Resúmen
El cáncer de pulmón fue una vez una enfermedad muy rara, tan rara que
los médicos prestaban especial atención cuando se enfrentaban a un
caso, pensando que era una entidad única. La mecanización
y la publicidad masiva instaurada hacia finales del siglo XIX
popularizaron el hábito del cigarrillo,
sin embargo, causaron una epidemia global de cáncer de pulmón. Los
cigarrillos fueron reconocidos
como la causa primaria de la epidemia en las décadas de 1940 y 1950,
con la confluencia de estudios
epidemiológicos, experimentos con animales, patología celular y
análisis bioquímicos. A pesar del
enorme nihilismo generado por el cáncer de pulmón a nivel mundial, se
han logrado avances notables
en los últimos 50 años. Durante varios años, el papel de la
quimioterapia se calificó con frecuencia
como tóxico e ineficaz. No obstante, los regímenes basados en platino
se establecieron después de demostrar un beneficio inequívoco, tanto en
términos de aumento de las tasas de curación en el entorno
adyuvante, y multimodal en etapas más avanzadas de la enfermedad donde
mejora la calidad y duración de la vida. Las terapias dirigidas y la
inmunoterapia han surgido en la última década como tratamientos
verdaderamente efectivos para la enfermedad metastásica, y actualmente
se están evaluando
en estados más tempranos de la enfermedad. En la actualidad, el cáncer
de pulmón es la enfermedad
que aglutina las mayores variaciones terapéuticas gracias a la
innovación de nuevos fármacos y formatos de diagnóstico mediante la
genómica.
Palabras clave: Cáncer de pulmón; tabaco; historia de
tabaquismo; carcinoma de pulmón de células
no pequeñas; quimioterapia; terapia dirigida; inmunoterapia.
¹ Sección Oncología Torácica y Laboratorio de Medicina
Personalizada del Cáncer, Instituto Nacional de Cancerología – INCaN,
Ciudad de México, México.
² Fundación para la
Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer – FICMAC, Bogotá,
Colombia.
³ Grupo Oncología Clínica
y Traslacional, Clínica del Country, Bogotá, Colombia.
⁴ Grupo de Investigación
en Oncología Molecular y Sistemas Biológicos (FoxG), Universidad El
Bosque, Bogotá, Colombia. Sección
Oncología Torácica y Laboratorio de Medicina Personalizada del Cáncer,
Instituto Nacional de Cancerología – INCaN, Ciudad de
México, México.
⁵ Departamento Oncología
Clínica, Marlene and Stewart Greenebaum Comprehensive Cancer Center,
Facultad de Medicina Universidad de Maryland, Baltimore, Maryland,
Estados Unidos.
⁶ Programa de Biología del Cáncer y Medicina de Precisión,
Instituto Catalán de Oncología, Barcelona, España.
HISTORY OF LUNG CANCER:
FROM DOLL AND HILL TO PRECISION THERAPIES
Abstract
Lung cancer was once a very rare disease, so rare that doctors took
special notice when
confronted with a case, thinking it a once-in-a-lifetime oddity.
Mechanization and mass marketing towards the end of the 19th century
popularized the cigarette habit, however, causing
a global lung cancer epidemic. Cigarettes were recognized as the cause
of the epidemic in
the 1940s and 1950s, with the confluence of studies from epidemiology,
animal experiments,
cellular pathology and chemical analytics. Despite the enormous
nihilism generated by lung
cancer globally, remarkable advances have been made in the last 50
years. For several years
the role of chemotherapy has frequently been denigrated as toxic and
ineffective. However,
platinum-based regimens is clearly established and have demonstrated
unequivocal benefit,
both in terms of increasing cure rates in adjuvant and multimodality
settings in lower stages of
disease and enhancing quality and length of life in advanced disease.
Targeted therapies and
immunotherapy have emerged in the past decade as truly effective
treatments for advanced
disease and are currently undergoing evaluation in lower stages of
disease. At present, lung
cancer is the disease that brings together the greatest therapeutic
variations thanks to the innovation of new drugs and diagnostic formats
using genomics.
Keywords: lung cancer; tobacco; smoking history;
Non-small cell lung cancer; chemotherapy;
targeted therapy; immunotherapy
“Si
he visto más lejos, ha sido al pararme
sobre los hombros de gigantes que me han guiado”.
Isaac Newton
En honor a nuestro mentor, Rafael Rosell, que ha
escrito y creado la historia misma del cáncer de pulmón.
Introducción
El cáncer de pulmón se ha convertido en una enfermedad formidable,
desde una perspectiva epidemiológica y biológica. A nivel global
constituye el
cáncer diagnosticado con mayor frecuencia (11,6%)
y representa la principal causa de muerte por esta
enfermedad con 1.74 millones (18,4%) de casos/
año. Las muertes por cáncer de pulmón superan la
mortalidad por cáncer de seno entre las mujeres en
28 países y se prevé que su mortalidad alcance los
2.45 millones a nivel global para 2030, un aumento próximo al 40% desde
2018. De igual forma, los
casos incidentes aumentarán globalmente en 38%
(2.89 millones de casos nuevos/año) en la siguiente década (1). La
tragedia se magnifica porque la
abrumadora mayoría de las muertes, alrededor del
80%, son totalmente prevenibles y están asociadas
a la exposición crónica al humo por combustión del tabaco, seguidos en
lejana frecuencia por el radón y
los asbestos. A pesar del perfil de la enfermedad, la
mortalidad por la variante de células no pequeñas ha
disminuido, incluso más rápido que la incidencia, y
este hecho se ha asociado con una mejora sustancial en la supervivencia
desde el año 2010. Entre los
hombres, la mortalidad descendió 6,3% anualmente,
mientras la incidencia disminuyó 3,1% en el mismo
periodo. De forma similar, la supervivencia global
(SG) a cinco años mejoró hasta el 35%, logrando
una diferencia positiva del 9% en 13 años (2). Esta
situación es reflejo de la introducción de la genómica, de múltiples
intervenciones dirigidas, y del uso
regular de la inmunoterapia. No obstante, la tasa de
supervivencia a 5 años en los países con ingresos medios para todos los
tipos de cáncer de pulmón es del
19%, inferior a lo encontrado para las neoplasias de
colon y recto (71%), seno (85%) y próstata (98%) (3).
El cáncer de pulmón ha cambiado a lo largo del último siglo, era una
patología poco reconocida antes
del siglo XX. Hasta 1900, solo se conocían alrededor de 140 casos en la
literatura médica, y la enfermedad era diagnosticada erróneamente como
tisis
(tuberculosis), neumonía, o enfermedad del carbón.
Sin embargo, el hallazgo de tumores pulmonares en
secuencias de autopsias aumentó de forma progresiva en Alemania en la
segunda mitad del siglo XIX,
y aún más en la primera década del XX. Isaac Adler
resumió esta evidencia en 1912, en la primera monografía sobre el
cáncer de pulmón, y señaló que la incidencia de neoplasias malignas del
pulmón parecía
mostrar «un aumento decidido». Adler mencionó el
«abuso de tabaco y alcohol» como una posible causa,
al tiempo que comentó que el conocimiento “aún no
estaba listo para generar un juicio final sobre el vínculo” (
Figura 1) (4).
Al parecer, en ese entonces, ni siquiera se sospechaba que el tabaco
fuera la principal causa de tumores
pulmonares hasta la primera reseña de un joven estudiante de medicina
(Hermann Rottmann, Würzburg, Baviera, Alemania) que propuso en 1898 que
el polvo de tabaco, y no el humo, podría estar causando la elevada
incidencia de lesiones pulmonares
entre los trabajadores del tabaco alemanes. El error
de Rottmann no se corrigió hasta 1912, cuando Adler propuso que fumar
podría ser el culpable de la
creciente incidencia de tumores pulmonares. Durante la década de 1900
los profesores solían declarar
frente a los torreones que el cáncer de pulmón era
una condición tan rara que los novos practicantes
podrían terminar su carrera sin volver a ver otro
caso (5). No obstante, después de la Primera Guerra
Mundial, los cirujanos se encontraban la enfermedad con una frecuencia
cada vez mayor por lo que
empezaron a preguntarse de forma sistemática cual
sería su origen. Además del tabaco, se culpó al polvo de carbón y
asfalto, a los efectos latentes por la
exposición al gas mostaza, y a agentes letales como
el fosgen. También se especuló sobre la contaminación del aire dada la
creciente industrialización, al
igual que al gran Jinete Pálido, la gran pandemia
de influenza de 1918. Estas y varias otras teorías se
presentaron como posibles explicaciones del aumento del cáncer de
pulmón, hasta que la evidencia de
múltiples fuentes de investigación dejó en claro que
el tabaco era, por mucho, el principal culpable.
Ciento ocho años después, la historiografía del rey
de reyes se escribe a partir de la biología molecular
tumoral, de la introducción de la inmunoterapia y
de nuevos formatos para implementación de la cirugía y la radioterapia.
La presente revisión realiza
un recorrido sobre los mayores hallazgos y eventos
alrededor del cáncer de pulmón.
Figura 1. Detalles del reporte original de Isaac Adler, que
describe por primera vez las características del cáncer
de pulmón en una cohorte de pacientes afectos. Nótese la reseña a las
primeras páginas de la monografía, la
figura original realizada por el autor sobre las características
visuales del órgano afecto, y la distribución patológica
por tinción básica. Primary malignant growths of the lungs and bronchi,
Isaac Adler 1912. Material proporcionado
a la Colección de la Wellcome Library por Augustus C. Long en la
Universidad de Columbia. Reproducción con
autorización desde Julio 10, 1944 (https://wellcomelibrary.org/item/b2123131x).
La iniciación
Mary Benbow tenía 50 años cuando fue admitida
en el Guy’s Hospital de Londres el 19 de agosto de
1841, bajo el cuidado de Richard Bright (
Figura 2), uno de los principales
consultores de la ciudad y su
médico asistente Henry Marshall Hughes, conocido
tanto por su excéntrico sentido del vestido y su interés en la
patología pulmonar.
Figura 2. Richard Bright. Oración de Bright realizada en el
Hospital Guy’s en Julio 8, 1927 en honor al centenario de la
publicación del primer volumen del registro Bright’s Medical Cases.
