ARTÍCULO DE REVISIÓN
La nutrición como parte del manejo integral del paciente con enfermedad pulmonar obstructiva crónica: revisión narrativa
Nutrition as an integral part of the management of COPD patients
Carlos Eduardo Aguirre Franco.1
1. Medicina interna-neumología. Fundación Neumológica Colombiana.
Recibido:
Diciembre 16, 2022
Aceptado:
Marzo 31, 2023
Correspondencia:
caguirre@neumologica.org
DOI: 10.56050/01205498.2231
Resumen
La
enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una patología de
expresión multisistémica, producto de la exposición del pulmón a
partículas o gases nocivos, e influenciada por múltiples factores del
huésped. Su diagnóstico requiere de la presencia de obstrucción en una
espirometría post B2, y con frecuencia se asocia con enfermedades en
otros sistemas que incrementan la carga de la enfermedad y que pueden
ser considerados rasgos tratables al ser potenciales blancos terapéuticos evaluables con biomarcadores.
Un
adecuado interrogatorio y el apoyo de estudios de baja complejidad que
evalúen la composición corporal y la función muscular, resultan
importantes para establecer los rasgos tratables nutricionales, que
serán la base para iniciar y monitorizar el tratamiento nutricional del
paciente con EPOC.
Aunque
la mayoría de los rasgos nutricionales descritos implican pérdida de
tejido adiposo o muscular (presarcopenia, sarcopenia, caquexia), el
sobrepeso, la obesidad, la obesidad mórbida y la obesidad sarcopénica
son también condiciones prevalentes y de importancia clínica. Estos
rasgos nutricionales, que se han asociado con grados variables de
inflamación, modificación de la respuesta inmune y de oxidación
sistémica, se relacionan con incremento de la carga de la enfermedad y
con la mortalidad. El tratamiento para estos rasgos debe darse en el
plano de la individualización, teniendo en cuenta el potencial origen de
la anormalidad y los objetivos de la intervención.
A
pesar de que una buena parte de los estudios disponibles no hacen una
evaluación completa del estado nutricional, e intervienen a la población
con terapias estándar,
el apoyo nutricional ha mostrado impacto positivo sobre desenlaces de
interés clínico como peso, fuerza, capacidad funcional y mortalidad.
Aunque estos hallazgos resultan promisorios, muestran la necesidad de
generar investigación más precisa y con blancos terapéuticos mejor
definidos.
Palabras clave: EPOC; Composición corporal; Estado nutricional; Apoyo nutricional.
Abstract
Chronic
obstructive pulmonary disease (COPD) is a condition with multi-systemic
expressions caused mainly by lung exposure to noxious particles or
gases, and influenced by multiple host factors. Its diagnosis requires
the presence of obstruction in a post B2 spirometry, and it is often
associated with diseases in other systems, increasing the burden of the
disease, but in fact can be considered treatable traits, possibly
evaluated with biomarkers.
An adequate interrogatory and the support of low-complexity studies to
assess body composition and muscle function are sufficient to establish
treatable nutritional traits. They will be the basis to start and
monitor nutritional treatment of patients with COPD.
Most
of the nutritional traits described involve loss of adipose or muscle
tissue (pre-sarcopenia, sarcopenia, cachexia), overweight, obesity,
morbid obesity and sarcopenic obesity are also prevalent conditions of
clinical importance. These nutritional traits have been associated
with variable degrees of inflammation, modification of the immune
response and systemic oxidation all related to an increased burden of
the disease and mortality. The treatment for these traits must be
individualized, taking into account the potential origin of the
abnormality and the objectives of the intervention.
Despite
the fact that a good part of the available studies does not include
complete evaluation of nutritional status, and suggest interventions
with standard therapies, nutritional support has shown a positive impact
on outcomes of clinical interest such as weight, strength, functional
capacity and mortality. Although these findings are promising, it is
necessary more precise research with better defined therapeutic
targets.
Keywords: COPD; Body composition; Nutritional status; Nutritional support.
