Resúmen
La enfermedad de Hansen o lepra es una patología de carácter infeccioso
que afecta principalmente
el sistema nervioso periférico y es potencialmente incapacitante. El
tratamiento antibiótico se inicia a
partir de la segunda mitad del siglo XX y ha convertido esta enfermedad
en una patología rara, aunque en nuestro medio todavía se considera
endémica. La mayoría de los diagnósticos se realizan en el
primer nivel y prácticamente todos los pacientes reciben su tratamiento
y realizan sus controles en los
centros de atención primaria, donde no siempre existe la pericia
necesaria por parte del personal sanitario para atender de forma
integral estos casos. Por ello, se propone una revisión del tema a
partir de
los recursos disponibles en atención primaria y la experiencia práctica
de la consulta ambulatoria y de
urgencias, contrastando los mismos con la literatura relacionada,
enfatizando las consideraciones que
pueden ser requeridas en el campo y recomendando las medidas a tomar en
cada situación especial.
Palabras clave: Enfermedad de Hansen; lepra; tratamiento; atención primaria; clínica.
..............
1 Médico y Cirujano, profesional
especializado, Instituto Nacional Salud, Bogotá D.C.
2 Odontóloga, profesional especializada,
Instituto Nacional Salud, Bogotá D.C.
3 Médica y Cirujana, Unidad de Sanidad
Seccional Bogotá Policía Nacional, Bogotá D.C.
4 Médico y Cirujano, Fundación Hospital
San Carlos, Bogotá D.C.
CLINICAL ASPECTS OF THE TREATMENT OF LEPRA IN
PRIMARY CARE
Abstract
Hansen’s disease or leprosy is an infectious pathology
that primarily affects the peripheral
nervous system and is potentially disabling. Antibiotic treatment
begins until the second half
of the twentieth century and it has turned Hansen’s disease into a rare
pathology, although
in our environment it is still considered endemic. Most diagnoses are
made at the first level
and practically all patients receive their treatment and carry out
their controls in primary care
centers, where there is not always the necessary expertise on the part
of health personnel to
fully handle these cases. For this reason, a review of the topic is
proposed, based on the resources available in primary care and the
practical experience of ambulatory and emergency
consultation, contrasting them with the related literature, emphasizing
the considerations that
may be required in the field and recommending the measures to take in
each special situation.
Keywords: :
Hansen’s disease; leprosy; treatment; primary care; clinic
Introducción
Uno de los aspectos fundamentales en el manejo de
una enfermedad infecciosa de interés en salud pública
como es la enfermedad de Hansen, conocida también
como lepra, que por su baja frecuencia actualmente ha
devenido en considerarse como una enfermedad rara,
con toda la problemática que ello implica (1), ubicada
ahora dentro del grupo de enfermedades emergentes,
reemergentes y desatendidas (2), es garantizar el conocimiento del tema
por parte del personal de atención
primaria, puerta de entrada que asegura el manejo
integral con equidad al acceder al servicio de salud,
cumpliendo con dar acceso por primera vez para cada
necesidad; atención centrada a largo plazo en la persona (no en la
enfermedad); atención integral para la mayoría de las necesidades de
salud, y atención coordinada cuando debe buscarse en otro lugar (3), a
lo que
hay que agregarle el conocimiento de la idiosincrasia
individual del paciente y del colectivo en que vive, por
lo que los servicios de medicina general, odontología,
enfermería y bacteriología, entre otros, deben contar
con conocimientos teóricos suficientes para afrontar
eventualmente un caso de lepra, darle el manejo apropiado y evitar el
diagnóstico tardío y el tratamiento
incompleto (4, 5, 6).
La responsabilidad de difundir estos conocimientos
recae inicialmente en las facultades de salud de las
universidades a nivel de pregrado, dentro del proceso
de formación del talento humano en salud, con enfoque en los derechos humanos tanto del médico como
del paciente (7), y luego depende de las actividades de
asistencia técnica del Programa Nacional de Control y
Eliminación de la enfermedad de Hansen, en cabeza
del Ministerio de Salud y Protección Social, el Instituto Nacional de Salud y las direcciones y laboratorios
de salud pública de cada entidad territorial para el área
operativa (8, 9), apoyados con las actividades de actualización en cada institución prestadora de servicios de
salud y otras lideradas por organizaciones no gubernamentales como la Asociación Alemana de Asistencia
al Enfermo con Lepra y Tuberculosis (Deutsche Lepra
Und Tuberkulosehilfe - DAHW, por sus siglas en alemán) y las actividades -cada día más importantes- de
las asociaciones de pacientes afectados por la enfermedad de Hansen (10).
