Resúmen
El cáncer de piel es uno de los más prevalentes a nivel mundial y el
melanoma corresponde al 2%, pero
es responsable de la mayor tasa de mortalidad. Su historia se remonta
hasta Hipócrates, sin aportes
relevantes desde el siglo V a. C. hasta el año 1700. En adelante y
hasta el siglo XXI se describieron
múltiples avances, principalmente en el manejo quirúrgico de la
enfermedad temprana, hasta llegar al
estándar actual. La enfermedad avanzada, sin embargo no tuvo ningún
desarrollo importante hasta
la década de 1970, con el uso de la quimioterapia. No obstante, el hito
más importante en la historia
del melanoma correspondió al desarrollo de la inmunoterapia, la era de
la genómica y el desarrollo
de medicamentos dirigidos a mutaciones específicas, todos estos con
alto impacto en supervivencia.
Palabras clave: Melanoma; cáncer de piel; inmunoterapia;
cirugía; estadificación; metástasis.
¹ Oncólogo Clínico:Hospital San Vicente Fundación y Clínica El
Rosario.
² Oncólogo Clínico: Hospital San Vicente Fundación.
MELANOMA: BEYOND HISTORY
Abstract
Skin cancer is one of the most prevalent worldwide and melanoma
corresponds to 2% but
it is responsible for the highest mortality rate. Its history dates
back to Hippocrates, without
relevant contributions from the 5th century BC to the year 1700. From
then on until the 21st
century, multiple advances were described, mainly in the surgical
management of early disease, until reaching the current standard.
Advanced disease, however, did not have any major
development until the 1970s, with the use of chemotherapy. However, the
most important
milestone in the history of melanoma corresponded to the development of
immunotherapy, the
genomics era, and the development of drugs targeting specifi c
mutations, all of which have a
high impact onsurvival.
Keywords: Melanoma; skin cancer; immunotherapy;
surgery; staging; metastases.
“Y allí en la cercanía del sol
que arde más caliente en lo alto,
hizo que la cera fuera delgada y suave”
El cáncer de piel es uno de los más prevalentes a nivel
mundial. Ocupa el segundo lugar, solo después del
cáncer de mama y tiene una incidencia estandarizada
por la edad de 10,1 casos por 100.000 habitantes (1).
Por su parte, el melanoma corresponde solo a cerca
del 2% de los casos de cáncer de piel, pero es responsable de la
mayoría de las muertes en dicho grupo (2).
Hoy sabemos que el melanoma maligno comprende
múltiples subtipos, cada cual con historia natural y
pronóstico diferente. Un claro ejemplo es el melanoma acral,
correspondiente al 2-3% de los casos de
melanoma en Europa y el subtipo más frecuente en
población asiática. Este tiene un peor pronóstico,
probablemente por su diagnóstico en estadios más
avanzados o por su biología diferente que favorece
una mayor agresividad. Su genoma fue secuenciado
y publicado en 2020, revelando una alta complejidad
(3).
Aunque el conocimiento de esta patología es relativamente nuevo, la
historia del melanoma se remonta
a varios siglos atrás. Esta revisión pretende comentar
algunos hitos en la evolución de esta enfermedad, al
igual que discutir la influencia que ha tenido en la
historia de la humanidad.
El tumor negro fatal
El problema de Ícaro no fue exponerse al sol, fue quererse acercar a
él. En latitudes como la nuestra donde
tenemos la misma exposición de luz solar durante el
año, no era considerado para nuestros ancestros que
la sequía fuera secundaria al efecto del sol, su causante era la
ausencia de lluvia. De hecho, por más de
2.400 años la exposición solar se utilizó como medida
terapéutica. El sol era siempre un aliado.
No es inusual que la historia de la medicina se remita, en la mayoría
de las veces, a las descripciones
hechas por los griegos y este caso no es la excepción.
Veamos. Hipócrates, en el siglo V antes de Cristo,
usaba el término cáncer o carcinoma para describir
tumores ulcerados y algunos le atribuyen también,
sin mucha certeza, que hacía referencia al melanoma como un “tumor
negro fatal”. De igual forma
Rufus, alumno de la escuela hipocrática, pero en
Turquía, describió diversos tumores cutáneos, entre
muchos otros hallazgos anatómicos (4). De la misma
época, aproximadamente 2.400 años de antigüedad,
pero lejos de Grecia y Turquía, datan los hallazgos
arqueológicos más antiguos, correspondientes a siete momias encontradas
en Perú. En estas se detectaron lesiones difusas en los huesos, más que
nada
de extremidades y cráneo que comprometían tanto
la tabla interna como externa y el diploë causando
lisis parcial del hueso, las cuales se consideraron metastásicas.
