Resúmen
El interés en describir la asociación entre cáncer y nutrición surgió
de Hipócrates y evolucionó lentamente con el tiempo. Los médicos
atribuyeron propiedades positivas o negativas a diferentes alimentos
o a sus componentes a partir de la evidencia científica limitada
disponible hasta el momento. Por esta razón, entre los siglos XIII y
XIX, el arsénico, el cianuro, el carbonato de potasio, e incluso el
consumo de
lagartijas sin piel (sin cabeza ni cola), fueron recomendados por los
médicos como una forma para tratar
el cáncer. A principios del siglo XIX, algunos médicos aconsejaban
períodos de hambre acompañados
de flebotomías y dietas estrictas que aumentaban la desnutrición. Para
evitar el cáncer en el siglo XX,
los médicos aconsejaron limitar el consumo de carne en general,
siguiendo una dieta vegetariana, como
también evitar el consumo excesivo de alimentos y bebidas alcohólicas.
Además, durante ese tiempo, los
médicos consideraron los alimentos de manera simplista, sin comprender
la complejidad de la naturaleza multifacética de la nutrición. Por
ejemplo, la carne fue satanizada categóricamente atribuyendo los
efectos negativos al contenido de proteínas, sin tener en cuenta la
cantidad de grasa animal, sus procesos
de conservación y preparación como el salado, ahumado, asado o fritura
de la carne.
Es evidente que desde el período de industrialización varios factores
parecen contribuir al aumento del
riesgo de cáncer, como el exceso de consumo de alimentos, la adición de
aditivos y conservantes, el
aumento de la densidad calórica de los mismos por el alto contenido de
azúcar y de grasas saturadas.
A lo largo del tiempo, los científicos han sugerido que el
estreñimiento es un factor de riesgo significativo de cáncer y han
recomendado una mayor ingesta de frutas, verduras y cereales
integrales.
La exhaustiva investigación de Hoffman sobre las estadísticas del
cáncer y los relatos históricos de la
relación entre el cáncer y la dieta es notable, aunque la omnipresencia
del racismo y la supremacía
blanca en sus escritos eclipsa gran parte de su trabajo.
Estos hallazgos sugieren que los factores ambientales y nutricionales
juegan un papel predominante en
la etiología del cáncer en humanos.
Palabras clave: Cáncer; alimentación; dieta; historia.
¹ ND, MBA Directora del Centro Latinoamericano de Nutrición.
Miembro Asociado de la Academia Nacional de Medicina.
HISTORY OF NUTRITION AND CANCER
FROM HIPPOCRATES TO THE 19TH CENTURY
Abstract
Interest in describing the association between cancer and nutrition
arose from Hippocrates
and slowly evolved over time. Positive or negative properties were
attributed to different foods
or compounds by physicians with the limited scientific evidence
available at the time. For this
reason, between the 13th and 19th century, arsenic, cyanide, potassium
carbonate, and even
the consumption of skinned lizards (without heads and tails), were
recommended by physicians as a way to treat cancer. At the beginning of
the 19th century, periods of hunger accompanied by phlebotomies and
strict diets were advised by some physicians which increased
malnutrition. In order to avoid cancer in the twentieth century
physicians advised both to limit
meat consumption in general by following a vegetarian diet, and to
avoid excessive consumption of food and alcoholic beverages.
Furthermore, during that time physicians regarded food
simplistically, not understanding the complexity of the multifaceted
nature of nutrition. For
example, meat was categorically demonized attributing the negative
effects to the protein
content, without taking into account the amount of animal fat, the
preservation and preparation
processes such as salting, smoking, grilling, or deep frying meat.
It is clear that from the industrialization period several factors
appear to contribute to the increased risk of cancer, such as the
excess of food consumption, the increase in caloric density
from foods high in sugar, saturated fat, and the addition of additives
and preservatives.
Through time scientists have suggested that constipation is a
significant risk factor of cancer
and have recommended a higher intake of fruits, vegetables, and whole
grains.
Hoffman’s thorough research on cancer statistics and the historical
accounts of the relationship between cancer and diet is noteworthy
though the pervasiveness of racism and white
supremacy in his writing overshadows much of his work.
These findings suggest that environmental and nutritional factors play
a predominant role in
the etiology of cancer in humans.
Keywords: Cancer; food; diet; history.
Introducción
El cáncer es una de las
principales causas de muerte
a nivel mundial, responsable en el 2018 de aproximadamente 9,6 millones
de ellas (1). La búsqueda de sus
orígenes ha sido un cuestionamiento continuo y se han
dedicado esfuerzos considerables al estudio de la influencia de
factores ambientales y genéticos en su incidencia. Se sabe que entre el
30 – 50% de los cánceres
se pueden prevenir mediante la reducción de factores
de riesgo y la implementación de estrategias de prevención basadas en
la evidencia (2).
Muchos elementos de nuestro entorno son causas posibles de cáncer,
tales como algunas sustancias en el
aire que respiramos, el agua que bebemos, las regiones
o los sitios donde trabajamos y vivimos y los alimentos
que comemos.
A través del tiempo han existido numerosas teorías sobre
el efecto de los alimentos como factores desencadenantes
del cáncer. Los dos textos más completos sobre la historia del cáncer
desde Hipócrates hasta 1937, son el de
Williams publicado en 1908 (3) y el de Hoffman (4). La
mayoría de la información plasmada en este resumen se
obtuvo a partir de la excelente selección que hace este
autor a través de una revisión minuciosa y recopilación
de información y testimonios de múltiples autores, en su
mayoría médicos, acerca de sus creencias, de los causantes alimentarios
del cáncer y de su manejo nutricional.
La malnutrición, presente en muchos de los pacientes
con cáncer sucede por la misma enfermedad y sus tratamientos, pero
también por la teoría basada en que la
restricción calórica era beneficiosa para suprimir el crecimiento del
tumor, e incluso la necesidad de desangrar
los pacientes para purificarlos. Infortunadamente, las
restricciones proteico calóricas siguen estando vigentes
como parte del tratamiento, en algunos profesionales de
la salud (4,5), quienes las practican y van en contra de
un buen estado nutricional y una mejor calidad de vida.
