Buenas tardes.
Ante todo, quiero agradecer una vez más la confianza
que los académicos han depositado en mí al elegirme
como presidente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia para los dos próximos años.
Con el fin de que conozcan un poco mejor a quién han
elegido, siento la obligación de relatar algunos aspectos de mi vida;
pero no aquellos relacionados con estudios ni con posiciones académicas
que ya han sido conocidos, sino los relacionados con mi formación como
ser humano que desde mi temprana infancia han forjado mi carácter y mi
personalidad y que se originan en
primer lugar, en el seno de mi familia.
Mis padres Roso y Graciela, ya fallecidos, nacieron en
dos diferentes pueblos del Departamento de Santander.
Mi papá era de un pueblo llamado Galán y mi mamá
de El Socorro, capital de la provincia comunera. Yo
nací en medio de esos dos pueblos, un domingo a comienzos del mes de enero, en una finca que entonces
se llamaba Canadá. Desconozco si todavía existe; una
de mis hermanas, nacida en el mismo lugar, cuando le
preguntaban sobre su lugar de nacimiento siempre decía: Canadá. Obviamente todos pensaban que se refería
al gran país del norte de América. En fin, en algunos
documentos yo aparezco como nacido en Galán y en
otros como nacido en El Socorro. Al final, puedo decir
que nací en el corazón del departamento de Santander y
por tal motivo siempre llevo a Santander en mi corazón.
Soy el quinto de 10 hermanos pertenecientes a un hogar
en el que se desconoció la equidad de género, ya que
fuimos tres hombres y siete mujeres; es decir, desde mi
nacimiento he tenido el privilegio de estar acompañado
de numerosas y valiosas mujeres. Es probable que, siguiendo este ejemplo, mi familia actual esté constituida
por dos terceras partes de mujeres y una tercera parte
hombres: dos mujeres y un hombre son mis hijos; cuento además con dos nietos: un niño y una niña.
Es muy posible que por esta marcada influencia femenina en mi formación, siempre me ha gustado trabajar
con las mujeres. Históricamente en la Academia Nacional de Medicina, la presencia de la mujer ha sido escasa;
uno de los propósitos durante mi presidencia será promover el ingreso de más mujeres a la Academia, que por
cierto las hay en el país y con muy brillante desempeño
en diferentes campos de la salud; además, estimularé a
las que ya pertenecen para que se promuevan y tengan
un mayor protagonismo en las diferentes actividades y
comisiones de la Academia. No dudo del aporte y el
brillo que ellas le darán a la institución.
Pero sigamos con mi trayectoria de vida. Del pueblo
Galán, tengo imágenes borrosas que corresponden a
mis primeros años de vida, porque a muy temprana
edad nos trasladamos a vivir en Bucaramanga, ciudad
donde realicé mis estudios de primaria y los dos primeros años de bachillerato en el famoso Colegio de
Santander. En ese entonces, el colegio público más importante de la ciudad y del departamento.
Por aquellas felices circunstancias que nos da la vida, a
los 13 años fui trasplantado a Zipaquirá para continuar
mi bachillerato; pero no al colegio de Gabriel García
Márquez, sino al Seminario Menor de los jesuitas ubicado en El Mortiño, entre Zipaquirá y Nemocón. Allí,
tuve el privilegio de cursar los últimos cuatro años de
bachillerato y obtener mi título de bachiller.
Quiero hacer un especial reconocimiento sobre la formación obtenida
durante estos años de mi vida; aquellos que han tenido el privilegio de
recibir su educación
en colegios regentados por la comunidad de los jesuitas, podrán
entender que dicha impronta se mantiene
durante toda la vida. Allí aprendí a degustar la música
clásica y el rock de Los Beatles, gustos musicales que
conservo hasta la fecha y adquirí, durante esos años
de mi adolescencia, dos características que conservo
y practico en mis actos: pensamiento crítico y respeto
por la diferencia; ante todo, respeto el derecho a disentir. De los
jesuitas, cuya filosofía conoce muy bien,
dice el papa Francisco: cuando hay una reunión de tres
jesuitas, hay cuatro pensamientos diferentes.
