HISTORIA DEL TABARDILLO EN COLOMBIA
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Rodolfo Rodríguez-Gómez ¹
Resumen
El tabardillo, nombre con el cual se conocía popularmente al
tifo exantemático, es una enfermedad
que se revistió por mucho tiempo de aprensión y misterio. Múltiples
fueron los brotes epidémicos de
esta enfermedad que se ensañó con varios departamentos del país. Por sí
mismo, el tabardillo es un
contenedor de historias que evidencian la situación que vivieron muchos
habitantes ante precarias
condiciones de higiene y salubridad. Al mismo tiempo, el tabardillo y
su declive fue una muestra de los
progresos sociales, económicos y científicos de la nación. El propósito
de este artículo es dar protagonismo a una enfermedad que fue vista con
recelo durante mucho tiempo en el país, además, ahondar
en el trasfondo de su nombre popular (tabardillo) y rescatar algunos
pasajes trascendentes en torno a
su discurrir histórico en Colombia.
Palabras clave: Tifus; historia; rickettsiosis exantemáticas; Colombia (DeCS).
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¹ Fundación Universitaria San Martín. Programa de Medicina. Médico Epidemiólogo. Magíster en Salud Pública. Bogotá, Colombia.
HISTORY OF TABARDILLO IN COLOMBIA
Abstract
The tabardillo, name by which the exanthematic typhus was popularly known, is a disease
that for a long time was clothed with apprehension and mystery. Multiple were the epidemic
outbreaks of this disease that raged with various departments of the country. By itself, the
tabardillo is a container of stories that show the situation that many inhabitants lived in the
face of precarious hygiene and sanitation conditions. At the same time, the tabardillo and its
decline was a sign of the nation’s social, economic, and scientific progress. The purpose of
this article is to give prominence to a disease that was viewed with suspicion for a long time
in the country, in addition, to delve into the background of its popular name (tabardillo) and to
rescue some transcendent passages around its historical run in Colombia.
Key words: Typhus, history; spotted fever group rickettsiosis; Colombia (DeCS).
Introducción
Desde tiempo antiguos, el tabardillo se cubrió de un
halo de misterio, respeto y temor con el que logró
hacerse un espacio merecido en la crónica médica y
la cultura popular. En Colombia, el tabardillo o tifo
exantemático revierte una historia enigmática y sinuosa, pero al mismo
tiempo interesante. Su historia
se relaciona de manera sólida no solo con el discurrir
histórico de la medicina en el país, sino con la historia
política, económica, social y científica de la nación.
De hecho, la frecuencia de epidemias de tifo descendió con el paso de
los avances socioeconómicos y por
supuesto, de las medidas de higiene y salud pública.
Camaleónico como pocos, el tifo por mucho tiempo
se confundió con otras enfermedades, principalmente, con la también
temida fiebre tifoidea, lo cual despertó duras polémicas y
controversias entre galenos,
pero a su vez, motivó el interés clínico y científico
de insignes personalidades médicas. El presente artículo pretende dar
protagonismo a una enfermedad
que fue vista con recelo durante mucho tiempo en
el país. Busca, además, ahondar en el trasfondo de
su nombre popular (tabardillo) y rescatar algunos pasajes históricos
trascendentes en torno a su discurrir
histórico en Colombia.
Tabardillo, tabardete y otros nombres
Tabardillo, calentura petequial, tabardete, tabardillo pintado
o fiebre petequial, eran todos términos para referirse a la
misma enfermedad. En España era una plaga ampliamente conocida y algunos médicos se referían a ella
como
fiebre punticular, aunque también se le designaba
con otros nombres como
pulgón o
pintas. Antiguamente, para referirse a las
calenturas malignas con pintas se
utilizaba el nombre de
tabardete y, al parecer, uno de los
primeros en referirse a la enfermedad con ese nombre
fue el médico francés Juan de Aviñón, pero con posterioridad se difundió el término
tabardillo o
tuberculillo.
Cabe aclarar que la voz latina
tabes significa consunción o putrefacción y se utilizaba, en este caso, ya que
se consideraba que la enfermedad corrompía y pudría
la sangre. Se plantea que el nombre [tabardillo] se debía a la semejanza de las
pintas con las picaduras de los
tábanos (moscas cuya mordedura es dolorosa), a los
que se les llama tabardos. Al tabardillo también se le
conocía como
fiebre punticular o
fiebre lenticular, ya que
en los pacientes se veían pintas (manchas) semejantes
a picaduras de chinches o similares a lentejas. Cabe
añadir que al consultar libros del siglo XVIII y XIX es
claro que en España el vocablo común era
tabardillo,
nombre que agrupaba toda
calentura continua; sin embargo, cuando en el paciente aparecían pintas diminutas se utilizaba la denominación
tabardillo pintado.