La alimentación en exceso, el estado nutricional, el alcohol y el
ejercicio se encuentran dentro de los mayores factores de riesgo según
este recuento histórico que
data desde Hipócrates hasta el siglo pasado.
Periodo temprano
Hipócrates de Cos (460 - 356 a. C.). Creía
en la teoría
humoral, esta consideraba que el cuerpo tenía 4 humores (fluidos
corporales): sangre, flema, bilis amarilla y
bilis negra. Hipócrates, sugirió que el desequilibrio de
estos humores con un exceso de bilis negra en varios
sitios del cuerpo podría causar cáncer. El objetivo del
tratamiento era restablecer el equilibrio mediante la dieta, el
ejercicio y el uso juicioso de hierbas, aceites, compuestos de la
tierra, ocasionalmente metales pesados o
cirugía (6). El Corpus Hipocrático trata en detalle las
enfermedades que producen masas (onkos) e incluye la
palabra karkinos para describir protuberancias ulcerosas que no
cicatrizaban y tenían lesiones que iban desde procesos benignos hasta
tumores malignos. Para las
enfermedades leves, recomendó la dieta, el descanso y
el ejercicio, seguido de los purgantes y del empleo de
metales pesados. Los karkinomas, eran enfermedades
más graves para las que sugirió la cirugía (7).
La medicina moderna se basa en el trabajo de Hipócrates y sus
discípulos. Hipócrates nos enseñó dos
lecciones principales, la primera, que el cáncer es una
enfermedad sistémica (“humoral”), es decir, una enfermedad que afecta
al cuerpo en su totalidad y no sólo a
un órgano específico; y la segunda, es que la cura del
cáncer solo se puede lograr reequilibrando el organismo
mediante un enfoque multidisciplinario y holístico, y no
solo mediante la erradicación del tumor (8).
Galeno (129 - 216 a. C.).
Consideró el cáncer como
una enfermedad constitucional. También creía en la
teoría humoral; estuvo familiarizado más que todo con
cánceres externos, pero nunca puso interés particular
en una alimentación especial y pensaba que una dieta no saludable y el
mal clima se relacionaban directamente con el cáncer. Hizo especial
énfasis en una dieta
especial que excluye una serie de sustancias prohibidas
que, en su opinión, eran las causantes de la producción
de bilis negra, considerada para ese momento la principal causa de
cáncer. Prohibió la ingesta de vino, vinagre, repollo, queso curado,
nueces y carnes curadas
en sal, principalmente la de cabra, ciervo y conejo (9).
Años 1200 - 1600
Durante estos años se encuentran principalmente tres
autoridades seguidoras de las teorías nutricionales de
Galeno (4).
Paracelsus (1493 - 1541).
Consideraba que el cáncer
era secundario al exceso de sales en la sangre. Para su
tratamiento empleó cáusticos con una composición
química complicada (10).
Ambroise Pare (1510-1590). Se
opuso a la administración de arsénico, muy empleado durante esta época
y que hacía mucho daño en los pacientes con cáncer
(10).
Walter Ryff (nacido en 1539). Consideró
que los factores causales de cáncer eran las hemorroides y la
suspensión de la menstruación. La alimentación que recomendó se basaba
en las ideas de Galeno, omitiendo
alimentos como el ajo y la cebolla; además de sugerir
que se debería evitar la depresión emocional. Sin embargo, para
tratamientos específicos empleó vinagre
(opuesto a Galeno) y tomillo con suero o miel (4).
Años 1600 - 1800
Friedrich Hoffman (1660 - 1742).
En su trabajo de
nueve volúmenes sobre como vivir una larga y sana
vida, enfatizó los efectos restauradores de una alimentación adecuada,
acompañada de ejercicio, aire limpio
y sueño. También criticó la diversidad y el uso excesivo de
medicamentos y logró reducir la farmacopea de
su época a unos pocos remedios básicos (11).
Bernard Peyrilhe (1735 - 1804).
Cirujano francés, en
1777 publicó un libro con numerosas referencias relacionadas con los
principios relativos a la alimentación.
Fue uno de los primeros en emprender una investigación experimental
sobre la naturaleza de los fluidos tumorales, que parecía probar que
las exhalaciones eran
de naturaleza alcalina.
Peyrilhe, expuso a los pacientes con cáncer a las emanaciones de una
mezcla de agua con carbonato de
potasio (mezcla de cenizas vegetales) y una pequeña
cantidad de alcanfor, aparentemente con buenos resultados. Aconsejó a
los cirujanos exponer a este vapor
a los pacientes con cáncer, a las úlceras cancerosas y
a las pútridas. Consideró que las irregularidades en la
dieta generaban una aceleración constante del proceso
de la enfermedad, mientras que el empleo de una dieta
especial, antiinflamatoria y con infusión de plantas ligeramente
amargas, como la ajuga chamaepitys, podía
controlar la enfermedad.
Peyrilhe consideraba la cebada y el arroz como alimentos medicinales.
En general, los alimentos se debían acidificar con limón, jugo de
naranja, azalán y
crémor tártaro. Aconsejaba al paciente consumir frutas frescas a libre
demanda y si se sentía débil, podía
agregar pan blanco y dulces. En los casos de diátesis
pútrida moderada, recomendaba la inclusión de leche
en la alimentación (4). En la
figura 1,
se encuentra el
libro escrito por Perylhe (12).
William Nisbet (1759 - 1822). Médico
escocés notable y autor de varios libros médicos. En 1795 contribuyó
con una investigación sobre la cura de la escrófula
y el cáncer. Nisbet, consideró que los álcalis agravaban la enfermedad,
mientras que los ácidos, aplicados
como remedios, evitaban la progresión y hasta cierto
punto resistían la tendencia a la putrefacción. Empleó diferentes
sustancias para el tratamiento del cáncer,
tales como hierro, arsénico, antimonio, estaño, bórax,
cicuta, solanácea mortal, agua de laurel, electricidad y
lagartijas que se dice que se encontraban habitualmente
en Guatemala. Con respecto a estas últimas, se recomendaba el consumo
diario, en ayunas de dos o tres de
estos animales despellejados, sin cabeza, ni cola (4,13).