La señora Benbow
había sido una persona notablemente sana hasta
los dos años antes de su admisión, cuando lo que
ella pensaba era un frío desagradable la confinó a su
cama durante dos meses. Ella era una mujer trabajadora y templada; como
esposa de un soldado, había
seguido al ejército hasta que encontró empleo como
lavandera. Después de su resfriado, ocasionalmente
había tosido sangre. Finalmente fue valorada por el
cirujano de Kingston, el señor Edward Kingsford,
que designó el uso de diversos ácidos, acetato de plomo, digital y
purgantes salinos. Pero su condición no
mejoró y nueve meses después Kingsford la refirió
al Guy’s Hospital, donde se había formado y seguía
teniendo contactos. Cuando ingresó, estaba bastante pálida, no tenía
dolor, ni estaba particularmente
demacrada. Ella se quejó de tos y dificultad para respirar, y Hughes la
examinó con atención. Encontró
que las glándulas en su axila derecha y debajo de
la clavícula estaban aumentadas de tamaño (actualmente adenopatías
axilares), y notó que las venas
directamente debajo de la piel a la derecha de su abdomen y la parte
inferior del pecho sobresalían. Las
costillas de su lado derecho apenas se movían cuando respiraba. Cuando
Hughes usó sus dedos para
tamborilear en su pecho (procedimiento diagnóstico
conocido como percusión), casi no había ningún sonido en el lado más
comprometido (el pulmón sano
y lleno de aire habría sonado diferente) (6,7).
Los síntomas de la señora Benbow empeoraron gradualmente. Le resultaba
cada vez más difícil respirar y sus piernas estaban cada vez más
inflamadas.
Aproximadamente dos meses después de su admisión murió, según Hughes,
“sin ningún sufrimiento
en particular, o una gran emaciación”. Como Guy’s
era un hospital docente con su propia escuela de medicina con médicos
interesados en la investigación,
su cuerpo fue sometido a un examen post mortem
para averiguar qué enfermedad había causado sus
síntomas. Ellos encontraron que toda la parte superior de su pulmón
derecho se había convertido, en
palabras de Hughes, en “una masa de hongo medular”. Los lóbulos medio e
inferior también contenían
masas de este “maligno crecimiento”, que Hughes,
de nuevo, describió como “materia fungoide”. Él informó al médico de la
Sra. Benbow que había estado
sufriendo “de alguna afección maligna del pulmón”.
Si no hubiera sido referida y expuesta a las nuevas
técnicas de diagnóstico empleadas por los médicos
allí, y si su cuerpo no hubiera sido sometido a un
examen post mortem, es probable que la enfermedad
de Mary Benbow se hubiera visto como un caso triste pero bastante común
de “consumo”, un conjunto
de síntomas también llamado “tisis” y luego cada
vez más identificada como tuberculosis. Como ella
se convirtió en uno de los pacientes de Bright y Hughes, sin embargo,
el suyo es uno de los pocos casos
de cáncer de pulmón que aparecieron en la literatura médica antes de
1900. Mientras tanto, desde la
década de 1850, el cáncer (en general) pasó de una
enfermedad de tejidos anormales a una enfermedad
de anormalidades celulares (7).
A principios del siglo XX, se documentó un número creciente de casos de
cáncer de pulmón, lo que
generó debates sobre si la enfermedad era de hecho,
cada vez más común, o si el aumento de la incidencia era un artefacto
relacionado con las mejoras de
los medios de diagnóstico. El fuerte incremento en
los casos incidentes reportados en la década de 1940
convenció a la mayoría de los observadores de que
esta variación no era un artilugio, y el debate internacional se centró
en el tabaco.
Los estudios de comunitarios de corte poblacional
fueron las primeras y más convincentes formas de
prueba. Franz Hermann Müller en el Hospital de
Colonia en 1939 publicó el primer estudio de este tipo, comparando 86
casos de cáncer de pulmón y
un número similar de controles libres de enfermedad (8). Müller pudo
demostrar que los expuestos al
humo por combustión del tabaco tenían mayor probabilidad de padecer la
enfermedad, hecho confirmado por Eberhard Schairer y Eric Schöniger en
la
Universidad de Jenan, quienes ejecutaron un estudio
más ambicioso en 1943 (9). Los resultados acuñados
en Alemania fueron verificados y ampliados por académicos británicos y
estadounidenses, quienes solo
en 1950, realizaron cinco estudios epidemiológicos
publicados por separado, incluidos los artículos de
Ernst Wynder y Evarts (10) Graham en los Estados
Unidos y Richard Doll y A Bradford Hill (11) en Inglaterra (
Figura 3). Todos confirmaron esta
creciente
sospecha de que los fumadores tenían un riesgo incremental de tener
cáncer de pulmón. Poco tiempo
después, se obtuvo una confirmación adicional de
una serie de estudios prospectivos de cohortes, realizados para
eliminar la posibilidad del sesgo de recuerdo. La teoría fue que
siguiendo dos grupos separados e inicialmente sanos a lo largo del
tiempo, uno
fumador y otro no fumador, emparejados por edad,
sexo, ocupación y otros rasgos relevantes, se podía
averiguar si el tabaquismo era un factor dominante
en la génesis del cáncer de pulmón. Los resultados
fueron inequívocos, Doll y Hill en 1954 concluyeron
que los fumadores de 35 o más cigarrillos por día aumentaron sus
probabilidades de morir por cáncer de
pulmón en 40 veces vs. los no expuestos. Posteriormente, Hammond y Horn
(12), trabajando en conjunto con la American Cancer Society confirmaron
el vínculo más allá de la duda razonable.
Modelos animales y citopatología
Esta fue una segunda línea de experimentación clave para demarcar la
evidencia entre el tabaquismo y
el desarrollo del cáncer de pulmón (13). En 1900, se
demostró que el “jugo de tabaco” causaba cáncer en
animales de laboratorio, evento que permitió generar
diversas hipótesis entre los investigadores siendo el
más activo en este ámbito el intrépido Ángel H. Roffo,
director fundador del Instituto de Medicina Experimental para el
Estudio y Tratamiento del Cáncer
de Argentina, quien en 1931 demostró que el humo
condensado de la destilación destructiva del tabaco
podía causar tumores al untar el cabello depilado en
la piel de conejos (14). Roffo en la década de 1930 y
principios de la de 1940 publicó docenas de artículos
(principalmente en alemán y español) que implicaban
al tabaquismo en la génesis del cáncer, lo que provocó el apoyo
entusiasta del Instituto de Salud Pública
de Alemania, pero también el ridículo de la industria
tabacalera. Los fabricantes de tabaco alemanes establecieron una
revista completa,
Chronica Nicotiana,
y
una “academia” científica, la
Academia
Nicotiana Internationalis, para apuntalar las fortunas del
tabaco,
entonces bajo el asedio de los activistas (15).
En 1953, se prestó mucha atención a los estudios de
Ernst Wynder, Evarts Graham y Adele Croninger,
que mostraban que se podían generar neoplasias al
depositar alquitrán de humo de cigarrillo en el dorso de ratones (
Figura 4) (16). La revista Life
dedicó varias páginas a la historia, y citó la conclusión
de Graham de que el caso contra el tabaco ahora
se había probado “más allá de toda duda” (17). La
confianza pública en el tabaco se vio sacudida y los
precios de las acciones de los fabricantes de cigarrillos
estadounidenses se desplomaron. Los fabricantes de tabaco vieron este
nuevo problema sanitario
como una amenaza para su sustento y decidieron organizar una respuesta.
El 14 de diciembre de 1953,
en el Plaza Hotel de Manhattan, los directores ejecutivos de los seis
mayores fabricantes de tabaco de
EE. UU. (Todos menos Liggett) se reunieron para
planificar una respuesta. El resultado fue un plan de
gran alcance para refutar la evidencia acumulada,
utilizando anuncios y libros blancos, comunicados
de prensa y charlas corporativas con escritores de divulgación
científica y periodistas. El apoyo a la ciencia (favorable a la
industria) fue una parte vital de
esta empresa: los fabricantes de cigarrillos pidieron
más investigación para resolver una supuesta controversia y se
propusieron tranquilizar al público.
Esa campaña fue en general un éxito, a juzgar por
el hecho de que el consumo per cápita se recuperó
de su caída en 1953. De hecho, el consumo de cigarrillos en los Estados
Unidos continuaría creciendo
durante las décadas de 1960 y 1970, alcanzando un
máximo de aproximadamente 630 mil millones de
cigarrillos en 1982.
Figura 3A. Austin Bradford Hill y Richard Doll, epidemiólogos
ingleses relacionados con la Universidad de Oxford y el
Medical Research Council que relacionaron la exposición al tabaco con
el desarrollo de cáncer de pulmón. B. Imagen
del artículo publicado en el British Medical Journal el sábado 30 de
Septiembre de 1950, tres años después de iniciar el
estudio comunitario que confirmaría los hallazgos de Wynder y Graham,
quienes habían encontrado en 605 pacientes,
que el 51,2% de los enfermos por cáncer de pulmón habían fumado más de
20 cigarrillos al día durante 10 años. En
adición, la tasa de nunca fumadores no excedió el 2% (10). En contraste
Doll y Hill, habían documentado que el 14,6%
eran no fumadores, y que solo el 20% había consumido 20 cigarrillos o
más por día a lo largo de 10 años.
Una tercera línea de evidencia de la relación entre
el cáncer y el cigarrillo provino de la patología celular. En la década
de 1930, los patólogos habían
comenzado a notar la capacidad del humo del cigarrillo para causar
ciliastasis, el amortiguamiento
de las estructuras diminutas en forma de látigo o
pelos que recubren las vías respiratorias superiores,
estructuras que se sabe son responsables de expulsar
contaminantes particulados de los pulmones (18).
Al parecer, la ciliasis podría hacer que el humo del
cigarrillo quedara atrapado en los pulmones, provocando cáncer. Los
patólogos también comenzaron a
explorar si el daño del tabaquismo se podía discernir
a nivel de la célula. Anderson C. Hilding confirmó
en 1956 que los fumadores estaban experimentando
ciliastasis pulmonar, pero también que los cilios estaban siendo
dañados precisamente en aquellas partes
del pulmón donde era más probable que se desarrollaran neoplasias (19).
En paralelo, Oscar Auerbach
mostró (a partir de estudios de autopsias) que en las
células preneoplásicas se podían detectar arquitecturales y nucleares,
incluso en los que habían muerto
por otras causas (
Figura 5)
(20).
Figura 4. Apartados de la publicación de Wynder et al. hecha en
Cancer Research 1953. El estudio obtuvo un
condensado de alquitrán de cigarrillo con una máquina de fumar que
simulaba los hábitos de los humanos. El
alquitrán resultante se disolvió en acetona y se aplicó en el dorso de
ratones CAF1 en una dosis de 40 mg de
solución de alquitrán/acetona 3 veces por semana. De 81 ratones
tinturados con alquitrán, el 59% desarrolló
papilomas, observando la primera lesión 33 semanas después de la
administración. De igual forma, de los ratones
tratados el 44% tuvo carcinomas probados histológicamente. El primer
carcinoma se observó en la semana
42 y el tiempo promedio para la aparición fue de 71 semanas. De 62
ratones vivos a los 12 meses, el 58%
desarrolló cáncer. Esto se corresponde aproximadamente con el hecho de
que en el ser humano se requieren
aproximadamente 20 a 35 años de tabaquismo para la producción de un
carcinoma bronquiogénico. Ninguno de los
ratones de control tratados con acetona sola no mostró lesiones
cutáneas. Al final de los 20 meses de intervención,
el 53% continuaba vivo, en comparación con el 9,8% en el grupo marcado
con alquitrán de tabaco.
