Cáncer colorrectal:
factores de riesgo, diagnóstico y cribado
..................
María José Moreta ¹
, Joan Llach ¹ ², Leticia Moreira ¹
³
Resumen
El cáncer colorrectal (CCR) representa una de las neoplasias más comunes y una de las principales
muertes por cáncer. La alta incidencia y mortalidad del CCR refuerzan la necesidad de profundizar en
el conocimiento de los factores y grupos de riesgo, estrategias para el diagnóstico precoz, prevención
y cribado, con el objetivo final de mejorar el pronóstico de los pacientes que han desarrollado o tienen
mayor riesgo de esta neoplasia.
Este artículo presenta una visión actualizada de todos estos puntos relevantes de manejo en la práctica
clínica habitual.
Key words: Cáncer colorrectal; cribado; diagnóstico; prevención.
Colorectal cancer: risk factors, diagnosis and screening
Abstract
Colorectal cancer (CRC) represents one of the most common neoplasms and
one of the
main cancer deaths. The high incidence and mortality of CRC reinforce
the need for in- depth
knowledge of risk factors and groups, strategies for early diagnosis,
prevention and screening, with the ultimate goal of improving the
prognosis of patients who have developed or are
at increased risk of this neoplasm.
In this review, a brief updated view of all these relevant management points in routine clinical
practice will be presented.
Key words: Colorectal cancer; screening; diagnosis; prevention.
..............
¹ Departamento
de Gastroenterología, Hospital Clínic de Barcelona, Centro de
Investigación Biomédica en Red de Enfermedades
Hepáticas y Digestivas (CIBERehd), Institut d'Investigacions
Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS), Universidad de Barcelona,
Barcelona, Spain.
² ORCID_IDs: Joan Llach: 0000-0001-6535-8925
³ ORCID_IDs: Leticia Moreira: 0000-0002-4518-8591.
Introducción
Los datos sobre incidencia y mortalidad del cáncer
colorrectal (CCR) varían de forma marcada alrededor del mundo. De
acuerdo con la base de datos de la
WHO-GLOBOCAN del 2020 (1) el CCR es el tercer
cáncer más diagnosticado en hombres, después del
cáncer de pulmón y del cáncer de próstata, con una
incidencia ajustada por edad de 23,4 por 100.000 habitantes, y el
segundo en mujeres después del cáncer
de mama, con una incidencia ajustada por edad de
16,2 por 100.000 habitantes. En Colombia, en el año
2020 se produjeron 10.783 nuevos casos de CCR, de
los cuales 4.960 fueron en hombres y 5.823 en mujeres. Una incidencia
que se incrementa de forma importante con la edad y que se duplica a
partir de los
50 años (917 casos entre 40 y 49 años
versus 2.023
casos entre 50 y 59 años).
En cuanto a la mortalidad, el CCR ocupa el tercer lugar, después del cáncer de pulmón y de mama, con
una tasa de mortalidad global ajustada por edad de
9 por 100.000 habitantes, la mayor proporción se encuentra en Europa, Asia y Oceanía en comparación
con Norteamérica, América Latina y el Caribe. Específicamente en Colombia, la mortalidad ajustada por
edad es de 8,2 por 100.000 habitantes, siendo mayor
en hombres que en mujeres, con una tasa de mortalidad ajustada por edad de 8,5 por 100.000 y 7,9 por
100.000, respectivamente.
La alta incidencia y mortalidad del CCR refuerzan
la necesidad de conocer en profundidad los factores
y grupos de riesgo, las estrategias para el diagnóstico
precoz, prevención y cribado, con el objetivo final de
mejorar el pronóstico de los pacientes que han desarrollado o tienen mayor riesgo de esta neoplasia.
Se presenta una visión actualizada de estos puntos relevantes de manejo en la práctica clínica habitual.
Factores de riesgo del CCR
Factores ambientales
La gran mayoría de los CCRs corresponde a formas
esporádicas, que acontecen habitualmente en población de riesgo medio
(varones y mujeres mayores de
50 años, sin antecedentes personales ni familiares
de esta neoplasia). Los principales factores de riesgo
medioambientales asociados al CCR son la edad avanzada, el índice de
masa corporal, la Diabetes Mellitus,
el sedentarismo y el tipo de dieta. Respecto a este último factor, el
consumo elevado de grasa total, colesterol, y carne (roja o blanca), y
la dieta baja en calcio
y ácido fólico se asocian con el incremento de la incidencia del CCR.