Figura No 1. Disertación de las enfermedades
cancerosas por Bernard Peyrilhe, MD, Londres 1977.
Tomado de Ref 12.
Años 1800 - 1825
James Nooth (1743 - 1814).
Médico cirujano inglés, consideró que la cirugía era la única opción
para el tratamiento del cáncer. No creyó en el arsénico ni en los
cáusticos.
En los casos avanzados de cáncer, enfatizaba la importancia de una
dieta no estimulante y antiestreñimiento
(4,14).
William Arbuthnot Lambe (1765 - 1847).
Médico inglés y activista temprano de la dieta vegetariana;
sufría
de varias enfermedades crónicas y consideró que este
tipo de alimentación y el uso de agua destilada mejoraba su estado
general e incluso era válido para el cáncer. Publicó los resultados en
1850 en un libro llamado
“Agua y Dieta Vegetal” (
Figuras 2 y 3)
(15).
Advirtió en contra de beber leche, té, café y de las
comidas copiosas. Se quejó ante la indiferencia de la
información médica escrita entre la alimentación y la
enfermedad.
Figura 2. Foto de William Lambe.
Tomado de Ref 15.,
Foto 3. Libro “Agua destilada y vegetarianismo”.
Tomado de Ref 15.
Años 1825 - 1850
George Macilwain (1797 - 1882). Cirujano,
hijo de un
cirujano rural irlandés. En 1845, publicó el libro “El
Tratamiento y la Naturaleza General de los Tumores”,
en el que escribió que las causas del cáncer se deben
a excesos alimenticios, advirtiendo principalmente en
contra de la grasa y el alcohol por sus efectos hepatotóxicos (16).
Charles Withlaw (1771 - 1850).
Botánico, horticultor,
charlatán y curandero (17). Publicó un libro en 1831
relacionado con la dieta y el cáncer, bajo el título “Un
tratado sobre las causas y efectos de la inflamación,
fiebre, cáncer, escrófula y afecciones nerviosas”. Visitó América entre
1817 y 1825 y dijo haber curado
un número importante de cánceres con sus baños de
vapor, a lo que agregó la necesidad de limitar a pocas
cantidades el consumo de alimentos de origen animal.
Johann Nepomuk Rust (1775 - 1840).
Médico y cirujano austriaco. En su época fue considerado el cirujano de
habla alemana más respetado. Escribió el trabajo
más completo y extenso hasta el momento disponible,
sobre el tema: “Manual Teórico-Práctico de Cirugía, Incluyendo
Enfermedades Sifilíticas y Oculares”
(4,18). En lo que respecta al tratamiento del cáncer,
Nepomuk habló en favor del arsénico, la belladona,
el yodo, el cianuro, el hierro, las flores de caléndula,
la digital y la cicuta, entre otras. Aconsejó periodos
de hambre, flebotomías (sangrías) y dieta estricta, sin
especificar las características. Recomendaba extractos
de carne, leche, uvas y tratamiento en un spa de agua
con hierro. Aunque finalmente pensó que esto era un
tratamiento paliativo.
Walter Hayle Walshe (1812 - 1892).
Médico irlandés (
Figura 4)
(19), pionero en el estudio del cáncer
con su descubrimiento de que las células malignas se
podían reconocer al ser observadas a través de un microscopio. Profesor
de anatomía patológica del Colegio Universitario de Londres. En 1844
publicó un trabajo importante sobre cáncer titulado “La Anatomía,
Fisiología, Patología y Tratamiento del Cáncer” una
colección del conocimiento existente sobre las neoplasias y las
hipótesis sobre su origen (
Figura 5)
(19). Sin
embargo, el tema de nutrición es poco claro debido a
que presenta algunas observaciones de causalidad y
numerosas referencias oscuras a la nutrición. Consideró que la
alimentación de los pacientes cancerosos
debía estar regulada por sus capacidades de digestión.
Para Walshe, la sola acumulación de comida en un estómago incapaz de
ayudar a su asimilación de manera
positiva era tan deletérea como el sistema de inanición
impuesto por los practicantes de la escuela Broussaisiana. Ellos
recomendaban limitar la alimentación a
cinco o seis litros de agua helada al día, durante un
período de dos meses. Walshe consideró que ese tratamiento promovía la
rápida aparición de debilidad y
desplome del organismo incapacitándolo para combatir la influencia
destructiva de la enfermedad. Los
practicantes experimentados en este país estaban de
acuerdo en la conveniencia de una dieta ligera, fácil,
digerible y suculenta siempre y cuando el paciente no
tuviera alguna circunstancia especial que la contraindicara (4).
En otra parte de su trabajo, Walshe hacía una pequeña
mención de un paciente que había sido sometido a una
dieta de solo leche, aunque también de manera extensa empleó remedios
internos que incluían la administración de belladona (reina de los
venenos), arsénico,
yodo, potasio, cicuta, opio, hierro, mercurio y carbón
animal (4).
John Hughes Bennett (1812 - 1875).
Médico inglés,
fisiólogo y patólogo, considerado como el padre de la
educación fisiológica en las escuelas de medicina (
Figura 6) (20). En 1849, escribió
“Crecimientos Cancerosos y de Cancroides” (Figura 7) (21). En el texto,
no había nada específico sobre dieta; sin embargo, se
oponía a las flebotomías y consideraba que era prudente disminuir todas
las substancias alimentarias
que se convirtieran fácilmente en grasa, incluyendo tanto los alimentos
grasosos como aquellos que
se convierta en grasa, como son los almidones y el
azúcar. Según Hoffman (4), se puede considerar que
fue Bennett quien primero reconoció al cáncer como
una enfermedad nutricional. Además, fue también
el, quien primero mencionó la necesidad de reflejar
valores nutricionales mínimos y máximos, los cuales
fueron adoptados 137 años después, por la Junta de
Alimentos y Nutrición de la Academia Nacional de
Ciencias de Estados Unidos (16).
Figura 4. Walter Hayle Walshe. Tomado de Ref
19.
