“Dime qué lees y te diré quién eres,
pero te conoceré mejor si me dices lo que relees”.
François Mauriac
Curiosear lo que otros leen para luego hacer conjeturas sobre el
carácter del lector es una manía de muchos amantes de la literatura.
Esta costumbre puede
ser asertiva en algunas ocasiones, pero en otras, una
ligereza. Tan ligera, como tratar de descifrar la personalidad de un
individuo por su forma de caminar, de
vestir, de llevar el sombrero, o como lo sugirió Franz
Joseph Gall, fisiólogo y anatomista alemán, quien a
mediados del siglo XVIII decía conocer las habilidades de un individuo
con el estudio de su morfología
cefálica. Según Gall, con examinar el cráneo de un
individuo, se podía saber si era un genio musical, un
oligofrénico o un psicópata. Por fortuna, sus ideas no
pasaron el examen de la historia y se olvidaron al poco
tiempo.
Pero, a propósito de la lectura de los otros, en
El amor
en los tiempos del cólera, el doctor Juvenal Urbino tenía
dos libros al alcance de su mano antes de morir durante el rescate del loro esquivo en el patio de su casa.
Eran
La incógnita del hombre, de Alexis Carrell, y
La historia de San Michele, de Axel Munthe. “
Este último no
estaba todavía abierto, y le pidió a Digna Pardo, la cocinera,
que le llevara el cortapapeles de marfil que había olvidado en
el dormitorio. Pero cuando se lo llevaron ya estaba leyendo
La incógnita del hombre, en la página marcada con el sobre
de una carta: le faltaban muy pocas para terminarlo. Leyó
despacio, abriéndose camino a través de los meandros de una
punta de dolor de cabeza que atribuyó a la media copita de
brandy del brindis final. En las pausas de la lectura tomaba
un sorbo de limonada, o se demoraba ronzando un pedazo de
hielo. Tenía las medias puestas, la camisa sin el cuello postizo
y los tirantes elásticos de rayas verdes colgando a los lados de
la cintura, y le molestaba la sola idea de tener que cambiarse
para el entierro. Muy pronto dejó de leer, puso el libro sobre el
otro, y empezó a balancearse muy despacio sobre el mecedor
de mimbre, contemplando a través de la pesadumbre las matas de guineo en el pantano del patio, el mango desplumado,
las hormigas voladoras de después de la lluvia, el esplendor
efímero de otra tarde de menos que se iba para siempre.”
El primero de los dos libros,
La incógnita del hombre, fue
escrito en 1925 por Alexis Carrel (1873-1944), médico
francés galardonado con el Premio Nobel de Medicina
en 1912. La obra versa sobre la eugenesia, una corriente de pensamiento que promulgaba la intervención
manipulada y la selección de humanos con el fin de
mejorar la raza. Si bien el principal aporte de Carrel
fue en el terreno de los trasplantes y la cirugía vascular,
su novela tuvo gran impacto en los círculos literarios
de la época. Vivió por muchos años en Estados Unidos
y tuvo una exitosa carrera, no sólo académica, sino también en el mundo mediático y farandulero de su
tiempo. No obstante, Carrel era un hombre racista y
antisemita, convencido de que la democracia era una
trágica invención de la ilustración en la que los débiles,
inferiores y enfermos se movían a sus anchas. Murió
en 1944 antes de que terminara la Segunda Guerra y
antes de que fuera juzgado por su respaldo a la Alemania nazi.
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¹ Médico ortopedista infantil, Fundación Cardioinfantil, Fundación Santa Fe de Bogotá. Miembro correspondiente Academia Nacional
de Medicina de Colombia.
El segundo libro mencionado en la novela, y que aún
no había abierto el doctor Urbino, era
La historia de San
Michele escrita por Axel Munthe (1857-1949) en 1929.
De origen sueco, este médico adquirió una villa en lo
más alto de la isla de Capri sobre las ruinas de una propiedad del emperador romano Tiberio. Allí vivió gran
parte de su vida y fue donde se inspiró para escribir
La
historia de San Michele,
un éxito en ventas que narra a
manera de autobiografía las memorias de un médico.
A diferencia de Carell, Munthe era un hombre cosmopolita, místico,
altruista, amante del arte y defensor de
los derechos de los animales. Murió de tuberculosis a
los 92 años y hoy, su villa, propiedad del gobierno sueco, es un lugar
turístico con uno de los jardines privados más bellos de Italia.
El gusto literario de Urbino es una forma sutil del escritor de dibujar la personalidad y el carácter inquieto del
personaje. Estos dos clásicos de la literatura expresan
el pensamiento del momento en que fueron escritos y,
por otro lado, muestran el talante del doctor Urbino,
un hombre culto, profesional destacado, actualizado
en cuestión de publicaciones médicas, preocupado por
las causas sociales y, sobre todo, interesado en la lectura de lo que escribían otros médicos. Conviene anotar
que, en
Notas de prensa 1980-1984, publicado antes de
El
amor en los tiempos del cólera, el mismo García Márquez
manifestó su curiosidad por saber lo que los demás
leían en el ensayo titulado: ¿Qué libro estás leyendo?
Volviendo a las lecturas de Urbino, y como dato curioso, Alexis Carrel escribió
La incógnita del hombre
en 1935 y Axel Munthe
La Historia de San Michele
en 1925, mientras que
El amor en los tiempos del cólera
transcurrió a finales del siglo XIX, antes de que fueran
publicados los dos libros (cabe anotar que en la novela, Carrel está escrito con doble ele y en realidad es
con una ele). Esta aparente imprecisión seguramente
no constituye un gazapo sino, más bien, un derecho
que tiene el escritor de ficción para aderezar a su manera, los personajes de su obra. Al respecto, el también
médico Álvaro Bustos González señala en su ensayo
El hombre le debe tanto a las ciencias como a las artes lo
siguiente:
“el novelista construye un universo con los elementos de la ficción, pero no le interesa que ese universo sea
verificable, sólo le importa que sea verosímil y que tenga la
capacidad de conmover”. Así pues, bienvenidos los gustos literarios del doctor Juvenal Urbino más allá de las
“imprecisiones” literarias.
Recepción: Noviembre 27, 2020
Aceptación: Diciembre 18, 2020
Correspondencia:
Pablo Rosselli
dr.rosselli@gmail.com