Corresponde a los profesionales de la salud con conocimiento de esta
patología realizar los esfuerzos posibles con los medios disponibles
para visibilizar la enfermedad de Hansen, su diagnóstico y tratamiento
y la
atención al enfermo y a sus convivientes, impulsando
la capacitación e investigación sobre este tema en las
instituciones en que laboran y compartiendo sus conocimientos en
eventos académicos y científicos.
Aunque se dispone de una Guía de Atención de gran
calidad, periódicamente actualizada, conforme ha
disminuido la endemia de esta patología también ha
disminuido en la práctica el conocimiento médico en
atención primaria sobre el manejo de la enfermedad,
siendo común encontrar profesionales de la salud en
atención básica que nunca han visto a un enfermo de
Hansen en su práctica habitual, siendo más excepcional aún haber logrado el diagnóstico del caso nuevo,
con inquietantes eventos en que el paciente termina
siendo referido al especialista para tratamiento específico o resulta el paciente con más conocimientos del
tema que el médico tratante (9, 10). El lector no podrá
dejar de contrastar esto con su propia experiencia.
Se plantea entonces la necesidad de revisar los conocimientos requeridos para tratar la enfermedad de
Hansen desde el momento que entra al consultorio
médico el paciente diagnosticado en cualquier servicio
de salud; considerar también las reacciones lepróticas,
las recaídas o recidivas de la enfermedad y el manejo
de prevención y rehabilitación que ha de direccionarse
desde el primer nivel de atención.
Métodos
Se revisaron las características principales de la atención al enfermo
de Hansen, teniendo en cuenta los
recursos disponibles en la atención primaria y la experiencia práctica
de la consulta ambulatoria y de urgencias, contrastándolos con la
literatura relacionada
con el tema. Lo anterior con el criterio de ofrecer al
profesional -de forma amena- un horizonte del deber
ser en el tratamiento de esta enfermedad.
Aspectos sociales y psicológicos
Como parte de la lucha contra el estigma, se prefiere
omitir siempre que sea posible la palabra lepra y reemplazarla por la expresión “enfermedad de Hansen”
(en portugués hablan de Hanseniasis). Este cambio es
especialmente útil cuando el paciente, su familia e incluso algunos miembros del personal de salud, aún no
han recibido la educación necesaria para comprender
que, finalmente, significan lo mismo, pero no importa,
porque el estigma se combate con cultura.
El tratamiento para la lepra o enfermedad de Hansen
inicia con la forma en que se comunica la confirmación del diagnóstico, cómo se abordan con la persona
los aspectos básicos de la enfermedad y cuáles son los
pasos por seguir. Va mucho más allá de una prescripción y se enmarca en la expectativa de los pacientes
que se les brinde siempre una atención concienzuda,
diligente y conforme al estado de los conocimientos
médicos. No se basa solo en los avances científicos y
tecnológicos, sino en la conciencia y estructura de valores que forman a los profesionales de la salud. De
ahí que el sentido de la responsabilidad social y profesional se destaque por un profundo humanismo y una
alta capacidad de respuesta frente a las necesidades
sociales (11).
Durante miles de años la lepra fue la afección más temida para la
humanidad. El desconocimiento de su causa, tratamiento, cronicidad y la
baja mortalidad,
hacía permanente la visión de los estragos que realizaba sobre los
cuerpos de las personas afectadas, mutilaciones extremadamente
discapacitantes y horrorosas desfiguraciones generadoras de estigma,
durante
décadas de la vida de estos desafortunados seres, formando así el mito
de la enfermedad que permanece
hasta nuestros días. El paciente es ajeno a la relación
biológica establecida por el bacilo con su organismo, y
en cambio vive inmerso en una sociedad que mantiene aún creencias
atávicas y místicas de la enfermedad
(12), basadas incluso en interpretaciones erradas de los
textos bíblicos, completamente aclaradas a la luz de
los conocimientos científicos actuales.
Entender que la lepra es una enfermedad infecciosa
crónica, transmisible, producida por el Mycobacterium
leprae (bacilo de Hansen), que afecta al sistema nervioso periférico,
piel, nariz, ojos, tracto respiratorio superior, manos, pies, músculo
estriado, testículos, riñón y
algunos huesos pequeños, que corresponde a una neuropatía periférica
curable, sin secuelas en sus estados
iniciales, capaz de producir daño grave e irreversible
si no recibe el tratamiento adecuado, con secuelas incapacitantes que
demandan atención compleja y costosa en sus formas avanzadas o dejada a
su evolución
natural (13), es el primer paso por parte del personal
de salud para poder explicar al paciente las perspectivas frente a la
enfermedad y llegar a impartir no tan
solo un tratamiento, sino la educación necesaria para
el manejo de esta entidad que acompaña al paciente
de por vida. Este conocimiento es trascendental para
garantizar un abordaje integral de la enfermedad de
Hansen.