Por otro lado, una dieta rica en fibra,
frutas, hortalizas y legumbres parece ejercer un papel
protector en el desarrollo de dicha neoplasia (2) (3).
El tabaquismo y el consumo de alcohol son factores
de riesgo bien establecidos (4) (5). Se ha descrito un
aumento del CCR entre el 57 y 71 % en grandes fumadores (>1 paquete
al día durante un período de exposición prolongado), así como un riesgo
significativamente mayor de presentar adenomas y recurrencia del
adenoma después de la polipectomía en estos individuos (6). Respecto al
alcoholismo, en un metaanálisis
de ocho estudios de cohortes, el riesgo relativo (RR)
para el consumo de 45 g/día (es decir, alrededor de
cuatro bebidas estándar por día) en comparación con
los no bebedores fue de 1,41 (intervalo de confianza
[IC] del 95 %, 1,16 - 1,72) (7).
Predisposición genética y familiar al CCR
En un porcentaje limitado (<5 %), el CCR se desarrolla en el
contexto de formas hereditarias (fundamentalmente poliposis
colorrectales y síndrome de Lynch),
cuya causa genética está bien establecida, mientras que
una proporción aún menor (<1 %) está constituida por tumores que
complican una enfermedad inflamatoria
intestinal de larga evolución. Por otro lado, en un 25 a
30 % de pacientes con CCR, existen antecedentes familiares de esta
neoplasia, aunque sin llegar a cumplir
los criterios diagnósticos de las formas hereditarias,
denominándose este grupo CCR familiar para distinguirlo de estas
últimas (8) (
figura 1).
Formas hereditarias de CCR
En este grupo se encuentran los individuos con CCR
con una mutación germinal conocida asociada a este
tumor, y representa entre el 3 y 5 % del total de CCRs.
Lo conforman el síndrome de Lynch (CCR hereditario
no polipósico) y los síndromes de poliposis con riesgo
aumentado de CCR (poliposis adenomatosa familiar,
poliposis serrada y poliposis hamartomatosas) (
Tabla
1, figura 1).
a. Síndrome de Lynch (SL)
El SL es un síndrome hereditario autosómico dominante, que se define
por la presencia de variantes patogénicas en línea germinal en los
genes de reparación
del ADN (
MLH1, MSH2, MSH6, PMS2 y deleciones en
EPCAM, un regulador 5 de MSH2). Es la causa hereditaria más común de CCR (riesgo hasta del 70 % a lo
largo de la vida según el tipo de mutación, y supone alrededor del 3-4 % del total de los CCRs) y de cáncer de
endometrio. Se caracteriza por el desarrollo de CCR a
edades más tempranas, presencia de cáncer sincrónico
y metacrónico, y carcinogénesis acelerada. Además, se
asocia con un mayor riesgo de tumores predominantemente epiteliales en otras localizaciones como de
ovario, estómago, intestino delgado, páncreas, uréter
y pelvis renal, así como cáncer de piel y tumores del
sistema nervioso central (9) (10).
El riesgo global de cada tipo de cáncer es específico
y varía según el gen afecto. Por ejemplo, el riesgo de
CCR a lo largo de la vida varía alrededor del 14 % para
los portadores de la variante
PMS2 y del 70 % para los
portadores de la variante
MLH1 (11) (12).
Un correcto diagnóstico del SL facilita las medidas
preventivas encaminadas a reducir la incidencia y
mortalidad por CCR con programas de vigilancia
adaptados y tratamientos específicos (13), sin embargo, supone un reto en la práctica clínica y un elevado
grado de sospecha. Actualmente se debería realizar
cribado universal de SL a todos los CCR mediante inmunohistoquímica (IHQ) de las proteínas del sistema
de reparación del ADN y/o estudio de inestabilidad
de microsatélites (IMS), y en caso de identificar alteración en estos análisis, realizar un estudio genético para
confirmar que se trata de una mutación germinal en
alguno de los genes correspondientes (14).
b. Poliposis adenomatosa familiar (PAF)
La PAF es una forma hereditaria de CCR cuya causa suele ser una mutación germinal en el gen
APC o
MUTYH.
Esta última se conoce también como poliposis asociada
a MUTYH y presenta un patrón de herencia autosómica
recesiva, a diferencia del resto de poliposis (15).