La siguiente línea de evidencia para amplificar la
naciente investigación relacionada con el cáncer
de pulmón surgió del descubrimiento de sustancias
químicas cancerígenas en el humo del cigarrillo.
Los hidrocarburos aromáticos policíclicos se habían
identificado como componentes cancerígenos del alquitrán de hulla en la
década de 1930, y entonces
surgió la pregunta: ¿podría haber compuestos similares en el humo del
cigarrillo? Angel Roffo en Argentina fue el primero en identificar los
hidrocarburos
aromáticos policíclicos en el humo de los cigarrillos
a partir de sus firmas espectrográficas distintivas, y
durante un tiempo al menos su voz fue la más autorizada en este ámbito
(21). En 1947, en un informe
interno a la compañía Lorillard, los fabricantes de cigarrillos Old
Gold, John B Fishel de la Universidad
Estatal de Ohio reconoció la presencia de benzopireno cancerígeno en
los alquitranes de tabaco, citando
a Roffo como autoridad (22). Los laboratorios de la
industria tabacalera llevaron a cabo sus propias investigaciones, Brown
y Williamson identificaron el
benzopireno en el humo del cigarrillo en 1952, y al
final de la década los fabricantes de cigarrillos habían
caracterizado varias docenas de carcinógenos en el
humo del mismo, incluidos el arsénico, el cromo, el
níquel y un verdadero zoológico de hidrocarburos aromáticos
policíclicos (criseno, metilcolantreno, dibenzantraceno,
dibenzacrideno, etc.). Como dijo el
director de investigación de Philip Morris, Helmut
Wakeham, en 1961, se encontraron carcinógenos en
“prácticamente todas las clases de compuestos del
humo de los cigarrillos”.
Figura 5. Referencia gráfica del estudio de Oscar Auervach y
colaboradores publicado el 17 de enero de 1957 en el
New England Journal of Medicine. El manuscrito incluye la información
del análisis de 150 casos y más de 28.000
placas histológicas analizadas para determinar el vínculo patológico
entre la exposición al tabaco, la hiperplasia de
células basales, y la generación de cáncer de pulmón.
La confluencia de estas diversas formas de evidencia, desde las
epidemiológicas, hasta los experimentos con animales, observación
clínica y análisis químico, combinadas con la evidencia cada vez menor
de explicaciones alternativas, llevó a las autoridades
médicas y de salud de todo el mundo a reconocer
públicamente un vínculo entre el consumo de tabaco
y la creciente ola de cáncer de pulmónr. La Junta
Directiva Nacional de la American Cancer Society
anunció en 1954, sin disentimiento, que “la evidencia actualmente
disponible indica una asociación
entre el tabaquismo, en particular el tabaquismo de
cigarrillos, y el cáncer de pulmón”. Ese mismo año,
la Public Health Cancer Association recomendó dejar de fumar como una
forma de prevenir el cáncer, y
las autoridades contra el cáncer en Noruega, Suecia,
Finlandia, Dinamarca y los Países Bajos llegaron a
conclusiones similares. Las autoridades del Reino
Unido se sumaron, al igual que la Sociedad Conjunta
de Tuberculosis de Gran Bretaña y el Departamento
Nacional de Salud y Bienestar de Canadá. Los escépticos se convirtieron
y la atención médica global
inició el arduo cuestionamiento para los siguientes
50 años, ¿qué haremos entonces al respecto?
El cigarrillo es el artefacto más mortífero en la historia de la
civilización humana (23). Las tasas de
consumo están cayendo en la mayoría de los países
más avanzados económicamente, pero siguen siendo
altas o incluso están aumentando en muchas partes
del mundo. En China, el consumo de cigarrillos ha
aumentado de 500.000 millones en 1980 en más de
cuatro veces en 2010, y aún no está claro si el consumo ha alcanzado su
punto máximo. China fabrica
ahora alrededor de 2.4 billones de cigarrillos/año,
cerca del 40% del total mundial. El consumo se ha
visto facilitado por la introducción de máquinas de fabricación de
cigarrillos de ultra alta velocidad. La
fábrica de cigarrillos Yuxi de Hongta, por ejemplo,
produce más de 90 mil millones de cigarrillos al año,
utilizando 52 máquinas de fabricación de cigarrillos
Molins de alta velocidad. Las modernas máquinas
para fabricar cigarrillos producen tasas de hasta
20.000 unidades por minuto, lo que ayuda a explicar la dramática caída
de los costos de fabricación
durante el último siglo.
Las
fábricas de cigarrillos hoy
producen muertes a un ritmo más rápido y más económico
que cualquier forma anterior de fabricación industrial. Si
los cigarrillos causan 1 cáncer de pulmón por cada 3 o 4
millones consumidos (24), esto significa que fábricas como
estas, son responsables de generar 25.000 a 30.000 muertes/año por
cáncer de pulmón. Y aproximadamente el
doble de esa cantidad por otras enfermedades (25).
La Figura 6 resume los principales cambios directos
y paralelos relacionados con la inflamación crónica
generada por tabaco a nivel pulmonar.
Una lenta evolución
En la historiografía de la medicina, las narrativas del
progreso superan fácilmente en número a las historias de fracaso y
decepción. No obstante, la biografía del cáncer de pulmón ilustra la
impotencia de la
ciencia, que se mantuvo estática hasta la década de
1990. En 1951 el rey Jorge VI de Inglaterra fue el
paciente más destacado de Gran Bretaña. Después
del agobiante diagnóstico de un cáncer de pulmón,
relacionado con una amplia exposición al tabaco, se
expuso a los nuevos métodos quirúrgicos dispuestos
contra la enfermedad.
La neumonectomía se realizó la mañana del domingo 23 de septiembre por
Sir Clement Price Thomas a
pesar del considerable riesgo de una trombosis recurrente. La cirugía
fue un éxito, sin embargo, un par de
meses después desarrolló una molesta tos, por lo que
el doctor Thomas le realizó una nueva broncoscopia,
tras lo cual el síntoma desapareció para dar paso a
cierta ronquera. El 5 de febrero del año siguiente, el
rey realizó sus labores deportivas habituales, planeó
el siguiente día y dio paso a una noche tranquila.
En la madrugada del próximo día murió inesperadamente por un coagulo de
sangre en el corazón. Su
majestad no fue un paciente normal, recibió muchos
más cuidados que el promedio de los sujetos con
cáncer de pulmón. Prueba de ello fue una encuesta
de la COCEF realizada en 1952, que reveló que las
cirugías con intención curativa se hicieron solo en
178 pacientes de 1.024 casos registrados, y solo uno
de estos sobrevivió después de la intervención por 5
años o más. De esta misma población, 239 pacientes
fueron expuestos a radioterapia, y solo 4 de estos alcanzaron los 5
años de supervivencia (7).
Hasta 1968 la cirugía continuó siendo la forma esencial de tratamiento,
dando los mejores resultados a
largo plazo. La radioterapia proporcionaba un alivió
paliativo para algunos de los síntomas sin tener tasas de control
adecuadas, en especial para lo que se
considerada enfermedad localmente avanzada. Sin
embargo, el uso de fármacos citotóxicos (quimioterapia) empezó a
volverse más común, siendo de
continua controversia dada su pobre relación riesgo
beneficio. Este periodo también permitió diferenciar
el pronóstico entre los carcinomas de células no pequeñas y el de
células en avena (células pequeñas),
transcribiendo un mejor pronóstico para los adenocarcinomas que además
resultaban más fáciles de
operar. Paradójicamente, los carcinomas de células
escamosas tenían un mejor pronóstico, solían ser
más aptos para la cirugía y la resección ganglionar
parecía ser más sencilla. De igual forma, la mayoría
de los estudios poblacionales del MRC demostraron
que los pacientes mayores de 60 años alcanzaban
con mayor frecuencia una supervivencia superior a
los 18 meses, en contraposición a los jóvenes que tenían perspectivas
terapéuticas más limitadas y enfermedades biológicamente más agresivas.
De los más
de 25.000 británicos diagnosticados por año con cáncer de pulmón a
mediados y finales de la década
de 1960, sólo alrededor del 25% por ciento se encontraron aptos para
una cirugía, y sólo en el 15% de
estos el procedimiento fue técnicamente viable (26).
Figura 6. Integración del proceso inflamatorio inducido por la
nicotina y el humo por combustión del tabaco en el
microambiente pulmonar.
A medida que la oncología médica se estableció
como especialidad en la década de 1970, varios se
han concentrado en el estudio de las neoplasias torácicas. En 1967, se
establecieron en Londres los
comités interinstitucionales de Windeyer, descritos
y gestionados por Sir Brian Wellingham Windeyer
un radio-oncólogo interesado en gestionar la integralidad en el
tratamiento del cáncer. Poco después,
Bleehen promovería el Grupo de Trabajo sobre el
Cáncer de pulmón, segmento que iniciaría el estímulo para promover el
desarrollo de experimentos
clínicos, y en parte, la fundación de la International
Association for the Study of Lung Cancer (IASLC)
(27). En 1972, la extensión de esta idea, la creciente preocupación por
la salud pública, y el interés en
desarrollar experimentos clínicos hizo que David
T. Carr, Oleg S. Selawry, Lawrence Broder, Clifton
Mountain, Nathan Bleehen y George Higgins iniciaran la construcción de
una organización internacional multidisciplinaria. En 1974, el grupo
lanzó la
Asociación en su primera reunión formal en Florencia, Italia, después
de haber reclutado a más de 250
miembros fundadores de todo el mundo con diferentes perspectivas.
El enfoque de tratamiento basado en protocolos se
estableció adecuadamente a partir de 1975. Sin embargo, la utilidad de
la quimioterapia seguía siendo
controvertida para los pacientes con enfermedad
localmente avanzada y metastásica. La reunión del
Lung Cancer Working Group permitió la gestión de
un estudio clínico para probar la eficacia y seguridad
del uso de la radioterapia con o sin ciclofosfamida
para tumores localizados. El experimento mostró
que no había diferencia en términos de supervivencia entre el grupo sin
tratamiento y el grupo que recibió tratamiento, de hecho, resultó que
los pacientes
que recibieron ciclofosfamida les fue peor que a los
que recibieron radioterapia (7).