Introducción
La
enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una patología
multisistémica, secundaria a la exposición del sistema respiratorio a
una cantidad significativa de partículas o gases nocivos, e influenciada
por factores del huésped, incluyendo las anormalidades del desarrollo
del pulmón (1,2).
El factor de riesgo más importante para el desarrollo de la enfermedad
es el tabaquismo, pero en nuestro medio, la exposición al humo de la
combustión de leña o de otros productos orgánicos utilizados para
cocinar o calentar el ambiente, también reviste importancia (3).
La exposición que se puede dar a material particulado o a humo
relacionado con algunas ocupaciones, también debe ser tenida en cuenta
como potencial factor de riesgo para desarrollar EPOC (4).
Para
diagnosticar la enfermedad es indispensable demostrar limitación del
flujo de aire en una espirometría con broncodilatador, lo cual se
define a través del cociente entre el volumen espiratorio en el primer
segundo (FEV1) y la capacidad vital forzada (FVC) menor a 0,7 después de usar una dosis estándar de broncodilatador (1).
Aunque un interrogatorio básico en busca del factor de riesgo y una
prueba segura y de bajo costo es suficiente para confirmar el
diagnóstico de la enfermedad, la tasa de subdiagnóstico en Colombia y en
el mundo continúa siendo muy alta (5).
La EPOC como enfermedad sistémica
Aunque
la EPOC resulta de la interacción entre el factor de riesgo y un pulmón
con susceptibilidad genética o de su crecimiento y desarrollo,(2) la
cascada de procesos inflamatorios y oxidativos que genera el cigarrillo
está lejos de mantenerse circunscrita al órgano, y de hecho, han sido
claramente relacionados con la aparición de enfermedades conexas en
otros órganos de la economía (6-8).
Por esto, se ha planteado que la aparición de otras patologías en
diferentes órganos y sistemas, prevalentes entre los pacientes con
EPOC, puedan estar relacionadas con el grado de inflamación sistémica
subyacente,(7, 9-12) que
es de mayor intensidad en los pacientes con EPOC, si se comparan con la
población no expuesta a tabaco, o incluso con los expuestos que no han
desarrollado la enfermedad (12). Estas patologías relacionadas, denominadas comorbilidades, no solo son más prevalentes en los pacientes con EPOC, si se comparan con adultos de edad similar sin la enfermedad,(13) sino que están relacionadas con peores desenlaces (9, 14, 15).
Rasgos tratables de la EPOC
Hasta
hace poco tiempo, se veía a la EPOC solo a través de la información que
aportaba la espirometría en la evaluación del grado de obstrucción en
la vía aérea. Ahora se intenta entender la enfermedad desde varias
perspectivas, pues se reconoce como una condición compleja y heterogénea
(16).
Compleja, pues el compromiso de la enfermedad no solo es evidente en el
pulmón, sino que puede documentarse en múltiples órganos y sistemas; y
compleja, pues estos componentes ‒pulmonares y extrapulmonares‒ no se
presentan de manera homogénea en todos los pacientes (17). Algunos de estos componentes de la enfermedad pueden ser considerados rasgos tratables;
es decir, atributos que describen diferencias entre individuos con la
misma patología, y que pueden valorarse objetivamente a través de
biomarcadores (18).
El
biomarcador es, probablemente, uno de los conceptos más importantes
de la medicina moderna. Se considera el resultado de una observación o
medición que evalúa más objetivamente un proceso biológico (endotipo) o
una característica clínica (fenotipo), y que es capaz de identificar
grupos diferentes de pacientes dentro de una misma enfermedad,
permitiendo predecir de mejor manera desenlaces y respuesta al
tratamiento (19). En la EPOC se han descrito rasgos tratables pulmonares y extrapulmonares, identificables a través de algunos biomarcadores, y que pueden resultar útiles en el tratamiento de los pacientes, principalmente en aquellos con enfermedad más grave.17 En
las próximas líneas se describirán algunos de los rasgos tratables
relacionados con el estado nutricional del paciente con EPOC, las
intervenciones propuestas y sus resultados.