Figura 5. La Anatomía, Fisiología, Patología y Tratamiento del Cáncer.
Tomado de Ref 20
Figura 6. John Hughes Bennett. Tomado de Ref 20. ,
Figura 7. Crecimientos Cancerosos y de Cancroides. Tomado de Ref 21.
Años 1850 - 1875
Thomas Weeden Cooke del
Hospital de Cáncer de
Londres, publicó en 1865 un tratado sobre cáncer: “Sus
Aliados y Falsificadores”. En referencia a la alimentación, mencionó
que una nutrición deficiente, acelera el progreso, pero nunca es el
originador de la enfermedad. Al concluir su trabajo, aborda el tema con
mayor
profundidad, observando que una dieta generosa, fácil
de asimilar y con frecuencia variada, es necesaria para
acompañar el manejo tanto interno como externo del
cáncer. Consideró que tomar cerveza negra embotellada producía varios
beneficios, debido a que el sueño que
producía era más restaurativo y tranquilo que el que se
obtenía a partir de cualquier medicina soporífera. Para
personas con estómagos menos tolerantes, recomendaba los vinos
espumosos de Francia o de Austria, siendo
esta una buena opción para estimular suavemente la
función digestiva en aquellos casos en que el individuo
no hiciera cierta cantidad diaria de ejercicio (4).
Oliver Pemberton (1825-1897). Cirujano
general del
Hospital General de Birminghan, publicó en Londres en 1867 (
figura 8)(22,23) un tratado
denominado
“Ilustraciones Clínicas de varias Formas de Cáncer y
Otras Enfermedades (
Figura 9)
(24). Este es uno de los
trabajos destacados de cáncer, bellamente ilustrado y
de gran valor práctico. Infortunadamente solo hay una
mención acerca del papel de la alimentación que dice
que durante la primera etapa de la enfermedad, la dieta debe ser
regulada cuidadosamente tanto en cantidad
como en calidad, con el objeto de evitar alteraciones
gástricas e intestinales. Se prohíbe el té y el café, pero
recomienda leche en su lugar. Raramente indica estimulantes, pero en
caso de hacerlo recomienda el vino
de cereza. En casos de estreñimiento sugiere primero
que todo modificaciones en la alimentación, en vez de
laxantes, enemas o medicamentos.
Consideró que el tratamiento durante la primera etapa no era tan
importante como en la segunda. Recomendó tomar leche abundante en
conjunto con carne fresca y huevos. Si el paciente toleraba alimentos
oleaginosos debía incluir olivas, aceite de hígado de
bacalao y aceite de almendras, los cuales ayudarían a
la defecación. Recomendó que los farináceos y otras
verduras se debían limitar en cantidad.
Figura 8. Oliver Pemberton. Tomado Ref 23.
y Figura 9. “Ilustraciones Clínicas de varias formas de
Cáncer y Otras Enfermedades. Tomado de Ref 24.
Años 1875 - 1900
Albert F. Purcel. Publicó en
1881 un tratado titulado
“Cáncer, sus aliados y otros tumores con especial referencia a su
tratamiento médico y quirúrgico”. Esta
obra tuvo un valor inigualable, especialmente como
documento histórico.
Purcel entendió la nutrición desde el punto de vista
de la patología celular, por lo que consideró que cada
célula es el asiento de la nutrición y la función, en sí
misma, es un organismo independiente, dotado de varias propiedades y
capaz de exhibir cambios activos
característicos de la vida (4).
Pensó que el empleo de narcóticos para el alivio del
dolor no era la mejor opción debido a los efectos negativos que
generaban con respecto a la nutrición como
son el estreñimiento y la pérdida del apetito. A esto,
agregó la necesidad de mantener la fuerza del paciente
no solamente con la oferta de la mayor cantidad de
alimentos nutritivos en el menor tiempo posible, sino
también logrando disminuir el número de deposiciones y las
características fétidas de las mismas. Para este
olor sugirió emplear soluciones diluidas de cloruros de
soda y lima, ácido carbólico y sales minerales de potasio.
También mencionó las ventajas de una alimentación
compuesta por alimentos ligeros y de más fácil digestión, y que el vino
debería ser de naturaleza suave y
tomarse con moderación (4).
Mitchell Banks. Cirujano
inglés, publicó en 1882 en
Edimburgo el artículo “Resultados del Tratamiento
Quirúrgico del Cáncer de Mama” presentaba desde su
punto de vista que el exceso de comida, particularmente carne y que con
el exceso en el consumo de cerveza
y vinos se incrementaba el riesgo de cáncer. Esta enfermedad era más
común en personas robustas y sanas
que en las hambrientas y debilitadas.
Enseñó a sus estudiantes que la caquexia cancerosa se
manifestaba cuando la enfermedad llegaba a su clímax
y había desgastado al paciente con dolor y ansiedad.
Por lo tanto, el cáncer no se podía descartar si el paciente no tenía
ese aspecto, pues esto llevaba a un error
serio en la detección de la enfermedad (4).
Andrea Rabagliati (1843-1930).
Distinguido médico
británico de padre italiano (
Figura 10)
(25). Publicó
en 1896 un pequeño tratado de “Aire, Alimentación
y Ejercicio”, en el que mencionó que enfermedades
como el cáncer, la influenza y la neumonía, y muchas
de las enfermedades modernas, podían ser curadas
por la dieta. Tenía una opinión pronunciada sobre la
relación entre el cáncer y la alimentación. Resaltó el
cambio de hábitos de consumo de la población inglesa, siendo el primero
en intentar establecer el origen
del cáncer sobre la base del exceso en el consumo de
carbohidratos, en particular del azúcar, donde la clase
obrera incrementó su consumo, pasando de 66 libras
per cápita en 1886 a 77 libras en 1892. Creía en el vegetarianismo y
fue un advocado de la medicina alternativa y de la sanación natural
(4).
Figura 10. Andrea Rabagliati. Tomado de Ref 25. , Figura
11. La Historia Natural del Cáncer con Referencia
Especial a su Causalidad y Prevención.
