LA EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA EN SURAMÉRICA: OBRA DEL ESFUERZO Y DETERMINACIÓN DEL MÉDICO ESPAÑOL JOSEP SALVANY Y LLEOPART Y SUS COLABORADORES

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Luis Carlos Villamil Jiménez ¹ , Hugo Sotomayor Tribín ²




No nos han detenido ni un solo momento la falta de caminos, precipicios, caudalosos ríos y

despoblados que hemos experimentado, mucho menos las aguas, nieves, calores, hambres y sed

que muchas veces hemos sufrido. Los rigores que nos ofreció el cruel contagio a nuestros primeros

pasos sirvieron de estímulo para dar un brillante fin a las nobles y humanitarias tareas.


Josep Salvany, 1806 ³



Resumen


La Expedición Filantrópica de la Vacuna (EFV) representó un notable logro para la salud pública global. El joven médico Josep Salvany y Lleopart lideró la Expedición en el continente suramericano, se compenetró con el paisaje, las culturas y las gentes de los territorios visitados; dirimió conflictos, generó nuevos espacios para la enseñanza y la investigación. Su frágil salud no le impidió cumplir con la labor rigurosa y perseverante para el establecimiento de la estructura sanitaria, la conservación, la distribución y la correcta aplicación de la vacuna. Su meritoria labor debe ser reconocida.


Palabras clave: Josep Salvany; Expedición Filantrópica de la Vacuna; Viruela; Suramérica.




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¹  DMV, MSc, PhD, FETP. Profesor Titular Grupo de Epidemiología y Salud Pública, Universidad de La Salle. Miembro de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina (SCMH). Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Veterinarias. Miembro Asociado de la Academia Nacional de Medicina de Colombia
²  MD, Especialista en Pediatría, MSc. Profesor de la Universidad Militar Nueva Granada. Presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina (SCHM). Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina. Bogotá Colombia.
³  Carta de Josep Salvany y Lleopart a José Antonio Caballero, escrita en Lima el 1 de octubre de 1808 (1).





THE PHILANTHROPIC EXPEDITION OF THE VACCINE IN SOUTH AMERICA: WORK OF THE EFFORT AND DETERMINATION OF THE SPANISH DOCTOR JOSEP SALVANY Y LLEOPART AND HIS COLLABORATORS



Abstract


The Philanthropic Vaccine Expedition represented a notable accomplishment for global public health. The young physician Josep Salvany i Lleopart led the Expedition throughout the South American continent; there he got in touch with the landscapes, the cultures, and the people of the visited territories; there, as well as solving conflicts, he created new spaces for teaching and research. Even though he had a fragile health, it did not prevent him from fulfilling the rigorous and perseverant labor needed to establish the necessary sanitary structure for the conservation, distribution, and correct application of the vaccine. His meritorious labor must be recognized.

Key words:  Josep Salvany; Philanthropic Vaccine Expedition; Smallpox; South America.



Introducción

La Expedición Filantrópica de la Vacuna (EFV), uno de los grandes aportes de la ciencia y la medicina española al mundo, fue un programa global que tuvo para la América Española, Filipinas, Macao y por donde pasó, unas repercusiones enormes en beneficio de la salud pública. De esa expedición el propio Edward Jenner expresó: “No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y amplio que este” y comentó Alexander von Humboldt en 1825: “Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”.


Actividad y expectativa en el virreinato

Un folleto titulado Origen y descubrimientos de la vacuna, traducido del francés -en Madrid (1801)- por el doctor Pedro Hernández, fue reproducido en Santafé en 1802. El ilustrado Virrey Pedro Mendinueta y Múzquiz dispuso medidas tendientes a frenar el contagio y ordenó denunciar de inmediato los casos de enfermedad bajo multa de doscientos pesos. El arzobispo Fernando del Portillo hizo publicar una exhortación pastoral en la cual daba algunas reglas prácticas para combatir la epidemia. Decía en ella que la enfermedad era más terrible que en España; encarecía rezar y hacer ejercicios públicos de penitencia para combatirla. Recomendaba acatar los bandos que mandaban que la gente se vacunase, evitar llevar a las iglesias los cadáveres de los virolentos que se enterrarían en cementerios bendecidos para el efecto, “en las inmediaciones del Hospital de las Aguas y en otros que se bendigan si es el caso y prohibimos a todos que intenten dar sepultura a cualquier difunto por el contagio fuera de los cementerios así benditos bajo la pena de excomunión mayor, ipso facto incurrenda”. El oidor Juan Hernández de Alba, por su parte, expidió reglas para preservarse de la viruela.