En América, los Incas le llamaban a la enfermedad
citua (1), término que era común para referirse a una
ceremonia religiosa en la que primaba la limpieza del
cuerpo; una especie de ritual para ahuyentar y erradicar las pestes. Durante la conquista, los cronistas le
llamaban a la enfermedad “mal de manchas”, aunque
también “peste de los indios” (2), y es claro que, junto
con otras plagas como el sarampión y la viruela, el tifo
se convirtió en un verdadero azote de la población indígena. En territorio mexicano se le denominaba
matlazahuat, que produjo, entre otros, brotes epidémicos
en 1576 y 1736. Otro nombre utilizado era
causón o
cauzon, que aludía a una calentura (fiebre) fuerte que
duraba algunas horas, pero sin mayores consecuencias (3).
Causón es un término que aparece en algunos
textos como sinónimo de fiebre, aunque en otros se
aclara que el causón es transitorio, mientras que la fiebre puede ser continua; el causón “supone un acceso”,
pero la fiebre “supone enfermedad” (4). En lo que corresponde al territorio colombiano, la gente del común
solía referirse a dicha plaga con la palabra
tabardillo;
en Cauca y Antioquia se le conocía como
tabardillo con
desvarío y también como
tabardillo dormido, ya que en
muchas ocasiones el enfermo era víctima de un sueño
profundo y constante hasta que presentaba alguna crisis o moría.
¿Qué era el tabardillo?
El tabardillo no era otra cosa que el mismo
tifo exantemático. Pero antes de entrar en detalle de cualquier
descripción clínica, vale la pena ahondar en lo que
concierne al vocablo
tifo. Etimológicamente esta palabra procede del griego
typhos que significa
vapor o
humo, aunque también
abatimiento o
estupor causado por
la fiebre. Desde tiempos antiguos, se utilizaba la palabra
tiphos
para designar una enfermedad febril que se
acompañaba, principalmente, de “estupor atónito”. e
utilizaba el término tabardillo para referirse a padecimientos
caracterizados por un estado de estupor. En
1759, François Boissier de Sauvages, médico y botánico francés,
recuperó el término y lo acuñó para referirse a las fiebres acompañadas
de estupor. Desde entonces, la palabra
tifo se empezó a utilizar para designar
aquellas enfermedades miasmáticas cuyo síntoma cardinal era el estupor, es decir, un estado de letargo. El
término
tifo, entonces, se utilizaba de manera habitual
para referirse a enfermedades con calenturas (fiebre);
por ejemplo, se le llamaba
tifo de América a la fiebre
amarilla,
tifo de oriente a la peste bubónica y
tifo asiático al cólera (5). Asimismo, la palabra
tifus se utilizaba
como sinónimo de fiebres intermitentes, llamadas en
otros tiempos
fiebres frías.
Con la palabra tifo se designaba frecuentemente un
tipo de calentura que se extendía por más de dos semanas. Esta calentura se acompañaba de marcada
debilidad de los miembros, en cuyo caso se consideraba como una
calentura maligna. Otro tipo de calentura
era la nerviosa, que se presentaba más bien de forma
insidiosa y para la que se aplicaba el término
tifodes,
aunque también existía la
calentura pestilencial. Tifo
no había solo uno. En los textos del siglo XIX, por
ejemplo, se describían diversos tipos de tifo, entre ellos
se pueden mencionar el tifo nervioso, el comatoso, el
histérico, el castrense, el egipciaco, el icterodes, el de
los externados, el tifo europeo (
tiphus nostras), el tifo
oriental e incluso uno denominado
tifo causado por el
suco del manioco que, como su nombre lo indica, era
causado por envenenamiento con la raíz del manioco, un arbusto originario de Brasil. En cierta época se
considerada que el tabardillo era una especie de resfriado fuerte que se desencadenaba por tomar mucho
sol; se le denominaba
tabardillo de sol, contrario a este,
se hablaba de un
tabardillo de luna, causado por mucha
frialdad de la luna.
