DEL COVID-19 AL POSCOVID-19: LECCIONES Y DESAFÍOS
..................
Yeny
Acosta-Ampudia ¹
, Carolina Ramírez-Santana ¹
, Diana M. Monsalve ¹
, Manuel Rojas¹
Resumen
La
enfermedad por el coronavirus (COVID-19) es causada por el nuevo
coronavirus de tipo 2 del
síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2). Esta enfermedad es
asintomática o leve en aproximadamente el 80 % de los casos, y severa o
crítica en el 20 % restante. La COVID-19 fue considerada
inicialmente una enfermedad pulmonar, pero ahora se reconoce como una
enfermedad multiorgánica
con un amplio espectro de manifestaciones clínicas.
Algunos pacientes que sufren una infección aguda por SARS-CoV-2
desarrollan una amplia variedad
de síntomas persistentes que no se resuelven en el transcurso de muchos
meses. Esta condición es
conocida como síndrome post-covid-19 (SPC). La respuesta inflamatoria
persistente, la desregulación
de la respuesta inmune innata y adaptativa, la presencia de
autoinmunidad latente y autoinmunidad
manifiesta y los reservorios persistentes de SARS-CoV-2 en ciertos
tejidos pueden ser responsables de
la severidad de la enfermedad en la infección aguda y de las secuelas
del SPC.
En este artículo presentamos la interacción del SARS-CoV-2 con el
sistema inmune y la posterior
contribución de las respuestas inmunes disfuncionales en la progresión
de la enfermedad. Finalmente,
destacamos las implicaciones de las intervenciones terapéuticas
dirigidas para controlar la infección
viral y regular la respuesta inmune.
Palabras clave: SARS-CoV-2; COVID-19; Síndrome poscovid;
autoinmunidad; inflamación.
..............
¹ Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA),
Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, Universidad del Rosario,
Bogotá, Colombia.
FROM COVID-19 TO POSTCOVID-19:
LESSONS AND CHALLENGES
Abstract
Coronavirus disease (COVID-19)
is caused by the novel severe acute respiratory syndrome
coronavirus type 2 (SARS-CoV-2). This disease is asymptomatic or mild
in approximately 80%
of cases, and severe or critical in the remaining 20%. COVID-19 was
initially considered a pulmonary disease; however, it is now recognized
as a multi-organ disease with a wide spectrum
of manifestations.
Some patients with acute SARS-CoV-2 infection develop a wide variety of
persistent symptoms that do not resolve over months. This condition is
known as post-COVID syndrome
(PCS). The persistent inflammatory response, the dysregulation of the
innate and adaptive immune response, the presence of latent and overt
autoimmunity, and SARS-CoV-2 reservoirs
in certain tissues may be responsible for the severity of acute
infection and sequelae of SPC.
In this review, we present the interaction of SARS-CoV-2 with the
immune system and the
subsequent contribution of dysfunctional immune responses to disease
progression. Finally,
we highlight the implications of targeted therapeutic interventions to
control viral infection and
regulate the immune response.
Key words: SARS-CoV-2; COVID-19; Post-covid
syndrome; autoimmunity; inflammation.
Introducción
La infección por SARS-CoV-2, agente causal de la enfermedad por el
coronavirus (COVID-19), se ha propagado causando una alta mortalidad y
morbilidad. El
origen de la pandemia se remonta a un grupo de casos
de neumonía viral relacionados epidemiológicamente con un mercado de
mariscos en la ciudad de Wuhan en China (1,2). El 30 de enero, la
Organización
Mundial de la Salud (OMS) declaró el nuevo brote de
COVID-19 como una emergencia de salud pública de
importancia internacional (3). La COVID-19 se ha categorizado por una
evolución de fases superpuestas.