Durante la nueva epidemia que azotaba al Nuevo Reino de Granada entre 1801 y 1802, el ilustrado Virrey Pedro Mendinueta y Múzquiz, conocedor de la vacuna de Jenner, solicitó muestras de ella a Filadelfia y a Madrid, que si bien llegaron no fueron adecuadas, lo que obligó al Virrey a crear un premio a quien encontrara pústulas semejantes en las ubres de las vacas de la sabana, esfuerzo que tampoco coronó con éxito. El Virrey también pensó en enviar un grupo de niños a Jamaica para traer el virus por pases en ellos, pero desistió de la idea teniendo en cuenta la demora para regresar a Santafé, especialmente porque empezaron a presentarse casos de viruela en la ciudad y sus alrededores. Por los fracasos sucesivos para traer el fluido vacunal desde Europa, el Gobierno de Santafé se propuso encontrar entre el ganado vacuno del Nuevo Reino el fluido vacunal: “Siendo muy probable que las vacas de este continente padezcan también las viruelas como en algunas provincias de Europa, importa mucho solicitar (este) precioso preservativo dentro del Reino y para lograrlo fresco y en estado de producir sus efectos; aviendo manifestado la experiencia, que las porciones traidas de España en dos distintas oportunidades se han hallado desvirtuadas en las experiencias hechas en Cartagena”. No se encontró el virus en los vacunos del virreinato (2, 3).

Con el apoyo de la Corona, el Virrey tomó medidas adicionales: “al igual que había ocurrido en Puerto Rico, el médico Lorenzo Vergés había instaurado la vacunación en el territorio. Debido a estas circunstancias, el propio Vergés era reacio a recibir a la Expedición. Había otro dato de enorme interés, desconocido para Balmis, y es que las autoridades sanitarias de Santa Fe habían comisionado también a Vergés para extender la vacuna a otros territorios azotados por la enfermedad, y había enviado a tres facultativos adiestrados en la vacunación a Nueva España, la Habana, el Perú y Buenos Aires, convirtiendo además la isla de Puerto Rico en el Centro Difusor de la vacuna” (4).

Por la emergencia de la epidemia, el Virrey constituyó lo que sería el primer organismo sanitario en la historia de Colombia, la Junta de Salubridad, nombrando a Miguel de Rivas y José Antonio Ugarte como visitadores de los hospitales erigidos en las afueras de la capital para contener a los contagiados, y los hospitales de Las Aguas y el Llano de la Mesa. Conociendo la existencia de la vacuna, José Celestino Mutis se preocupó por hacerla traer al Nuevo Reino en 1802, encargando de ello a su sobrino Sinforoso Mutis, a quien logró hacer conmutar una pena de destierro que purgaba. Sinforoso regresó por Santa Marta, donde entregó la vacuna y las instrucciones impresas para su uso a Bernardo Pardo, quien la remitió a Santafé. Las dificultades del largo viaje y el clima hicieron que estas cepas perdieran su efecto biológico (2, 3).

Mutis también importó vacuna por medio de su sobrino que purgaba una pena de destierro que le fue perdonada a instancias de Mutis, Sinforoso entregó la vacuna a Bernardo Pardo en Santa Marta, pero el largo viaje y el clima hicieron que también estas cepas perdieran su efecto biológico.