Tomado de Ref 3
Años 1900 - 1910
Con el advenimiento del siglo veinte, la literatura sobre el tópico de
cáncer se incrementó de manera importante. Uno de los factores que se
consideró como
predisponente fue el empleo de sal como causa de
cáncer, tal como menciona M. Bernstein en la revista
Lancet de Londres. Posteriormente, esta teoría la apoya J. Braithwaite
(4), quien consideró que las cuatro
causas de cáncer eran la sal, el exceso de nutrientes
(especialmente carne), las células viejas con nutrición
debilitada y la irritación local (16).
John A Shaw-Mackenzie. Publicó
en 1906 la tercera
edición de su libro “El Tratamiento y la Naturaleza
del Cáncer” donde explicó en detalle la medicación hipodérmica y el
tratamiento con tripsina. Hizo varias
referencias acerca de los errores en la alimentación y
la no asimilación de los alimentos, tales como hábitos
sedentarios, incremento en el consumo de bebidas alcohólicas como de
alimentos grasosos y sacarina. En
el manejo específico de sus pacientes les restringió el
azúcar.
Para Shaw-Mackenzie existen varias condiciones que
tienden a desarrollar malignidad. Enumera entre ellas
las deficiencias de alimentos vegetales, especialmente
los que contienen sulfuros (arvejas y cebolla) o tienen
en exceso alimentos de origen animal que en general
son altos en fósforo, como las carnes frescas o saladas,
el queso, el huevo, etc. El abuso en el consumo de alcohol, té, tabaco
y drogas como el opio, la cocaína y
los productos que contienen alquitrán de hulla tienden
a desarrollar la enfermedad (4).
W. Roger Williams (1854 - 1948). Médico
inglés patólogo, cirujano, investigador cáncer y escritor médico.
Publicó en 1908, un excelente tratado sobre “La
Historia Natural del Cáncer con Referencia Especial
a su Causalidad y Prevención” (
Figura
11) (3) . Este
libro, marcó una época en la literatura sobre el cáncer,
revisando el tema con absoluta imparcialidad y dando
como resultado un clásico del cáncer de primera importancia. Contiene
numerosas referencias a la dieta
y la nutrición. Williams consideró que los cambios en
los hábitos, la alimentación, el medio ambiente y el
exceso de comida, en especial la carne, eran potentes
factores para el desarrollo de cáncer, como también lo
es, la falta de ejercicio y la ingesta deficiente de vegetales frescos.
Después de haber realizado una larga y continua observación de los
pacientes con cáncer, pensó que esta
enfermedad sucedía en su fase temprana, en personas
corpulentas y bien alimentadas, que parecían rebosar
de vitalidad; mientras que era raro que se presentara
en mujeres pálidas y mal alimentadas.
Según Hoffman, la trascendencia de la publicación
de Williams solo es comparable con la de Walshe en
1846.
Años 1910 - 1915
Eli G Jones (1850 - 1933).
Médico que afirmó poder
tratar el cáncer. Autor del libro “Cáncer - sus Causas,
Síntomas y Tratamiento -Dando Resultados de más
de Cuarenta Años de Experiencia en el Tratamiento
Médico de esta Enfermedad y Medicación Definitiva”, (
Figuras 12, 13) (26, 27). El libro
tiene un capítulo
sobre dieta, el cual, aunque no es concluyente, cuestiona la
información acerca del cerdo, el tomate y los
vegetales como generadores de cáncer, aduciendo que
en India y otros países en que la dieta se basaba enteramente en
vegetales, existía menos prevalencia de esta
enfermedad. Consideraba que la población americana
comía en exceso y muy rápido.
Mencionó que para curar de manera permanente cualquier tipo de cáncer
se requería tener una buena digestión para poder generar sangre buena.
Era necesario
examinar la lengua; si estaba cubierta en la base de
blanco o amarillo no había buena digestión, mientras
que una lengua húmeda, brillante y de color rojo mostraba una digestión
adecuada y una lengua ancha y flácida con un aliento fétido muestran un
hígado tórpido.
Consideró que entre más avanzado el cáncer se presentaba mayor
estreñimiento y para esto recomendó
evitar el té, consumir carne magra, evitar grasa, comer
despacio y masticar lento. Recomendó el pescado fresco de cualquier
tipo, menos la langosta, debido a que
esta es de difícil digestión, y todo tipo de vegetales, si
eran aceptados por el paciente.
Después de sus incursiones en las diversas escuelas de
medicina de su tiempo, Jones desarrolló una práctica
sincrética, utilizando todas las escuelas de las que había aprendido.
Solía usar tinturas de hierbas en dosis
baja o tinturas madre homeopáticas en dosis altas,
entre ellas la corteza de condurango que empleó para
cáncer de seno, cuando había úlceras en el borde de la
boca. En su medicación definitiva propuso extractos
de hierbas de baja dosis y generó la oposición de los
no homeópatas.
Supuso que las vacunas eran un factor predisponente
para el cáncer. Recomendó, cuando el dolor era peor
al acostarse, el empleo de belladona en los tumores de
cáncer de seno, yoduro de arsénico cuando las glándulas de las axilas
están inflamadas, y ácido nítrico cuando las inflamaciones dolorosas
del submaxilar son de
naturaleza escirrosa. Infortunadamente, ninguno de
estos remedios parece haber pasado la prueba del tiempo y su libro fue
olvidado o ignorado (4).
Frederick William Forbes Ross (1867 - 1913). Cirujano británico e
inventor. Escribió el libro “Cáncer: El
Problema de su Génesis y Tratamiento”. Defendió la
teoría de que el cáncer era una enfermedad causada
por deficiencia de sales de potasio y si se controlaba, el
cáncer retrocedía.
Su libro recibió opiniones contrarias, siendo más las
negativas. Varias autoridades científicas consideraron
que los experimentos eran insuficientes, sus deducciones pobremente
infundadas y poco convincentes para
el lector científico (28).
Figura 12. Eli G Jones. Tomado de Ref 26. , Figura 13. Cáncer, sus
causas, síntomas y tratamiento. Tomado de Ref 27
.