La PAF se caracteriza por el desarrollo de múltiples
adenomas en el colon y recto (>100 en su variante clásica y >10-20 en su variante atenuada) con un riesgo
elevado variable de CCR, siendo prácticamente del
100 % en su forma clásica antes de los 40 años. En la
PAF atenuada la aparición de adenomas se retrasa, con
una edad media de presentación a los 44 años, son menos numerosos y se localizan predominantemente en el
colon derecho. En las formas atenuadas, la probabilidad
de CCR disminuye, aunque sigue siendo alta, con una
incidencia acumulada del 70 % a los 70 años (16).
La manifestación extracolónica más frecuente es la
aparición de pólipos en el tracto digestivo superior.
Los pólipos gástricos son frecuentes, pero el 90 % de
ellos son pólipos de glándulas fúndicas de naturaleza benigna. No obstante, el duodeno supone la segunda
localización más frecuente sobre la que asientan los
adenomas asociados a la PAF, con un riesgo acumulado de casi el 100 % a los 70 años en las formas clásicas.
Normalmente los pólipos se localizan en la segunda y
tercera porción duodenal, y el riesgo de cáncer duodenal está entre el 4 y12 % a lo largo de la vida.
La PAF también se asocia con otras neoplasias como
el adenocarcinoma de páncreas, el hepatoblastoma,
el cáncer papilar de tiroides o tumores cerebrales, con
manifestaciones benignas como la hipertrofia congénita del epitelio de la retina, los quistes epidermoides, los
osteomas y los tumores desmoides (17).
c. Síndrome de poliposis serrada (SPS)
Los criterios clínicos de la SPS se actualizaron recientemente; incluyen individuos con cinco o más pólipos
serrados proximales al recto >5 mm (al menos dos de
ellos con un tamaño de 10 mm o más), o bien personas
con 20 o más pólipos serrados en todo el colon con al
menos cinco de ellos proximales al recto (18).
Existe un riesgo significativo de cáncer de colon en estos individuos a través de la llamada “vía serrada” de
la carcinogénesis, desarrollándose hasta un 30 % del
total de los CCR por esta vía (19). Tan solo el 3 % de
los casos de SPS se explican por mutaciones identificables de la línea germinal, siendo las mutaciones en
RNF43 la única causa genética actualmente validada
(20). La prevalencia de SPS se estima entre 1:151 y
1:294 de los pacientes sometidos a una colonoscopia,
debida a un test de sangre oculta en heces positivo en
programas de cribado poblacional, porcentaje significativamente mayor a otras poliposis como la PAF (21).
Finalmente, existen otras entidades como la poliposis
hamartomatosa juvenil (variante patogénica germinal
en
BMPR1A, SMAD4 o ENG), el síndrome de Peutz
Jeghers (
STK11) o el síndrome de Cowden (
PTEN) que
también predisponen al desarrollo de CCR, aunque
con una incidencia y riesgo menor que las explicadas
anteriormente (
Tabla 1, figura 1).
CCR familiar
Los individuos con antecedentes familiares presentan
un mayor riesgo de desarrollar CCR, probablemente
por compartir factores de riesgo tanto ambientales
como genéticos no identificados. Se define como CCR
familiar cuando existe agregación de esta neoplasia
y se ha descartado un SL o síndromes polipósicos.
El riesgo de CCR en los familiares de pacientes con
esta neoplasia está condicionado por el grado de parentesco, número de familiares afectos y la edad del
caso índice. Se ha observado que el riesgo relativo de
CCR disminuye en la medida que aumenta la edad al
diagnóstico del familiar afecto (24). El riesgo relativo
de CCR más elevado se encuentra en los individuos
<50 años con un familiar de primer grado (FPG) con
CCR <40 años (Riesgo relativo -RR- 7,0 [IC 95 % 2,86
-17,0]) comparado con individuos <50 años sin historia familiar de CCR (
Tabla 2).
Diagnóstico
Signos y síntomas
El CCR puede ser detectado en pacientes asintomáticos en un estadio
precoz como resultado de las técnicas de cribado (32) o en pacientes
con síntomas como
rectorragia, melenas, dolor abdominal, pérdida de
peso, anemia ferropénica, cambio del hábito intestinal,
masa abdominal palpable, náuseas, vómitos e incluso
complicaciones agudas como obstrucción, perforación o hemorragia, en
estadios avanzados cuando el
tumor ha crecido hacia la luz o se ha extendido hacia
estructuras adyacentes. La extensión del CCR puede
producirse por cualquier vía, siendo la más frecuente
la vía linfática hacia ganglios regionales, seguida de
la vía hematógena, generando implantes en hígado y pulmones, por el
sistema de drenaje venoso portal del
colon y finalmente por continuidad produciendo implantes peritoneales;
en algunos casos, el primer lugar
de metástasis son los pulmones, pero esto se produce
cuando el tumor se origina en recto distal porque el
sistema venoso drena directamente en la vena cava.