Al finalizar mi bachillerato en Zipaquirá regresé a Bucaramanga. En 1969 ingresé a la naciente carrera de
Medicina en la Universidad Industrial de Santander
(UIS). Hice parte de la cuarta promoción de médicos
de la primera facultad de medicina que abrió sus puertas en el oriente de Colombia. La UIS, además de ser
una Institución pública, recibía todas las influencias
de los conflictos que el país vivía en esa convulsionada época. Solo para mencionar, la UIS fue el lugar en
donde se gestó el grupo ELN en Colombia, nacido
en el primer quinquenio de los años sesenta. Allí, en
esa misma Universidad, conocí a la mujer que me ha
acompañado durante casi cincuenta años, y quien me
ha acompañado a construir mi proyecto de vida.
De la UIS, en el año 1975, pude migrar a la capital del
país e hice el internado rotatorio en el Hospital Militar
Central; luego, después del servicio social obligatorio,
regresé a esta misma institución a realizar mi especialización en
Medicina Interna primero y luego en Nefrología.
Después de terminar la residencia y graduarme como Especialista de la
Universidad del Rosario, regresé a Bucaramanga y me vinculé
laboralmente con la Universidad
Industrial de Santander, como profesor en el Departamento de Medicina
Interna y en el Hospital Universitario
“Ramón González Valencia”; allí tuve la oportunidad de
aplicar todo mi conocimiento y experiencia, logrando las
más importantes posiciones y reconocimientos a las que
un docente puede aspirar. Durante esta etapa y con el
apoyo de mi universidad, pude realizar una Maestría en
Epidemiología Clínica en la Pontificia Universidad Javeriana,
institución en la que después de trabajar durante 30
años en la UIS y alcanzar mi jubilación, me permitió vincularme a su
cuerpo docente en el mismo departamento
en el que había realizado la Maestría. Allí estuve durante
dos agradables y productivos años.
Con el anterior relato, quiero hacer énfasis en la importancia que ha
tenido el pluralismo y la diversidad
en mi formación y desarrollo académico, durante las
diferentes etapas de mi vida. Soy producto de la educación pública,
pero con gran influencia de la educación
privada; he sido beneficiado con las ventajas y desventajas de la
formación confesional y conservadora,
como también de las influencias de la formación vanguardista y liberal.
Lo anterior me ha permitido mantener una mente abierta, comprender
mejor y aceptar,
las diferentes posiciones que en uno u otro momento
pueden ser adoptadas por los seres humanos frente a
las diversas circunstancias de la vida.
A la Academia Nacional de Medicina ingresé como
Miembro Correspondiente en junio de 1994, en el Capítulo de Santander
en Bucaramanga, de la mano del
Dr. Roso Alfredo Cala Hederich, quien fue mi profesor
y mentor en la Universidad Industrial de Santander. El
presidente de la Academia era el Dr. Efraím Otero Ruiz,
último santandereano que me ha precedido en esta alta
dignidad. Posteriormente, el 1 de julio de 1999 fui promovido a Miembro
de Número, bajo la presidencia del
académico José Félix Patiño Restrepo. Es decir, después
de 27 años de actividad en la academia, 22 como Miembro de Número y 9
de continua participación en la Junta
Directiva, alcanzo esta honrosa distinción. A la junta llegué como
Tesorero el año 2012, por invitación del académico Jorge Cavelier
Gaviria, acompañando al doctor
Fernando Sánchez Torres en su presidencia y continué
luego como Secretario General con el Dr. Juan Mendoza
Vega y como Vicepresidente con el Dr. Herman Esguerra
Villamizar. Como se darán cuenta, la trayectoria y reconocimiento de
los citados académicos me compromete
aún más para ofrecer mi mayor esfuerzo con el fin de
conservar en alto los principios y valores de la institución.