Poco después apareció un desarrollo diferente que
involucró de nuevo a los cirujanos. En 1986, se
anunció la adopción generalizada de un nuevo sistema internacional de
estadificación en cáncer de
pulmón (28). La estadificación fue y es el procedimiento de asignar un
código simple para el cáncer de
cada paciente, de acuerdo con un conjunto de reglas
establecidas, clasificando efectivamente la extensión
anatómica de la enfermedad. La oncología definió
entonces que la estadificación precisa del cáncer de
pulmón es esencial para la planificación del tratamiento y la
valoración del pronóstico. La estadificación también fue esencial
cuando se incluyeron
diferentes modalidades de tratamiento al momento
de comparar las intervenciones y comunicar los resultados. No obstante,
los orígenes del sistema de estadificación se remontan a la década de
1940 con la
aplicación del modelo del Tumor, Nodo, Metástasis
(TNM) desarrollado por el Enquête Permanente y
promovido por el cirujano, director del Institut Gustav Roussy y
expresidente de la UICC, Pierre Denoix y sus colegas. El sistema TNM
fue adoptado
por el Comité de Nomenclatura de Tumores de la
UICC y Estadística como base para la clasificación
de la extensión anatómica del cáncer.
Esperando la transición
La eficacia limitada, la toxicidad y el estado funcional basal de
muchos de los pacientes con carcinoma
de pulmón de células no pequeñas limitaron el uso
regular de la quimioterapia durante las décadas de
1980 y 1990. Sin embargo, la información emergió
progresivamente para que el tratamiento sistémico
superará a las mejores medidas de soporte (BSC,
Best
Suportive Care). Cartei y colaboradores demostraron
una ventaja sustancial en la SG (8,5 frente a 4,0 meses; p<0,0001)
utilizando cisplatino/ciclofosfamida/
mitomicina frente a BSC (29). En paralelo, Rapp y
colaboradores informaron los resultados del estudio
del NCI-Canadá que comparó dos regímenes de quimioterapia (vindesina/
cisplatino y ciclofosfamida/
doxorrubicina/cisplatino) entre sí y con BSC, y encontrando
equivalencia entre los tratamientos activos,
y superioridas sobre el BSC (30). Luego Cullen y colaboradores
valoraron la efectividad de la combinación de mitomicina/ifosfamida y
cisplatino vs. BSC
o radioterapia. En ambos estudios, hubo una ventaja
en términos de supervivencia y calidad de vida con la
quimioterapia. La calidad de vida se evaluó mediante el instrumento
EORTC QLQ-LC13, que involucra
módulos que evalúan síntomas y toxicidad, tos, disnea
(en tres niveles de ejercicio diferentes), hemoptisis, dolor, apetito,
ansiedad, depresión, disfagia, náuseas y
malestar. Hubo una ventaja notable con la quimioterapia en ambos
ensayos. Estos hallazgos fueron aún
más notables dado que demostraron la utilidad base
de la sal de platino, a pesar de encontrarse en la era
anterior a la profilaxis antiemética con antagonistas
de la serotonina. El hecho de que las pruebas para
valorar la calidad de vida favorecieran el tratamiento
activo fue testimonio tanto de la repercusión funcional de la
enfermedad como de la eficacia de la terapia
sistémica activa (31).
Cisplatino como agente único vs.
combinaciones con nuevos fármacos
introducidos después de 1990
En 1990, existía consenso alrededor de que la terapia
basada en platino era superior a la mejor atención
de soporte para pacientes con buen estado funcional
(ECOG 0-1). Sin embargo, hubo un debate considerable sobre si la
combinación del platino con otros
fármacos tenía ventajas con impacto real en los principales desenlaces
clínicos. El estudio ECOG-1583
evaluó el uso de un agente único seguido de terapia combinada
vs. terapia combinada, demostrando
que
las combinaciones podrían ser superiores en términos de tasa de
respuesta global, pero no en términos
de supervivencia (32). En ese momento, se introdujeron varios
medicamentos revolucionarios por su
actividad sobre el carcinoma de células no pequeñas,
en particular, la vinorelbina, el paclitaxel, el docetaxel, la
Gemcitabina, y el irinotecán. La vinorelbina
se convirtió en el primer fármaco autorizado como
monoterapia en esta década después de que un estudio comparativo frente
a la combinación de 5-fluoruracilo/leucovorin demostrara ventaja a
favor del alcaloide de la vinca (30 semanas frente a 22 semanas;
P=0,03) (32). Estos resultados conllevaron a la ejecución de otros
experimentos clínicos que valoraron
la utilidad de los nuevos nuevos medicamentos en
combinación frente al cisplatino como agente único.
Los estudios probaron de manera uniforme el beneficio de las
combinaciones, estableciendo un nuevo
estándar de manejo (33,34).
Comparación entre los esquemas
con base en platino: la era de Joan
Schiller
La pregunta principal a mediados de la década de
1990 era si alguno de los nuevos regímenes era superior a los demás (
Tabla 1). Dos estudios
representativos desarrollados en Estados Unidos, el SWOG
9509 y el ECOG 1594, abordaron esta cuestión. El
SWOG probó la combinación de cisplatino/vinorelbina vs.
carboplatino/paclitaxel, mientras que el
ECOG evaluó dos regímenes diferentes de paclitaxel
(cisplatino/paclitaxel y carboplatino/paclitaxel)
vs. cisplatino/ docetaxel y
cisplatino/Gemcitabina
(35,36). Ambos estudios llegaron a la misma conclusión, dado que los
esquemas en combinación
resultaron equivalentes. Entonces, hubo uniformidad notable en los
resultados, y todos los regímenes descritos demostraron una mediana de
SG de
aproximadamente 8 meses, y una supervivencia de
un año próxima al 35%. Estos estudios establecieron el punto de
referencia para los resultados obtenidos en el tratamiento del cáncer
de pulmón en la
siguiente década. De forma similar, otros estudios
con una variedad de regímenes similares llegaron a
la misma conclusión; sin embargo, considerando la
ausencia de superioridad de alguno de los brazos en
estudio, los experimentos se consideraron negativos,
abriendo la conciencia alrededor de la necesidad de
tipificar las características de las subpoblaciones, definir marcadores
potenciales de respuesta, así como
otros para definir las características biológicas de la
enfermedad. Además, se documentaron diferencias
significativas en la toxicidad, incluyendo la presentación de
neuropatía, neutropenia, fatiga, y en el costo. Tras la demostración
del beneficio otorgado por
los nuevos medicamentos se probó la posibilidad de
combinarlos para intentar reducir la tasa de efectos
adversos excluyendo el cis o carboplatino, no obstante, ninguno
demostró ventajas tangibles respecto de
la toxicidad o supervivencia (37).
Segunda línea: una nueva expectativa
Al mismo tiempo que se abordaba la búsqueda de
una intervención óptima en primera línea, surgió el
concepto revolucionario de una segunda alternativa.
Hasta la década de 1990 aún existía un intenso debate sobre el valor de
la quimioterapia inicial, incluso
en los pacientes con buen estado funcional. De cara
al nuevo milenio, Fossella y colaboradores presentaron los datos del
estudio TAX 320, diseño que incluyó 373 pacientes asignados
aleatoriamente a recibir
docetaxel 100 mg/m² (D100) vs. 75 mg/m² (D75) y
un régimen de control constituido por vinorelbina o
ifosfamida. La tasa de respuesta global (TRG) fue
del 10,8 y 6,7% con D100 y 75, respectivamente.
Este hallazgo fue significativamente superior a lo
encontrado con vinorelbina o ifosfamida (0,8%), y
se tradujo en la mejoría de la SLP (26 semanas) sin
impacto aparente en la SG (supervivencia a un año del 32%
vs. 19% para el grupo control;
P=0,025). En
adición, se encontró una mejor eficacia con el docetaxel en el grupo de
sujetos refractarios al platino, y
en aquellos con un mejor estado funcional (38).
Tabla 1. Estudios seleccionados que transformaron la historia
temprana del tratamiento sistémico del cáncer de pulmón de
células no pequeñas avanzado,
En paralelo, Shepherd y colaborares desarrollaron y
presentaron un estudio que comparó dos niveles de
dosis del docetaxel vs. la mejor terapia de soporte
en pacientes con cáncer de pulmón de células no pequeñas. El estudio
incluyó 104 pacientes y encontró
una mejoría discreta en la respuesta (7,1%) con prolongación de la SLP
(10,6 vs. 6,7 semanas, para la
quimioterapia y la terapia de soporte). Esta diferencia fue más
significativa para los pacientes tratados
con Docetaxel 75 mg/m²
, intervención que mejoró
la supervivencia en 2,9 meses y la tasa para esta
cuantificado a 1 año de 37 vs. 11% para los pacientes
expuestos al taxano vs. el cuidado de soporte paliativo,
respectivamente (39). Esta información dio paso
a la introducción del pemetrexed que se comparó
con el docetaxel en la configuración de la segunda línea. Aunque
diseñado para demostrar superioridad,
el ensayo clínico demostró una eficacia similar en
términos de supervivencia pero mejoró la tolerabilidad, y condujo a la
aprobación del antifolato globalmente (40). De igual forma, el estudio
NCIC CTG
BR21 demostró una mejoría significativa en la duración de la respuesta
para el erlotinib (7,9 meses) en
comparación con el placebo (3,7 meses; P <0,001).
No obstante, la diferencia para la SLP entre los dos
grupos fue de 2,2 y 1,8 meses, respectivamente, y la
extensión de la SG solo fue 2 meses (41). Por lo tanto, a mediados de
la década del 2000, tres agentes
habían demostrado una mejora menor, pero real, en
la supervivencia durante la segunda e incluso la tercera línea de
tratamiento del cáncer de pulmón de
células no pequeñas. La
Tabla 2
incluye los principales resultados de los estudios con quimioterapia
en segunda línea.
Figura 7. Supervivencia global y tiempo libre de
progresión equivalente entre los cuatro esquemas
de quimioterapia probados por Joan Schiller y
colaboradores. Reproducido con autorización del New
England Journal of Medicine (36).
La importancia de las variantes
histológicas del carcinoma de células
no pequeñas
Con el advenimiento de la broncoscopia flexible,
las biopsias dirigidas por tomografía computarizada
(TC), y el uso cada vez mayor de la aspiración con
aguja fina para el diagnóstico, una de las preguntas
más relevantes fue cual era el linaje histológico del
primario, células pequeñas o no pequeñas, y la variante fenotípica del
último (adenocarcinoma o carcinoma de células escamosas). Hasta ese
momento
el tratamiento se mantenía uniforme para el cáncer
de pulmón de células pequeñas, sin discriminar el
subtipo como predictor de respuesta lo que hacia
innecesario un esfuerzo adicional del patólogo para
estratificar la enfermedad. Sin embargo, la toxicidad
asociada con el bevacizumab en los pacientes con
carcinomas escamosos, y la eficacia del pemetrexed
en los adenocarcinomas, ambos en el contexto de la
primera línea, renovaron la importancia de un diagnóstico más preciso.