Figura 1. Clasificación del cáncer colorrectal. A) Clasificación clínica: esporádico, familiar, hereridatio. B) Tipos de
cáncer colorectal hereditario: polipósico y no polipósico y los genes asociados.
Varios estudios han intentado identificar aquellos síntomas que permitan realizar un diagnóstico acertado,
siendo la rectorragia y la masa abdominal palpable
los síntomas con mayor especificidad (95 %) y valor
predictivo positivo (>5 %) y que obligan a descartar
de forma urgente un CCR. El resto de síntomas son
heterogéneos e inespecíficos (33) (34).
Se describe en varios estudios que la presencia de síntomas influye negativamente en el pronóstico (32) (35).
Específicamente, aquellos que no fueron diagnosticados mediante técnicas de cribado tienen mayor riesgo
de presentar al momento del diagnóstico un tumor invasivo ≥T3 (RR 1,96), afectación ganglionar (RR 1,92)
y enfermedad metastásica (RR 3,37). También asocian
mayor riesgo de muerte (RR 3,02) y recurrencia (RR
2,19), así como periodos más cortos de supervivencia
e intervalos libres de enfermedad (36). De igual forma,
la presencia de complicaciones agudas se asocian con
mal pronóstico, independientemente del estadio del
cáncer (37). Todo esto ratifica la importancia de insistir en el uso de las técnicas de cribado para la detección
precoz del CCR.
Proceso diagnóstico
Una vez que se sospecha la presencia de CCR es importante realizar una
historia clínica completa que recoja adecuadamente sus antecedentes y
el proceso actual, además de obtener una muestra de tejido a través
de una biopsia endoscópica o de una pieza quirúrgica
que permita realizar el diagnóstico histológico definitivo del tumor
primario.
Tabla 1. Síndromes asociados con un mayor riesgo de cáncer colorrectal. HF: Historia familiar; CCR: Cáncer colorrectal
Siempre que no existan complicaciones que impidan
la tolerancia a la preparación intestinal o que requieran tratamiento
quirúrgico, como obstrucción, perforación o hemorragia, se debe
realizar una colonoscopia. El estudio endoscópico es el estándar de oro
para
diagnosticar el CCR, ya que permite obtener una biopsia de tejido,
localizar la lesión, identificar la presencia
de lesiones sincrónicas y extraer pólipos (38). Incluso,
en ocasiones las lesiones se pueden extraer completamente y en caso de
que se sospeche invasión de la submucosa (por ejemplo, pólipos sésiles
o planos de >10
mm), se aconseja marcar la zona con un tatuaje de 3
cm distal a la lesión, para poder localizarla en caso de
identificar un cáncer invasivo y realizar una resección
local (39).
Hay que tener en cuenta que hasta un 12 % de las colonoscopias no se
completan de forma exitosa y es en estos casos en los que la
colonografía por TC o también
llamada colonoscopia virtual resulta una alternativa
útil. Esta técnica brinda una perspectiva endoluminal simulada por
computadora del colon distendido
por aire y requiere una preparación con dieta líquida de 24 h y
limpieza intestinal con laxante, ya que
cualquier resto fecal puede simular un pólipo. La evidencia actual
muestra que tanto esta técnica como
la colonoscopia tienen una sensibilidad similar para
detectar CCR y pólipos grandes (40). A pesar de esta
evidencia, las posibilidades diagnósticas y terapéuticas que ofrece la
colonoscopia, la ubican como el
estándar de oro para la investigación de los síntomas
sugestivos de CCR (38).
Tabla 2. Riesgo Relativo (RR) de cáncer colorrectal (CCR) con base en el número de familiares de primer grado (FPG)
afectos. Se pueden observar varios estudios en los que se evalúa el riesgo relativo de CCR según la historia familiar y edad
del diagnóstico del caso índice, objetivándose que a mayor número de FPG afectos y a edades inferiores, el RR aumenta
considerablemente.
Parte del proceso diagnóstico debe incluir una analítica completa con
hemograma, coagulación, pruebas
de función renal, hepática y un perfil nutricional que
permitan identificar el estado basal del paciente. La
determinación de niveles séricos de marcadores tumorales asociados al
CCR como el antígeno carcinoembrionario (CEA) o el antígeno para
carbohidrato
19-9 (CA 19-9) no está justificada por su baja sensibilidad y
especificidad para el cribado y el diagnóstico
(41). Sin embargo, los niveles de CEA resultan útiles
en el seguimiento y determinación del pronóstico.