En términos de formación profesional, contando con
los elementos básicos de psiquiatría y la experiencia empírica
adquirida en la práctica de pregrado, el médico
puede realizar una adecuada aproximación psicológica
inicial y exitosa con su paciente, sin dejar de lado la conveniencia de
un plan de manejo multidisciplinario sistemático, que incluya las áreas
de psicología y trabajo
social cuando considere pertinente, con miras a superar
el daño emocional y psicosocial que puede causar ser
diagnosticado con la enfermedad de Hansen (14).
Para este primer contacto, es fundamental que el sistema de salud
implemente canales formales, colaborativos y permanentes de apoyo al
equipo de salud de
atención primaria en los municipios, con el liderazgo
del mismo Ministerio de Salud y Protección Social, y
convocando a los diferentes actores con experiencia de
todo el país y a los enfermos de Hansen con vocación
de compartir las dificultades y éxitos de su tratamiento.
Ya sea solo o con el apoyo multidisciplinario (enfermera del Programa, bacterióloga o cualquier otro agente
de salud empoderado), el médico ha de esforzarse en
prever la respuesta del paciente ante la enfermedad,
los conocimientos previos individuales, familiares y
culturales identificables en el entorno psicosocial, el
nivel educativo e incluso la religión que profesa, confrontando estos conceptos con el conocimiento actual,
y aclarando las inquietudes que se puedan presentar
(12). No se trata de minimizar la enfermedad, sino de
hacer un acercamiento real de las opciones disponibles
y las responsabilidades que por mucho tiempo han de
asumirse para el manejo adecuado de la lepra por parte del paciente y de su familia, enfocándola como lo
que es actualmente, una enfermedad curable, a pesar
de que los casos más visibles presentan discapacidades, desfiguraciones y minusvalías severas (5).
El mito ha de abordarse explorando delicadamente los
conceptos que el paciente tiene de la enfermedad. La
experiencia en la atención de los enfermos de Hansen
coloca los precedentes de segregación -aislamiento y
las menciones bíblicas como determinantes de estigma
interno que debe ser aclarado lo más tempranamente posible- explicando
al paciente que el agente causal
es un germen en interacción con su organismo, como
cualquier otro agente infeccioso, y que tiene tratamiento (15). Se debe
enfatizar en la ausencia de cualquier
carácter místico, hereditario o de maleficencia (embrujos, maldiciones
o pecado). En este punto ha de tenerse
especial cuidado en explicar al paciente y sus familiares la baja
posibilidad de contagio del bacilo y el lento
desarrollo de la enfermedad, durante décadas incluso,
antes de generar signos y síntomas que lleven a sospechar el
diagnóstico, lo que hace muy difícil establecer la posible fuente de
contagio. Ha de mencionarse
igualmente la baja susceptibilidad del ser humano para
permitir la infección e incluso el desarrollo ulterior de
la enfermedad, recalcando el curso asintomático, así
como la curación espontánea, que en muchos casos
jamás alcanza a diagnosticarse. Este acercamiento es
muy importante en la prevención del estigma a partir
de los prejuicios relacionados con la lepra y en la generación de
confianza por parte de la familia y la persona
afectada hacia el equipo de salud tratante (16).
La terapia farmacológica
La piedra angular en la atención de la lepra incluye
tanto los medicamentos utilizados como antibióticos
contra el bacilo de Hansen como los empleados en el
manejo de las leprorreacciones (conocidas también
como cuadros reaccionales), los cuales deben ser abordados
conjuntamente en toda mención del tratamiento
de la lepra (17). El conocimiento cabal y detallado de
ambos grupos es de igual importancia, pues mientras
el primero es indispensable para cortar la cadena de
transmisión de la enfermedad, el segundo es fundamental en la
prevención de discapacidades. Se debe
enfatizar en la eficiencia del tratamiento actualmente
utilizado para combatir el bacilo, eliminando la posibilidad de
contagio, y previniendo el desarrollo de discapacidades, deformidades y
secuelas con el manejo de
los cuadros reaccionales.
Para la historia queda el recuento de los múltiples tratamientos usados previamente para combatir al bacilo
de Hansen, desde los baños en aguas termales azufradas, usadas por Don Gonzalo Jiménez de Quesada
(18), fundador de Bogotá, costumbre aún vigente en
el uso recomendado de los baños de “los Chorros” en
el municipio de Agua de Dios, hasta la seroterapia implementada por el distinguidísimo Sr. Dr. Juan de Dios
Carrasquilla Lema (19), sin olvidar el uso milenario
de la chalmugra (20), todas con efectividad debatible,
pero evidencia indiscutible de la búsqueda constante
de curación de la enfermedad de Hansen por parte de
la humanidad, de lo cual no era ajena la comunidad
científica colombiana (21).