Primero, hay una fase viral que bien puede ser asintomática o leve en
aproximadamente en el 80 % de los
pacientes. En el 20 % restante, la enfermedad puede
ser grave o crítica. En la mayoría de los pacientes críticos, existe
una fase caracterizada por la hiperreactividad del sistema inmune que
desencadena un estado de
hipercoagulabilidad y finalmente, una lesión y falla orgánica (4). El
SARS-CoV-2 comparte alrededor del 89
% de identidad de secuencia con otros coronavirus (5)
y en menor proporción con el genoma del SARS-CoV
(79 %) y con MERS-CoV (50 %) (6). El genoma del
SARS-CoV-2 está compuesto por seis marcos de lectura abiertos:
replicasa (ORF1a/ORF1b), espiga (S),
envoltura, membrana y nucleocápside. El gen replicasa codifica una
poliproteína que se escinde proteolíticamente en 16 proteínas no
estructurales involucradas
en la transcripción y replicación del virus (7,8).
En esta revisión describimos el papel de la respuesta
inmune y sus aproximaciones terapéuticas en la fase
aguda de la infección por SARS-CoV-2 y en el SPC.
COVID-19 agudo
Mecanismo de invasión del SARS-CoV-2
El SARS-CoV-2 infecta a las células humanas al unirse
a la enzima convertidora de angiotensina-2 (ACE-2) a
través del dominio de unión al receptor de su proteína
S (9). Esta enzima se expresa en células del epitelio
ciliado de la nasofaringe y el tracto respiratorio superior, epitelio
bronquial, neumocitos tipo II, además de
macrófagos o monocitos, mastocitos y células endoteliales vasculares
(10). Una vez se da el acople, la proteína S unida a ACE-2 sufre una
escisión proteolítica
catalizada por la proteasa transmembrana de serina 2
(TMPRSS2) para mediar la fusión con la membrana
celular. Después de este proceso, las partículas virales
internalizadas liberan el ARN para el comienzo de la
replicación de nuevos viriones (11) (figura 1). ACE-2
soluble ha sido relacionada con severidad en pacientes
con COVID-19 agudo (12). Sin embargo, otros estudios, incluyendo el
nuestro, no observaron correlación
significativa de los niveles de ACE-2 soluble y los parámetros clínicos
en pacientes con COVID-19 (13,14).
Adicional a ACE-2, se ha demostrado la participación
de otras proteínas como la furina y la neuropilina en el
proceso de infección (15). La proteína S es escindida
en S1 y S2 por TMPRSS2 para permitir la fusión de las
membranas viral y celular (16).
Inmunidad innata y adaptativa
La inmunidad innata es la primera línea de defensa
frente al virus, la cual incluye macrófagos, monocitos, células
dendríticas, neutrófilos y células asesinas
naturales armadas con receptores de reconocimiento de patrones (RRP)
como los receptores Toll-like
(TLR). Estos receptores ayudan a la activación del
factor nuclear κB, las proteínas quinasas activadas
por mitógeno y los factores reguladores del interferón
(IFN) que conllevan a: 1) la producción de citoquinas proinflamatorias,
incluyendo el factor de necrosis tumoral (TNF), interleuquina (IL)-6 e
IL-1, 2) la
producción de quimioquinas que ayudan al reclutamiento de otras
células, y 3) la transcripción de genes
que codifican otros sensores innatos, como NLRP3 e
IFN de tipo I y II, y los genes estimulados por IFN
(17) (figura 1). Varios estudios han demostrado que
el TLR2 juega un papel importante en la activación
de la inflamación tras la infección por SARS-CoV-2
(18). Estudios
in silico
sugieren que la proteína S del
SARS-CoV-2 puede unirse a TLR1, TLR4 y TLR6,
teniendo mayor afinidad por TLR4 (19). La activación de los RRP por el
SARS-CoV-2 puede inducir
la liberación desregulada de IL-1β, IL-6, TNF, IL-12,
IFN-β, IFN-γ, IL-17, entre otras, que contribuyen a
la tormenta de citoquinas y a la mortalidad en COVID-19 (20).
La activación de la respuesta inmune innata y la evasión del SARS-CoV-2
a esta respuesta conlleva a la activación de la respuesta inmune
adaptativa (21). Las
células B de los centros germinales pueden proliferar
y diferenciarse en células plasmáticas, produciendo y
secretando anticuerpos específicos para controlar la
replicación del SARS-CoV-2. La mayoría de los estudios serológicos
sugieren que los anticuerpos antiSARS-CoV-2 IgM aparecen entre los 8 y
12 días después del inicio de los síntomas y perduran por algunos
meses. Mientras, los anticuerpos IgG aparecen en un
promedio de 14 días permaneciendo por más tiempo.