Para ello se deben establecer los niveles después de
una resección quirúrgica y monitorizarlos; característicamente los
niveles altos (>5 ng/ml) confieren
peor pronóstico al asociar mayor riesgo de recurrencia durante el
primer año. En cuanto al seguimiento,
los niveles que no se normalicen tras la cirugía han
de sugerir enfermedad residual, y si a largo plazo se
identifica un incremento de los mismos se debería
sospechar la presencia de una enfermedad metastásica (42).
Estadiaje
Establecido el diagnóstico histopatológico, es necesario determinar la extensión local y a distancia del
tumor para definir el tratamiento y el pronóstico. El
estadiaje es clínico y se inicia con la exploración física,
prestando especial atención a la presencia de ascitis,
hepatomegalia, linfadenopatías y la realización de
examen rectal digital. A continuación se añaden estudios complementarios:
Tomografía computarizada (TC): se planteará la realización de una TC de
tórax, abdomen y pelvis para
determinar la extensión regional, metástasis a ganglios
linfáticos y a distancia, además de posibles complicaciones
(obstrucción, perforación o fístulas) (43-44). Sin
embargo, la realización de TC torácica es controvertida, porque entre
el 10 y 30 % de los casos se encuentran lesiones torácicas
indeterminadas que complican
el proceso diagnóstico. No obstante, el riesgo de malignidad de estas
lesiones es menor al 1 % por lo que
justificaría su realización, sobre todo en cáncer de recto ya que el
drenaje venoso de las venas hemorroidales
hacia la vena cava hace que sea un lugar frecuente de
metástasis a distancia (45).
Sigmoidoscopia rígida, ecografía transrectal, ecografía endoscópica transrectal o resonancia magnética
pélvica son estudios que en cáncer de recto ayudan
a precisar la localización del tumor y afectación del
esfínter anal para determinar la posibilidad de resección local, radical o necesidad de terapia preoperatoria (46).
Para estadificar clínicamente el CCR, tras obtener el
resultado de las pruebas de imagen, se utiliza el sistema de estadificación Tumor, Nódulo, Metástasis
(TNM) cuya revisión más reciente es la octava edición
del año 2017 (Tabla 3), junto con los estadios pronósticos asociados (47).
Tratamiento
El tratamiento depende del estadio, pudiendo ser endoscópico, quirúrgico (asociado o no a tratamiento
con quimioterapia/radioterapia) o paliativo. El abordaje terapéutico no es objetivo de la revisión actual.
Cribado
El conocimiento de la historia natural y de los factores
patogénicos implicados en el CCR ha permitido instaurar programas preventivos para evitar su aparición
(prevención primaria), detectarlo de una forma precoz
(prevención secundaria) y mejorar su pronóstico en el
momento del diagnóstico (prevención terciaria). En el
caso del CCR, la prevención secundaria se basa en las
estrategias de cribado mediante test de sangre oculta
en heces (TSOH) y/o colonoscopia /sigmoidoscopia,
y tiene como objetivo identificar sujetos asintomáticos
con lesiones precancerosas o en una fase inicial de la
progresión tumoral.
Una buena estrategia de cribado, a nivel general y específicamente en el caso del CCR, debe ser sensible a
la detección de lesiones precursoras, debe ser específica, costo/efectiva, cambiar la historia natural de la
enfermedad y ser aceptada por la población a la que se
va a realizar (49)
Existen distintos escenarios en los cuales la estrategia
de cribado va a ser diferente (
figura 2).
Cribado de CCR en la población general
En este grupo se incluyen los individuos que presentan un riesgo medio
de padecer CCR, es decir, la población >50 años sin antecedentes
familiares ni condiciones genéticas conocidas que conlleven un riesgo
aumentado de CCR. En la mayoría de los países es
la detección de sangre oculta en heces la forma más habitual de cribado
en este grupo. No obstante, la sigmoidoscopia directa cada 5 años o la
colonoscopia
cada 10 años, son estrategias de cribado igualmente
validadas.