En un experimento clínico fase II con asignación
aleatoria Johnson y colaboradores evaluaron la introducción del
bevacizumab, un antiangiogénico
revolucionario en diferentes niveles de dosis y en
combinación con carboplatino y paclitaxel. Además
de observar un nivel prometedor de actividad, que
finalmente se confirmó en el ensayo ECOG 4599,
también notaron seis episodios de hemoptisis masiva, cuatro de los
cuales fueron fatales (42,43). Todos
los casos ocurrieron en pacientes con carcinoma de células escamosas y
resultó en la exclusión de esta
histología en el estudio confirmatorio que condujo
a la aprobación. El estudio ECOG 4599 demostró
una SG de 12,3 meses en el grupo asignado a quimioterapia más
bevacizumab en comparación con
10,3 meses para el control (reducción del riesgo de
muerte del 21%; P=0,003). De igual forma, la mediana de LSP en los dos
grupos fue 6,2 y 4,5 meses,
lo que se tradujo en unas tasas de respuesta del 35 y
15% para el tratamiento con y sin el bevacizumab,
respectivamente (P <0,001). Los resultados para el
bevacizumab dividieron al planeta en dos frentes,
Estados Unidos y Europa, el segundo aferrado al
uso de las combinaciones con gemcitabina. El estudio AVAIL demostró una
extensión de la SLP con
la adición del bevacizumab a la quimioterapia en
comparación con el placebo (HR 0,75, P=0,0003)
sin claras diferencias entre dos niveles de dosis (7,5 y
15 mg/kg). La mediana para la SG fue superior a 13
meses en todos los grupos de tratamiento, sin embargo, esta no aumentó
con el uso del antiangiogénico
(HR 0,93, P=0,42) (44).
Tabla 2. Ensayos clínicos seleccionados sobre el uso de la
quimioterapia de segunda línea.
La importancia de la histología se afirmó de manera positiva con la
introducción del pemetrexed
en la primera línea. Un análisis estratificado por la
histología realizado por Scagliotti y colaboradores
demostró una ventaja terapéutica con el antifolato
para el carcinoma no escamoso (SG para el adenocarcinoma 12,6 frente a
10,9 meses, P=0,03). Por el
contrario, hubo una supervivencia superior para los
pacientes con carcinoma escamoso que recibieron
gemcitabina (10,8 frente a 9,4 meses, P=0,05) (45).
Curiosamente, esta cuestión aparentemente básica
permaneció confusa, ya que existió una marcada
discordancia entre los patólogos sobre la realización
de diagnósticos basados en muestras quirúrgicas y
porque ninguno de los estudios que demostraron la
importancia de la histología en realidad se basó en
técnicas de inmunohistoquímica. Tiempo después la
discusión se concentraría en el principio biológico
relacionado con la expresión diferencial de la timidilato sintasa entre
los diferentes fenotipos del carcinoma de pulmón de células no pequeñas
(46). La
Tabla 3 hace un recuento de los
estudios más representativos combinando quimioterapia más o menos
bevacizumab o inhibidores de tirosin-quinasa.
La era molecular
La era molecular del cáncer de pulmón nació de forma inadvertida hacia
el 2004, momento en que los
inhibidores del receptor para el factor de crecimiento epidérmico
(epidermal growth factor receptos,
EGFR) se usaban de forma irrestricta y sin guía molecular. El factor de
crecimiento epidérmico (epidermal growth factor, EGF) fue descubierto
hace más
de 40 años, y la purificación y caracterización de su
receptor de superficie celular, el EGFR, se describió
por primera vez en 1980 (47,48); este hallazgo, realizado por Stanley
Cohen le llevó a ganar el premio
Nobel en Medicina. El EGFR fue el primer receptor de superficie celular
asociado al cáncer (49) y,
posteriormente, se documentó que su actividad está
mediada por un estímulo específico cuya interacción
supone la activación de una tirosin-quinasa (v-erbB),
que fue identificada como una proteína homóloga
del oncogén viral aviar (50) (
Figura 8).
El EGFR es un miembro de la familia ErbB de receptores transmembrana de
tirosin-quinasa, dentro
de los cuales se incluyen ErbB1 (HER-1 o EGFR),
ErbB2 (o Her-2/neu), ErbB3 (o HER-3) y el ErbB4
(o HER-4). El primero, es una glicoproteína transmembrana de 170 Kd de
peso molecular que posee
un dominio extracelular, una porción transmembrana y un componente
intracelular; este receptor se encuentra en la membrana celular como
monómero inactivo y cuando se produce la unión del ligando con
el componente extracelular se genera una dimerización con algún
receptor homónimo (homodimerización), o bien una unión pareada con otro
miembro
de la superfamilia ErbB, o incluso con otros receptores
(heterodimerización) (51). Una gran cantidad
de ligandos endógenos pueden activar el EGFR, entre otros el EGF, el
TGF-α (
transforming growth factor
alfa), el HB-GF (
heparin-binding
growth factor), la
betacelulina y la epirregulina (52).
La dimerización del EGFR produce una fosforilación cruzada del
carbono-terminal del residuo de la
tirosina que se encuentra en el dominio intracelular;
esta fosforilación origina una cascada de señales de
transducción intracelulares que incluyen las vías
MAPK (Ras/mitogen-activated protein kinase) y
PI3-K/Akt (phosphatidylinositol-3-kinase/Akt) (80),
generando reacciones intracelulares en serie que se
traducen en un incremento de la proliferación celular, en la movilidad,
adhesión, invasión tisular, bloqueo de la apoptosis y resistencia a la
quimioterapia
(53). La expresión del EGFR es común en diversos
tejidos epiteliales normales, no obstante, se encuentra elevada en
numerosos tumores sólidos (54). Se
ha estimado que aproximadamente 50% de los carcinomas de pulmón de
células no pequeñas presentan
sobreexpresión del EGFR, 40% demuestran amplificación del gen, y entre
el 15% y 50%, exhiben mutaciones en los exones 18 a 21 (54,55).
Figura 8. Gen para el receptor del factor de crecimiento epidérmico
(EGFR, ErbB-1 o HER1 en el ser humano). El
factor de crecimiento epidérmico es un miembro de la familia de
receptores ErbB, una subfamilia relacionada con
los receptores tirosina quinasa: EGFR (ErbB-1), HER2/c-neu (ErbB-2),
Her 3 (ErbB-3) y Her 4 (ErbB-4). La proteína
codificada por este gen es una glicoproteína transmembrana miembro de
la superfamilia de proteínas quinasas que
induce dimerización del receptor y la autofosforilación del residuo
tirosina para conducir a la proliferación celular. Las
mutaciones se enseñan en el modelo cristalográfico.
En dos estudios clínicos fase III se exploró el efecto
de la adición de gefitinib a un tratamiento de quimioterapia estándar;
ambos estudios recibieron el
nombre INTACT (The Iressa NSCLC Trial Assesing
Combination Treatment) y utilizaron una dosis de
gefitinib entre 250 y 500 mg/día, o placebo más los
agentes citotóxicos. Las dosis empleadas de gefitinib
se eligieron atendiendo los hallazgos de Giaccone y
colaboradores (56), que encontraron que las combinaciones eran seguras
y eficaces, sin existir grandes
interacciones farmacológicas entre los compuestos.
En el estudio INTACT-1 (57) se utilizó la combinación de cisplatino (80
mg/m² día 1) y gemcitabina
(1.250 mg/m² días 1 y 8 cada 21 días), mientras que
en el INTACT-2 (58), se utilizó la combinación de
carboplatino (AUC 6) y paclitaxel (225 mg/m² cada
21 días). La quimioterapia, en ambos casos, se administraba por seis
ciclos y el placebo o el gefitinib se
mantuvieron hasta el momento de la progresión de
la enfermedad. Entre los dos estudios se logró reclutar 2.130 pacientes
en menos de un año; a pesar de
lo que cabría esperar, ambos estudios fracasaron a la
hora de demostrar un aumento significativo en la SG
para quienes recibieron gefitinib respecto al control
con placebo. Los objetivos secundarios de los dos
estudios (SLP y TRG) fueron igualmente negativos,
posiblemente por la acción citostática del inhibidor
de tirosin-quinasa que pudo reducir el efecto potencial de la
quimioterapia al administrarse de manera
concomitante (59). Luego, se reportaron los resultados
del estudio ISEL (Iressa Survival Evaluation in Lung
Cancer) que comparó gefitinib 250 mg/día frente a
placebo en pacientes en recaída tras un régimen de quimioterapia con
base en platino (60); este experimento
clínico incluyó 1.692 pacientes, en él no se documentaron diferencias
estadísticamente significativas entre el
grupo tratado con gefitinib y el de placebo en términos
de incremento en la SG (5,6
vs.
5,1 meses; P = 0,11), ni
siquiera, en la población de sujetos con adenocarcinoma (6,3 vs. 5,4
meses; P = 0,07) (60).
Al igual que con el gefitinib, se realizaron varios
estudios con erlotinib junto a quimioterapia, en los
que se obtuvieron resultados similares. Existen datos de dos grandes
estudios clínicos en los que se
comparó el erlotinib 150 mg/día frente a placebo en
combinación con esquemas basados en platino (la
medicación oral se continuó hasta la progresión de
la enfermedad). Ambos experimentos fracasaron al
no encontrar ningún beneficio para el grupo de pacientes tratados con
el inhibidor tirosin-quinasa. El
estudio TALENT (Tarceva Lung Cancer Investigation) reclutó 1.172
pacientes a los que se administró
cisplatino y gemcitabina utilizando las mismas dosis
que en el INTACT-1, con o sin erlotinib sin encontrar diferencias
positivas para la SG (43 vs. 44,1 semanas para el grupo que recibió
erlotinib y placebo
respectivamente; HR 1,06), la SLP, TRG y para la
calidad de vida (61).
El segundo estudio se denominó TRIBUTE (Tarceva Responses in
Conjunction with Paclitaxel and
Carboplatin), en él se aleatorizaron 1.079 pacientes
de la misma forma que en el estudio previo, pero el
régimen de quimioterapia empleado fue carboplatino más paclitaxel
usando las dosis del estudio INTACT-2 (62). La mediana de SG para
quienes recibieron erlotinib fue 10,6 meses y para el control
10,5 meses (HR 0.99, IC95% 0,86-1,16; P = 0,95),
no hubo diferencias estadísticamente significativas
para la SLP ni para la TRG a favor del grupo de
intervención, sin embargo, el análisis por subgrupos demostró que los
no fumadores que recibieron
el inhibidor tirosin-quinasa tuvieron una mayor SG
(23
vs. 10 meses; HR 0,49)
(63). Este hallazgo, y el
reporte de varios casos de respuesta extraordinario
con un prolongado control de la enfermedad supuso
la presencia de un predictor positivo, lo que hizo que
la discusión se concentrará alrededor de la expresión
proteica y de la amplificación del gen.