Antonio Nariño, ilustrado y autodidacta, tenía permiso para ejercer como médico de pobres, contaba con una biblioteca de 700 volúmenes que incluía obras de contenido médico como Disertación físico-médica, en la cual se prescribe un método seguro para preservar a los pueblos de viruelas hasta lograr la completa extinción de ellas en todo el reino; de Francisco Gil, médico español de fines del siglo XVII (figura 1), su biblioteca fue expropiada después de su detención en 1794, por publicar la traducción de los Derechos del Hombre (2).


Figura 1. Carátula de la obra de Francisco Gil.
Figura 1. Carátula de la obra de Francisco Gil.

Durante su cautiverio realizó experimentos para encontrar una vacuna contra la viruela. El 30 de julio de 1802 informó de sus experiencias al virrey Mendinueta:

“Penetrado de los mismos sentimientos que han animado al superior gobierno desde que se tuvo noticia positiva de los laudables efectos de la vacuna, he procurado hacer cuantas tentativas me permite la estrechez de mi situación; y después de 47 días de trabajo, en que me han salido infructuosas varias experiencias, tengo hoy la satisfacción de presentar a vuestra excelencia un muchacho, en quien ha prendido un grano con todas las apariencias de verdadera vacuna, habiéndose seguido todos los períodos y síntomas que prescriben las dos únicas recetas que han llegado a esta capital, estando hoy precisamente en el día nono de la vacunación. Espero que vuestra excelencia, siguiendo sus benéficas miras, lo mandará reconocer por los facultativos, y que de cualquier modo que resulten los efectos, no mirará en este paso sino un testimonio de mi amor al bien público y de mis vivos deseos de cooperar en todo con las intenciones del gobierno, únicos motivos porque me he ocupado en un objeto que tanto interesa en las actuales circunstancias a la salud pública” (5).


Balmis y Salvany, protagonistas de la EFV

La expedición fue un importante programa global de salud pública, logró la difícil tarea de transportar el virus viable desde Europa hasta las posesiones españolas de ultramar mediante la inoculación brazo a brazo de los niños; estableció una estructura sanitaria, aseguró la capacitación de quienes se ocuparon de la aplicación del biológico y su preservación; consiguió el apoyo de las autoridades y la aceptación de la vacuna por parte de la población (2).

El manual de referencia para la vacunación y las actividades relacionadas con las juntas establecidas en los territorios fue el Tratado Histórico y Práctico de la Vacuna, del francés J. L. Moreau de la Sarthe, traducido por Balmis, este escribió un interesante prólogo en el que sintetizó el origen y las ventajas de la vacuna descubierta por Jenner: “Estas ventajas están ya tan comprobadas y sancionadas, que sólo el egoísmo, la ignorancia y preocupación intentarán rebatirlas, mayormente después de haber publicado este tratado histórico y práctico de la vacuna, que tengo la honra de presentar al público traducido del francés, y compuesto por el Dr. J. Sr. Moreau de la Sarthe, en el que el autor ha reunido los resultados más interesantes de quantos experimentos se han hecho hasta el día, y todo lo mejor que se ha escrito en favor y contra de este benéfico preservativo, que hará memorable a la posteridad el nombre inmortal del Dr. Jenner” (6).

La EFV salió del puerto de La Coruña el 30 de diciembre de 1803, en la corbeta María Pita, con un grupo de 22 huérfanos al cuidado de Isabel Zendal Gómez; tenían la misión de llevar en sus brazos la linfa vacunal procedente de París que Ignacio María Ruiz de Luzuriaga propagó en Madrid en 1801 (7).

En las islas Canarias se realizaron las primeras vacunaciones; luego se dirigieron a Puerto Rico, pero para sorpresa y disgusto de Balmis, la vacuna ya había sido instaurada por Francisco Oller Ferrer, médico de la isla que la había importado desde la isla inglesa de Saint Thomas; lo que hizo difícil encontrar niños que cumplieran con el estatus inmunológico para dar continuidad a los pases de la vacuna; en vista de lo anterior, se dirigieron hacia la Guaira en Venezuela, con tres niños puertorriqueños, y en Puerto Cabello vacunaron a veintiocho niños; viajaron por tierra a Caracas y vacunaron más de 2.000 personas.