La poliquimioterapia (PQT) o terapia
multidroga (TMD)
Antes de entrar a detallar cada uno de los medicamentos, es importante
mencionar que la poliquimioterapia (PQT) o terapia multidroga (TMD),
usadas
desde 1982 (13), se presenta actualmente en forma de
blíster, los medicamentos se empacan ordenadamente
por días para su uso mensual (un blíster por mes). En
nuestro medio de atención primaria (y en las guías) se
utiliza más el término poliquimioterapia.
En el blíster están organizados de tal forma que es
sencillo identificar la primera dosis (que incluye la rifampicina) y las de los días restantes. La prescripción
suele realizarse en número de blísteres (uno o dos,
ya que los controles médicos pueden ser hasta cada
dos meses), registrando la forma de la toma de los
medicamentos.
No pocas veces, dada la dispersión geográfica, los costos elevados de transporte y la frecuente ruralidad en
que se encuentran algunos enfermos de Hansen, se ha
de requerir la prescripción de más de dos blísteres en la
misma consulta, dejando la supervisión de la primera
toma mensual a cargo de personal responsable de la
comunidad (la auxiliar de enfermería del puesto de salud, el maestro de la escuela veredal o el presidente de
la Junta de Acción Comunal).
Además de realizar el seguimiento por medio de visitas domiciliarias y la observación del avance en el
consumo de los medicamentos del blíster, hay otras
formas indirectas de verificar el uso de la PQT, como
se verá más adelante (22).
Según la clasificación bacteriológica y la edad del paciente,
encontramos cuatro blísteres identificables fácilmente por colores: Los
blísteres rojo y verde para
el tratamiento en adultos de los casos multibacilares o
paucibacilares, respectivamente; igualmente amarillo
o azul para los casos de lepra en niños; y para aquellos
con peso menor de 20 Kg se requiere la prescripción
aparte de la rifampicina en suspensión, para poder
ajustar la dosis por peso. En estos casos siempre es recomendable
solicitar la asistencia técnica del programa o de alguno de los
expertos en el tema, ya que las
presentaciones de la dapsona y la clofazimina no son
tan fáciles de dividir.
La PQT tiene pocos efectos secundarios y menos efectos adversos y
contraindicaciones, pero algunos son
graves, lo que ocasionalmente se observa en la práctica
clínica de la atención primaria (23). Esto, sumado a
la pérdida de experticia originada en la disminución
del número de casos nuevos encontrados cada año, a
la dispersión geográfica de los mismos y a la alta rotación del
personal de salud, hace que resalte la necesidad de conocerlos, tanto
por parte del médico, quien
debe verificar algunos parámetros antes de iniciarla,
del equipo de salud, del paciente y de sus familiares,
vigilando su aparición y promoviendo su reporte oportuno.
La Dapsona
La DDS o 4,4’-diaminodifenilsulfona, fue el primer
medicamento usado efectivamente contra la enfermedad de Hansen (24) y el responsable del inicio del fin
de esta patología que se encuentra ya visible en el horizonte. Viene en el blíster en forma de tabletas de 25
mg en las presentaciones pediátricas y de 50 mg para
adultos, sin que se puedan diferenciar unas de otras
por fuera del empaque.
Actúa como análogo estructural del ácido paraminobenzoico (inhibiendo competitivamente a la enzima
dihidropteroato sintasa bacteriana), necesario para
que la bacteria sintetice su ácido fólico, a su vez esencial en la elaboración de las purinas requeridas para
generar los ácidos nucleicos vitales para el crecimiento y multiplicación del bacilo (25). De esta forma el
Mycobacterium leprae envejece y muere sin lograr generar descendencia, eliminando así la contagiosidad de
la enfermedad de Hansen y desapareciendo eventualmente del organismo del enfermo.
Como bacteriostático de uso diario y permanente, permitió que muchos
pacientes pudieran ser dados de alta
una vez alcanzada la negativización de la baciloscopia,
lo que originó el término de “curado social”, logrando
que el enfermo de Hansen pudiera ser reintegrado a
su núcleo familiar, lo que a su vez desencadenó una
evolución de las costumbres e incluso de la legislación
que regulaba de manera draconiana la situación de las
personas afectadas por el Mycobacterium Leprae, sometiéndolos a
inhumanas condiciones de aislamiento, ostracismo y estigma, aunque en
muchas circunstancias
esto no se ha logrado totalmente (21, 26, 27).
Su aporte en la lucha contra el estigma es incuestionable, y sin embargo, el uso generalizado en monoterapia
originó la aparición de resistencias a mediados de los
70, por lo cual se hizo necesario adicionar otros antibióticos a la terapia a partir de 1982 (28, 29, 30, 31).