En el año 2004, tres grupos independientes identificaron las mutaciones
somáticas en el dominio
tirosina-quinasa del gen EGFR en pacientes con
respuesta clínica a gefitinib (64-66). Dichas mutaciones no se
evidenciaron entre quienes no respondieron y, por tanto, se postuló que
este hallazgo podría
identificar a los pacientes susceptibles de recibir los
inhibidores específicos del EGFR, reversibles y no
reversibles (67). Hasta la fecha se han identificado
cerca de 300 alteraciones, distribuidas entre las sustituciones de
bases (51%), microdeleciones (38%),
microdeleciones con microinserciones (microindels,
8%), microinserciones (2%), y modificaciones tipo
tandem (1%) (http://www.egfr.org). Un análisis que
incluyó 809 casos de pacientes con mutaciones permitió determinar que
46% presenta la deleción del
exón 19 (Glu746_Ala750del), seguida por la mutación puntual del exón 21
(L858R) en 42% de los
casos, y en menor proporción, por la mutación del
exón 18 (G719L, 6%), y por la presentación basal de
la mutación en el exón 20 (T790M) en 3%-7% de los
pacientes (http://www.somaticmutations-egfr.info/NSCLC.html). Múltiples
estudios han confirmado
que las mutaciones en el gen EGFR son más frecuentes entre las mujeres
de origen asiático, en quienes no se han expuesto al humo por
combustión del
tabaco (consumo inferior a 100 cigarrillos durante
la vida), y entre los que presentan adenocarcinoma,
especialmente del tipo lepidico (64).
En los Estados Unidos se ha estimado una incidencia anual de 10.000 -
20.000 casos de carcinoma de
pulmón con mutaciones en el gen EGFR, lo que
corresponde con el 15% de la población con esta
neoplasia. En Europa la incidencia se ha calculado
en 16% (68), mientras en Asia podría estar alrededor del 40% (69). Hoy
sabemos que la prevalencia
en América Latina es del 35%, punto intermedio
entre las dos latitudes y que responde a la ancestría
de agrupaciones génicas concentradas alrededor de
genes aborígenes (70).
En los pacientes con mutaciones, el tratamiento con
inhibidores de tirosin-quinasa proporciona una respuesta clínica e
imagenológica significativa; Costa
y colaboradores integraron la información de cinco estudios que
incluyeron 101 pacientes asiáticos
tratados con gefitinib en primera línea encontrando
una TRG de 80,8%, sin evidenciar inicialmente diferencias entre los
sujetos con la deleción del exón
19 y la mutación L858R (80,3% vs. 81,8%) (71). La
mediana de SLP osciló entre los 7,7 y 12,9 meses y
la SG no se alcanzó en cuatro de los cinco reportes,
y en el otro fue de 15,4 meses. La administración del
inhibidor de tirosin-quinasa resultó segura pues menos de 50% de los
pacientes desarrolló una toxicidad
cutánea menor y diarrea, y 2% presentó enfermedad
pulmonar intersticial. Un estudio homólogo valoró
el papel del gefitinib y del erlotinib como intervenciones de primera
línea en 121 pacientes tratados en
cinco experimentos clínicos realizados en Estados
Unidos y Europa (72); la TRG fue de 67%, el tiempo
libre de progresión (TLP) de 11,8 meses y la SG de
23,9 meses. En contraposición, los pacientes con la
deleción del exón 19 tuvieron una mejor SG y TLP
respecto de aquellos que presentaron la mutación
L858R.
Luego, el Grupo Español de Cáncer de Pulmón
(GECP) diseñó el registro monográfico de seguimiento SLADB (Spanish
Lung Adenocarcinoma
Data Base) que incluyó 2.105 pacientes con adenocarcinoma a partir de
129 centros hospitalarios (73);
la mediana del tiempo requerido para la obtención
del estudio de las mutaciones del EGFR fue siete días (rango, 5 a 9) y
en 350 casos (16.6%) esta
prueba fue positiva. Las mutaciones fueron más frecuentes entre las
mujeres (69,7%; P < 0,001) y en
los no fumadores (66%; P < 0,001), y 217 sujetos
recibieron erlotinib en primera (N = 113 / 52,1%)
y segunda línea (N = 104 / 47,9%). La deleción del
exón 19 y la mutación L858R se detectaron en el tumor y en el suero en
62,2% y 39%, y en 37,8% y
20%, respectivamente. En el grupo de pacientes con
enfermedad evaluable (N = 197) la TRG fue 70,6%
(IC95% 63,8%-76,5%; respuesta completa 12,2% y
parcial 58,4%), 19,3% alcanzó la enfermedad estable
y 10,2% tuvo progresión de la enfermedad. En paralelo se presentaron
los resultados del estudio iPASS
(Iressa Pan Asian Study) que permitió la inclusión
del gefitinib como tratamiento de primera línea para
pacientes con mutaciones del EGFR (74). Este experimento clínico
reclutó 1.217 pacientes con adenocarcinoma según una serie de
características clínicas
como el sexo y el antecedente de exposición al humo
por combustión del tabaco (nunca fumadores o exfumadores que hubieran
dejado el consumo hace más
de 15 años y que éste fuera inferior o igual a 10 paquetes/año). Los
sujetos fueron asignados en forma
aleatoria a recibir gefitinib 250 mg/día o carboplatino (AUC 5 o
6/paclitaxel 200 mg/m2 cada tres semanas); la TRG fue superior en el
grupo de sujetos
tratados con el inhibidor tirosin-quinasa (43% vs.
32,2% para la quimioterapia con base en platino), el
análisis global de la SLP demostró diferencias positivas a favor del
gefitinib (5,7 vs. 5,8 meses, HR 0,74,
IC 95% 0,65-0,85; P < 0,0001), al igual que para la
SG (18,6 vs. 17,3 meses, HR 0,91, IC 95% 0,76-1,10).
La evaluación del subgrupo de pacientes con mutaciones del EGFR (N =
261) demostró una diferencia
dramática a favor del gefitinib para la TRG (71,2%
vs. 47,3% para la quimioterapia, OR 2,75, IC 95% 1,65-4,60; P =
0,0001), la SLP (9,5 vs. 6,3 meses, HR
0,48, IC 95% 0,36- 0,64; P < 0,0001) y la SG (no alcanzada vs. 19,5
meses, HR 0,78, IC 95% 0,50-1,20)
(74) confirmando el impacto de una sola alteración
genómica conductora.
Desde entonces, la introducción de los inhibidores
de segunda generación (afatinib y dacomitinib), del
único que representa la tercera (osimertinib), y de las
combinaciones con quimioterapia y bevacizumab o
ramucirumab han transformado la historia natural
de la enfermedad (75). Recientemente, se informaron los resultados
finales del estudio FLAURA que
incluyó pacientes con cáncer de pulmón EGFR con
mutaciones comunes (Ex19del/L858R) y adecuado
estado funcional. Se incluyeron sujetos con enfermedad metastásica
cerebral estable que no tuvieron
requerimiento de esteroides por más de dos semanas. La población se
dividió para recibir osimertinib
(N=279) o gefitinib/erlotinib (N=277). Los sujetos
se estratificaron por el tiempo de mutación y la raza,
y se permitió el entrecruzamiento tras la confirmación de la progresión
y la positividad para la mutación T790M. El desenlace principal fue la
SLP y la
SG se definió como un criterio de evaluación coprimario. La tasa de
entrecruzamiento fue del 25% y
tras alcanzar el 58% de la madurez de la información
se documentó una reducción en el riesgo de progresión del 54%. La
mediana de SG para el osimertinib y los inhibidores de primera
generación fue de
38,6 meses (IC 95% 34,5-41,8) frente a 31,8 meses
(IC 95% 26,6-36,0), respectivamente (HR 0,79,
P=0,0462). De igual forma, las tasas de SG a 12, 24
y 36 meses fueron 89, 83 y 74% vs. 59, 54, y 44%,
respectivamente. Durante el seguimiento, se produjeron 155 (56%)
muertes en los brazo de osimertinib
vs. 166 (60%) en el comparador. Los eventos adversos ocurrieron en el
98% de los pacientes en ambas
cohortes; de estos, el 42% fueron de grado ≥3 con
osimertinib y el 47% con los inhibidores del EGFR
de primera generación. Además, la toxicidad que llevó a la interrupción
de la intervención se produjeron
en el 15% de los pacientes tratados con osimertinib
frente al 18% de los pacientes tratados con gefitinib
o erlotinib (75,76).
La revolución (2010 – 2020)
En la última década se han identificado cerca de 20
blancos moleculares potencialmente modulables en
cáncer de pulmón de células no pequeñas. Después
del EGFR, el primer protagonista fue ALK, y la evolución del
conocimiento permitió confirmar el desempeño de los inhibidores
específicos de múltiples
conductores, todos con mayor impacto vs. el uso de
la quimioterapia (
Figura 9).
ALK en cáncer de pulmón como ejemplo
de la oncología de precisión
El ALK (Anaplastic Lymphoma Kinase, CD246,
NBLCT3) es un gen que codifica un receptor de tirosin quinasa que
pertenece a la superfamilia de los
receptores de insulina, parece estar implicado en el
desarrollo primitivo del sistema nervioso central y
genera una proteína transmembrana de 1620 (180
kDa) aminoácidos formada por un dominio extracelular que incluye un
péptido señal amino terminal y
un segmento intracelular con un espacio yuxtamembranoso que acoge el
lugar de unión para el sustrato
1 del receptor y un dominio carboxiterminal. El receptor se identificó
por primera vez en 1994 como
parte de la traslocación T (2;5) asociada a la mayoría
de los linfomas anaplásicos de células grandes (4,5);
su identidad se reveló gracias a la creación de una
proteína quimérica vía traslocación entre cromosomas (2;5) (p23:q35)
que generó un elemento de
fusión NPM (Nucleofosmina)-ALK. Las características globales del
receptor no se conocieron hasta
1997 cuando se determinó que la región extracelular
contiene una combinación única de dominios conocidos como MAM (meprin,
A5 protein and receptor protein tyrosine phosphatase mu) y LDLa
(low-density lipoprotein class A) (77). Desde entonces, se han
generado multiples referencias que resaltan la importancia de las
alteraciones en este gen, asociado con el
desarrollo de patologías como el cáncer de pulmón
(≈5%), el tumor miofibrolástico inflamatorio (50%),
los linfomas cutáneos (2%-30%), neuroblastoma
(6%-8%), cáncer de tiroides (6%), cáncer de mama
(2%-4%) y carcinoma de esófago (≈1%) (77). En paralelo, se han diseñado
y evaluado inhibidores del
ALK de origen natural como las estauroporinas o
los inhibidores de la HSP90 (Hit Shock Protein 90),
que no son específicos ni potentes; posteriormente,
se incluyeron 9 subtipos diferentes de moléculas sintéticas pequeñas,
incluyendo las aminopirimidinas
(crizotinib), diaminopirimidinas, las piridoisoquinolinas,
pirrolopiraosles, los indolocarbasoles, una
pirrolopirimidina, una dianilinopirimidina, y dos
moléculas sin estructura claramente definidas (78).