Balmis, dividió la Expedición. Por un lado José Salvany, el facultativo Manuel Julián Grajales, el practicante Rafael Lozano Pérez y el enfermero Basilio Bolaños quedaron encargados de llevar la vacuna a Suramérica en el velero San Luis; mientras, Balmis, Isabel Zendal y los demás expedicionarios siguieron hacia Cuba, México y las Filipinas (2, 8).


El viaje al continente desconocido

Salvany aceptó el reto de introducir la vacuna a todo el Reino de la Nueva Granada en Buenos Aires. Era una labor compleja, probablemente Balmis, cirujano con mayor rango, hubiera sido el más indicado para afrontar la compleja tarea, pues había vivido varios años en la Nueva España;

Salvany nunca había estado en América meridional, pero era el único que podía competir con la labor de Balmis (1). Salvany era un joven médico que había desempeñado varias labores en el ejército; probablemente vio en la EFV una oportunidad de tener un mejor ambiente para su frágil salud; gracias a su fuerte personalidad y amplios deseos de superación para luchar contra la adversidad, tomó la dirección de la Expedición como su opción de vida (9).

Nacido en Barcelona el 19 de enero de 1774, era hijo del cirujano José Salvany de Rojas y de Mariana Salvany y Lleopart. En 1784 comenzó sus estudios de gramática con el profesor Carlos Mytayna y de latinidad, retórica y poesía con el padre Manuel Potous. En 1789, ingresó al Colegio San Agustín de Barcelona donde realizó sus estudios de filosofía. Posteriormente hizo estudios de latín, lógica y física y entre 1791 y 1797 inició sus estudios de medicina en el Real Colegio de Cirujanos de Barcelona. Ejerció como cirujano en el ejército en 1799; debido a su frágil salud, pidió una licencia para someterse a una cura de aguas de san Hilario, solicitó una plaza en la facultad de medicina que no le fue concedida. En 1801 solicitó permiso por sufrir de tercianas. En 1803, el Rey le concedió el privilegio de lucir el uniforme de Cirujano Real. Ese mismo año, Francisco Xavier Balmis lo vinculó a la Expedición que llevaría el fluido vacunal al Nuevo Mundo (10).

Las instrucciones dadas por Balmis a Salvany para mantener el éxito en la Expedición fueron concretas, estaban orientadas a buscar la unidad en el grupo y la perfección sanitaria y vacunal. Las instrucciones de Balmis a Salvany fueron los siguientes (9, 10):


Barranquilla y Cartagena

Salvany inicia la expedición por Sudamérica el 8 de mayo de 1804, fletan el velero San Luis, la nave encalló en la boca del río Magdalena, cerca de la ciudad de Barranquilla; con la ayuda del navío que circulaba por la zona al mando del teniente Vicente Varela desembarcaron en una playa desierta, los miembros de la expedición sobrevivieron, pero perdieron parte del equipaje con instrumental para la vacunación. Luego de una caminata de tres días, auxiliados por lugareños, llegaron a Barranquilla, realizaron vacunaciones en esa ciudad y en la población de Soledad vacunaron dos niños con los que viajaron a Cartagena.

La ciudad le brindó una excelente acogida, el apoyo por parte las autoridades; el Consulado de Cartagena asumió todos los gastos de la operación en su territorio. Salvany instaló la Junta de Vacunación y el Plan de Vacunación, que era “una clara estrategia para manejar un problema de salud pública” (11). Exaltaba la vacuna y la vacunación masiva con un imperativo de continuidad “conservar y perpetuar este admirable específico, con el que a tan poco costo liberaremos a nuestros hijos y a nuestra patria” (11).

Con respecto a las características de las personas que integrarían las juntas de vacunación, deberían ser personajes muy notables localmente, para que el resto de la población asumiera la vacunación; una amplia proporción de los habitantes de Cartagena recibieron la vacuna (11).