Bases para definir el rasgo tratable nutricional
Las anormalidades nutricionales han emergido como potenciales rasgos tratables no pulmonares en los pacientes con EPOC, pues además de ser altamente prevalentes,(20) han sido claramente relacionados con desenlaces de interés (17, 21, 22).
Una evaluación sistemática, basada en el interrogatorio dirigido y en
una completa exploración física, con al apoyo de algunas ayudas
diagnósticas, resulta fundamental para establecer la condición nutricio nal de estos pacientes. Anormalidades del peso y de la composición corporal. La
identificación de anormalidades de la composición corporal pueden
apoyar el diagnóstico de malnutrición, en cualquier punto del especto de
índice de masa corporal (BMI por sus siglas en inglés) (23). El índice de masa libre de grasa (FFMI, por sus siglas en inglés) ‒cociente entre la masa libre de grasa estimada por bioimpedancia eléctrica o por absorciometría de rayos X (DXA) y la talla (FFM/Talla2)‒
ha mostrado su valor al correlacionarse con varios desenlaces
importantes en EPOC: exacerbaciones, capacidad funcional, grado de
disnea y mortalidad (23, 24).
Esta medición incluye, además del músculo esquelético, el tejido de
los órganos internos, la piel, e incluso, el componente no adiposo del
tejido graso, por lo que no es la mejor variable para la evaluación del
volumen muscular. Al contrario, la estimación más cercana de la masa
muscular se hace con el índice de masa esquelética apendicular (SMI,
por sus siglas en inglés), resultado del cociente entre la estimación de
la masa muscular apendicular y el cuadrado de la talla (25).
Indicadores de calidad y masa muscular. La
tomografía, usualmente realizada con otro fin, puede valorar la
musculatura lumbar, del muslo, psoas, o del pectoral; lo que se ha
relacionado con otras mediciones de la masa muscular y con desenlaces
clínicos importantes (9, 26-28). En la misma dirección, el ultrasonido también hace posible evaluar la masa del diafragma en la zona de aposición, (29) y la musculatura apendicular; (22) evaluaciones no invasivas que podrían ser de utilidad en el paciente con EPOC (30, 31).
La
evaluación objetiva de la fuerza muscular y el desempeño físico se han
incluido como indicadores de pérdida de masa muscular o para
clasificar su gravedad. La fuerza de prensión de mano evaluada con un
dinamómetro, o la prueba de levantarse de la silla cinco veces o por 30
segundos, resultan ser estudios útiles y económicos para el tamizaje del
paciente con sospecha de debilidad muscular; mientras que algunas
pruebas de campo que evalúan el impacto funcional son utilizadas para
clasificar la gravedad del compromiso muscular (32).
Evaluación del gasto energético. La
calorimetría indirecta, mediante la medición del consumo de oxígeno y
la producción de dióxido de carbono en los gases exhalados, permite
estimar el gasto energético en reposo (REE, por sus siglas en inglés) (33), que
es la energía necesaria para mantener las funciones vitales. Dado que
los pacientes con EPOC pueden tener un REE mayor al esperado (34), y que las ecuaciones para calcularlo no predicen de manera consistente, (35, 36) la medición objetiva puede resultar importante en especial en el ajuste del soporte nutricional en pacientes seleccionados.
Rasgos tratables nutricionales
Con
base en la información clínica y de la biometría se han establecido
algunos fenotipos clínicos nutricionales sobre los cuales es posible
intervenir. Las descripciones de estos fenotipos han sido múltiples, y
aunque existen disponibles algunos documentos de consenso, (32, 37, 38) ninguno
de ellos incluye la totalidad de los fenotipos clínicos de interés. La
identificación del fenotipo permitirá realizar un abordaje específico al
rasgo, limitando la posibilidad de indicar un tratamiento estándar, que limite las posibilidades de éxito.