Un recordatorio de su uso exclusivo aparece en la ficha
de inicio de tratamiento cuando se clasifica la recidiva
como “Mono” o PQT.
Aunque la resistencia está documentada, actualmente
la continuidad de su uso está sustentada en un buen
porcentaje de sensibilidad a nivel mundial y en el efecto
antiinflamatorio observable también en sus múltiples indicaciones
dermatológicas.
En la práctica del Programa de Hansen, la alergia a la
dapsona es el efecto adverso más frecuente, por cuanto
impide su uso en el tratamiento del enfermo de Hansen.
Como su empleo general no es frecuente (aparte de la
enfermedad de Hansen, la prescripción de la dapsona
la realizan los dermatólogos para algunas patologías
muy específicas), ha de investigarse en la anamnesis y
registrarse la historia de alergias a otros medicamentos del grupo de las sulfonamidas, conocidas también
como sulfas, siendo el más conocido la combinación
de sulfametoxazol y trimetropim, usado frecuentemente en infecciones urinarias y de la piel (24).
Si bien las sulfas están contraindicadas en el embarazo y en niños
menores de 6 años, el uso de la dapsona en las dosis recomendadas para
el tratamiento
de la enfermedad de Hansen está globalmente aceptada, requiriéndose
descartar previamente a su inicio
afecciones en la función renal y la presencia de una
anemia hemolítica por deficiencia de glucosa 6 fosfato
deshidrogenasa, la más frecuente del mundo (25, 32).
Dado que la alergia puede progresar a un síndrome
de Stevens-Johnson (SSJ), existe una contraindicación
absoluta para su uso, y se ha de requerir la suspensión
inmediata del medicamento en caso de que ya se haya
iniciado (25), y el manejo como urgencia vital, ya que
SSJ puede llegar a ser fatal.
La Clofazimina
Llamada coloquialmente Lamprem® (una marca comercial de Novartis®), corresponde a la N,5-bis (4
clorofenil)-3,5-dihidro-3-((1-metiletil) imino)-2-fenazinamina. Sin conocerse exactamente su mecanismo de
acción, ya que se trata de un pigmento liposoluble de
riminofenazina, al parecer actúa sobre el ADN micobacteriano inhibiendo su crecimiento y multiplicación
(33).
Posee una fuerte acción bacteriostática y débilmente
bactericida sobre el bacilo, con una muy importante
acción antiinflamatoria sobre la respuesta inmunológica responsable de las leprorreacciones, que en la
práctica lo hace merecedor de una importancia equivalente a la dapsona y la rifampicina de la PQT. Su
presentación en el blíster es en forma de bellas perlas
blandas achocolatadas, las cuales preferiblemente se
deben ingerir sin masticar, inmediatamente después de
alguna comida. En Colombia no se han encontrado
resistencias a la clofazimina (33, 34).
El efecto secundario más notable es la pigmentación
de la piel, aumentando en las zonas afectadas por la
enfermedad, lo que causa molestias estéticas en no
pocas ocasiones, sobre todo en algunas personas que
presentan formas distintas de la enfermedad, mientras
que otras, en las formas lepromatosas, suelen ofrecer
un discreto, pero uniforme bronceado, ambos casos
son útiles para vigilar la ingesta no supervisada del medicamento (34).
En cuanto a los efectos secundarios,
los más frecuentes son los gastrointestinales, nausea,
vómito y diarrea; en casos extremos puede ser fatal por
enteropatía letal por su uso prolongado como antineurítico,
especialmente en el manejo de los cuadros reaccionales. Todos estos
efectos son reversibles si se detectan a tiempo, por ello ha de tenerse
extremo cuidado
en la anamnesis de informar al paciente estos efectos
y prepararlo para mantener su vigilancia e informarlos
oportunamente (33, 34, 35).
Una situación propia del programa se presenta cuando se requiere
utilizar clofazimina para el manejo de
una leprorreacción de tipo 2 (conocido también como
eritema nodoso leprótico - ENL) con respuesta inadecuada al manejo
inicial con corticoides. En este caso la
fuente del medicamento se encuentra en el blíster, conservando el resto
del esquema (la dapsona y la rifampicina), para utilizar como esquema
de PQT paucibacilar o para disponer de dapsona, cuando esté indicada
por dermatología. En cualquier caso, este uso debe ser reportado al
Ministerio de Salud y Protección Social,
para que el programa lleve el control de la medicación
disponible.
