ACADÉMICA HONORARIA. MARÍA TERESA FORERO DE SAADE
.............................
Por el Académico Jaime Arias Ramírez 1
Se nos fue María Teresa, gran mujer que deja enorme vacío en su hogar, en la Academia y en el país. La
recordaremos por sus excelsas cualidades humanas y
profesionales que adornaron y marcaron su existencia.
Siempre con una sonrisa amable, una palabra compasiva, con entusiasmo desbordante para el trabajo y con
una actitud dialogante y prudente. En pocas palabras,
trataré de recordar parte de su fecunda trayectoria profesional y de servicio, siguiendo sus pasos. Al final de
la vida, el testimonio es lo que cada uno deja como
huella, como recuerdo o como aporte social. María
Teresa Forero de Saade ha dejado una maravillosa
huella.
Mis primeros recuerdos se remontan a los años en los
que María Teresa ejerció como pediatra en el Hospital
San Ignacio de Bogotá; era instructora de la materia y
a mí me correspondió, como estudiante, recibir sus lecciones prácticas desde una consulta externa atiborrada
de bebés desnutridos o que llegaban en pésimas condiciones, casi siempre deshidratados por la enfermedad
diarreica aguda o con sus pulmoncitos muy afectados
por la infección respiratoria aguda. Esos cuadros ya no
son tan frecuentes, pero desgarran el alma. La doctora
María Teresa no solo era una magnífica especialista
sino, ante todo, un alma misericordiosa que transmitía
afecto maternal a cada uno de sus pequeños pacientes
y a sus familias y, de esa manera, enseñaba a los futuros médicos que medicina sin amor no es medicina.
Años más tarde nos reencontramos en el servicio público. Tuve el honor
y el placer de compartir con ella
responsabilidades en el Ministerio de Salud, su apoyo
y consejo me ayudaron mucho en las tareas que nos
habían encomendado. Viene a mi mente una anécdota que dice mucho de su
carácter: una mañana fría
sabanera la llamé para que me acompañara a visitar
el pabellón pediátrico del Hospital San Francisco de
Asís en Quibdó, yo la necesitaba allí. A las seis de la
mañana nos encontramos en el aeropuerto militar de
CATAM y abordamos un pequeño avión; cuando estábamos tomando pista, el
piloto se devolvió sin explicaciones y tuvimos que descender porque
había llegado
un general acompañado de una jauría canina y necesitaba volar a cumplir
una cita de cacería. Entré en estado de indignación, pero María Teresa
calmó mi ánimo
hasta que, horas más tarde, pudimos abordar un viejo
DC-3 y volar en irregulares condiciones al Chocó. En
ese episodio conocí la paz de su espíritu y pude cumplir la misión
sosegadamente. Sobra decir que a los dos
días relaté el caso en el Consejo de Ministros, y lo que
más impresionó a los asistentes fue la actitud tranquila
y sosegada de la doctora María Teresa.
..............
1 Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina.
Seguí con interés sus pasos en el servicio público: ministra de Salud
en la administración Betancur y de
Trabajo en la de Virgilio Barco, con destacado desempeño en ambas
carteras. Perteneció al Partido Liberal,
del que fue consejera en asuntos sociales. Luego regresó al sector
privado, nada menos que como directora
de Colsubsidio. Posteriormente, ocupó la presidencia
de Acemi, gremio de las aseguradoras en salud; participó en la junta
directiva de la Clínica Shaio y en la
delegación colombiana ante la FAO; y años más tarde ocupó la
presidencia de la Asociación Colombiana
de Departamentos. En cada uno de estos altos cargos
marcó una ruta de importantes realizaciones y transformaciones, sin
dejar de ser la misma persona y profesional sencilla, afectuosa y
afable.
En los últimos años hablábamos esporádicamente por
teléfono, casi siempre sobre la situación de salud del
país, lo complicada que se había vuelto la política y sobre el incierto
futuro nacional. Nos encontramos algunas veces en el hemiciclo de la
Academia Nacional de
Medicina, adonde llegaba en su silla de ruedas y con
su bala de oxígeno, acompañada por el médico Rafael
Saade, su compañero de vida, quien siempre le transmitió esa alegría y
jovialidad que tienen las gentes de
la costa. Poco a poco su vida se fue apagando y, ahora,
solo nos quedan buenos recuerdos de María Teresa y
la tristeza de no poderla ver con esa sonrisa y amabilidad que jamás la
abandonaron. La paz la acompañe
en su tumba.