La durabilidad de estos anticuerpos parece estar directamente
relacionada con la severidad de la COVID-19
(22–24) (figura 1). Todavía no es claro el grado y la duración de la
protección conferida tras la infección por
este virus, no obstante, estudios han mostrado que la
inmunidad humoral contra el SARS-CoV-2 puede no
ser duradera en pacientes con COVID-19 leve (25,26)
(figura 2). Además, la potencia de unión y neutralización de los
anticuerpos generados tras una primera
infección puede ser significativamente reducida tras
la aparición de nuevas variantes (27). Por otro lado,
SARS-CoV-2 provoca respuestas de células T de memoria altamente
funcionales. Los individuos que se recuperaron de COVID-19 severo
presentan respuestas
más fuertes; una respuesta menos intensa en pacientes
con enfermedad leve, incluso en ausencia de anticuerpos anti-SARS-CoV-2
ha sido descrita. La respuesta
celular en la fase aguda muestra un fenotipo citotóxico
activado, mientras que en la fase convaleciente un fenotipo de memoria
(28).
Figura 1. Resumen traslacional de la COVID-19. Se muestra la
cinética de seroconversión de los anticuerpos IgM e
IgG. La positividad de la PCR para SARS-CoV-2 podría durar más de 25
días después del inicio de la enfermedad.
Alrededor del 80 % de los pacientes no desarrollan síntomas o presentan
una enfermedad leve a moderada. La
infección de SARS-CoV-2 a través del receptor ACE-2 conduce a una
alteración de la respuesta inmune que puede
conllevar a la perpetuación de la respuesta inflamatoria representada
principalmente por migración de células
inmunes y liberación de citoquinas proinflamatorias y quimioquinas. La
presencia de autoanticuerpos puede estar
relacionada con la severidad de la enfermedad y el posible desarrollo
de un fenómeno autoinmune. *Todos estos
marcadores son factores de riesgo asociados a la progresión de la
enfermedad. Adaptado de (4).
Abreviaturas: ACE-2: enzima convertidora de angiotensina-2; ARDS:
síndrome de dificultad respiratoria aguda;
ARN: ácido ribonucleico; CXCL: ligando de quimioquina; Ig:
inmunoglobulina; IFN: interferón; IL: interleuquina; IP-10:
proteína 10 inducida por interferón-γ; LDH: lactato deshidrogenasa;
MIP1α: proteína inflamatoria de macrófagos1α; NK: células asesinas
naturales; PCR: reacción en cadena de la polimerasa; PCR: proteína C
reactiva; PCT:
procalcitonina; SARS-CoV-2: coronavirus de tipo 2 causante del síndrome
respiratorio agudo severo; Th: linfocito
T ayudador; TMPRSS2: proteasa transmembrana de serina 2; TNF: factor de
necrosis tumoral; UCI: unidad de
cuidados intensivos; VSG: velocidad de sedimentación globular.
Figura 2. Anticuerpos anti-SARS-CoV-2 totales y tiempo post-COVID.
La línea representa el gráfico de dispersión
estimado con intervalos de confianza del 95 %. Tomado de (29).
Abreviaturas: RBD: dominio de unión al receptor; SARS-CoV-2:
coronavirus de tipo 2 causante del síndrome
respiratorio agudo severo; UCI: unidad de cuidados intensivos.
Autoinmunidad en COVID-19
Varios estudios han demostrado que el SARS-CoV-2
puede actuar como desencadenante de una desregulación autoinmune y/o
autoinflamatoria. La producción de un amplio espectro de
autoanticuerpos puede
contribuir a la fisiopatología de la COVID-19 (30,31).