1. Sobrepeso, obesidad y obesidad mórbida.
La epidemia de la obesidad ha permeado al paciente con EPOC, hasta el
punto de poder afirmar que la mayoría de los pacientes con esta
enfermedad se encuentran en este lado del espectro nutricional (39, 40). Mientras que la obesidad (BMI entre 30 y 35 Kg/m2) y la obesidad mórbida (BMI >35 Kg/m2) son fáciles de definir, ya que siguen las definiciones aceptadas globalmente, (37) definir
con exactitud sobrepeso puede tener alguna complejidad, ya que en los
pacientes con EPOC y obstrucción grave o muy grave, un BMI entre 25 y
30 Kg/m2 se
asocia a menor mortalidad, si se comparan con pacientes con BMI menor a
25, por lo que el rango usualmente aceptado para sobrepeso podría ser
adecuado en este grupo poblacional (41). Al contrario, los pacientes con obstrucción menos grave (FEV1>50% del predicho) tienen exceso de mortalidad por todas las causas en el rango aceptado para sobrepeso (BMI 25-30 Kg/m2).
Adiposidad e inflamación. El tejido adiposo visceral es funcionalmente un órgano endocrino y un conocido generador y potenciador de inflamación (42).
Estos fenómenos pueden ser evaluados con niveles de proteína C
reactiva, factor de necrosis tumoral alfa (TNFa), interleucina (IL) 18 e
IL 6 y su receptor soluble, entre otros, los cuales se han documentado
elevados en los pacientes con EPOC y obesidad (43).
Los niveles de algunos de estos componentes se han relacionado con
disfunción endotelial, incremento de la generación de radicales libres
y resistencia a la insulina, fenómenos todos asociados con la aparición
del síndrome metabólico y enfermedad coronaria, lo que explica el
exceso de riesgo de muerte de origen cardiovascular en la población con
EPOC y obesidad (6, 37).
La
intervención nutricional dirigida al control del peso y de las
comorbilidades que acompañan al síndrome metabólico es fundamental en el
tratamiento de estos pacientes con alto riesgo de muerte por
enfermedad cardiovascular y diabetes. El BMI objetivo puede ser
diferente de acuerdo al grado de obstrucción, como se describió
previamente,41 por
lo que el ejercicio terapéutico y la adecuación de la ingesta calórica
resultan ser estrategias indispensables y complementarias para lograr
el objetivo (39).
En este sentido, se ha observado que los pacientes con obesidad hacen
parte del grupo de pacientes con EPOC que más posibilidad tienen de
responder positivamente a la rehabilitación pulmonar (44).
2. Sarcopenia. Enfermedad
progresiva y generalizada en donde el músculo pierde masa o calidad, y
se asocia con mayor riesgo de caídas, fracturas, discapacidad y
mortalidad (32). La sospecha de sarcopenia se
puede establecer a través de la aplicación del cuestionario SARC-F, que
incluye la evaluación subjetiva de cinco componentes: fuerza, nece
sidad de asistencia para caminar, capacidad para levantarse de una
silla o subir escaleras y antecedente de caídas (45).
De manera alternativa, se puede establecer el riesgo de sarcopenia
con escalas basadas en variables cuantitativas como a la edad, fuerza
prensil y circunferencia de la pantorrilla (46).
La confirmación de sarcopenia se
realiza evaluando la masa o la calidad del músculo. La función mus
cular se evalúa midiendo la fuerza a través de dinamometría en la mano
o los miembros inferiores, o bien con la prueba de levantarse de la
silla por 5 veces o 30 segundos. Estos métodos sencillos evalúan la
calidad funcional de grupos musculares específicos (32).
De manera alternativa, podría evaluarse la atenuación muscular en
tomografías a nivel de la tercera vértebra lumbar, lo que debería ser
posible incluso, durante la realización de estudios realizados con otros
fines (26).