La Academia Nacional de Medicina de Colombia,
institución científica sin ánimo de lucro, nace hace ya
148 años, como Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales el 3 de enero de 1873, y adquiere vida jurídica
por la Ley 71 el 22 de noviembre de 1890. Es un organismo consultor y asesor del Gobierno para todos los
asuntos relacionados con la Salud Pública del pueblo
colombiano y la Educación Médica. Tiene como misión “
contribuir al estudio y progreso de la Medicina, de la
Educación Médica y la Investigación Científica, auspiciar el
adelanto de las ciencias afines y las tecnologías complementarias, propender por la ética, el buen ejercicio profesional y el
desarrollo humanístico del médico…”
Son entonces, tres las grandes áreas en las que la Academia desarrolla
sus principales actividades: Salud
Pública, Educación Médica e Investigación Científica;
estas áreas a su vez se soportan en otras actividades
esenciales que son transversales y permean a los tres
sectores ya mencionados; ellas son: la Ética, el Humanismo y la
Tradición, que han permitido la consolidación de la Academia durante
sus largos años de funcionamiento y que se reflejan en una excelente
Biblioteca
cuya fortaleza está constituida por importantes obras
sobre historia de la medicina, cultura, humanidades y
bioética. Además, el Museo de la Academia nos recuerda la labor y el
conocimiento de quienes nos precedieron y las técnicas y tecnologías
que utilizaron
para desarrollar su ejercicio profesional.
Esta Junta Directiva se compromete, con el concurso de
todos los académicos y académicas, a trabajar en estas
grandes áreas, en particular con los ministerios de Salud, Educación,
Ciencia y Cultura; su labor fundamental será mantener todas aquellas
actividades que han
permitido el posicionamiento y liderazgo de la Academia y construir
sobre lo construido por las brillantes
administraciones que nos han precedido; apoyará las
acciones del gobierno orientadas al fortalecimiento de
los sectores anteriormente mencionados y cuando sea
necesario, cuestionará y orientará al mismo, con espíritu crítico y
constructivo, buscando siempre que el
derecho fundamental a la salud sea una realidad para
todos los colombianos, que la educación médica y la
de todos los profesionales del área, tanto en pregrado
como en posgrado, logren los mejores estándares de
calidad y que la investigación científica biomédica en
Colombia obtenga el apoyo y posicionamiento que se
requiere para contribuir de manera efectiva a resolver
los diferentes problemas de salud del país.
La Academia forma parte del Colegio Máximo de las
Academias de Colombia y de ALANAM (Asociación
Latinoamericana de Academias de Medicina); con estas entidades mantiene
relaciones de colaboración y
desarrolla acciones conjuntas. Adicionalmente, esta
junta directiva promoverá actividades con otras asociaciones como
ASCOFAME (Asociación Colombiana de Facultades de Medicina), entidad de
la que
tuve el privilegio de ser su Vicepresidente entre 1992
y 1994, con la Asociación Colombiana de Sociedades
Científicas, la que también conocí de cerca cuando fui
presidente de la Asociación Colombiana de Nefrología, la Federación
Médica Colombiana y el Colegio
Médico Colombiano. Participará en las actividades
que correspondan con sus objetivos, conservando
siempre su independencia y autonomía y respetando
así mismo la autonomía de las otras entidades en el desarrollo de sus
compromisos e intereses. La Academia
estará atenta a participar junto con otras asociaciones
y gremios, siempre y cuando las acciones propuestas
se encuentren alineadas con sus objetivos misionales.
El profesionalismo médico, basado en sus cuatro componentes
fundamentales: conocimiento científico, autonomía con autorregulación,
humanismo y comportamiento ético, será una de las áreas que
desarrollará y
promoverá la Academia Nacional de Medicina.