Wang y colaboradores (32) mostraron una alta prevalencia de
autoanticuerpos contra citoquinas, quimioquinas, componentes del
complemento y proteínas
de superficie celular en pacientes hospitalizados con
COVID-19; otro estudio evidenció la presencia de autoinmunidad latente
reumática, tiroidea y fosfolipídica
en pacientes con COVID-19. Los pacientes con alta
frecuencia de factor reumatoide, anticuerpos IgM antiβ2-glicoproteína I
y anticuerpos antinucleares (ANAs)
tenían una estancia hospitalaria prolongada, requerían
más vasopresores durante la hospitalización y tenían
más probabilidades de desarrollar una enfermedad crítica, indicando que
esta autoinmunidad latente influye
en la gravedad de la COVID-19 (33). Pascolini y colaboradores (34)
también demostraron la positividad de
autoanticuerpos incluyendo ANAs en el 45 % de los
pacientes con COVID-19. En otro estudio se evidenció que
aproximadamente el 10 % de los pacientes con
COVID-19 severo potencialmente mortal tienen anticuerpos neutralizantes
contra los IFN de tipo-I (35).
Además, se observó que estos autoanticuerpos tienen
una mayor prevalencia después de los 60 años (36).
Por tanto, la presencia de estos autoanticuerpos incrementa el riesgo
de muerte por COVID-19 de manera
dependiente de la edad (37). También se ha demostrado la relación de
una alta mortalidad con niveles
altos de anticuerpos antianexina A2 en pacientes con
COVID-19 (38) y adicionalmente, el diagnóstico de diversas enfermedades
autoinmunes cómo el síndrome
de Guillain-barré (39), enfermedad de Kawasaki (4),
lupus eritematoso sistémico (40), artritis reumatoide
(41), enfermedad autoinmune tiroidea (42,43), síndrome
antifosfolípidico (44) y púrpura trombocitopénica (45) en un subgrupo
de pacientes infectados con
SARS-CoV-2, lo cual indica el efecto crítico y fundamental de
SARS-CoV-2 sobre la inmunidad y su capacidad para desencadenar
trastornos autoinmunes en
sujetos genéticamente predispuestos.
Síndrome poscovid-19
Concepto y características clínicas
Aunque la mayoría de los pacientes con COVID-19
se recuperan completamente, muchos experimentan
síntomas de COVID-19 después de la recuperación de
la infección y otros incluso pueden desarrollar nuevos
síntomas (46). Este espectro clínico que ocurre después de una
infección aguda se denomina SPC, COVID-19 persistente o COVID-19
prologando (47). En
octubre de 2021, la OMS publicó una definición clínica del SPC:
“Enfermedad que ocurre en personas que
tienen antecedentes de infección probable o confirmada por SARS-CoV-2;
generalmente dentro de los tres
meses desde el inicio de COVID-19, con síntomas y
efectos que duran al menos dos meses” (48). Una amplia variedad de
síntomas crónicos/tardíos después de
la infección por SARS-CoV-2 han sido descritos: pulmonares (disnea,
tos, fibrosis pulmonar), cardiovasculares (dolor torácico,
palpitaciones, miocardiopatía
por estrés, miocarditis), hematológicos (eventos tromboembólicos),
neuropsiquiátricos (dolor de cabeza,
dolor crónico, fatiga, depresión, ansiedad, trastornos
del sueño, desequilibrio cognitivo, anosmia, paranestesia), renales
(insuficiencia renal), dermatológicas y
endocrinas (cetoacidosis diabética, tiroiditis de Hashimoto, enfermedad
de Graves) (49).
En nuestro grupo evaluamos sistemáticamente 100 pacientes con infección
previa por SARS-CoV-2 (29). Los
síntomas musculoesqueléticos, digestivos y neurológicos,
incluida la depresión, fueron los más frecuentes en los pacientes con
SPC. Un tercio de los pacientes presentaron
al menos un síntoma musculoesquelético, respiratorio,
gastrointestinal y neurológico simultáneamente. La artralgia y la
diarrea persistieron en más del 40 % de los pacientes con el síndrome.
Es importante resaltar que una
hospitalización durante la fase aguda no se asoció con
ninguna manifestación clínica del SPC. Además, una
revisión sistemática de la literatura y un metanálisis demostró que más
del 20 % de los pacientes tienen fatiga/
debilidad muscular, disnea, dolor y malestar, ansiedad/
depresión y problemas de concentración (figura 3).