Figura 2. Itinerario de la Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Nueva granada (2)
Figura 2. Itinerario de la Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Nueva granada (2)

El Fraile hospitalario Lorenzo Manuel de Amaya, quien tenía formación como profesor facultativo de cirugía, viajó con tres niños hacia ese territorio, en Portobelo, vacunó más de 138 personas el primer día y, en la ciudad de Panamá, con la presencia de las autoridades, vacunó a la familia del gobernador y su servidumbre; este buen ejemplo surtió efecto, pues al comenzar el segundo día de vacunación llegaron gentes de todas las edades y condiciones. Se vacunaron cerca de 600 personas entre septiembre y octubre (11) .

Luego de un mes en la ciudad, el 24 de junio iniciaron el viaje hacia la capital. El Consulado de Cartagena consiguió diez niños para la conservación del fluido vacunal (11). Salvany llevaba la vacuna, según su testimonio: “incomparable bien único consuelo de las madres afligidas y amparo de la querida patria” (12).


Por el río Magdalena

La navegación por el río Magdalena se realizó en champanes, el medio de navegación en el río Magdalena, “una canoa de 15 varas de largo o más por 2 de ancho y un metro de profundidad, con cubierta en forma de arco y techo de palma” (13). En la villa de Tenerife vacunaron a más de 100 personas y dieron las instrucciones para el mantenimiento de la vacunación brazo a brazo.

El 31 de julio desembarcaron en Mompox y los habitantes celebraron la llegada “del mejor don destinado al beneficio de la humanidad” (10). En Mompox el vicario Juan Fernández de Sotomayor celebró un Te deum. En esta ciudad efectuó 1.800 vacunaciones y en las regiones aledañas logró vacunar a 22.726 personas. En Mompox la expedición se dividió en dos partes: Salvany y Bolaños siguieron hacia Santafé remontando el río Magdalena, mientras Grajales y Lozano tomaron la vía de Ocaña, Cúcuta, Pamplona, Girón, Socorro, San Gil, Tunja y Vélez para reunirse en la capital con Salvany, lo que hicieron cuatro meses más tarde (2).

Iniciaron la vacunación y la organización de la Junta de Vacunación, pero había un asunto delicado: las diferencias entre momposinos y cartageneros constituía un obstáculo, pues la junta local dependería de la de Cartagena como capital de provincia. Salvany mostró su capacidad mediadora moderando la rivalidad. El Cabildo nombró secretario de la Junta al comerciante Martín Germán de Ribón y como vacunadores a los dos sangradores de la localidad. Las autoridades organizaron una ceremonia en su honor, el cabildo manifestó su deseo de convertirlo en regidor (12).

“Ante la ausencia de facultativos, Salvany instruyó como vacunadores a quienes se dedicaban al arte de curar, tres puntos básicos constituían la parte sustancial del proceso: distinguir la verdadera y la falsa vacuna, conocer el estado óptimo del fluido para ser aplicado y respetar las reglas exigidas para la operación. El Tratado era la guía del aprendizaje, los vacunadores debían presentar un examen de aptitud sobre la teoría y práctica de la vacuna ante el Cabildo para poder iniciar sus tareas” (12).

En cuanto al precio de la vacuna, el plan proponía que los pudientes gratificaran voluntariamente a los vacunadores y para los pobres la vacuna era gratuita. Propuso también la observación y la experimentación, la primera para encontrar en el virreinato fuentes del fluido vacuno en las haciendas ganaderas y la notificación por parte de los campesinos sobre lesiones en la ubre de las vacas. La experimentación debía establecer las relaciones entre la vacuna y la curación de otras enfermedades. Salvany pensaba que podría curar el coto y casi cualquier enfermedad “no sé cómo la vacuna puede privar a los dichos de tal incomodidad (el coto), pero al ver que tampoco sé el modo como la vacuna libera de las viruelas naturales, no me parece fuera del caso, apuntar aquí esta reflexión” (12).

Salvany y Bolaños remontaron el río Magdalena, deteniéndose para inocular a las poblaciones ribereñas. En la villa de Nare le esperaban seis hombres y tres niños enviados por Juan Carrasquilla para llevar en ellos el virus a la ciudad de Medellín (10).