Además, en la piel de las momias, se reconocieron cerca a los folículos
pilosos masas melanóticas redondeadas similares a lesiones satélites de
melanoma (5). No obstante, algunos investigadores
consideran improbable este hallazgo, argumentando
que no hubo confirmación histológica, que fue una
mera información descriptiva, sin embargo, estos datos sugieren una
prevalencia alta de la enfermedad
para la cual no hay mayor explicación (6).
Hasta finales de 1700 en Londres, son pocas las
referencias que se encuentran sobre la historia del
melanoma. En esa fecha, se le atribuye a John Hunter la resección de un
tumor en la mandíbula de un
hombre joven, que describió como una “excrecencia
fungoide cancerosa” y que se almacenó en el
Hunterian Museum. A pesar, de que
no hay claridad de que
Hunter supiera que se trataba de un melanoma, en
1968 el estudio microscópico de la pieza confirmó el
diagnóstico y ésta aún se encuentra en el museo (7).
En adelante, varios personajes adquieren protagonismo en la historia de
la enfermedad. Por Francia, Rene Laennec, inventor del estetoscopio,
desestimó
la relación entre el melanoma y la antracosis documentada en autopsias.
Además, en 1806 acuñaría
el término “melanoso”. En el mismo siglo, Jean
CruveilhIer, en un libro de patología de su autoría,
realizó las primeras descripciones de melanomas de
mano, piel y vulva con dibujos de su autoría; fue el
primero en reportar metástasis de melanoma a corazón e intestino
delgado (4).
Los rayos UV, víctimas de fuego
amigo
Observaciones por más de 500 años sobre el efecto de
la exposición solar en diferentes compuestos llevaron
a entender su complejidad: no todo podía ser un efecto
luminoso y del calor. Una de esas observaciones fue la
del químico Karl Wilhem Scheele, quien en 1777, en
su ánimo por descubrir nuevos compuestos, expuso
cloruro de plata a la luz solar tornándolo negro, luego
interpuso un prisma y observó como el rayo violeta
al final del espectro causaba con mayor eficiencia el
oscurecimiento del compuesto, que aquella luz roja
cercana al prisma. Su obsesión por la alquimia desestimó su observación
en el espectro de luz y se enfocó
en los materiales resultantes de sus experimentos (8).
Durante el siglo XIX los físicos hicieron varias contribuciones
tratando de clarificar las propiedades de
la radiación solar y las consecuencias en las reacciones
fisicoquímicas. Hasta ese punto poco se conocía
de su efecto en organismos vivientes. Gran parte de
las investigaciones se dirigían hacia la descripción
de sus componentes, así como el entendimiento de
las reacciones que produce en la materia estos “rayos químicos”(9). En
la época victoriana, en la que
las tendencias de vestuario y apariencia eran guiadas por los caprichos
de las altas cortes, no era bien
visto la tonalidad de piel más oscura que el blanco
perlado. Además, para esta época, el concepto de
raza tenía un significado importante de jerarquía social. Poder ocultar
el tono de piel para distinguirse
era obligatorio (10). La exposición al sol era evitada
cuando la bruma de la contaminación lo permitía.
El conocimiento sobre los efectos de la radiación en
los elementos inertes (principalmente los gases) fomentó el desarrollo
de la industria de lámparas de
arco, indispensables para la iluminación de las grandes ciudades. En
1859 el médico Charcot describió
las quemaduras en piel causadas en los trabajadores
de las factorías de lámparas de arco. Éstas y otras observaciones
llevaron a el dermatólogo alemán Paul
Gerson Unna a describir los cambios patológicos
causados por la radiación UV en la piel, entre ellos
el melanoma de los marineros (11).