Rifampicina
Si bien el papel de la dapsona y de la clofazimina en
el tratamiento de la enfermedad de Hansen está claramente reconocido, la reina del blíster es la rifampicina,
que inhibe la ARN polimerasa, bloqueando la síntesis
del ARN mensajero y por tanto de las proteínas que
requiere el bacilo para sobrevivir y prosperar, siendo
por esto un poderoso bactericida (36). Este efecto, tan
conocido en el tratamiento de la tuberculosis por el
personal de salud, llega al extremo de lo espectacular
en la lucha contra la lepra, ya que destruye el 99 % de
los bacilos de Hansen con la primera dosis, requiriendo solamente la ingesta mensual de una dosis mucho
menor que la usada contra el
Mycobacterium tuberculosis
(35, 36). Este comportamiento la hace de promisoria
utilidad para los que planteamos su uso profiláctico
como medida de aceleración del declive del
Mycobacterium leprae y alcanzar eventualmente la erradicación de
esta enfermedad. (37).
A las dosis habituales de la PQT, los efectos secundarios son
notablemente menores que en el tratamiento de la tuberculosis,
encontrando de forma similar
la coloración rojiza de las secreciones corporales (a
lo que aporta también la clofazimina), aunque aquí
la utilidad como elemento de seguimiento de la ingesta del tratamiento
es menor, ya que en la PQT la
dosis mensual es supervisada. La hepatitis colestásica puede llegar a
observarse al inicio del tratamiento,
sobre todo en personas ancianas con afectación previa del hígado, por
lo que es útil una valoración de
la situación hepática del paciente antes de iniciar el
tratamiento (36).
Ha de prestarse especial atención a las interacciones
medicamentosas por ser un inductor de las enzimas
del sistema citocromo P450, reduciendo la efectividad
de los anticonceptivos, lo que aumenta la posibilidad
de un embarazo, situación a tener en cuenta sobre todo
en aquellas pacientes que están recibiendo manejo antirreaccional con
talidomida. Igual situación se podrá
observar con las dosis de corticoides, sea en la reacción
tipo 1 (conocida también como reacción reversa) o 2
(ENL), con un efecto esperado menor, debiendo aumentarse la dosis
perceptiblemente. También se disminuye la acción de los
hipoglicemiantes orales y de los
anticoagulantes, por lo que es necesario monitorear su
efectividad y ajustar las dosis necesarias (36).
Por otra parte, el aumento de la vida media de la rifampicina causado por los macrólidos, las quinolonas
y varios antimicóticos derivados de los azoles, no es
significativa en el tratamiento de la enfermedad de
Hansen, ya que en la PQT la dosis de rifampicina es
única cada mes.
Así como con la dapsona, hay resistencia reportada a
la rifampicina por parte del bacilo de Hansen, lo que
explicaría un porcentaje de las recaídas por recurrencia y algunos de los casos de persistencia bacteriana. A
pesar de esto, el inicio de tratamiento con PQT sigue
siendo el esquema recomendado y generalmente efectivo, debiendo vigilarse por parte del equipo de salud
aquellos casos sin mejoría clínica ni bacteriológica.
Tratamiento de las Leprorreacciones o
cuadros reaccionales
La enfermedad de Hansen es una enfermedad infecciosa crónica, transmisible, producida por
Mycobacterium leprae (bacilo de Hansen), capaz de producir daño
grave e irreversible, con secuelas incapacitantes que
demandan atención compleja y costosa en sus formas
avanzadas o dejada a su evolución natural (13). Las
leprorreacciones son respuestas inflamatorias desencadenadas por la interacción del bacilo con el sistema
inmune del huésped, y desencadenan veloz y eficientemente un daño tisular intenso sobre las zonas donde
se ha ubicado el bacilo, lesionando el tejido neural periférico, a veces de manera irreversible. Este daño es el
responsable, en últimas, de la generación de las discapacidades, deformidades y secuelas más ostensibles de
la enfermedad. Las leprorreacciones solo afectan a los
enfermos de Hansen y pueden aparecer antes, durante
o después de tratamiento (38).
La aparición de los signos y síntomas reaccionales deben ser motivo de
alarma y motivar un manejo urgente, efectivo y suficiente a fin de
limitar el daño de los
troncos nerviosos y minimizar el nivel de discapacidad
resultante, ya que lo que hace el bacilo en décadas, un
cuadro reaccional lo establece en una o dos semanas
(38, 39).
Así como en el Programa se enfatiza en educar al paciente y sus familiares sobre la enfermedad, sus causas
y características, la acción y los efectos secundarios de
la PQT y el autocuidado y prevención de discapacidades, del mismo modo se les debe instruir para detectar
a tiempo y acudir al servicio de urgencias tan pronto
como se presenten los primeros síntomas reaccionales
e iniciar el tratamiento oportuno.
El Programa de Hansen local debe prever la aparición
de las leprorreacciones en sus pacientes y desarrollar
las acciones necesarias para asegurar que el personal
sanitario sea capaz de identificar los síntomas, diagnosticar el tipo
de reacción e iniciar el manejo pertinente sin ningún tipo de dilación,
ya que se debe considerar al menos como un triage 2. Esto es de la
mayor
importancia si se considera que al menos la mitad de
las discapacidades severas se presentan en pacientes
que han padecido leprorreacciones.