La enfermedad del tabardillo se presentaba en todos
los grupos etarios, pero con mayor frecuencia entre los
20 y 30 años. Generalmente la fiebre era súbita y se
acompañaba de otros síntomas como cefalea supraorbitaria, malestar
general, cansancio, dolores musculares, escalofríos, disminución o
pérdida del apetito, sed,
ojos rojos, taquicardia, dolor abdominal y, en ocasiones, náuseas y
vómito. Era común lo que se llamaba
en otras épocas
abatimiento, que se describía como una
pérdida de las fuerzas, que incluso hacía difícil incorporarse de la cama. También se describían manchas
amoratadas que generalmente se presentaban desde el
día 12 en adelante. Asimismo, era común la mención
de zumbidos en los oídos, sordera, dolor de oído,
boca seca, mal aliento, diarrea semejante al café, mareo y petequias (pequeñas manchas rojo o marrón),
las cuales eran tan características que para esos casos
se acuñó la denominación de
fiebre petequial, cuya relevancia era tal que contaba con su propio capítulo
en libros médicos del siglo XIX y primeras décadas
del siglo XX.
El tabardillo en Colombia
El tabardillo probablemente arribó a lo que hoy es Colombia en 1630 con
el ejército del Marqués de Sofraga
don Sancho Girón, quien fue nombrado presidente y
capitán general del Nuevo Reino de Granada. Santafé, como se conocía
antiguamente a Bogotá, fue un
foco especial de tabardillo y muchas descripciones de
la enfermedad hacen referencia a la capital. El primer
brote de tabardillo en Santafé se produjo en 1630 y la epidemia se
extendió hasta 1633 con serias consecuencias, pues cobró gran cantidad
de víctimas en
Bogotá, en poblaciones de la Sabana como Facatativá
y en otras ciudades como Villa de Leyva, Tunja, Pamplona y Cartagena.
Se calcula que la cuarta parte de
los indios de la sabana sucumbieron a la enfermedad
(6), aunque también cobró la vida de alcaldes, nobles,
plebeyos y miembros de la iglesia, dentro de los que
se puede mencionar al arzobispo Bernardino de Almanza (6), quien murió
en Tunja. En esos tiempos,
a la enfermedad también se le conocía popularmente
como
peste de Santos Gil, debido a un notario público, el
señor Santos Gil, español de nacimiento, quien había
venido al Nuevo Reino como “procurador de pleitos”
(7) y a favor de quien, muchas familias que no tenían
heredero, registraban sus bienes en los testamentos (7),
con lo cual adquirió fama y fortuna.
En época colonial eran comunes los remedios naturales en el intento de
mitigar los síntomas de tan misteriosa plaga. Los indígenas, por
ejemplo, como remedio
para el tabardillo (8) utilizaban el lulo, fruto conocido
en algunas regiones de Latinoamérica como naranjilla,
mientras que los curanderos utilizaban la cocción del
palo de fresno para causar sudoración (9). Otros remedios comunes eran
la rosa de castilla (
Rosa chinensis),
la
escobilla (hierba del tifo), la malva silvestre y la piedra
bezoar, a la que comerciantes, jesuitas e incluso médicos le atribuían
ciertas propiedades curativas (10). En
países como Italia y España, la piedra bezoar se utilizaba
frecuentemente como antídoto contra venenos.
Contra el tabardillo y otras calenturas la piedra bezoar
se prescribía en vinagre, agua de lengua de buey, agua
de azahar e incluso en vino. Ahora bien, en los entornos clínicos, para
el tabardillo se prescribía la aureomicina, la cloromicetina
(cloranfenicol), el ácido paraaminobenzoico y el suero de caballo
hiperinmune, el
cual se conocía como
suero de Harvard, especialmente
indicado en el tifo murino. En la década de 1910, la industria de bebidas vio en el tifo una oportunidad para
promocionar las gaseosas, por lo cual en los avisos de
prensa enfatizaban que se fabricaban con
agua destilada
y con ello ayudaban a prevenir la enfermedad y calmar
la sed del enfermo.
En Santafé las epidemias de tifo eran frecuentes. Se
describieron brotes sucedidos en 1639, 1646 (en Tunjuelo periferia de
Santafé), 1676, 1681 y 1688. Era común que el tabardillo se confundiera
con otras enfermedades como la viruela o la fiebre tifoidea. En 1756,
por ejemplo, sucedió una epidemia en Cartagena que
inicialmente se consideró como tabardillo, pero el
propio párroco se percató, durante el funeral, que se
trataba de viruela. Hacia 1877 algunos doctores en Colombia le llamaban
al tabardillo
thyphus fever (denominación anglosajona) y también, como sinónimo de tifo
exantemático era común la denominación de
tifo negro.