La primera mitad del siglo XX, no solo marcó la caída de varias
monarquías, sino que asistimos a la redefinición de los estereotipos de
belleza que habían
regido hasta entonces. En 1920 una imagen de Coco
Chanel fue clave para esto. Esta diva de la moda
de quien se decía que, con solo una imagen podía
desencadenar una tendencia, fue fotografiada en el
mediterráneo bronceada bajándose de su lujoso yate.
Esto puso de moda el bronceado con todo y que en
realidad fue un accidente luego de una exposición
solar inadvertida (12). La piel bronceada era símbolo
de un estilo de vida en el que la mujer podía estar en
exteriores con cada vez menos ropa. Muchos otros
factores jugaron en que cada vez fueran más las mujeres que querían
tener una piel acariciada por el sol.
En los años 30s la televisión a color permitió ver el
dorado de los bronceados, volviéndolo motivo de deseo. En la posguerra
las emigraciones vacacionales a
las playas del mediterráneo y el Caribe, buscando el
tono Coco Chanel, determinó como nuevo marcador de estatus social una
piel oscura (13).
En efecto, si el renacimiento había privilegiado la
piel blanquísima, el siglo XX cambió esa tendencia
y los parámetros de belleza: una piel asoleada era símbolo de estatus y
de belleza. Tanta importancia
llegó a tener, que si no teníamos la posibilidad de un
bronceado natural, la ingeniería de la segunda mitad
del siglo XX tenía la solución: las cámaras de bronceado.
Solo hasta 1956, para sorpresa de muchos, no un médico sino un
matemático, Henry Lancaster, hizo la primera asociación entre la luz
solar y el melanoma. Lancaster observó que el riesgo de presentar la
enfermedad
estaba directamente asociado con la intensidad de la
luz solar a la que se estuviera expuesto, con mayores
repercusiones para los pacientes caucásicos. Más tarde, el matemático,
en asocio con la Dra Janet Nelsol,
describió que el color de la piel, los ojos y el cabello,
la textura de la piel y su reacción al sol tenían relación
etiológica con el desarrollo de melanoma (14).
A pesar de estas descripciones que sugerían un efecto adverso a la
exposición de los rayos UV, fueron
más los resultados que mostraban lo contrario, lo
cual llevó a un auge de la fototerapia para el tratamiento de diversas
enfermedades, principalmente
de la piel. Tanta era la buena imagen de la radiación a principios del
siglo XX, que fue el motivo
para que se concedieran varios Premios Nobel,
incluido el de su uso terapéutico otorgado al Dr.
Niels Ryberg Finsen.
El problema ya estaba establecido, la piel bronceada estaba arraigada
al estilo de vida occidental y las
cámaras de bronceo representan una industria de
billones de dólares (15). El crecimiento progresivo
del cáncer de piel a finales del siglo pasado llevó a
campañas que promovían la disminución en la exposición solar, el uso de
bloqueadores solares y la
restricción en el uso de cámaras de bronceado. A pesar de estas
intervenciones, se considera que cerca de
11 millones de estadounidenses continúan usando
dispositivos de bronceado (16). Australia, uno de los
países con mayor incidencia de melanoma, en 1980
lanza la campaña SunSmart. Esta estrategia ambiciosa que iba desde la
educación en etapa escolar,
foros comunitarios hasta la evaluación en campos
laborales al aire libre, buscaba la disminución en la
exposición solar en sitios de trabajo, y logró efectos
significativos en la incidencia de la enfermedad (17).
En 1820 en Inglaterra, William Norris, a quien se
considera el médico que más aportó en la historia
de esta patología, hizo seguimiento durante 3 años a
un paciente con lo que denominó “enfermedad fungoide” y a su
fallecimiento, en la autopsia, resaltó la
importancia de sus tintes oscuros, que asemejó a los
de la nuez moscada y la alta propensión a desarrollar
metástasis (18). A Norris le llamó la atención que
el padre de dicho paciente falleció de un tumor que
se desarrolló sobre un lunar y que tanto su paciente, como el hijo de
este, tenían múltiples nevus en
todo el cuerpo, por lo que sugirió, apoyado en otro
caso similar, que probablemente esta patología contara con un
componente hereditario y la relacionó
con fototipos bajos; postuló además que su manejo
era quirúrgico (4,19). A pesar de la importancia de
Norris, fue Robert Carswell, en 1838, el primero en
utilizar en una publicación el término melanoma,
en un capítulo dedicado a esta enfermedad, en su
célebre libro de patología. En él diferenció entre las
melanosis verdaderas y las falsas (pseudomelanosis).