Después de una década contamos con tres compuestos de segunda
generación en uso (ceritinib, alectinib
y brigatinib), y uno de tercera generación (lorlatinib).
Los resultados prometedores del estudio fase I de
crizotinib (79) condujeron rápidamente al estudio
PROFILE 1007 que comparó crizotinib con pemetrexed o docetaxel como
segunda línea en pacientes
con cáncer de pulmón de células no pequeñas localmente avanzado o
metastásico con el reordenamiento de ALK después de progresar a un
tratamiento
previo con base en platino (80). El desenlace primario fue la mediana
para la SLP que resultó en 7,7 y
3,0 meses para el inhibidor de tirosin-quinasa y la
quimioterapia (HR 0,49, P <0,001), respectivamente
(justo antes, el crizotinib había recibido la aprobación acelerada por
la FDA el 26 de Agosto de 2011).
En secuencia, el estudio PROFILE 1014 valoró la
eficacia del crizotinib en comparación con la combinación de
platino/pemetrexed como primera línea
de intervención (81). La SLP en el grupo expuesto al
inhibidor de tirosin-quinasa fue 10,9 meses en comparación con 7,0
meses para quienes recibieron quimioterapia estándar (HR 0,45, P
<0,001), y la TRG
fue del 74 y 45% para el crizotinib y la combinación
con base en platino, respectivamente. De igual forma, la administración
del crizotinib se asoció con
una reducción significativa de los síntomas derivados de la enfermedad,
más impacto en la calidad de
vida. Como resultado, y después del cambio en la
historia para la población EGFR positiva, el crizotinib se convirtió en
el medicamento estándar para el
tratamiento de primera línea entre los pacientes con
rearreglos de ALK (82). A pesar de que el PROFILE
1014 no incluyó el mantenimiento con pemetrexed,
intervención que impactó positivamente el control
de la enfermedad en el estudio PARAMOUNT (83),
el análisis final de la SG no alcanzó la mediana para
los pacientes tratados con crizotinib, y fue de 45,8
meses para quienes iniciaron con la quimioterapia
(HR 0,76, P=0,0978). En concordancia, la SG a 4
años fue 56,6 y 49,1% para los pacientes tratados
con crizotinib y quimioterapia, respectivamente.
Después del ajuste del modelo de riesgos proporcionales el grupo de
intervención demostró una reducción en el riesgo de muerte del 66%
(84).
Figura 9. Distribución de mutaciones conductoras en cáncer de
pulmón de células no pequeñas (modificado con
autorización de Skoulidis F y colaboradores.
El uso rutinario del crizotinib desató el desarrollo
del alectinib y brigatinib, y recientemente del lorlatinib. El
alectinib es un un inhibidor de segunda generación con actividad sobre
ALK y RET desarrollado en Japón. El estudio fase I/II (N=24) seleccionó
como dosis óptima 300 mg c/12h, intervención que
demostró en 46 pacientes una TRG del 93,5%, y una
tasa de SLP y SG a 3 años del 63 y 78%, respectivamente (85). La
eficacia de la dosis de 600 mg c/12 h
se evaluó en dos estudios fase II que incluyeron pacientes con
resistencia adquirida o intrínseca al crizotinib. El primero (NP28673),
reclutó 138 pacientes
y mostró una TRG del 50% más una SLP de 8,9 meses (86). El segundo
(NP28761), evidenció resultados similares a partir del análisis de 87
pacientes que
demostraron una TRG del 48% una SLP de 8,1 meses (87). Los hallazgos
prometedores permitieron la
aprobación acelerada del alectinib y la transición al
diseño y ejecución de los estudios J-ALEX y ALEX,
el primero en población japonesa, y el segundo, global. El J-ALEX
incluyó 207 pacientes, la mediana
para la SLP fue 34,1 meses y 10,2 para el crizotinib
en primera línea (P <0,0001) (88). El estudio ALEX
comparó alectinib con crizotinib reclutó 303 pacientes (incluidos
aquellos con enfermedad asintomática
del SNC) que fueron asignados de forma aleatoria a
recibir alectinib 600 mg c/12 h o crizotinib 250 mg
c/12 h. La SLP en el grupo de alectinib fue superior
al de crizotinib (34,8 meses frente a 10,9 meses, HR
0,50; P <0,001) (89). A pesar de la disparidad de dosis del
alectinib, ambos estudios ALEX mostraron
una superioridad evidente del inhibidor de segunda
generación sobre el crizotinib (90). Conjuntamente,
el alectinib demostró una elevada tasa de respuesta
cerebral (64% y 22% respuesta completa) con una mediana de control
basal en el sistema nervioso central
del 36% a los 12 meses (91). En secuencia, se identificó que el
alectinib tenía actividad contra la mutación
gatekeeper L1196M. La
Figura 10
ilustra la rápida
respuesta reflejo del uso del alectinib en un paciente
con extenso compromiso visceral y ganglionar por un
adenocarcinoma de pulmón ALK positivo.
Brigatinib, otro inhibidor de ALK de segunda generación, se diferencia
de otros en su amplia gama de
propiedades inhibidoras contra varias mutaciones
asociadas a resistencia. El brigatinib inhibe eficazmente ALK y ROS1, y
también puede revertir la resistencia a EGFR mediada por la presencia
de las
comutaciones C797S-T790M. Diversos estudios sobre líneas celulares han
permitido demostrar que la
potencia del brigatinib
in vitro
e
in vivo es 12 veces
mayor que la del crizotinib. También se demostró
que el brigatinib tiene capacidad inhibitoria sobre
las 17 mutaciones secundarias de ALK, incluyendo
la G1202R (92). Después de superar la fase I/II, el
estudio fase IIB ALTA incluyó 222 pacientes resistentes a crizotinib,
entre los cuales el 74% también
había recibido quimioterapia. La TRG fue 54% y la
SLP fue 12,9 meses, superior a la descrita para el ceritinib y el
alectinib en segunda línea (93).
Figura 10. Paciente con adenocarcinoma de pulmón ALK positivo con
extenso compromiso tumoral ganglionar
mediastinal, pleuropulmonar y peritonal que logró respuesta parcial
máxima tras 6 semanas de exposición al
alectinib.
Con base en los resultados del estudio ALTA-1L que
incluyó 275 pacientes, se consideró la transición del
brigatinib a primera línea, en particular, después de
conocer el análisis interino preplaneado que encontró
que los pacientes expuestos al inhibidor de segunda generación alcanzan
una reducción en el riesgo de progresión del 51% respecto del
crizotinib. Entre aquellos
con metástasis cerebrales de novo, la reducción en el
riesgo de progresión o muerte fue del 80%. Después
de un año de tratamiento, el 67% de los pacientes expuestos al
brigatinib permaneció libre de progresión,
en comparación con el 43% de aquellos tratados con
crizotinib y la mediana de SLP aún no había sido alcanzada por el
brigatinib mientras fue de 9.8 meses
para el de crizotinib. La TRG para el inhibidor de
segunda generación fue del 71%, en comparación
con el 60% alcanzado con el crizotinib. A pesar de la
diferencia negativa para los efectos adversos grado 3
(8%) y por la neumonitis en una mínima proporción
de pacientes (3%), el beneficio con el brigatinib fue
consistente entre las poblaciones, con especial énfasis
en aquellos que debutan con alta carga de enfermedad
y extensión al sistema nervioso central (94).
Lorlatinib, es un inhibidor ALK de tercera generación, fue diseñado
específicamente para controlar las
mutaciones que impulsan la resistencia y penetrar la
barrera hematoencefálica. Este inhibidor de tirosin-quinasa
macrocíclico de ALK y ROS1 revierte incluso la mutación G1202R (95,96).
Las fases iniciales
de demostraron una alta eficacia del lorlatinib en
pacientes ALK positivos previamente tratados y con
extensión al sistema nervioso central (97); en este
segmento, la TRG fue 46% y la mediana de duración
de la respuesta (DoR) fue 12,4 meses. Además, el
análisis de muestras pareadas de líquido cefalorraquídeo (LCR) y plasma
mostró una alta penetración
del fármaco a nivel cerebral donde la relación media
de la concentración plasmática de lorlatinib fue 0,75
(75%), superior a la relación notificada del crizotinib
(0,03). Sobre la base de la fase I y los datos de la II,
se otorgó al lorlatinib una aprobación acelerada en
la FDA el 2 de noviembre de 2018. En un reciente
ensayo global fase II, lorlatinib demostró una alta
actividad intracraneal en pacientes con diagnóstico
de novo, que habían recibido crizotinib u otros inhibidores de segunda
generación (CC). En el estudio
se incluyeron 276 pacientes que fueron asignados a
seis cohortes (EXP1–6) sobre la base de la terapia
previa utilizada, siendo el criterio principal de evaluación la TRG y
la respuesta órgano específica a
nivel cerebral.
Entre los pacientes sin tratamiento previo (EXP1), la
respuesta objetiva se logró en 27 de 30. Tres pacientes de esta cohorte
tenían lesiones cerebrales basales
logrando una respuesta intracraneal del 66,7%. La
TRG en el subgrupo de pacientes pretratados con
crizotinib fue 33% y 39% para aquellos expuestos
a 2 o 3 inhibidores previos. Recientemente, Shaw y
colaboradores presentaron los resultados finales del
estudio CROWN que comparó al lorlatinib con el
crizotinib en 296 pacientes ALK positivos (98). Los
resultados demostraron que el 78 y 39% de los pacientes no presentaban
progresión de la enfermedad
al año con el lorlatinib y el crizotinib, respectivamente (HR 0,28, P
<0,001). En adición, la TRG para la
población general fue 76% con el inhibidor de tercera generación y 58%
con el crizotinib, y del 82%
entre aquellos con metástasis cerebrales expuestos al
lorlatinib (71% de respuesta completa). Los eventos
adversos más comunes con el lorlatinib fueron hiperlipidemia, edema,
aumento de peso, neuropatía
periférica y efectos cognitivos.
Los hallazgos de esta secuencia de experimentos clínicos son el mejor
reflejo de los notables cambios que
ha sufrido el cáncer de pulmón de células no pequeñas en la última
década. La selección de las intervenciones y su mejor secuencia siguen
ahora un patrón
basado en los perfiles de resistencia valorado por secuenciación de
siguiente generación (NGS) (
Tabla 4).
La confirmación en vida real viene de estudios como
el IFCT-1302 CLINALK (N=209) que demostró que
la exposición a los inhibidores del ALK de segunda
y tercera generación impactó positivamente la SLP
posterior al crizotinib (mediana 25 meses), y la SG a
partir del diagnóstico de la enfermedad metastásica
que alcanzó los 89,6 meses (7,4 años). Este periodo
temporal sigue el comportamiento de una enfermedad crónica,
diferenciando la biología de los pacientes
ALK del resto de los adenocarcinomas de pulmón,
incluso en presencia de metástasis cerebrales o en el
caso de presentar más de 3 órganos comprometidos
por metástasis al momento del diagnóstico (99). La
Figura 11 demuestra el impacto
en la SG madura reproducida por ese
estudio.