Pensaba que el negro salvaje del interior del África tenía una
inmunidad al cáncer debido a que preparaba
de manera diferente sus alimentos que los blancos o
los africanos que vivían en las ciudades. Los africanos
consumían carne cruda de la que obtenían el potasio
de manera directa. Además, cuando preparaban sus
alimentos, lo hacían en una olla en la que agregaban
todos los componentes, como el ñame, las bananas,
plátanos, carne y el maíz, consumiendo tanto el líquido como el sólido.
Fue un defensor de la ingesta de la carne cruda; incluso decía que su
consumo en las
personas de edad podría agregar entre 7 y 12 años más
de vida, si la comían diariamente (4).
Independientemente del error científico fundamental
de Ross al considerar que el cáncer se producía debido
a una deficiencia de potasio, el libro contiene información importante
sobre los beneficios de un balance
adecuado de los cuatro minerales alcalinos del cuerpo,
como son el magnesio, potasio, calcio y sodio.
Rollo Russell (1849 - 1914). Meteorólogo
inglés y
escritor científico, defensor del tratamiento alternativo contra el
cáncer (29). Publicó un tratado: “Cáncer
prevenible, una investigación estadística”, en el cual
promovió la idea de que el cáncer es causado por el
consumo excesivo de carne, alcohol, café y té. El libro
presenta argumentos significativos para mantener una
dieta vegetariana y abstenerse de todas las bebidas alcohólicas y de
los alimentos a temperaturas extremas.
Menciona que muchos líquidos, sopas y sólidos como
vegetales y pudines se ingieren a temperaturas entre
48 y 76o C insoportables para la piel. Su libro generó
diversas opiniones, algunos criticaron los datos estadísticos
presentados, diciendo que les faltaba evidencia
y precisión. F. L. Hoffman (4), con su conocimiento
estadístico dijo que el texto presentaba observaciones
excepcionales y valiosas en relación con la frecuencia
entre cáncer y dieta, temperatura de los alimentos, exceso de
alimentación, y un esbozo de ciertos supuestos
factores responsables de la aparición del cáncer.
Robert Bell (1846 -1926).
Médico encargado de la investigación en el Hospital de Battersea
(Londres), publicó un texto sobre “Cáncer y sus Remedios” y luego
una segunda edición en 1913 sobre “Cáncer, sus Causas y Tratamiento sin
Cirugía” (30).
En su primer texto decía que se debía admitir que el
cáncer se debe fundamental e intrínsecamente a un
metabolismo celular degenerado, producido por tres
factores resumidos en los siguientes puntos: Dietas nocivas, medio
ambiente insalubre y descuido del estado
saludable del colon; siendo este último el más importante debido a que
se refleja por un estreñimiento persistente y agrava los dos factores
anteriores.
Un metabolismo celular saludable no depende solamente de la abundancia
de un aire limpio y fresco que
llegue a los pulmones, sino de la nutrición derivada
del principio vital de las frutas y verduras maduras, y
otros alimentos igualmente saludables, entre los que se
pueden enumerar la leche, el queso y los huevos.
En su segundo texto, habla de los efectos dañinos del
ácido úrico y tiene un capítulo dedicado a la importancia de la
dietética, donde menciona que nuestro estilo de vida es contrario a las
necesidades fisiológicas
de nuestros cuerpos. Según el Dr. Bell, la extirpación
quirúrgica de los tumores era innecesaria y agravaba la
enfermedad, para él, nadie tenía que morir de cáncer ya
que esta afección es completamente curable, si se usa el
sentido común y se siguen las leyes de la naturaleza (4).
Alexander Haig (1853 - 1924). Médico
escocés conocido por ser pionero en la dieta libre de ácido úrico que
se basa en una dieta lacto-vegetariana (31). Su trabajo
más conocido fue su libro “El Ácido Úrico como Factor en la Causación
de Enfermedades” traducido a varios idiomas. En 1911, afirmó que vivía
con una dieta
libre de ácido úrico y que sus niveles ácido úrico eran
inferior a 10 g lo que está muy por debajo de una dieta de carnívoros
que supera los 20 g. Argumentó que
el cáncer, la gota y el reumatismo son enfermedades
afines resultado de un exceso de ácido úrico y pueden
tratarse con terapia dietética. Describió el cáncer como
una “enfermedad de los ricos”, vinculando la frecuencia del cáncer con
el consumo de costosos alimentos
de origen animal.
Entre 1911 - 1912, Haig intentó curar varios casos de
cáncer inoperable con su dieta libre de ácido úrico, la cual consistía
en galletas, frutas y nueces. Los pacientes
no se recuperaron, pero se negó a asumir que su teoría
estuviera equivocada, afirmando que sus pacientes tenían un cáncer
demasiado avanzado o carecían de la
determinación para seguir una dieta rigurosa.
Este tipo de régimen nutricional tuvo tanto seguidores
como opositores, muchos médicos creyeron en ella y
la recomendaban. En 1914 Arthur Cramp, de la Asociación Americana de
Medicina, dijo que los métodos
de Haig eran poco fiables y sus teorías estaban totalmente
desacreditadas. Este tipo de dieta considerada
de moda vuelve anémicos a muchos pacientes y es
perjudicial (4).
William Roger Williams (1854 - 1948). Cirujano
patólogo, investigador de cáncer y escritor médico. Su
libro “La Historia Natural del Cáncer” publicado en
1908, ver
figura 14, fue
revisado positivamente en revistas médicas como un valioso documento de
referencia. Según Williams, su trabajo se enfocó en dilucidar
la causalidad y prevención del cáncer, en lugar de su
tratamiento. Para lograr esto, ideó y aplicó un nuevo
método de investigación que denominó sintético, en
donde los cambios tanto de estilo de vida como de
hábitos tienden a prevenir casi en su totalidad la incidencia de cáncer
y sus estragos en poblaciones sanas e
incluso en aquellos que puedan tener una predisposición genética.