Las últimas relacionadas principalmente con sustancias asociadas al
carbón y a ciertos agentes químicos
en sangre. Realizó también descripciones semiológicas de los melanomas
y dibujos de estos en piel y
metástasis hepáticas y pulmonares (4,7).
En el mismo siglo, Cooper, Paget y Pemberton, hicieron grandes aportes.
Samuel Cooper, aseveró que la
enfermedad avanzada era intratable. Por su parte, Sir
James Paget, describió la fase de crecimiento radial y
Oliver Pemberton publicó la primera serie de casos y
el primero en un paciente de raza negra, originario de
Madagascar (7).
En consonancia con las postulaciones de Norris y
Cooper, a finales del siglo, Herbert Snow, cirujano,
reforzó la importancia del manejo quirúrgico temprano; adicionalmente
sugirió que era necesaria la
“extirpación profiláctica de las glándulas linfáticas”
para evitar la diseminación de la enfermedad (20).
Ya en el siglo XX, otro cirujano, William Handley,
dedicado a estudiar la diseminación linfática de enfermedades
oncológicas, además de confirmar la importancia del vaciamiento
ganglionar, aseguró que
eran necesarios márgenes de resección tan amplios
como 2 pulgadas de profundidad y una pulgada radial, convirtiéndose en
un estándar por lo menos durante medio siglo (21).
En esta misma década hubo gran interés en la inmunología del cáncer,
así como en el rol de los interferones en la inmunidad antitumoral y el
de la inmunidad en el rechazo de injertos. Se realizaron múltiples
publicaciones que daban fe de una alta tasa de regresión espontánea de
la enfermedad. Entre ellas la de
Tilden Everson, que reportó una serie de 130 casos
de pacientes con cáncer y regresión espontánea de
éste, bien del tumor primario o de las metástasis. El
estudio incluía 12 casos de melanoma. También se
realizaron experimentos en modelos múridos, con
sueros de pacientes con regresión del melanoma,
con resultados negativos que se atribuyeron a la diferencia de los
tumores animales y humanos (22). En
la misma corriente, pero más tarde, en la década de
los 70’s, Donald Morton, del National Cancer Institute, retomó la
importancia de la inmunidad humoral y celular contra el melanoma,
demostró, al igual
que otros grupos, que existían antígenos de superficie específicos y
llevó a cabo estudios con inyecciones intralesionales de metástasis
intradérmicas
o subcutáneas con Bacilo de Calmette-Guérin, con
resultados exitosos (23).
Este interés en la inmunidad que despierta la enfermedad, se vio
opacado por las publicaciones de
Clark y Breslow en los 60’s y 70’s, respectivamente.
Estas además de impacto pronóstico, tienen implicaciones en conductas
terapéuticas que se aplican
aún en la actualidad. Por su parte, Wallace Clark
desarrolló una escala con base en la evaluación histológica del
melanoma, conocida como los niveles
de Clark, con base en la profundidad del tumor, con
impacto en supervivencia, al tiempo que describió
diferentes tipos de melanoma y desaprobó la teoría
que dictaba que todos los melanomas provienen de
nevus (24). Breslow, una década más tarde, demostró que el pronóstico
de la enfermedad era función
del grosor del tumor, medido como la penetración
más profunda en milímetros, lo que posteriormente
permitió diferenciar cual sería la población con mayor beneficio de
vaciamiento ganglionar (25).
Con base en los datos acumulados a lo largo de la historia, y de forma
reciente, se describieron las técnicas
de ganglio centinela, se redujeron los márgenes de resección y se
publicaron los estudios que demostraron,
diferente a lo postulado por Snow y Handley, que no
hay beneficio en supervivencia con el vaciamiento
ganglionar profiláctico (19, 26-28).
Desde sus inicios, no hubo muchos logros en el tratamiento de la
enfermedad avanzada, lo cual derivaba
en una alta mortalidad, como siglos atrás lo definió
Cooper. Solo hasta la década de 1970 se definió la
dacarbazina, un agente alquilante como estándar de
tratamiento; sin embargo, esto solo se sustentaba en
ensayos fase dos y con bajas tasas de respuesta (cercanas al 20%) (29).