Mecanismos inmunopatológicos del
síndrome poscovid
Las vías inmunopatológicas que permiten el desarrollo del SPC no son
del todo conocidas. Sin embargo,
diferentes mecanismos han sido propuestos (figura 4):
i) daño tisular a largo plazo, ii) persistencia viral, iii)
autoinmunidad, iv) inflamación patológica, y v) desregulación celular.
Anomalías radiológicas pulmonares y deficiencias
funcionales han sido observadas en el SPC tres meses después del alta
hospitalaria, independientemente de
la gravedad inicial de la enfermedad (50). Incluso seis
meses después del inicio de los síntomas, las anomalías radiológicas
pulmonares persisten en la mitad de
los sobrevivientes de COVID-19 (51). También existe
evidencia de lesión cardíaca en COVID prolongado.
Tres meses después del alta hospitalaria, las anomalías
radiológicas del remodelado ventricular son evidentes
en el 29 % de supervivientes de COVID-19 (52).
Figura 3. Manifestaciones clínicas del SPC. La barra de error
representa el intervalo de confianza del 95 %
estimado. Adaptado de (29).
Una infección viral persistente por SARS-CoV-2 implicaría una
exposición persistente al superantígeno en
el huésped. El superantígeno del virus podría sobreestimular las
respuestas inmunitarias e inducir bucles de retroalimentación negativa
que permitan la persistencia viral (53). Vibholm y Col. (54)
encontraron que el
5,3 % de los individuos seguían siendo positivos para el
SARS-CoV-2 incluso 90 días después de la infección.
Gaebler y colaboradores (55) detectaron ARN viral
en biopsias intestinales de pacientes asintomáticos 4
meses después de la infección aguda. Adicionalmente,
ARN y antígenos virales han sido detectados en muestras de la mucosa
olfativa de pacientes con pérdida
continua del olfato entre 110 y 196 días después de la
enfermedad aguda (56).
Figura 4. Mecanismos descritos en el SPC. La inflamación
persistente, la persistencia viral y la desregulación
inmune inducen daño tisular y autoinmunidad después de la infección por
SARS-CoV-2.
Abreviaturas: CD: cluster de diferenciación; IL: interleucina;
IP-10: proteína 10 inducida por interferón-γ; IFN: interferón;
G-CSF: factor estimulante de colonias de granulocitos; Th: linfocito T
ayudador; TNF: factor de necrosis tumoral.
Los principales mecanismos que pueden contribuir
al desarrollo de la autoinmunidad en COVID-19 son
los siguientes: a) hiperactivación del sistema inmune,
b) formación excesiva de trampas extracelulares de neutrófilos, y c)
reactividad cruzada entre SARS-CoV-2 y
componentes propios del huésped. SARS-CoV-2 presenta reactividad
cruzada con antígenos intestinales,
renales, pulmonares, cardíacos y cerebrales (57).
Nuestro grupo realizó un análisis longitudinal de
pacientes con COVID-19 para evaluar el estado autoinmune e inmunológico
asociado con el SPC (58).
Los pacientes fueron seguidos durante 7 y 11 meses
después de la fase aguda de COVID-19, y sus características clínicas se
describen en la figura 5A. Nuestros hallazgos demostraron autoinmunidad
latente y
autoinmunidad manifiesta persistente en el SPC. Durante la fase aguda
de la enfermedad, el 57,6 % de los
pacientes presentaron al menos un autoanticuerpo (es
decir, autoinmunidad latente) y el 33,3 % de los pacientes presentaron
2 o más autoanticuerpos (es decir,
poliautoinmunidad latente). En el SPC, el 63,6 % de
los pacientes presentaron autoinmunidad latente y el
48,5 % presentaron poliautoinmunidad latente.
En nuestro estudio el análisis de componentes principales de citoquinas
y linfocitos mostró que los pacientes con SPC fueron segregados de
manera independiente de los controles prepandémicos y los pacientes con
COVID-19 agudo (figura 5B). El SPC se definió
como un estado proinflamatorio caracterizado por un
aumento de IFN-α, TNF-α, G-CSF, IL-17A, IL-6, IL1β e IL-13 y una
disminución de IP-10. Con respecto
a los linfocitos, las células T CD8+ efectoras, células
T CD4+ efectoras de memoria, Th9 y células B naive aumentaron en el
SPC, mientras que las células T
CD4+ y CD8+ naive y los linfocitos totales disminuyeron (58).
