uso de antidiabéticos. Un estudio reciente
(Direct) ha demostrado remisión en 46 % de los casos de DT2 al cabo del
primer año y 36 % al final de 2 años, mediante la prescripción inicial
de una dieta de muy bajas calorías (hasta 800 kcal/día). La remisión
fue del 86 % y 70 % respectivamente en aquellos que perdieron ≥ 15 kg (6).
Como referencia, con cirugía bariátrica se puede alcanzar remisión
entre un 70 % y más de 90 % en personas obesas con DT2, aunque no todo
el efecto puede atribuirse a la pérdida de peso (7).
En otro estudio en personas con obesidad y DT2 (LookAHEAD), y en el que
se buscó reducción del riesgo cardiovascular (CV) a largo plazo
mediante restricción calórica moderada (1.200 a 1.800 kcal/día),
incremento de la actividad física y apoyo educativo intensivo en los
primeros años, se logró una pérdida del 8,6 % del peso corporal durante
el primer año, pero al cabo de 4 años se había recuperado casi la mitad
del peso perdido. El estudio se suspendió antes de los 10 años por
futilidad con relación a desenlaces CV, y solamente el 1,3 % de los
participantes en el grupo de intervención intensiva logró remisión de
la DT2 en el primer año y 0,7% a los 4 años (vs. 0,1% y 0,2% respectivamente, en el grupo control (8).
Quizás
el reto más importante es evitar la reganancia del peso, como ocurrió
en el LookAHEAD. El mantenimiento del peso alcanzado debe ser
permanente, dado que la DT2 es una enfermedad vitalicia y la obesidad
es un problema que tiene una base genética, determinada en buena medida
por genes de susceptibilidad, cambios epigenéticos, genes ancestrales e
interacción entre genes que tienden a evitar la pérdida de la grasa
guardada y a recuperarla cuando se pierde (9,10,11).
Por ello la mayoría de las dietas con restricción calórica logran
pérdida de peso, pero mientras no se modifiquen los hábitos
alimenticios hay un alto riesgo de reganancia. Ese cambio de hábitos
requiere la introducción o la preferencia de nutrientes con bajo valor
calórico y menor índice glucémico (medido como el área bajo la curva de
glucemia durante las primeras 2 horas posingesta del nutriente y
comparado con el que ocurre con la ingesta equivalente de pan blanco).
En la práctica esto incluye un mayor consumo de frutas enteras y
verduras cocidas para reemplazar almidones, pero también de
carbohidratos ricos en fibra soluble. Además, a las personas obesas que
pierden peso no se les debería calcular una dieta isocalórica de
mantenimiento similar a la de personas fenotípicamente delgadas,
porque su punto fijación (set point) sigue estando alto y tenderán a recuperar el peso perdido.
De
todos modos, la persona con DT2 siempre tendrá deficiencia relativa
de insulina y sus comidas no pueden sobrepasar la disponibilidad de la
hormona. Esto se va haciendo más crítico a lo largo de la evolución de
la enfermedad, especialmente cuando ya la pérdida de función de las
células beta lleva
a requerir un suplemento de insulina basal y solo queda una modesta
reserva de insulina para cubrir los períodos prandiales.
Actualmente
las guías de práctica clínica en DT2 recomiendan el manejo intensivo
de la obesidad, colocándolo al mismo nivel del control de la glucemia y
del control de los factores de riesgo cardiovasculares. Las
recomendaciones incluyen terapia médica nutricional, modificación de
los patrones de ingesta, implementación de programas intensivos
basados en evidencia para manejo peso, uso de medicamentos para perder
peso y consideración de cirugía bariátrica (12).
Se recomiendan dietas como la mediterránea, la baja en grasa, la baja
en carbohidratos, la muy baja en carbohidratos, la vegetariana, la
vegana y la DASH para obtener pérdida de peso a corto plazo en forma
segura y efectiva. La meta es perder entre 5 % y 10 % del peso corporal (13).