A pesar de ello y de que los ensayos clínicos que la usaron como
comparador en la
década de los 90, mostraron tasas de respuesta similares y con una
mediana de duración de la respuesta
de 6 meses, esta continuó siendo el estándar hasta
después del año 2000 (30).
Para nuestra fortuna, ya en la década de los 80’s,
debido a la descripción de múltiples genes relacionados con cáncer, se
retomó el interés en las características clínicas de la enfermedad, y
fue ahí cuando
se describieron las “Melanoma Families”, con mutaciones germinales
hereditarias, que favorecían un
mayor riesgo de melanoma y estaban presentes en
solo 5-10% de los casos, pero hasta el 40% de ellos,
relacionados con mutaciones en CDKN2A, explicando casos similares a los
descritos por Norris en
1820 (19,23). En la misma década se identificaron
por primera vez mutaciones de NRAS en células
de melanoma, confiriendo un peor pronóstico, además se describieron
oncogenes como CRAF, ARAF
y BRAF en otros tumores. Solo hasta después del
año 2000 se demostró la importancia de BRAF en
melanoma, al documentar que la sustitución de una
valina por ácido glutámico en la posición 600 (inicialmente descrita
por error en el codón 599) del
exón 15 del BRAF (mutación V600E) llevaba a una
activación constitutiva de la vía MAPK, confiriendo una ventaja
selectiva a estas células en cuanto a
crecimiento y supervivencia entre otras características tumorales. Más
adelante, en la misma década,
se describieron otras mutaciones similares en el mismo gen, así como la
presencia de mutaciones activadoras específicas de otros subtipos de
melanomas,
GNAQ y GNA11 en proteínas-G para melanoma
uveal o c-KIT en melanoma acral (19). No obstante,
esto no se tradujo en el desarrollo de alguna terapia
sino hasta muchos años después.
Ya en la década de los 90’s, el interés en las terapias
inmunológicas se había despertado nuevamente,
pero los resultados de estudios con quimio-inmunoterapia, que incluían
el uso de interleucina 2 y de
interferones en asoció con dacarbazina, no mostraron beneficio en
supervivencia sobre la quimioterapia sola, a pesar de las mayores tasas
de respuesta
obtenidas con la combinación (31). No obstante, a
mediados de la década del 2000, se retomó la teoría
de los antígenos de superficie, sobre la que ya había
experimentado Mortón 30 años atrás, que sugería
que estos deberían ser capaces de generar una respuesta inmune efectiva
frente al tumor. En este caso,
se demostró que eran necesarias señales coestimulatorias, que eran
inhibidas por CTLA4, generando la
hipótesis de que el bloqueo de esta molécula podía
promover actividad antitumoral mediada por linfocitos T CD4 y CD8. Los
ensayos fase I y II, en varios
tipos de tumores, mostraron resultados prometedores, especialmente en
melanoma se documentaron
mayores tasas de respuesta y reacciones inmunológicas, que favorecieron
la realización de múltiples ensayos fase II, con avances sorprendentes
e inesperados en supervivencia (32), lo que llevó al desarrollo
de ensayos fase III que confirmaran los resultados
obtenidos.
Así, en 2010 se publicaron en el New England Journal of Medicine los
resultados del primer ensayo en
varias décadas, en mostrar beneficio en supervivencia global en
pacientes con melanoma metastásico
(33). En los años ulteriores, se publicaron múltiples
estudios con la misma molécula, con resultados parecidos; además se
desarrollaron otros medicamentos con mecanismos de acción similares,
conocidos
con inhibidores de puntos de chequeo. Estos hallazgos valieron para que
la revista Science publicara un
número especial respecto a la inmunoterapia en cáncer, como el
“Progreso del año” (34).