Tabla 3. Estadificación del cáncer colorrectal. Sistema Tumor, Nódulo, Metástasis (TNM), junto con los estadios pronósticos
asociados
El test de sangre oculta en heces basado en la determinación de la
hemoglobina humana mediante anticuerpos específicos (SOHi) es una
técnica que presenta ventajas respecto a otros test fecales como el
del guayaco, ya que tiene una mayor sensibilidad y
requiere únicamente una muestra de heces (50). Es
una prueba que cumple con los principios de una
buena estrategia de cribado y por ello en la población
general parece la técnica de elección de entrada (51).
Se debe realizar con periodicidad anual o bienal hasta los 80 años, y
aquellos individuos que presenten
un SOHi patológico se deberán someter a una colonoscopia.
Para este grupo, el cribado del CCR con detección de
SOH mediante el test inmunológico es efectivo y disminuye la mortalidad específica por CCR (52) (53).
Figura 2. Grupos de riesgo de cáncer colorrectal y cribado recomendado en cada grupo.
Cribado de CCR en individuos con SL
La colonoscopia como estrategia directa ha demostrado reducir la incidencia y mortalidad asociada con
CCR en el síndrome de Lynch. Estas pruebas deberían realizarse por endoscopistas especializados con
endoscopios de alta definición. Se recomienda iniciar
el cribado a los 25 años en individuos con variantes en
MLH1 y MSH2, y a los 35 años en
MSH6 y PMS2, o
bien 5 años antes de la edad de diagnóstico del CCR
en el familiar afecto más joven, con una periodicidad
bianual (18).
Cribado de CCR en individuos con
poliposis adenomatosa familiar y síndrome
de poliposis serrada
En ambos casos deberá valorarse la realización de colonoscopias de
vigilancia cada 1-2 años, realizando resección de todos los pólipos
siempre que sea posible (o
en su defecto, de aquellos >3-5 mm). El cribado deberá
realizarse a edades tempranas: desde el diagnóstico en
la poliposis serrada y antes de los 20 años en la PAF,
individualizándose según el riesgo y el fenotipo del
síndrome. Si los pólipos no son resecables por tamaño
o número, deberá considerarse la realización de una
colectomía total con anastomosis ileorrectal (o en su
defecto una proctocolectomía total), y tras la cirugía se
deberán realizar rectoscopias de control con periodicidad anual o
bienal (18).
Cribado de CCR en individuos sanos con
antecedentes familiares (AF) de dicha
neoplasia
Tal y como hemos mencionado anteriormente, los individuos con AF de CCR
tienen un riesgo significativamente mayor de este cáncer a lo largo de
su vida.
Sin embargo, el riesgo difiere considerablemente en
función del número de familiares y de la edad al momento del diagnóstico del familiar o familiares afectos
(
Tabla 2).
De este modo, en individuos con un FPG diagnosticado
y mayores de 60 años, o bien uno o más familiares de segundo grado
(independientemente de la edad), la estrategia de cribado será la misma
que en la población general
(SOHi anual o bienal a partir de los 50 años) (49).
En los individuos con un AF de CCR de primer grado,
<60 años, una estrategia aceptada sería la realización
de colonoscopia directa a partir de los 50 años o 10
años antes del caso más joven. Por último, en individuos con >2 AF de primer grado se podría considerar
la realización de colonoscopia directa a partir de los 40
años o 10 años antes del caso más joven, cada 5 años.
Nuevas estrategias de cribado y
perspectivas de futuro
El cribado actual (con SOHi o endoscopia) ha demostrado ser eficaz y
costo-efectivo, reduce la incidencia
y mejora los porcentajes de supervivencia a los 5 años
(54). Ningún método es ideal, por ejemplo, la SOHi
presenta una alta sensibilidad pero baja especificidad,
lo que conlleva a la realización de colonoscopias innecesarias (51),
por lo que se trabaja arduamente en la
identificación de nuevos biomarcadores no invasivos
para el diagnóstico precoz del CCR en diferentes tipos
de muestras biológicas (sangre, heces, saliva), identificando ADN
tumoral, miRNAs, proteínas, metabolitos, microbiota, etc. (55). Los
resultados de múltiples
estudios en este aspecto son prometedores, aunque
está todavía por determinar cuál es el fluido más conveniente y qué
biomarcador o panel de biomarcadores
sería el más apropiado, de cara a la identificación de
los mejores tests no invasivos, sensibles, específicos,
costo-efectivos y de fácil implementación para que impacten realmente
en la salud pública.
Conflictos de interés
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
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Recibido: 16 de Abril de 2022
Aceptado: 08 de
Septiembre
de 2022
Correspondencia:
Leticia Moreira
lmoreira@clinic.cat