Las
complicaciones cardiovasculares son las principales causas de
morbimortalidad en personas con DT2; algunas intervenciones
nutricionales han demostrado su efectividad en prevenirlas. Al
respecto, el estudio Predimed, en el que casi la mitad de los
participantes tenían DT2, demostró que una dieta mediterránea
suplementada con aceite de oliva extravirgen o con nueces mixtas redujo
el riesgo de eventos cardiovasculares mayores en alrededor de un 30 % (14).
Adicionalmente, la dieta mediterránea redujo en un 52 % la incidencia
de DT2 al cabo de 4 años, sin cambios significativos en el peso y la
actividad física (15).
Los elementos fundamentales de la dieta mediterránea consisten en un
mayor consumo de frutas frescas, vegetales (cocidos y crudos),
legumbres, carnes blancas, pescado y comida de mar, y un menor consumo
de gaseosas, dulces, pastelería, grasas de untar, carnes rojas y
procesadas.
En
resumen, el manejo de la DT2 desde el punto de vista nutricional debe
estar orientado a la pérdida del exceso de peso desde el comienzo de la
enfermedad o aún en etapas previas, y su mantenimiento en forma
permanente. La falla en perder peso se puede considerar una de las
principales causas de inercia en el manejo de la DT2 y da lugar a la
falla de tratamiento farmacológico dirigido a controlar la glucemia. La
meta debe ser una pérdida de al menos 7 a 10% del peso corporal en un
año, con lo cual se puede alcanzar la remisión en algunos pacientes y se
puede evitar el escalamiento innecesario de los antidiabéticos. La
dieta debe ser inicialmente hipocalórica, pero conservando el balance
apropiado de los principales nutrientes y procurando cambiar en forma
permanente los hábitos alimenticios no saludables. La mejor forma de
lograrlo es la introducción de una dieta tipo mediterráneo adaptada a
la disponibilidad de alimentos locales y se debe fomentar la
investigación dirigida a su diseño e implementación. Este tipo de
dieta se debe mantener para prevenir el riesgo cardiovascular, aún
cuando la persona con DT2 haya alcanzado un peso cercano al normal
(correspondiente a un índice de masa corporal menor de 27 kg/m²).
La diabetes tipo 1 (DT1) y su relación con la alimentación
La
diabetes tipo 1 (DT1) se inicia principalmente en niños y adolescentes y
generalmente es causada por destrucción autoinmune de las células beta de
los islotes del páncreas que son la fuente de insulina endógena. Por
lo tanto, el tratamiento consiste básicamente en la administración de
insulina exógena para cubrir las necesidades tanto en el período de
ayuno como en el período prandial. Esta administración debe mantenerse
en forma vitalicia (16).
La
necesidad de insulina del período de ayuno se cubre mediante la
aplicación de una insulina de acción prolongada (basal) y actualmente
disponemos de insulina basales análogas que tienen una acción estable
durante las 24 horas del día, sin presencia de variaciones marcadas y
sin producir picos. Las necesidades de insulina del período prandial
se cubren mediante la administración de análogos de insulina de acción
corta antes de cada comida (bolos de insulina) cuya dosis se calcula
principalmente de acuerdo con la cantidad de los carbohidratos que se
van a ingerir. Esto se logra aprendiendo a calcular dicha cantidad y a
utilizar algunas fórmulas que permiten estimar la insulina necesaria.
Esta estrategia se conoce como "Conteo de Carbohidratos" (16).
De
lo anterior se deduce que la persona con DT1 puede llevar a cabo una
alimentación saludable acorde con su edad, su actividad y sus hábitos.