William Seaman (1870 - 1947). Médico cirujano del
Hospital Presbiteriano de Nueva York de Piel y Cáncer (32) quien en
1914 realizó una contribución excepcional en un texto denominado “El
Problema del Cáncer”, libro que hasta el presente se considera como una
de las mejores fuentes de información útil y práctica
de todos los aspectos del cáncer y enfermedades afines
(
Figuras 15 y 16) (33).
Contiene numerosas referencias
relacionadas con la dieta y la nutrición, aunque no con
la bioquímica.
Seaman consideraba que no se había probado la reducción de la
incidencia en cáncer secundaria al suelo,
clima, dieta y hábitos de vida, lo que significa que ninguno de estos
factores se ha reconocido como causa
para lograr su prevención (4).
Figura 14. La Historia Natural del Cáncer. Figura 15. William
Seaman. Tomado Ref 32.
Tomado de Ref 3.
Figura 15. William Seaman. Tomado Ref 32. ,
Figura No 16. El Problema del Cáncer. Tomado Ref 33.
Años 1915 - 1920
L. Duncan Bulkley (1845 - 1928).
Dermatólogo estadounidense y defensor del tratamiento alternativo del
cáncer (
Figura 17) (34). En
1883, fundó el Hospital de
Cáncer y Piel en Nueva York. Escribió varios temas
sobre el acné, el eczema y la alimentación relacionados con la piel y
el cáncer. Publicó el libro “Cáncer,
sus Causas y Tratamiento” (
Figura 18)
(35). En el texto incluye una discusión acerca del metabolismo, pues
creía que la causa fundamental de esta enfermedad era
un metabolismo defectuoso, desencadenado por una
alimentación poco saludable. Recomendó a sus pacientes evitar el
consumo de alcohol, carne, té y café.
Consideró, igual que muchos otros, que la alimentación abundante que
ocurre en los países desarrollados
era una causa de cáncer, mientras que en aquellos que
se consumía poca carne y mucho arroz, su incidencia
era menor. Recomendó la dieta vegetariana con verduras, frutas,
mantequilla, pan y cereales y ocasionalmente huevos y leche. Como
muchos otros recomendó
el acetato de potasio, una vida sencilla, sin estrés, ejercicio
moderado y sueño suficiente.
Al igual que William Arbuthnot Lane, consideró que
la estasis intestinal y la putrefacción fecal podrían ser
causantes de cáncer. Esto debido a las toxinas producidas por los
millones de microorganismos generados
por la inmovilidad intestinal.
Eventualmente Bulkley se convirtió en un fanático de
la dieta, perdiendo mucha credibilidad. En 1921, publicó otro libro
“Cáncer y su Tratamiento no Quirúrgico”, fuertemente criticado por la
comunidad científica
médica que lo consideró como una herejía médica.
Figura 17. L. Duncan Bulkley. Tomado de Ref 34. , Figura 18.
Cáncer, sus Causas y Tratamiento.
Frank Smithies. Publicó en 1916 el libro “Cáncer de
Estómago, un Estudio Clínico de 921 Casos Demostrados Quirúrgica y
Patológicamente”. Este texto es
uno de los clásicos de la literatura acerca del cáncer.
Con relación a la dieta y el cáncer gástrico, menciona
que este no se puede atribuir a un exceso de algún alimento en
particular, estando relacionada más con un
exceso en el consumo de comida. Para esto relacionó
el trabajo estadístico de Hoffman F. (4) con respecto a
la aplicación de los seguros de vida, donde se evidenciaba que el
efecto del sobrepeso sobre la mortalidad
por cáncer era mayor que en aquellos con bajo peso
(
Tabla 1).
Tabla 1. Comparación de mortalidad en cáncer gástrico entre obesos
y bajos de peso
Frederick L Hoffman (1865 – 1946)
estadístico de
origen alemán quien emigró a los 19 años a Estados
Unidos, donde con gran esfuerzo y dedicación desarrolló su carrera (
Figura 19) (36). Mostró un gran
interés en algunos problemas de salud pública y escribió
varios textos. Trabajó en la Prudential Life Insurance
Company y en 1915 viajó a San Francisco, California,
en representación de esta compañía, donde expuso
comentarios sobre cáncer y desórdenes metabólicos,
vegetarianismo, y relación entre cáncer y obesidad,
alcohol e irritación crónica y cigarrillo. Trabajador
incansable y perspicaz, Hoffman publicó con notable
precisión sobre la malaria, la tuberculosis, la mortalidad industrial,
el envenenamiento por plomo y el cáncer. El trabajo de Hoffman fue el
que relacionó por
primera vez el cáncer con la dieta y el consumo de tabaco. En general,
se consideró como un estadístico impulsado por motivos humanos,
publicando la primera
recopilación sobre estadísticas de mortalidad y cáncer
a nivel mundial en un texto impreso de ochocientas páginas denominado
“La Mortalidad por Cáncer a Nivel
Mundial” (37). Infortunadamente, su excelente trabajo estuvo sesgado en
algunas áreas por sus puntos de
vista racistas, llenos de prejuicios, que cuestionaron su
integridad. En su libro “Rasgos de Raza”, estipuló que
los grupos raciales minoritarios no sólo eran biológicamente
inferiores, sino también acarreaban barreras
para el progreso, y publicó un artículo de 330 páginas
que intentó demostrar, con confiabilidad estadística,
que el negro estadounidense no podía contar con un
seguro médico. Esto más que lograr su objetivo inicial
demostró el poder social y económico de los métodos
estadísticos, y la facilidad con la que podrían movilizarse para
respaldar los intereses y prácticas de la industria y de la supremacía
blanca (37).
Hoffman en 1937 escribió el libro “Cáncer y Dieta”(4),
del cual se ha obtenido la mayoría de la información
histórica sobre la relación entre la dieta y el cáncer escrita en este
artículo. El texto se divide en cuatro partes,
la primera revisa la literatura acerca del cáncer y la dieta
hasta 1935; la segunda, considera los diferentes patrones alimentarios
de las personas y los lugares; la tercera,
discute varios aspectos del metabolismo; y el cuarto, un
reporte de controles de casos de estudio en diferentes
áreas de los Estados Unidos. Contribuyó a fundar la Sociedad Americana
de Cáncer (38).