Por su parte, la estimación de la masa muscular esquelética (SMM, por
sus siglas en inglés) o su componente esquelético apendicular (ASMM,
por sus siglas en inglés) por medio de DXA o bioimpedancia eléctrica, o
la evaluación del área de sección transversal de la musculatura lumbar
por TAC -como se anotó anteriormenteo resonancia magnética nuclear, (26, 32) evalúan la cantidad de masa muscular. La disminución mayor a dos desviaciones estándar en la SMI (ASMM/talla2)
en relación con el patrón de referencia para el sexo y la edad de una
persona joven se acepta como indicador objetivo de sarcopenia (37).
La disminución en el desempeño físico se considera como un marcador de gravedad en el paciente con sarcopenia (32).
La velocidad de la marcha, que puede ser medida con un cronómetro o
con un acelerómetro, en un pasillo de 4 m, se considera el estándar de
oro para definir el compromiso de la movilidad en las personas mayores (47). Una velocidad de 0,8 metros por segundo es considerado el umbral para definir pérdida en el desempeño físico, y marcador de gravedad en el paciente con sarcopenia (32).
Aunque
en la caminata de seis minutos, estudio utilizado en la práctica
clínica habitual en los pacientes con EPOC, también se mide la
velocidad de la marcha, su desenlace principal es la distancia caminada
en el tiempo de la prueba (48). La distancia caminada en ésta prueba evalúa la capacidad funcional; es
decir, el potencial del individuo para realizar actividad física, y
podría ser considerada como desenlace que defina el compromiso del des
empeño físico, aspecto que ha sido evaluado previamente, (47) pero
que requiere mayor validación y la inclusión en las guías de práctica
clínica. Otras pruebas como la batería corta de rendimiento físico
(SPPB por sus siglas en inglés), el tiempo para levantarse y caminar
(TUG, por sus siglas en inglés) o la prueba de marcha de 400 m también
pueden ser utilizadas para evaluar el desempeño físico (32).
Fisiopatológicamente,
la sarcopenia se asocia con procesos de envejecimiento, denervación de
las unidades motoras, disminución de la ingesta de proteínas y vitamina
D, disminución de los niveles de hormonas anabólicas y aumento de la
permeabilidad digestiva, entre otros (49, 50).
En el contexto de la EPOC, el incremento de la inflamación sistémica y
local, y la administración de glucocorticoides usados para en el
tratamiento crónico o para las exacerbaciones de la de la enfermedad,
también se han asociado con la aparición de sarcopenia (49).
Ahora bien, la pérdida de tejido en el músculo puede relacionarse con
fenómenos similares en otros órganos y sistemas: osteoporosis, enfisema
y diabetes, lo que ha sido denominado fenotipo de pérdida de tejido
multisistémico (MOLT, por sus siglas en inglés), (51) dándole argumentos a considerar la sarcopenia como un componente asociado a una enfermedad sistémica.
La
suplementación nutricional ha documentado mejorar la masa y función
muscular con el aporte de proteínas o de leucina, sola o en combinación
con micronutrientes. La dosis y el tipo de proteína ha sido variable en
los diferentes estudios, pero en la mayoría de ellos se ha acompañado de rehabilitación pulmonar como tratamiento estándar para esta población (52).
Los estudios muestran una discreta mejoría de la fuerza de los músculos
de las extremidades y respiratorios con la suplementación, la cual
parece de mayor magnitud al hacerlo con alto contenido de proteínas, (53) leucina, vitamina D, y ácidos grasos omega‐3 poliinsaturados (PUFA) (54).
La suplementación con vitamina D puede ser muy importante, ya que los
pacientes con sarcopenia también cursan frecuentemente con pérdida de
tejido en otros órganos o sistemas (fenotipo MOLT),(51) por lo que pacientes con osteopenia u osteoporosis también se benefician de su suplementación.
Vale la pena decir que no todos los estudios han mostrado beneficios en la suplementación con proteínas o micronutrientes, (55) por
lo que se requiere de estudios complementarios que logren identi
ficar claramente la población con más posibilidad de ser beneficiada, la
dosis y el origen de la molécula. De manera similar, aunque se ha
documentado asociación entre niveles de otros micronutrientes como
selenio o magnesio, y algunas variables de desempeño muscular, se
requieren estudios complementarios que definan su papel dentro de las
posibilidades terapéuticas para este grupo de pacientes (52).