Existen una serie de actividades puntuales que esta Junta Directiva
deberá asumir de manera casi inmediata.
La virtualidad y el uso de tecnologías de la información
constituyen uno de los principales aportes que la pandemia de la COVID
19 nos ha dejado. Es imposible desconocer sus beneficios y su
contribución para facilitar el
acercamiento y participación de los académicos de forma más activa. Las
distancias se acortaron y la utilización del tiempo se pudo optimizar;
muy seguramente,
como ya se ha planteado, debemos incluir también en
nuestros estatutos la virtualidad; sin embargo, la Academia debe
mantener su esencia en la presencialidad y
será necesario fortalecer el núcleo de académicos que
mantengan sus actividades presenciales. La virtualidad
facilitará las relaciones con los diferentes capítulos y con
las academias regionales, lo mismo que las actividades
y reuniones de las diferentes comisiones estatutarias; indudablemente,
hará posible el desarrollo de múltiples
actividades conjuntas en tiempo real y facilitará la participación de
los académicos residentes fuera del país;
también permitirá la integración con otras organizaciones de carácter
nacional e internacional, pero se debe
fortalecer y preservar un núcleo básico de académicos
residentes en Bogotá que mantenga su actividad de manera presencial en
nuestra hermosa sede.
Hoy estamos recibiendo a los nuevos integrantes de la
Junta Directiva con quienes espero trabajar en equipo; muy posiblemente sus funciones no se limitarán a
las establecidas en el reglamento ya que con frecuencia estaré delegando funciones y responsabilidades en
cada uno de ustedes, por lo que de antemano solicito
su comprensión y colaboración.
En esta misma sesión estamos despidiendo de la Junta
Directiva a tres de sus integrantes. Con el presidente, Herman Esguerra Villamizar tuve la oportunidad de
compartir 9 años de labores y soy testigo de su empeño
y su esfuerzo para posicionar a la Academia Nacional
de Medicina como entidad consultora del gobierno en
salud y educación médica. Los documentos, producto de largas horas de trabajo y dedicación, como el de
“Transformación de la Educación Médica en Colombia” y el
de las “Recomendaciones para la Implementación de la Ley
Estatutaria de Salud”
constituyen unas pruebas de lo que
afirmo; así mismo, compartimos 6 años de labores con
Augusto Peñaranda Sanjuan como tesorero y 5 años
con David Vásquez Awad, como secretario general.
Ellos siempre estuvieron atentos para lograr cumplir
con la misión encomendada y estoy seguro de que, en
un futuro próximo, tendrán un importante lugar en la
dirección de esta institución. La pandemia también
afectó las actividades de la junta y ello nos llevó a todos los
dignatarios a prolongar nuestro período por un
año más del que correspondía a nuestra última elección.
Nunca con la intención de mantenernos en los cargos,
sino buscando la solución que nos permitiera resolver la
situación planteada de la forma más ajustada a los estatutos, como
finalmente se logró realizar esta transición.
La pandemia nos afectó a todos y nosotros no fuimos
la excepción. Ante una situación inédita como esta, no
habíamos contemplado una solución rápida y adecuada como algunos
hubiesen querido. Ahora es el tiempo
de seguir avanzando y trabajando en nuestros objetivos;
debo hacer un público reconocimiento a la Junta Directiva saliente,
expresado ya por muchos académicos, recordando la frase que le
expresaron al libertador Simón
Bolívar en alguna ocasión:
“Con los años crecerá vuestra
gloria, como crecen las sombras cuando el sol declina”.
Finalmente, solo me resta pedir a los presentes en esta
sesión, tanto de manera virtual, como presencial en
este auditorio, además de su apoyo, su comprensión
por los desaciertos que pueda tener en el ejercicio de
mi actividad como presidente. A mi esposa Inés Cecilia, a mis hijos y mis nietos tendré que robarles parte
de su tiempo para dedicarlo a la Academia.
Muchas gracias.