Phetsouphanh y Col. (59) demostraron que
pacientes con SPC tienen un aumento persistente en
la frecuencia de monocitos CD14+ CD16+ y células
dendríticas plasmocitoides, así como una elevación
persistente en los niveles de interferón tipo I (IFN-β) y
tipo III (IFN-λ) 8meses después de la infección.
Figura 5. Características clínicas y perfil inmune del SPC. A.
Síntomas del COVID-19 agudo y síndrome poscovid
(SPC). B. Análisis de componentes principales de citoquinas y
poblaciones celulares en controles prepandémicos,
COVID-19 agudo y SPC. Tomado de (58).
La elevación persistente de citoquinas proinflamatorias puede tener
efectos sistémicos y específicos de
órganos asociados con manifestaciones del SPC. Estos incluyen
remodelación cardíaca alterada, arritmias
cardíacas, neuroinflamación, neurodegeneración, lesión renal,
resistencia periférica a la insulina y reabsorción ósea (60).
Visvabharathy y colaboradores (61) demostraron que
la gravedad de los déficits cognitivos o los marcadores
de calidad de vida en pacientes con Neuro-SPC están
asociados con una expresión reducida de moléculas
efectoras en las células T de memoria. Otros estudios
han revelado diferencias significativas en múltiples
poblaciones celulares de la inmunidad innata (células
NK, neutrófilos y monocitos CXCR3+) y adaptativa
(células T foliculares y reguladoras), perturbaciones
significativas en la expresión génica y en el transcriptoma de
pacientes con SPC (62).
Tratamiento de COVID-19
Desde la aparición de los primeros casos de infección
por SARS-CoV-2 en Wuhan, se inició una carrera para
desarrollar tratamientos contra la COVID-19. Existen
múltiples factores que determinan la selección de tratamientos para la
COVID-19 como: tiempo de inicio
de síntomas, manifestaciones clínicas, comorbilidades, eficacia clínica
del tratamiento, disponibilidad de
la opción de tratamiento, factibilidad de administrar
medicamentos parenterales y prevalencia regional de
las variantes de SARS-CoV-2 (63).
La COVID-19 se ha asociado con inflamación y un estado protrombótico
acompañado de incremento en los
valores de fibrinógeno y Dímero D (64). Los pacientes
hospitalizados con COVID-19 tienen un alto riesgo de
tromboembolismo (65), por lo que deben recibir tratamiento profiláctico
de anticoagulantes, como heparina
de bajo peso molecular o heparina no fraccionada durante todo el tiempo
de hospitalización (66).
En el primer año de la pandemia, en ausencia de otras
opciones terapéuticas, el plasma de convaleciente (PC)
se utilizó ampliamente. La transferencia de plasma de
un paciente que se recuperó y está convaleciente de
COVID-19 a una persona que actualmente padece la
enfermedad tiene como objetivo crear inmunidad pasiva transitoria para
combatir la infección activa (67).
La transfusión de PC proporciona actividad antiviral a
través de la transferencia de anticuerpos neutralizantes
y de otros componentes inmunes tales como citoquinas (68). El PC
disminuye la IL-6 y aumenta el IFN-γ
y la IL-10, y aumenta las células T CD4+ de memoria
central, que pueden localizarse en los tejidos linfoides
secundarios, para ser reactivadas por la exposición
al antígeno. El PC también aumenta las células B de
memoria, que pueden diferenciarse en células plasmáticas de larga vida
para mantener la producción de
anticuerpos a largo plazo (69) (figura 6). Las primeras
experiencias de estudios observacionales no controlados sugirieron
eficacia del PC, determinada por mayor
supervivencia, disminución de la carga viral y mejoría
radiológica (70,71). La plausibilidad de la eficacia clínica del PC
estuvo dada en gran parte por la relación
dosis-respuesta en un estudio de gran tamaño, con una
reducción de la mortalidad a los 30 días entre los pacientes que
recibieron PC con altos títulos IgG anti-SSARS-CoV-2 en comparación con
aquellos que recibieron PC con títulos más bajos (72). Por el
contrario,
el ensayo RECOVERY, un ensayo clínico aleatorizado
con criterios de valoración clínicos, se detuvo prematuramente porque
los títulos altos de PC no mejoraron
la supervivencia en pacientes hospitalizados con COVID-19 en el Reino
Unido (73).