En esta misma dirección, aunque hay alguna información en relación con
los potenciales beneficios de los probióticos al mejorar la fuerza de
agarre y la velocidad de la marcha en pacientes con EPOC, se requieren
estudios complementarios que confirmen estas observaciones. El mecanismo
de acción posiblemente se relaciona con la reducción de la
permeabilidad intestinal, y de los mediadores inflamatorios de este
origen (56).
3. Obesidad sarcopénica. Aunque
en general este fenotipo se establece en pacientes con los criterios
de obesidad y de sarcopenia que se han descrito previamente, (57) se
ha propuesto que en el contexto de obesidad, la presencia de debili
dad muscular evaluada con la fuerza prensil de la muñeca puede ser
suficiente para realizar el diagnóstico (43). Dado que la evaluación de la fuerza y
de la masa muscular no se hace rutinariamente en la mayoría de
pacientes con EPOC, es plausible pensar que éste sea un fenotipo
altamente prevalente y subdiagnosticado (58).
En consecuencia, la evaluación por bioeimpedancia o DXA resulta
imprescindible, pues incluso puede documentarse sarcopenia con
incremento de la proporción de grasa, visceral principalmente, en
pacientes con BMI normal (59).
De hecho, se ha documentado incremento de la proporción de grasa
visceral, evaluada con tomografía, en los pacientes con EPOC si se
compara con pacientes sin obstrucción bronquial, y que se asocia con
el grado de limitación al flujo aéreo y de disnea, incluso en pacientes
sin obesidad (60).
Aunque
este fenotipo se ha considerado multifactorial, la disminución de la
actividad física facilitada por la obesidad y la resistencia a la
insulina se destacan dentro de su fisiopatología. Estos dos factores
pivotes generan un círculo vicioso en el cual el incremento del número
y tamaño del adipocito y su infiltración al músculo y al hígado, no
solo genera anormalidades en la composición de los tejidos, sino un
estado de inflamación continua que genera más resistencia a la insulina y
estrés oxidativo, y que a su vez incrementa la infiltración grasa. La
grasa acumulada en el músculo y el proceso inflamatorio descrito
someramente, no solo genera disfunción mitocondrial por disminución de
la capacidad de beta-oxidación y anormalidades en el balance de las
citoquinas de producción muscular (irisina y miostatina), sino que puede
generar apoptosis del miocito. Los factores nutricionales, como la
disminución de la ingesta de proteínas o de vitamina D, también han sido
relacionadas con este fenotipo (57).
La
intervención requiere una combinación de estrategias, dentro de las
que se deben incluir la reducción de ingesta calórica, ejercicio e
incremento en la ingesta de proteínas y micronutrientes en la dieta o
con complementos nutricionales bajos en calorías (61).
Este grupo constituye un fenotipo frecuente y de difícil intervención,
pues los estudios han mostrado menor impacto en la composición y la
función muscular, capacidad para hacer ejercicio y en los marcadores
inflamatorios, si se compara con lo descrito en sarcopenia sin obesi
dad, por lo que la monitorización de la masa muscular durante la
intervención podría considerarse de alto valor clínico, dado el riesgo
de pérdida de masa muscular con la pérdida de peso, posiblemente
relacionado con una regulación negativa de la síntesis proteica inducida
por la restricción calórica. Este fenómeno hace que la restricción
calórica y la pérdida de peso recomendada se deba dar con una pendiente
no tan pronunciada (200-750 kcal/ día y 8-10% en 6 meses,
respectivamente) (62).
4. Precaquexia y caquexia. Se considera un fenotipo prevalente, ya que alrededor del 25 % de los pacientes con EPOC pueden desarrollarlo (63). La pérdida de peso entre 5 y 10% en los últimos 6 meses o entre 10 y 20% en 12 meses se considera significativa, (38) y se ha denominado precaquexia (37).