En la práctica, no es extraño que el enfermo de Hansen se presente con
un cuadro reaccional en el servicio
de consulta externa, pues es allí donde conocen su situación de salud y
manejan las condiciones exclusivas
del Programa, especialmente planteadas para el manejo del estigma. Por
este motivo el personal responsable debe compartir periódicamente la
información
pertinente con los profesionales del área de urgencias,
y los médicos con experticia deben estar dispuestos a
responder las interconsultas que el colega del servicio
de urgencias pueda solicitar, incluso informalmente,
aunque estén atendiendo consulta ambulatoria o pacientes
hospitalizados.
Corticoides
En términos generales, los primeros medicamentos
disponibles en la atención de primer nivel con la eficacia necesaria para controlar el cuadro reaccional son
los del grupo de los glucocorticoides, cuyos potentes
efectos antiinflamatorio e inmunosupresor se alinean
perfectamente con los objetivos de la terapia antirreaccional inicial, limitando el daño directo de los tejidos
afectados y bloqueando la respuesta inmune que lo origina, lo más rápido posible, en el servicio de urgencias.
De todos ellos es relevante mencionar a la prednisolona (39), que
inhibe la síntesis de prostaglandinas y
leucotrienos, disminuyendo en consecuencia la actividad de los
leucocitos y macrófagos, la liberación de
enzimas hidrolíticos por los lisosomas granulocíticos
y la producción de radicales libres de tipo superóxido,
entre otras acciones. Acción similar presenta la hidrocortisona o la
dexametasona, medicamentos disponibles por vía parenteral y sobre los
que debería recaer la
intervención inicial en urgencias cuando la leprorreacción se presente
de forma grave.
La dosis a utilizar es la misma que habitualmente se
usa en cada medicación, siendo importante que el
personal médico tenga buena experiencia en el manejo de las indicaciones, posología, efectos secundarios
y contraindicaciones, tanto en urgencias como en la
consulta ambulatoria, por lo cual no se abordarán estos temas.
Lo significativo en relación con el manejo de la lepra y
la experticia asociada, gira alrededor de predecir su necesidad conociendo los factores desencadenantes del
cuadro reaccional (traumas, embarazo, coinfecciones,
parasitosis e incluso el mismo inicio de la PQT, entre
otras) e iniciarlos de forma precoz cuando los signos y
síntomas de la leprorreacción apenas se noten.
Talidomida
Junto con la clofazimina son los dos medicamentos
antirreaccionales que en la práctica manejan el programa como segunda línea para el tratamiento de las
leprorreacciones, pues, aunque se considera de primera elección contra la leprorreacción tipo 2 (ENL), son
pocos los servicios de salud que disponen de reservas
de este medicamento para su uso inmediatamente posterior al diagnóstico de la reacción tipo 2.
En la realidad, debe considerarse su utilización previa solicitud del
medicamento, de forma similar a
como se solicitan los blísteres, haciendo énfasis en la
confirmación clínica de la reacción tipo 2 (ENL), por
carecer de exámenes paraclínicos que la diferencien
con oportunidad de la reacción tipo 1 (reacción reversa), ante lo cual
el programa debe responder enviando lo más expeditamente posible el
medicamento. En
busca de fomentar el desarrollo de la experticia, se
recomienda que todas las leprorreacciones sean documentadas y los casos
examinados por un comité
de expertos a nivel departamental o nacional, realizando la
retroalimentación inmediata de cada caso
clínico, lo cual aporta mayor eficacia y oportunidad
del manejo antirreaccional a nivel global para todos
los actores del programa, aprendiendo todos en el
proceso.
La (RS)-2-(2,6-dioxopiperidin-3-il) isoindol-1,3-diona,
conocida como talidomida, inhibe la fagocitosis y la
quimiotaxis leucocitaria, la síntesis nueva de IgM,
la producción del factor de necrosis tumoral (TNF),
interfiere en la expresión de los receptores B2 de las
integrinas presentes en las membranas celulares leucocitarias y
disminuyen la relación de linfocitos T ayudadores con los linfocitos T
supresores (39).
La acción contundente contra la leprorreacción tipo
2 se opaca por los numerosos efectos secundarios e
indeseables, en especial la teratogénesis, que produce
la focomelia en hijos de mujeres que recibieron este
medicamento al menos una vez durante la gestación.