Hacia finales de octubre llegaron a Honda, después de un gran recibimiento, continuaron con la vacunación y la redacción del plan en el que señaló la importancia de incluir en la junta a gentes nobles y respetables con acreditado celo, amor a la patria y patriótico talento; señaló también el papel del cura en los medios rurales como exhortador, organizador y estadígrafo.

Salvany estaba enfermo, una infección del ojo izquierdo, calenturas y dificultad respiratoria minaron su salud. Enterado de la situación, el virrey Amar envío a un facultativo para la atención del enfermo y a varios niños que garantizaran la conservación del fluido vacunal, temía que se presentara una situación similar a la sucedida con la muerte del doctor Vergés (15).

En Guaduas y Mariquita continuó el programa de vacunación durante los meses de octubre y noviembre; A finales del mes de noviembre, durante un brote de viruela, se vacunaron 363 personas. Salvany habló de la importancia clave de la vacuna para el aumento y la conservación de la población; para hacer posible la expansión de la agricultura, la industria y el comercio; enriquecer la patria, abrir caminos, construir puentes que facilitaran el traslado de los productos hacia la capital y las regiones vecinas. (12).


El ascenso a Santa Fe

En el mes de diciembre iniciaron el ascenso a la ciudad de Santafé, Salvany tuvo una caída que le ocasionó la dislocación e inmovilización de la muñeca, “no quedándole otro uso de ella que el de vacunar y escribir” (16).

El ambiente era el mejor para la llegada de la Expedición, Santafé recibió con honores a Salvany y su grupo. La primera Junta de Vacuna se constituyó el 9 de marzo de 1805. don Antonio Amar y Borbón fue esencial; hizo conocer por bando la llegada de la expedición y al poco tiempo, 20 de marzo de 1805, fue publicado en la Imprenta Real el Reglamento para la conservación de la vacuna en el Virreinato de Santafé. Facilitó una sala del hospital que estaba al cargo de los religiosos de San Juan de Dios, aunque Salvany rechazó la propuesta para que no se relacionase la vacuna con la idea de enfermedad y muerte. La Expedición también contó con el apoyo de las autoridades eclesiásticas. Los párrocos desde los púlpitos recomendaron el uso de la vacuna y exaltaron la personalidad de Salvany y sus colaboradores. Su estancia allí le sirvió para reponer sus fuerzas físicas y psíquicas (17).

El 17 de diciembre de 1804 la Expedición llegó a Santafé y ese mismo día iniciaron las vacunaciones en la capital. El 24 de diciembre el Canónigo Andrés María Rosillo y Meruelo recomendó el uso de la vacuna y exaltó a Salvany y a sus colaboradores.


Figura 3. Carátula del Reglamento para la Conservación
Figura 3. Carátula del Reglamento para la Conservación de la Vacuna.


Cuando Salvany salió de Santafé el 8 de marzo de 1805, ya se habían practicado en el territorio del Nuevo Reino de Granada 56.327 vacunaciones, a las que se deben adicionar las que habían hecho “los varios facultativos o curiosos, que después de bien instruidos, van recorriendo el interior del reino”, según lo decía el mismo Salvany.


Hacia el sur

El 8 de marzo de 1805 la expedición viajó hacia el sur para lograr una mayor cobertura. Grajales y Bolaños, recorrieron las montañas del Quindío, se dirigieron a Neiva, La Plata y Popayán; Salvany y el practicante Lozano se dirigieron a Ibagué, Cartago, Trujillo, Llano Grande y Quilichao. El reencuentro de los grupos se efectuó en Popayán el 27 de mayo de 1805. La salud de Salvany se deterioraba, intentó descansar en Popayán, pero viajó a Quito para enfrentar un brote de viruela (18).

Llegaron allí el 16 de julio y ese día iniciaron la vacunación; luego de dos meses se dirigieron a Piura y Lima, cruzaron la cordillera de los Andes a lomo de mula, en medio de condiciones climáticas extremas, lo que deterioró seriamente la salud de Salvany. En Cuenca hubo vacunaciones masivas, y ceremonias de acción de gracias.