Adicionalmente, si la pérdida de peso se acompaña de FFMI menor a 17
kg.m2 en hombres o 15 kg.m2 en mujeres, se considera caquexia (38).
También se ha considerado una definición que requiere de pérdida de
peso ≥5 % en el año anterior o un IMC <20 kg/m2 asociado con tres o
más de cinco marcadores de alteración metabólica: disminución de la
fuerza muscular, fatiga, anorexia, FFMI bajo, o anormalidades bioquímica
(anemia, hipoalbuminemia, elevación de marcadores de inflamación) (64).
Estas
dos condiciones nutricionales, que podrían considerarse el espectro de
una sola, se asocian con un mayor nivel de síntomas de la enfermedad de
base y con disminución de la capacidad para hacer ejercicio. Destaca
que los pacientes con precaquexia y caquexia tienen un incremento
similar del riesgo de mortalidad, agregándole importancia al hecho de
detectar pérdida de peso (65).
De hecho, al remplazar en el índice de BODE el BMI por la definición de
caquexia (CODE), este resulta ser un mejor predictor de mortalidad (66).
Dada
la amplia gama de probabilidades diagnósticas, la pérdida de peso no
intencional es, con frecuencia, un reto para el clínico que da
seguimiento a los pacientes con EPOC (67).
Una vez se descarte otra potencial causa de esta condición, como cáncer
o trastornos psiquiátricos, la EPOC puede explicarla, en especial en
el contexto de una enfermedad avanzada.
Desde
el punto de vista fisiopatológico, la pérdida de peso se presenta
cuando las necesidades energéticas sobrepasan la ingesta calórica, con
la consecuente reducción del tejido graso, que con frecuencia se asocia a
pérdida de masa muscular, resultado de un balance negativo entre la
síntesis y degradación de proteínas. En esta condición, mucho mejor
estudiada en el contexto del cáncer, pero también importante en
enfermedades no neoplásicas como la falla cardiaca, enfermedad renal o
respiratoria crónica entre otras, se relaciona con la disminución
de la ingesta proteico calórica, producto de la disminución del apetito,
así como aumento del requerimiento calórico, resultado de un elevado
nivel basal de inflamación y a picos durante las exacerbaciones (68).
Algunos individuos parecen ser más susceptibles a desarrollar estas
anormalidades inmunoinflamatorias al presentarse con polimorfismos en
genes que codifican algunas de estas moléculas, como el factor de
necrosis tumoral alfa (TNFa) y la interleucina 1B; mientras que otros
estudios -pero no todos han documentado aumento de sus niveles séricos (63).
El TNFa parece actuar como molécula pivote, que desencadena la
activación de vías celulares que se asocian con la pérdida de tejido
graso y muscular (69).
El
incremento del aporte de calorías, basado en educación y en
suplementación, ha mostrado mejorar el peso en pacientes con BMI bajo (53, 70, 71).
Este hallazgo resulta importante, pues la cohorte de Copenhague
documentó, entre otras cosas, cómo los pacientes con EPOC grave y BMI
bajo reducían la mortalidad con el aumento de peso (72). Para incrementar el peso en un paciente con caquexia se requiere un aporte calórico alto (45 kcal/kg/día), (68) que puede requerir suplementación (71).
Disfunción mitocondrial. La disminución de la capacidad oxidativa mitocondrial, aunque frecuente, no se documenta en todos los pacientes con EPOC (73, 74).
Este endotipo parece mediado en parte por estrés oxidativo que es
responsable de la reducción de algunos factores celulares, que además de
ser importantes para atenuar el daño generado por los radicales
libres, son indispensables en la generación de energía en el ciclo de
Krebs y la cadena de electrones (50).
La identificación de algunos de estos factores, como la coenzima Q
10, y luego su suplementación, mostraron mejoría en la capacidad para
hacer ejercicio, en la calidad de vida y de la masa libre de grasa, así
como disminución de la disnea y las exacerbaciones (50). Aunque faltan estudios que verifiquen esta información, los resultados parecen promisorios.