Durante las guerras civiles se presentaron varias epidemias de tifo en 1854, 1860, 1884, 1889, 1899, 1900
y 1901. En el transcurso de la Guerra de los Mil Días
(1899-1902), el tifo azotó a combatientes y prisioneros
en lo que se recuerda como el
tifo de la guerra. Con el
fin de atender a los enfermos de tifo, viruela y otras
fiebres, durante dicho conflicto se implementaron los
llamados
hospitales de fiebre, los cuales se diferenciaban
de los
hospitales de sangre, destinados a los heridos en
combate (11).
La fiebre tifoidea y el tifo exantemático se confundían
de forma frecuente y el diagnóstico era difícil. De hecho, desde finales del siglo XIX y bien avanzado el
siglo XX, estas enfermedades fueron el foco de múltiples controversias entre célebres galenos de la época.
El Doctor José María Lombana Barreneche, médico
internista y político colombiano, consideraba que el
tifo era una variante de fiebre tifoidea (12), postulado
que argumentaba en una serie de artículos que publicó bajo el título de
Septicemia Ebertiana. Esta posición
tomó tanta fuerza que Jorge Tascón, en su tesis de
1913, escribió “donde diga tifo, léase tifoidea” (13).
El doctor Gabriel Castañeda, por ejemplo, a finales
del siglo XIX sostenía que la fiebre tifoidea tenía origen en aguas potables, mientras que el tifo, según su
opinión, era causado por algún parásito (13). En contraposición, se encontraba el doctor Carlos Esguerra
(1863-1941), médico graduado en Bogotá que trabajó
en Honda y Caracas, y posteriormente viajó a París
donde revalidó el título y se especializó en medicina
interna (14). Considerado como descubridor del tifo
exantemático en Colombia, el doctor Esguerra era de
los pocos que defendían la existencia de dicha enfermedad en el país y en la Clínica Marly, en Bogotá,
enseñaba a diferenciar entre fiebre tifoidea y tifo (15).
El doctor Luis Patiño Camargo, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, describió entre 1918
y 1922 la clínica y la epidemiología del tifus exantemático en Bogotá. En 1922, publicó un documento
titulado
Tifo negro o exantemático en Bogotá,
con casos
estudiados con el doctor Carlos Esguerra entre 1917 y
1922. En un informe de 1942, dirigido al ministro de
Trabajo, Higiene y Previsión Social, el doctor Patiño
daba cuenta de la epidemia que azotaba el municipio
de Aguadas y poblados vecinos del Departamento
de Caldas con una elevada mortalidad y serias consecuencias para la
economía y la salud pública (16).
Caso especial se dio en Bogotá en 1941 en el departamento de
enfermedades infectocontagiosas del Hospital San Juan de Dios, en un
trabajador de 48 años, de
una empresa maderera. Se trataba de un caso atípico,
pues procedía del centro de la ciudad, pero ante la sospecha el doctor
Patiño procedió a inocular curíes con
lo que confirmó la presencia de
tifus murino orquítico,
el cual se transmite por picadura de pulga (17). En un
documento de 1944, el doctor Patiño, para entonces
director del Instituto Nacional de Epidemiología e Investigaciones Médicas, describió los casos notificados
en Colombia durante 1943. De un total de 1.319 casos
en el país, 752 fueron atendidos en hospitales de Bogotá; en el Hospital San Juan de Dios, el Hospital San
José y la Misericordia, la enfermedad se presentó con
mayor frecuencia en hombres y la mortalidad fue de
6,64 % (18).
Un informe de 1946 titulado
Datos sobre la distribución
e incidencia del tifo en Colombia daba cuenta de la situación de dicha plaga en el país; el tifo predominaba en
la región central así como en Santanderes, Antioquia,
Atlántico y la región suroccidente, especialmente, en
Cauca y Nariño (19). De hecho, en 1945 el doctor Benjamín Mera Samaniego informó de una epidemia de
tifo exantemático transmitida por piojos, precisamente en Nariño, donde cerca del 70 % de la población
presentaba piojos. Por entonces, el problema de las
rickettsiasis en el país era
de gran magnitud y se documentó que en climas templados predominaba la
fiebre
petequial de las Montañas Rocosas, pero en regiones
frías lo hacía el tifo murino debido a la infestación por
piojos, lo cual se favorecía por las condiciones socioeconómicas y las
precarias condiciones de higiene y
salubridad. En el informe al que se hace referencia se
describían, aunque con inexactitudes como se aclara
allí, los casos reportados entre 1939 y 1943 discriminados por
departamento y que mostraba marcado predominio en Caldas, seguido por
Antioquia y Cundinamarca, contando entre los años mencionados, para 14
departamentos, un total de 744 casos (19).