Salvany llegó a Lima el 23 de mayo de 1806, donde permaneció más de cinco meses. El recibimiento no fue el esperado, la vacuna ya había llegado y se comerciaba con ella como cualquier producto, no existía el control de los sanitarios, estaba en manos de los comerciantes. “En esta situación, Salvany dedicó sus débiles fuerzas a intentar transformar la realidad encontrada, elaborando reglamentos que organicen las campañas, los planes de vacunación, y que fuesen generalizables a todo el Virreinato. Como la estancia en Lima fue prolongada, Salvany aprovecha para reponer fuerzas y contactar con la élite intelectual de la ciudad. El prestigioso médico y profesor de Anatomía D. Hipólito Unanue le recibe con todos los honores científicos en la Universidad de San Marcos y le ofrece la posibilidad de obtener en dicha universidad limeña los títulos de Bachiller, Licenciado y Doctor en Medicina. Desde Lima, Salvany partió el 15 de octubre de 1807 con dirección a la ciudad de Arequipa” (18). La Universidad Mayor de San Marcos le otorgó la licenciatura en medicina el 8 de noviembre de 1806 y el doctorado el 30 de noviembre del mismo año.

El 8 de diciembre de 1807 llega enfermo a Arequipa. Viajó a La Paz, “Los valles interandinos se convierten en valles de lágrimas que presagian su muerte. Salvany mantiene el entusiasmo para propagar la vacuna, pero no le acompañan las fuerzas. Desde la ciudad de Cochabamba, a falta de dos meses para su muerte, solicita el permiso al presidente de la Real Audiencia de Charcas para internarse y propagar la vacuna en las provincias de Mojos y Chiquitos. Salvany muere en Cochabamba el día 21 de julio de 1810. Dejó sin terminar la campaña de propagación de la vacuna por el territorio sudamericano”.

Salvany se dedicó a la salud pública con un espíritu filantrópico, no conocía la realidad del continente americano. Durante su labor -de varios años- no se encuentra ninguna evidencia de dificultades con las autoridades locales ni con sus ayudantes; era una persona que dejaba buena impresión, afable con sus compañeros, convincente con las autoridades locales; prueba de lo anterior son los recibimientos que le dispensaron y los informes que emitieron sus ayudantes (7).

Salvany siente que no podrá retornar a España. Solicita en varias oportunidades los cargos de intendente o regidor, pero no le autorizan ninguno. Continuó con su recorrido adelantando la labor de la Expedición (10). Murió en Cochabamba, Bolivia, en 1810, su equipo continuó la labor hasta 1812, cuando llegaron al sur de Chile. De esta manera se completaron más de diez años de un programa global de vacunación, una odisea de la salud pública (19).


Referencias

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3. Sotomayor Tribín H. Guerras, enfermedades y médicos en Colombia. Santafé de Bogotá. Escuela de Medicina Juan N. Corpas. 1997 367p.
4. Veiga de Cabo J, Martín Rodero H. La real expedición filantrópica de la vacuna (1803-1810). Med Segur Trab (Madr). 2007;53(209):71–84
5. Hernández de Alba G. Archivo Nariño (tomo II). Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del natalicio del General Francisco de Paula Santander. Bogotá; 1990. Available from:
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8. Esparza J, Yepes Colmenares G. Viruela en la Venezuela Colonial: Epidemias, variolización y vacunación. In: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, editor. Expedición Filantrópica de la Vacuna: doscientos años de lucha contra la viruela. Madrid - España: Biblioteca historia de América; 2004. p. 88–118.
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15. Ramírez Martín S. La real expedición filantrópica de la vacuna en la Real Audiencia de Quito. Universidad Complutense de Madrid; 1999. 16. Ramírez Martín S. La Salud del Imperio: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Madrid - España: Ed. Doce Calles; 2002.
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Recibido: 17 de Diciembre de 2021
Aceptado: 20 de mayo de 2022

Correspondencia:
Luis Carlos Villamil Jiménez
lcvillamilj@gmail.com