Así lo vivió el expresidente estadounidense Jimmy
Carter, cuando en agosto de 2015, fue diagnosticado
con melanoma luego de la resección de una masa
hepática metastásica. Estudios adicionales revelaron
también metástasis cerebrales. Luego de la cirugía y
radioterapia sobre las lesiones en cerebro, se sometió
a tratamiento con uno de los medicamentos recientemente probados, un
inhibidor de punto de chequeo,
pembrolizumab, aprobado apenas en septiembre de
2014 por la FDA para el tratamiento de melanoma
metastásico. Se logró en el expresidente respuesta completa a nivel
cerebral, según comentó en un comunicado del Carter Center (35). Este
efecto del
tratamiento era novedoso para la época, similar a la
historia del expresidente, otras respuestas excepcionales se habían
logrado con terapias previas como el
uso de citocinas o ipilimumab. Los descubrimientos
realizados en el año 2000, respecto a la importancia
del BRAF, derivaron en el desarrollo de múltiples
terapias dirigidas al control de las células con dicha
mutación, con resultados asombrosos, parecidos a
los descritos con inmunoterapia (36,37).
Hoy conocemos pacientes con melanoma metastásico en quienes se logra
una desaparición completa
de la enfermedad y tienen supervivencias superiores
a 5 años. El desarrollo de medicamentos continúa,
las terapias inmunológicas y dirigidas ahora se experimentan como
combinación, se estudian nuevas
mutaciones y se desarrollan medicamentos para uso
cada vez más tempranos y una velocidad avasalladora. El futuro del
melanoma y de los pacientes que lo
padecen es incierto, pero atreverse a decir la palabra
cura no suena descabellado.
Referencias
1. Cancer today
[Internet].Gco.iarc.fr. 2020 [consultado
25 octubre 2020]. Disponible en: http://gco.iarc.fr/today/home
2. Linares MA, Zakaria A, Nizran P.
Skin Cancer. Prim
Care. 2015;42(4):645-59.
3. Newell F, Wilmott JS, Johansson
PA, Nones K, Addala
V, Mukhopadhyay P et al. Whole- genome sequencing
of acral melanoma reveals genomic complexity and
diversity. Nat Commun. 2020;11(1):5259.
4. Alonso CE, Salerni GE. Breve
historia del melanoma.
De Hipócrates a Handley. Med Cutan Iber Lat Am.
2016;44(1):64-67.
5. Urtega O, Pack GT. On the
antiquity of melanoma.
Cancer. 1966;19(5):607-10.
6. Lowenstein EJ. Paleodermatoses:
lessons learned
from mummies. J Am Acad Dermatol. 2004;50(6):919-
36.
7. Ezra N, Rabie J. The advent of a
novel diagnosis: melanoma through the ages. Skinmed. 2010;8(3):172-4.
8. Our Bookshelf.
Nature.1923;112(2823):823-4.
9. Jonah CD. A Short History of the
Radiation Chemistry
of Water. Radiar Res [Internet].1995 [consultado 2 noviembre
2020];144(2):141-147. Disponible en:
https://www.jstor.org/stable/3579253?seq=1
10. Bolt C. Race and the Victorians.
En: Eldridge CC, editor. British Imperialism in the Nineteenth Century.
London: Macmillan Education UK; 1984 p.126-47.
11. Hockberger PE. A history of
ultraviolet photobiology
for humans, animals and microorganisms. Photochem
Photobiol. 2002;76(6):561-79.
12. Aldahan AS, Shah VV, Mlacker S,
Nouri K. Sun Exposure in History. JAMA Dermatol. 2016;152(8):896-896.
13. Tanning Through The Years: A
History Of Bronze | Tips
For Tanning [Internet].2018 [consultado 02 noviembre
2020]. Disponible en:
http://www.tipsfortanning.com/tanning-through-the-years-a-
history-of-bronze/
14. Lancaster HO, Nelson J. Sunlight
as a cause of melanoma; a clinical survey. Med Just. 1957;44(14):452-6.
15. Le Clair MZ, Cockburn MG. Tanning
bed use and melanoma: Establishing risk and improving prevention
interventions. Prev Med Rep.2016;3:139-44.
16. Lazovich D, Choi K, Vogel RI.
Time to Get Serious
About Skin Cancer Prevention. Cancer Epidemiol
Prev Biomark.2012;21(11):1893-901.
17. Sinclair C, Foley P. Skin cancer
prevention in Australia. Br J Dermatol. 2009;161(Suppl 3):116-23.
18. Silvers DN, Gorham JD.
Observations on a melanoma by William Norris, M.D. a country
practitioner of the early 19th century. Am J
Dermatopathol.1982;4(5):421-4.
19. Rebecca VW, Sondak VK, Smalley
KSM. A brief history of melanoma: from mummies to mutations. Melanoma
Res. 2012;22(2):114-22.
