Académico Correspondiente. Bernardo Tirado Plata
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Alfredo Jácome Roca
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En agosto de 2022 falleció en Bogotá el académico
Bernardo Tirado Plata, a la edad de 94 años. Su esposa, la distinguida psicoanalista Herminia de Tirado, lo
antecedió en la entrada hacia la eternidad.
Conocí al Profesor Tirado Plata en una visita profesional que le hizo a
la abuela de mi esposa, quien padecía una enfermedad venosa. Corría el
año de 1963,
y él se encontraba en el punto más alto de su prestigio
profesional y exitoso ejercicio médico. Me lo volví a
encontrar en los años ochenta, cuando ambos habíamos ingresado a la
Academia Nacional de Medicina,
donde presentó una vista general de las enfermedades
vasculares, ilustrada con nutridos casos de su experiencia quirúrgica.
Rápidamente entablamos una amistad
cuyo centro fue siempre la Academia.
Fue médico de la Universidad Nacional de Colombia
e hizo su entrenamiento en cirugía general y vascular
en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá, que fungía también como
hospital universitario de la Facultad
Nacional de Medicina. Podemos decir, sin temor a
equivocarnos, que Bernardo Tirado fue el que estructuró esta
especialidad en Bogotá y en el país, en colaboración con profesores
como Alberto Villegas y Jorge
Ulloa, con una experiencia enorme en la cirugía de
patología venosa y arterial, y en la docencia de la misma. En aquellos
tiempos, la cirugía cardiaca no tenía
la tremenda importancia actual, así que algunos de los
primeros miembros de la Asociación Colombiana de
Cirugía Vascular y Angiología, fueron luego notables
cirujanos cardiovasculares. Bernardo Tirado fue uno
de los fundadores y primer presidente de esa asociación, conocida como
Asovascular.
Sus publicaciones las hizo en el siglo XX, algunas en
revistas que desaparecieron, como la del Hospital San
Juan de Dios de Bogotá, la de la Clínica David Restrepo o la Tribuna
Médica. Pero también en otras actuales como la Revista Colombiana de
Cirugía y la de
la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional.
Representó a Colombia en varios congresos internacionales y nacionales,
donde hizo presentaciones de
trabajos originados en su experiencia universitaria.
A Bernardo Tirado Plata lo caracterizaron su sencillez,
modestia, caballerosidad, y cristianismo en sus acciones
y práctica religiosa. Fue laborioso en su ejercicio profesional, tanto a nivel universitario como en la práctica
privada. Conversar con él era muy agradable por la sensación de transparencia y bondad que irradiaba.
En alguna comisión de la Academia nos contó que hacía pocos años había
tenido una revascularización cardiaca, por lo que pensaba que no
estaría muchos años
más con nosotros. Pensando que la historia natural de
la enfermedad coronaria tenía un curso inexorable,
nos sorprendió con una vida longeva.
Algún día me llevó de regalo un libro de su biblioteca, la segunda
edición de la Fisiología Endocrina del
profesor Alberto Hernández, prematuramente fallecido. Conocedor de mi
afición por la materia, matizó
la entrega del volumen con anécdotas sobre el autor,
quien dictaba el curso de función endocrina, dentro
de la Cátedra de Fisiología que regentaba el profesor
Alfonso Esguerra Gómez. Al igual que me sucedió a
mi, de su curso salió su libro “Apuntaciones de la Fisiología
Endocrina” que alcanzó las dos ediciones, la
primera en 1941 (en épocas de belicosidad europea,
cuando yo escasamente tenía un año de vida) y la segunda publicada en
1943 con el sello de la Librería Voluntad, como lo anoté posteriormente
en el prefacio de
la 4ª. edición de mi “Fisiología Endocrina”, materia
que generalmente ha sido enseñada por clínicos, más
no fisiólogos.
Vivía en una amplia casa al norte de Bogotá, en el
barrio Chicó Navarra, al frente de un parque dividido
por el río Arzobispo, en realidad un arroyo que solo
se notaba en periodos lluviosos. Era un barrio tranquilo hasta que en la cercana avenida Pepe Sierra se
instaló un sitio de mariachis, acabando con la tranquilidad del sitio. Como viene ocurriendo en la capital,
allí las casas fueron derruidas para construir edificios
de apartamentos. El fue uno de los últimos en tomar
tal decisión, así que puso una cita con un constructor
que le compraría el inmueble al día siguiente. El susodicho arquitecto no acudió a la cita. Esa misma noche
moriría de un infarto, lo que hizo que el profe Tirado
decidiera continuar viviendo allí hasta el final.
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¹ Miembro de la Academia Nacional de Medicina. Editor Emérito Revista Medicina.