El tabardillo y la vacuna
El primero en desarrollar una vacuna contra el tifo fue
Rudolf Weigl (1883-1957), biólogo polaco quien estableció un instituto en Lwow (Polonia), donde infectó
piojos de forma artificial con la bacteria
Rickettsia
prowazekii (20). Esa vacuna se utilizó con cierto éxito en Polonia, Egipto, Manchuria y Etiopía (21). Los
primeros ensayos cultivando
rickettsias
en embrión de
pollo los realizó Barikine, pero el primero en lograr
verdadero éxito en dicho proceso fue Herald Cox, bacteriólogo
estadounidense quien en 1938 realizó ensayos con dicho método (22). En
1941, Cox demostró
que las rickettsias crecían en sacos vitelinos de huevos
de gallina embrionados y la vacuna resultante se ensayó en países como
Hungría, España y Rumania; en
Suramérica la vacuna se probó inicialmente en Bolivia, donde el tifo
altiplánico era endémico. Los cultivos de tejidos embrionarios de pollo
que se infectaban
con
Rickettsia prowazekii, cuyo extracto en suspensión
constituía la vacuna, inicialmente contenía merthiolate como conservante y posteriormente, formalina (23).
En Colombia, un paso importante en el desarrollo de
la vacuna fue el descubrimiento de la fiebre petequial
de Tobia. En dicho proceso fue clave la comprobación
del papel de la garrapata de cuerpo blando del género
Ornithodoros, que en un informe del doctor Luis Patiño
de 1948 se indicaba que era capaz de mantener en su
organismo la
rickettsia
de la fiebre petequial de Tobia
por cerca de tres años (24). Con el aislamiento del virus de dicha
enfermedad se enviaron muestras al Laboratorio de las Montañas Rocosas
de la Sanidad Norteamericana, allí los doctores Parker y Cox prepararon
lotes de vacuna con
Rickettsia prowazekii cultivados en
membrana vitelina. En el país inicialmente se hicieron
pruebas en cobayos evidenciándose una inmunidad
casi total, y luego se probó con individuos del Hospital
San Juan de Dios con lo que se analizaron reacciones
adversas. En diciembre de 1941 se inició la vacunación
contra fiebre petequial en Tobia y luego en Zapatoca,
Betulia, San Vicente, Barichara, Bucaramanga y Bogotá. Posteriormente, se planeó un experimento para
evaluar la efectividad de la vacuna al utilizar tres dosis
con intervalos de una semana. Se vacunaron gran cantidad de personas en los municipios de Ubaté, Tobia,
Tausa, Cucunubá, Fúquene, Susa, La Peña, Nimaima,
Utica, Villeta y en veredas cercanas a estos municipios
con resultados favorables y considerando la vacuna
como efectiva e inocua (24).
Conclusiones
La historia del tabardillo en Colombia representa un
contenedor de múltiples historias que hacen parte de
la cronología del país. No por nada, esta enfermedad
ha concentrado la atención de múltiples personalidades, especialmente
desde el punto de vista científico,
aunque sin duda es de gran interés como objeto de estudio histórico y
social. El tabardillo es una de las enfermedades más interesantes del
periodo de la colonia
y de las primeras décadas de la República, en especial,
considerando la manera como se solapó con la fiebre
tifoidea, además de las diversas polémicas que emergieron en torno a su
etiología e incluso, a su existencia. Sin lugar a duda, el tabardillo
representa un nodo
donde convergen historias que dan cuenta de reformas
en varios ámbitos que contribuyeron a diversos avances en higiene y
salubridad, dejando en claro por qué
el tabardillo ha despertado tanto interés de clínicos e
investigadores en diferentes momentos del país.
Conflicto de interés
Los autores manifiestan que no presentan ningún
conflicto de interés.
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Recibido: 9 de Julio de 2021
Aceptado: 26 de mayo
de 2022
Correspondencia:
Rodolfo Rodríguez Gómez
fitopolux@hotmail.com