Otros rasgos tratables potencialmente intervenibles con nutrición. Las
comorbilidades neurocognitivas como depresión o ansiedad, por ejemplo,
prevalentes en esta población, también se han relacionado con
inflamación sistémica, estrés oxidativo y anormalidades en el
microbioma intestinal (75).
Aunque falta más información al respecto, la suplementación nutricional
con base en vitamina D, leucina y PUFA potencialmente pueden mejorar
algunos de estos desenlaces (54).
Tratamiento integral de la EPOC. Dado que la enfermedad tiene múltiples vías fisiopatológicas o endotipos (Figura 1)
que se pueden expresar en forma de variantes observables de la
enfermedad (fenotipos), es importante identificar el o los mecanismos
subyacentes que permitan tratar de manera racional y personalizada a
cada paciente. En este proceso, el trabajo interdisciplinario permitirá
integrar intervenciones que aumenten la probabilidad de éxito
terapéutico.
Para
efectos de la intervención de los rasgos descritos en los párrafos
previos, resulta valioso integrar la evaluación y el soporte nutricional
en los programas de atención integral y en la rehabilitación pulmonar.
En estos procesos es factible, además de hacer un seguimiento cercano al
paciente, realizar múltiples intervenciones coordinadas (educación,
ejercicio, apoyo psicológico, nutricional, etc.) que aumenten la posibilidad de mejorar sus condiciones de salud.
Figura 1. Paciente
expuesto a factores de riesgo (genéticos, tabaco, biomasa, etc.) quien
desarrolla la enfermedad a través de múltiples vías fisiopatológicas
(endotipos) en azul, que se expresan con características observables
(fenotipos) en verde y que podemos evaluar, medir y seguir con ayuda de
biomarcadores (amarillo). Note que algunos pacientes pueden compartir
fenotipos y endotipos. Fuente: elaboración propia.
Conclusiones
Se
ha comentado de forma general como las anormalidades nutricionales en
los pacientes con EPOC, además de prevalentes, se asocian con peores
desenlaces: pobre calidad de vida, riesgo de caídas y fracturas, eventos
cardiovasculares, capacidad para hacer ejercicio reducida y
mortalidad, entre otros. Esta realidad soporta la necesidad de realizar
intervenciones basadas en la evidencia, y enmarcadas dentro de los
principios de la medicina personalizada; esto es, orientada a través
del endotipo (mecanismo fisiopatológico que lleva a la anormalidad
nutricional), y del fenotipo. Aunque esta aproximación parece razonable,
una parte importante de la información disponible se basa en estudios
que utilizaron marcadores poco discriminatorios de la condición
nutricional, como el BMI.
La intervención nutricional deberá ser, desde cualquier punto de vista, una acción interdisciplinaria,
que
inicie por evaluar las condiciones basales del paciente, identificando
su fenotipo, endotipo, y la calidad y cantidad de la ingesta. Con el
insumo generado por la evaluación, el paciente debe ser intervenido de
la manera más precisa posible. Aunque la intervención nutricional debe
basarse en la caracterización fina de cada paciente, los estudios han
utilizado poblaciones heterogéneas, y con intervenciones estándar, lo que hace difícil tomar decisiones basadas en sus resultados (53, 76).
Se requiere mejorar el acervo de conocimiento en esta área, uniendo
las ciencias básicas y las clínicas dentro de investigaciones que
identifiquen más rasgos potencialmente tratables, y que luego evalúen
intervenciones más específicas, midiendo desenlaces de interés.
Conflictos de interés
Manifiesto
no tener vínculo alguno con la industria del tabaco ni conflicto de
interés que pudiera influir sobre el resultado de esta revisión.
Financiación
Ninguna declarada por el autor.
Agradecimientos
Expreso agradecimiento a mis pacientes con EPOC, los mejores y más abnegados profesores que podría jamás tener.
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