20. Neuhaus SJ, Clark MA, Thomas JM.
Dr. Herbert
Lumley Snow, MD, MRCS (1847–1930): The Original
Champion of Elective Lymph Node Dissection in Melanoma. Ann Surg Oncol.
2004;11(9):875-8.
21. The Bunterian Lectures on the
pathology of melanotic
growths in relation to their operative treatment. Lancet.
1907;169(4363):996-1003.
22. Everson TC. Spontaneous
regression of cancer. Ann
N Y Acad Sci.1964;114(2):721-35.
23. Lee C, Collichio F, Ollila D,
Moschos S. Historical review of melanoma treatment and outcomes. Clin
Dermatol. 2013;31(2):141-7.
24. Clark WH, From L, Bernardino EA,
Mihm MC. The
Histogenesis and Biologic Behavior of Primary Human Malignant Melanomas
of the Skin. Cancer
Res.1969;29(3):705-27.
25. Breslow A. Thickness,
cross-sectional areas and
depth of invasion in the prognosis of cutaneous melanoma. Ann Surg.
1970;172(5):902-8.
26. Wheatley K, Wilson JS, Gaunt P,
Marsden JR. Surgical excision margins in primary cutaneous melanoma:
A meta-analysis and Bayesian probability evaluation.
Cancer Treat Rev. 2016;42:73-81.
27. Faries MB, Thompson JF, Cochran
AJ, Andtbacka RH,
Mozzillo N, Zager JS, et al. Completion Dissection or
Observation for Sentinel-Node Metastasis in Melanoma. N Engl J Med.
2017;376(23):2211-22.
28. Leiter U, Stadler R, Mauch C,
Hohenberger W, Brockmeyer NH, Berking C, et al. Final Analysis of
DeCOGSLT Trial: No Survival Benefit for Complete Lymph
Node Dissection in Patients With Melanoma With Positive Sentinel Node.
J Clin Oncol. 2019;37(32):3000-8.
29. Costanza ME, Nathanson L, Lenhard
R, Wolter J,
Colsky J, Oberfield RA, et al. Therapy of malignant
melanoma with an imidazole carboxamide and bischloroethyl nitrosourea.
Cancer. 1972;30(6):1457-61.
30. Yang AS, Chapman PB. The History
and Future of
Chemotherapy for Melanoma. Hematol Oncol Clin
North Am.2009;23(3):583-x.
31. Sasse AD, Sasse EC, Clark LG,
Clark OAC. Chemoimmunotherapy vs. chemotherapy for metastatic
malignant melanoma. Cochrane Database Syst Rev.
2018;(2):CD005413.
32. Hoos A, Ibrahim R, Korman A,
Abdallah K, Berman D,
Shahabi V, et al. Development of Ipilimumab: Contribution to a New
Paradigm for Cancer Immunotherapy.
Semin Oncol. 2010;37(5):533-46.
33. Hodi FS, O’Day SJ, McDermott DF,
Weber RW, Sosman JA, Haanen JB, et al. Improved Survival with
Ipilimumab in Patients with Metastatic Melanoma. N Engl
J Med. 2010;363(8):711-23.
34. Couzin-Frankel J. Cancer
Immunotherapy. Science.
2013;342(6165):1432-3.
35. Jimmy Carter [Internet]. American
Association for Cancer Research (AACR). 2020 [consultado 3 noviembre
2020]. Disponible en:
https://www.aacr.org/patientscaregivers/progress-against-cancer/jimmy-carter/
36. Robert C, Grob JJ, Stroyakovskiy
D, Karaszewska B,
Hauschild A, Levchenko E et al. Five-Year Outcomes
with Dabrafenib plus Trametinib in Metastatic Melanoma. N Engl J Med.
2019;381(7):626-36.
37. Larkin J, Asciert P, Dréno B,
Atkinson V, Liszkay
G, Maio M et al. Combined Vemurafenib and Cobimetinib in BRAF-Mutated
Melanoma. New Engl J
Med.2014;371(20):1867-1876.
Recibido:
Noviembre 06, 2020
Aprobado: Noviembre 11, 2020
Correspondencia:
Sergio Andrés Mejía Espinosa
s.mejiae@gmail.com