Mientras se sigan los parámetros de una alimentación saludable, no
hay restricciones en relación con la composición, cantidad o
frecuencia de las comidas. Esto ha dado lugar a un cambio radical en el
paradigma de la nutrición de las personas con DT1, que antes del
descubrimiento de la insulina eran sometidas a dietas “de hambre” para
lograr una mayor supervivencia. Cuando la insulina estuvo disponible
(hace un poco más de 100 años), sus preparaciones no lograban cubrir los
requerimientos de insulina en forma fisiológica (ej. con Insulina
regular y luego con NPH) y todavía era necesaria la restricción de la
ingesta y su fraccionamiento para evitar las hipoglucemias. De hecho, la
prevención y el manejo de las hipoglucemias llevaban al consumo
excesivo de alimentos de alto valor calórico que explicaban en parte el
aumento de peso producido por la insulina (17).
En el estudio DCCT, donde la terapia intensiva con insulina por
primera vez demostró una reducción muy significativa de la HbA1c (a
valores alrededor de 7 %) y de las complicaciones microvasculares (más
del 50 %) al cabo de 7 años, también hubo un aumento 3 veces mayor del
riesgo de hipoglucemias y una ganancia de peso de alrededor de 5 kg en
comparación con el grupo control donde solo aumentaron la mitad al
cabo de 1 año (18).
Con los preparados no fisiológicos de insulina nativa, prácticamente se
les exigía a las personas con DT1 que “comieran para la insulina”, a
diferencia de la recomendación actual con los análogos de insulina, que
permiten aplicar “insulina para la comida”.
La
frecuencia de hipoglucemias se ha reducido significativamente con los
análogos, y por consiguiente ya no son necesarias las dietas
fraccionadas. Sin embargo, sigue siendo recomendable planear las comidas
con base en alimentos ricos en fibra soluble y de menor índice
glucémico para facilitar el cálculo de las dosis de insulina. Hay que
tener en cuenta que el contenido de abundante proteína o grasa puede
impactar la glucemia posprandial en forma temprana o tardía y requieren
ajustes en la insulina. El monitoreo glucémico continuo ha resultado
una herramienta muy útil para identificar estos efectos y corregirlos
oportunamente (19).
Solamente
se restringe el uso de alimentos endulzados con sucrosa (azúcar) a
manera de golosinas o colaciones (snacks), porque la administración de
insulina no alcanza a compensar los picos glucémicos que producen. Sin
embargo, en varias guías de práctica clínica se permite el uso de
sucrosa que no exceda el 10 % del valor calórico total mientras no se
consuma en forma de bebidas azucaradas. Se pueden consumir los
alimentos “dietéticos” con edulcorantes no calóricos en forma ocasional,
aunque suelen ser más costosos y algunos pueden tener un alto contenido
de grasas saturadas (por ejemplo, los postres). Al respecto, se
recomienda la terapia médica nutricional para instruir al paciente y a
su familia en los principios de una alimentación saludable, limitando el
consumo de grasas saturadas de acuerdo con las recomendaciones
poblacionales y poniendo como ejemplo la dieta tipo mediterráneo (20).
Los sistemas de infusión continua de insulina (bombas de insulina),
aunque se han sofisticado al punto de calcular continuamente los
requerimientos de insulina mediante su acoplamiento con sistemas de
monitoreo continuo de glucosa en tiempo real (miden la glucosa en el
espacio intersticial subcutáneo), siguen dependiendo del conteo de
carbohidratos para la administración de los bolos preprandiales de
insulina. Sin embargo, la posibilidad de los nuevos sistemas para
predecir hipoglucemias y suspender transitoriamente la infusión de
insulina, pueden reducir la tendencia a la ingesta preventiva de
alimentos y a la ingesta correctiva de azúcar, con lo cual se ha
observado menor ganancia de peso (21).
En
resumen, el manejo de la DT1 desde el punto de vista nutricional
consiste en instruir al paciente y a su familia en los principios de una
alimentación saludable, similar a la que deberían consumir sus pares
sin diabetes para lograr un adecuado crecimiento y desarrollo, evitar
la obesidad y prevenir en la edad adulta el riesgo cardiovascular.
Conflictos de interés
El autor declara no tener conflicto alguno de interés.
Financiación
Ninguna declarada por el autor.
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