Todo cambia, nada es (evolución del
tratamiento del cáncer de pulmón de
células pequeñas)
El cáncer de pulmón de células pequeñas (SCLC, por
sus siglas en inglés) representa entre el 12 y 15% de todos los casos
de cáncer de pulmón, y se distingue del
cáncer de pulmón de células no pequeñas por su agresividad biológica,
alta tasa mitótica, y desarrollo temprano de metástasis, con especial
énfasis en el sistema
nervioso central (40%) (100). Durante las últimas dos décadas, el
patrón de presentación del SCLC ha seguido una tendencia constante,
teniendo enfermedad
limitada y extendida el 43 y 57%, respectivamente
(101). En 1973, el 1,5% de todos los pacientes con enfermedad extendida
por SCLC alcanzaron 2 años de
supervivencia. Este número aumentó a 4,6% en 2000
y fue 4,9% en 2015, lo que implicó una variación positiva del 3,4% en
47 años (102).
Tabla 4. Patrones de resistencia dependientes de ALK según el
perfil de los diversos medicamentos de 1 a 4ª generación.
Ejemplo versátil de oncología de precisión en relación a la ejecución
dinámica de biopsias (líquidas o de tejido) para la toma
de decisiones.
Oze y colaboradores analizaron los desenlaces de
10.262 pacientes con enfermedad extendida por
SCLC incluidos en 52 estudios clínicos y 110 brazos
de quimioterapia, intervenciones que posicionaron
la combinación de cisplatino o carboplatino más
etopósido como el estándar de tratamiento en primera línea desde 1985.
La integración de los datos
también encontró que las combinaciones con base
en platino modificaron la supervivencia libre de
progresión (SLP) sin afectar la supervivencia global
(SG). A partir de 1990, la ganancia temporal estimada con la
introducción de la quimioterapia clásica
fue de 0,63 días/año, resultado que también se vio
influenciado por el estado funcional de los pacientes
y el uso de la radioterapia holocraneal profiláctica
(103). La
Figura 12 ilustra el
mínimo impacto de la
investigación en la historia de SCLC hasta 2019.
Figura 11. Supervivencia global de los pacientes ALK positivos
tratados con múltiples líneas de intervención
incluyendo 2 o más inhibidores de tirosin-quinasa. La SG alcanzó una
mediana de 89.6 meses en el grupo expuesto
a los medicamentos de segunda y tercera generación. Modificado con
autorización de Duruisseaux M, Besse B,
Cadranel J, et al. Overall survival with crizotinib and next-generation
ALK inhibitors in ALK-positive non-small-cell
lung cancer (IFCT-1302 CLINALK): a French nationwide cohort
retrospective study. Oncotarget. 2017;8(13):21903-
21917.
La evaluación integrada de diversos estudios usando
inmunoterapia como parte del tratamiento de primera línea para la
enfermedad extendida por SCLC demostró a partir de 5 estudios fase III
(IMpower-133,
CASPIAN, KEYNOTE-604, CheckMate-451 y Reck
2016)) y uno fase IIB (ECOG-ACRIN 5161) que incluyeron en conjunto
3.609 pacientes, un impacto
significativo en la SG, con una reducción del riesgo
de muerte a 3 años del 16% (HR para la SG 0,84,
IC 95% 0,78-0,90). La gran mayoría de los pacientes que participaron
fueron hombres (2.382 sujetos),
usualmente fumadores (95%) con una mediana de
edad para el diagnóstico de la enfermedad de 64
años. El mayor beneficio sobre la SG se encontró
para los inhibidores de PD-L1 (especialmente, atezolizumab
p<0,0001), hallazgo que también se mantuvo en el análisis
meta-analítico de la SLP (SLP,
p<0,00001). Adicionalmente, la ganancia global en
SG osciló alrededor de los 3 meses, sin diferencia
en la tasa de respuesta global (TRG) reflejando la
quimiosensibilidad del SCLC, y consecuentemente
la elevada respuesta en el grupo control (104).
El impacto descrito para la inmunoterapia en el estudio IMPower-133
demostró después de una mediana
de seguimiento de 13,9 meses, que la SG fue mayor en el grupo que
recibió carboplatino, etopósido
y atezolizumab (CE+Atezolizumab) (mediana 12,3
meses; IC 95% 10,8-15,9) vs. el control expuesto a
placebo (mediana 10,3 meses; IC 95% 9,3-11,3). El
análisis estratificado para la mortalidad demostró
una reducción del riesgo del 30% (IC 95% 0,54-0,91; P=0,007) siendo la
tasa de supervivencia global a
un año del 51,7% en el grupo de atezolizumab y del
38,2% en el grupo de placebo (105). La información
actualizada en 2019 demostró que la adición del atezolizumab al régimen
clásico de quimioterapia con
base en platino aumentó la supervivencia a 18 meses
hasta 34%, 1,6 veces más que el control. Este hallazgo permitió
identificar que cerca de la tercera parte
de los pacientes expuestos al atezolizumab serían
largos supervivientes (106).
Figura 12. Cronología de los avances terapéuticos para el cáncer de
pulmón de células pequeñas (SCLC, por su
sigla en inglés). Esta línea de tiempo ilustra la escasez de nuevas
opciones de tratamiento para los pacientes con
SCLC durante las últimas tres décadas. Los recuadros sombreados en rojo
representan las terapias estándar de
atención que han sido aprobadas por la FDA y la EMA; los cuadros
sombreados en amarillo representan terapias
que han sido recomendadas por la National Comprenhensive Cancer Network
(NCCN, Estados Unidos), pero que
no cuentan con suficiente evidencia para considerarlas como estándar.
Desde 1985 y hasta 2019, el régimen de
quimioterapia con cisplatino y etopósido se mantuvo como el tratamiento
sistémico de primera línea estándar para el
manejo de los pacientes con SCLC y enfermedad extendida. Los regímenes
posteriores, en los que el carboplatino
o el irinotecan sustituyen al cisplatino o al etopósido,
respectivamente, tienen una eficacia comparable, pero
diferentes perfiles de toxicidad y han sido probados especialmente en
población asiática. En 2019, y después de
35 años sin impactos notables en el curso de la enfermedad, se aprobó
un nuevo modelo terapéutico que incluyó la
combinación de carboplatino, etoposido y atezolizumab. Este nuevo
régimen de tratamiento modificó notablemente
la perspectiva de supervivencia a largo plazo. Las terapias de segunda
línea que se recomiendan en las guías de la
NCCN incluyen los inhibidores de la topoisomerasa, taxanos, agentes
alquilantes y, desde 2016, la inmunoterapia.
Sin embargo, la única intervención que agregó un beneficio real en este
escenario ha sido la inmunoterapia. Para el
SCLC que se presenta con enfermedad limitada (EL), se recomienda el uso
temprano de la radioterapia en conjunto
con quimioterapia, clásicamente a una dosis de 45 Gy administrada en 30
fracciones de 1,5 Gy dos veces al día
(durante el curso de 3 semanas). De igual forma, y a pesar de la
controversia, sigue en uso la irradiación craneal
profiláctica (PCI). Recientemente, también se demostró que la
radioterapia torácica proporciona algún beneficio
en pacientes con enfermedad extendida que han respondido
satisfactoriamente al tratamiento sistémico (Figura
modificada con autorización de Gill J, Cetnar JP, Prasad V. A Timeline
of Immune Checkpoint Inhibitor Approvals
in Small Cell Lung Cancer. Trends Cancer. 2020 Sep;6(9):736-738. doi:
10.1016/j.trecan.2020.05.014. Epub 2020
Jun 29. y Sabari JK, Lok BH, Laird JH, et al. Unravelling the biology
of SCLC: implications for therapy. Nat Rev Clin
Oncol. 2017 Sep;14(9):549-561. doi: 10.1038/nrclinonc.2017.71. Epub
2017 May 23.).
Para el cierre de información del 24 de Enero de 2019
y con una mediana de seguimiento de 22,9 meses en
la población analizada con intención de tratamiento
(373 pacientes) se encontró un número mayor de largos supervivientes en
el grupo de CE+Atezolizumab
(n=61, 33,5%; IC 95% 26,7-40,9) vs. el de CE+Placebo
(n=39, 20,4%; IC 95% 14,9-26,8). Cabe anotar que
en el grupo expuesto al atezolizumab el IC para esta
distribución fue el doble que para el placebo. Algunas
de las características que se asociaron con una mejor
supervivencia fueron la edad, el sexo, el estado funcional basal
(ECOG), los niveles de LDH y la ausencia
de enfermedad cerebral (107). Estos datos fueron confirmados por el
análisis para la población de pacientes
que iniciaron el mantenimiento con atezolizumab y
placebo, ya que los pacientes expuestos al anti-PD-L1
tuvieron una mediana de SG de 15,7 meses vs. 11,3
meses del placebo, diferencia a favor de una ganancia
en SG de 4,4 meses.
En concordancia con los resultados del estudio IMPower-133 se
encuentran los hallazgos de Durvalumab, en particular porque confirman
el papel de
la inmunoterapia como estándar de tratamiento en
conjunto con la combinación CE en SCLC. En el estudio NCT01693562
(estudio fase I/II) los pacientes
con enfermedad extendida recibieron Durvalumab
10 mg/kg cada 2 semanas después de una mediana
de 2 líneas de tratamiento previo. La mayoría de los
efectos adversos fueron 1 o 2 y la ORR fue del 9,5%.
Tras la demostración de seguridad, el Durvalumab
demostró eficacia en el entorno de primera línea. El
estudio CASPIAN fue un experimento clínico fase
III, aleatorizado y abierto que demostró una ventaja
en la SG para la combinación de Durvalumab más
CE en comparación con la quimioterapia estándar
(108). El estudio tenía tres brazos de tratamiento, los
dos mencionados previamente, y la combinación de
Durvalumab más Tremelimumab, un inhibidor de
CTLA-4. En 2019, se informaron los datos de la SG
para el brazo CE+Durvalumab en comparación con
el régimen CE (108). El CASPIAN demostró una
mejora significativa en la SG con una mediana de
13 meses en comparación con 10.3 meses para la
quimioterapia sola, lo que representó una reducción
del riesgo de muerte del 27% de muerte de 0,73 (HR
0,73, IC 95% 0,50-0,91; P=0,0047) (109). La razón
de riesgo para la PFS fue de 0,78 (IC 95% 0,65-0,94),
y la mediana para el grupo de tratamiento fue 5,1
meses frente a 5,4 meses del control. Esta información es análoga a la
descrita extensamente para el
IMpower-133.
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Recibido:
Diciembre 01, 2020
Aprobado: Diciembre 15, 2020
Correspondencia:
Oscar Arrieta
oscararrietaincan@gmail.com