Estos niños nacen con inteligencia normal. A menos
que se garantice un método de planificación familiar
definitivo, el riesgo al usar la talidomida frente a la reacción tipo 2
es muy alto por el posible resultado, aun
reconociendo que no en todos los casos se presenta la
teratogénesis (en el Sanatorio de Agua de Dios ESE
tuvimos un caso, la paciente estaba recibiendo talidomida y no tuvo
regularidad en el uso de los anticonceptivos. El fruto fue un niño
absolutamente sano, con
el control prenatal más detallado que recuerde).
El otro efecto indeseado es el de la polineuritis (40),
asunto complejo en el manejo de una patología como
la enfermedad de Hansen y sus cuadros reaccionales,
caracterizadas por la afectación neural periférica. En
la práctica el uso de la talidomida y su posible efecto sobre el
sistema nervioso periférico es imposible
de diferenciar en una persona afectada por el Eritema
Nodoso Leprótico (leprorreacción tipo 2), pero la consecuencia de no
usarla o hacerlo tardíamente es inexorablemente el desarrollo de
secuelas graves con grado
severo de discapacidad permanente, que marcará de
por vida al enfermo de Hansen.
Las dosis a utilizar frente a una leprorreacción tipo 2
debe ser la máxima disponible, siguiendo en términos
generales la misma concepción considerada con la
prednisolona y la clofazimina, dado que la respuesta
deseada debe ser la más efectiva posible. Con tabletas
de 100 mg se utilizaría 400 mg conjuntamente con dosis plenas de prednisolona e incluso de clofazimina,
vigilando la respuesta al día de ser posible durante la
primera semana, para iniciar la disminución de la dosis lenta y progresivamente. Dado que muchas veces la
talidomida solo está disponible en los servicios luego
de hacer el pedido y recibirlo, lo que en la práctica sucede es que el paciente ya tiene instauradas las dosis
plenas de prednisolona.
Aspectos no farmacológicos
Como parte del tratamiento, reconociendo integralmente la atención del paciente, y considerados los
aspectos psicosociales y farmacológicos como parte
de la terapéutica, resulta fundamental insistir en el reconocimiento de la fisioterapia como parte capital del
tratamiento, siendo su prescripción y seguimiento tan
válidos éticamente como el manejo farmacológico con
PQT y de los cuadros reaccionales.
Un plan de prevención y manejo de discapacidades es
necesario para certificar la atención integral, promoviendo de esta
forma en el paciente enfermo de Hansen una cultura de autocuidado que
haga permanente
y cotidiano el reconocimiento de los riesgos y las medidas a tener en
cuenta con los limitantes de discapacidad sensitiva y motora.
Conclusiones
Más allá de la formación académica del equipo de
atención en las facultades de salud del país, se deben
reconocer las limitaciones que existen para llevar a la
práctica y sobre el terreno la atención integral de las
personas afectadas por la enfermedad de Hansen, lo
cual afecta de forma preocupante la detección oportuna de los casos, el tratamiento eficaz y la prevención y
rehabilitación de discapacidades.
Aunque el tratamiento farmacológico de la enfermedad de Hansen está diseñado de forma fácil de realizar
y todos los medicamentos utilizados se conocen de
vieja data, es deseable un conocimiento detallado de
cada uno, sus efectos secundarios y adversos, así como
sus advertencias y contraindicaciones. Ante cualquier
duda se debe acudir al programa o a sus expertos para
garantizar la mejor atención posible, y siempre recordar que se atiende a personas, en toda la dimensión
que eso significa.
Los medicamentos utilizados para el manejo de las
leprorreacciones son tan importantes como los que
conforman la PQT en la atención de la enfermedad de
Hansen. Su uso adecuado debe ser socializado a todos
los integrantes del Programa de Hansen que tengan
pacientes tratados o en tratamiento, y estos a su vez
deben socializarlo a los servicios de atención ambulatoria, urgencias y hospitalización. Ningún paciente
enfermo de Hansen con un cuadro reaccional puede
quedarse sin iniciar de inmediato su medicación una
vez conocido el diagnóstico.
En la actualidad se debe considerar al paciente enfermo de Hansen, no
solo como víctima de esta patología, sino como agente importante en las
actividades
del programa, por el conocimiento práctico de primera
mano que puede llegar a desarrollar y por su accionar
como multiplicador permanente y confiable de las características de la
atención.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener conflicto alguno de intereses.
Financiación
Ninguna declarada por los autores.
Agradecimientos
Los autores agradecen a sus pacientes, que sufren abnegadamente la carga de la enfermedad y nos enseñan
todos los días lecciones de humildad para ser mejores
profesionales y, sobre todo, mejores seres humanos.
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https://analesdepediatria.org/es-talidomida-una-historia-inacabada-articulo-S1695403312005383
Recibido: Marzo
01, 2021
Aceptado: Mayo
07, 2021
Correspondencia:
Fernando López Díaz flopez@ins.gov.co