Figura 19. Frederick L Hoffman. Tomado de Ref 36.
Observaciones Finales
Este resumen muestra que desde Hipócrates hasta el
siglo XIX existieron una serie de autoridades en su
mayoría médicos, quienes pensaban que la nutrición
podría ser una causa importante de cáncer e incluso
que algunas alternativas alimentarias lograrían evitarlo, neutralizarlo
o tratarlo.
En la actualidad, muchas de estas creencias persisten
y hacen mucho daño, porque carecen de suficiente
fundamento científico. Algunos ejemplos son la limitación en el consumo
de las fuentes proteicas de origen
animal, los ayunos prolongados o el pensar que, en las
personas delgadas, el cáncer no aparecía.
En algunos aspectos la relación entre nutrición y cáncer coincide con
la posición actual, por ejemplo, la
relación existente entre un mayor riesgo de esta enfermedad con el
consumo tanto de carne roja como de
calorías, o la presencia de estreñimiento y obesidad.
También se menciona la prevención en la aparición de
algunos cánceres cuando se logra un consumo diario
de frutas, verduras y cereales integrales.
Según Campbell (39), los aportes a la literatura de
investigación académica sobre cáncer realizados por
Hoffman (4) fueron excelentes tanto en calidad como
en cantidad. Incluso la Academia Americana de Cáncer, lo reconoció y le
otorgó un premio por su trabajo en este campo. Sin embargo, llama la
atención que
nunca se mencionaron específicamente los estudios
extensos que realizó acerca de la relación entre la nutrición y el
cáncer. Los académicos se preguntan porqué esta indiferencia a la
investigación entre la relación de nutrición y cáncer; ¿será por su
complejidad?,
¿por su afectación directa a la industria del azúcar y la
carne? ¿Podría ser también por la hipótesis de que el
cáncer se considerara como una enfermedad local que
comenzaba con causas específicas y terminaba con
una remoción quirúrgica, mientras que las causas nutricionales eran
complejas y poco claras con relación a
la causa efecto con el cáncer? (39). Una hipótesis intermedia era
considerar que el cáncer es el resultado de la
interacción compleja entre factores internos y ambientales, estando los
alimentos incluidos dentro de estos
últimos. Según Campbell (39) en el siglo XIX la teoría
de causalidad del cáncer, prevención y tratamiento se
descartó y se apoyó más la teoría de la enfermedad,
más limitada y centrada en el tratamiento.
Durante este tiempo, cabe destacar la iniciativa del
Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos en junio de 1980 que
asignó al Consejo Nacional de Investigación (National Research Center,
NRC por sus siglas
en inglés), realizar un estudio exhaustivo de la información científica
en relación entre la alimentación y
el cáncer. El NCI solicitó que el comité de estudio (40)
trabajara en tres puntos:
- El nivel de conocimiento y de información relacionada entre la
alimentación y la incidencia del
cáncer.
- El desarrollo de recomendaciones relacionadas
con componentes alimentarios (nutrientes y contaminantes tóxicos) que
pudieran informarse a la
población general como factores de riesgo o beneficio para prevención o
causación de cáncer.
- La identificación de áreas de vacíos de información, para poder
desarrollar una serie de recomendaciones de investigación relacionadas
con los
componentes dietéticos y los factores nutricionales y la incidencia del
cáncer.
Los resultados mostraron las siguientes relaciones entre los alimentos
y el cáncer:
- La ingesta alta de grasa incrementa el riesgo de
presentar cáncer de seno y de colon.
- El consumo frecuente de alimentos curados con
sal o ahumados, posiblemente por su contenido
de nitrosaminas o hidrocarburos aromáticos policíclicos, parece
aumentar el riesgo de cáncer de
esófago o estómago.
- El consumo en exceso de alcohol en personas fumadoras parece
estar asociado con un riesgo elevado de cánceres de cavidad oral,
esófago, laringe
y vías respiratorias.
- El consumo de frutas y verduras, particularmente
verduras crucíferas, parecen disminuir la incidencia de cánceres en
varios sitios (41).
En el siglo XX se generaron una serie de creencias alimentarias
saludables y populares que se derivaron de
conceptos prominentes que venían del siglo anterior
y que se basaron en tres puntos, como son los carcinógenos químicos,
los suplementos vitamínicos y el
colesterol.
El problema de estos conceptos es que no consideraron la nutrición y el
medio ambiente como un todo,
sino que se basaron en la consecuencia de añadir o
substraer componentes individuales, perdiendo de vista los efectos del
panorama nutricional general (39).
De acuerdo con estas conclusiones se propusieron soluciones
provisionales y segmentadas para reducir el
riesgo de cáncer sin llegar a conclusiones definitivas.
Tampoco se pudo estimar la contribución cuantitativa
y cualitativa de la dieta al riesgo general del cáncer.
La terapia médica nutricional, se ve afectada por las
creencias nutricionales de los médicos de los siglos anteriores, que
contaban con pocos estudios clínicos y escasa evidencia científica
(42). Muchos continúan con
la restricción nutricional por el temor del crecimiento
del tumor con la repleción nutricional, afectando de
manera negativa el estado nutricional y la calidad de
vida del paciente.
Las dietas cetogénicas se consideran una opción para
simular los efectos de los periodos de inanición y aportan suficientes
cantidades de proteínas y calorías, y se
emplean en algunos tipos específicos de cáncer (43-46).
Sin embargo, es claro que las guías actuales europeas
y americanas recomiendan aportes proteico-calóricos
sin restricción, con el objeto de evitar la desnutrición,
la sarcopenia y la caquexia (47-50).
El empleo de nutrición enteral y parenteral total o suplementaria se
hace cada vez con mayor frecuencia
tanto intra como extra hospitalariamente, con el propósito de aumentar
la tolerancia de los pacientes a sus
terapias contra el cáncer y mejorar la calidad de vida
(51,52).
Conflictos de interés
Patricia Savino Lloreda es asesora científica de Boydorr
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Recibido:
Noviembre 17, 2020
Aprobado: Noviembre 17, 2020
Correspondencia:
Patricia Savino Lloreda
patricia.savino@gmail.com