Aunque la vacunación sigue siendo la forma más efectiva de prevenir la
infección por SARS-CoV-2, y debe
considerarse como la primera línea de prevención,
ensayos clínicos controlados aleatorizados (por ejemplo con anticuerpos
monoclonales como tixagevimab
y cilgavimab) siguen siendo autorizados por la FDA como profilaxis
previa a la exposición a SARS-CoV-2
en personas con alto riesgo (74). Una modificación en
la región cristalizable de estos anticuerpos proporciona
una protección potencial contra la infección por SARSCoV-2 de hasta 6
meses. Esta combinación de anticuerpos monoclonales parece tener
actividad contra la variante B.1.617.2 (Delta). Aunque los datos
preliminares
in vitro sugieren que la variante B.1.1.529 (Omicron) sigue siendo
susceptible a esta combinación, se necesitan
más datos para evaluar completamente la actividad y la
eficacia de estos tratamientos (75).
Figura 6. Posible mecanismo de acción del plasma convaleciente en
pacientes con COVID-19 severo. Tomado de (69).
Abreviaturas: CCR: receptor de quimiocinas C–C; CD: cluster de
diferenciación; PC: plasma de convaleciente;
HLA: antígeno leucocitario humano, Ig: inmunoglobulina; IL:
interleucina; IP-10: proteína 10 inducida por interferón-γ;
IFN: interferón; G-CSF: factor estimulante de colonias de granulocitos;
GM-CSF: factor estimulante de colonias de
granulocitos y macrófagos; MCP-1: proteína quimiotáctica de
monocitos-1; Th: Th: linfocito T ayudador.
Las terapias dirigidas al huésped que incluyen dexametasona (76),
tocilizumab (77) y baricitinib (78) y
el cóctel de anticuerpos monoclonales casirivimab/
imdevimab (79) y anakinra (80) están asociadas con
supervivencia. Remdesivir, un agente antiviral, tiene
un impacto modesto en la reducción del tiempo de recuperación (81). De
estos, solo la dexametasona está
ampliamente disponible en entornos de recursos limitados y existe una
necesidad urgente de opciones terapéuticas accesibles para la COVID-19.
Hay múltiples
agentes terapéuticos ahora disponibles para pacientes
no hospitalizados con COVID-19 leve a moderado que
tienen un alto riesgo de progresión de la enfermedad.
Se aconseja el uso de ritonavir potenciado con nirmatrelvir en la
mayoría de los pacientes no hospitalizados
de alto riesgo con COVID-19 leve a moderado (63).
Tras sufrir una infección de COVID-19 muchas personas presentan
secuelas importantes después de tres semanas del inicio de los síntomas
hasta más allá de las
12 semanas. Los tratamientos varían de acuerdo con
las afecciones, ya sea a nivel físico, cognitivo o neurológico. Se ha
descrito el uso de oxígeno, AINES, antibióticos para la infección
secundaria, entre otros (82).
Conclusiones
La respuesta inmune innata y adaptativa del huésped
es un factor crítico en la conducción de la COVID-19.
Los cambios en el sistema inmune podrían tener implicaciones en la
recuperación a la infección por SARSCoV-2, en la respuesta a otras
infecciones y en la exacerbación de otras afecciones crónicas.
Estrategias
inmunoterapéuticas dirigidas tanto al virus como al
control de la respuesta inmune disfuncional serán de
gran utilidad para el manejo de la enfermedad aguda
y del SPC.
Financiación
Este trabajado fue financiado por la Universidad del
Rosario (ABN011).
Agradecimientos
Los autores agradecen a todos los miembros del CREA
por sus contribuciones y fructíferos debates durante la
preparación del manuscrito.
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