Resumen
La función de la medicina ha sido denominada, entre otras, como el arte
de curar. Pero esto implica
un tipo de rituales que ha variado significativamente en los últimos
años. Desde el abordaje, el tiempo
destinado a cada paciente, el grado de confidencialidad que pueda
lograrse, hasta el lenguaje que se
expresa o el silencio que también tiene significado. La medicina
psicosomática es una ciencia que trata
de correlacionar rigurosamente lo físico, lo psicológico y ahora lo
social, comprendiendo lo real, lo
imaginario y lo simbólico. En este artículo se pretende desarrollar
esta necesaria integración, acudiendo a diversos autores y escuelas, de
diferentes países, discurriendo por el lenguaje, el habla y el
silencio,
teniendo en cuenta la misma complejidad humana en sus muy diversas
circunstancias y motivaciones.
Se analizan las fases de hablar o callar y sus expresiones posibles en
el cuerpo. Se mencionan estudios
científicos de otras latitudes y se correlacionan con las experiencias
de violencia en nuestro país, y
sus expresiones en dolencias y enfermedades como la hipertensión
arterial, algunas expresiones en
órganos diana, ansiedad, alergias, migraña, entre otros, hasta la
elección vicariante de órganos. Se
mencionan igualmente las incidencias de los episodios violentos sobre
la salud y algunos tipos de
conducta documentados por la medicina comportamental. Se aportan
ejemplos de diversos autores,
desde la úlcera péptica, hasta las estadísticas incrementadas por las
guerras, los desplazamientos y las
desapariciones forzadas. Se mencionan las posibles correlaciones entre
la somatización y el habla y el
sentir de los individuos sometidos a circunstancias violentas. Se
ilustran modalidades de abordaje y
tratamiento, teniendo en cuenta las dimensiones del ser y su
consciencia, para lograr la mejoría de sus
síntomas e incluso la resolución de sus conflictos. Se enfatiza en la
biografía personal, comparándola
con los exámenes y procedimientos técnicos de diagnóstico. También las
dificultades para nombrar el
dolor producido por eventos traumáticos de índole psicológica. Se
establecen categorías de las expresiones del lenguaje en los órganos,
sus lógicas y también las repercusiones del silencio. Se mencionan
alternativas de manejo más allá de los medicamentos y se finaliza con
una reflexión sobre los tipos de
lenguaje y la alienación del individuo frente a una sociedad violenta.
Palabras clave: Medicina psicosomática; violencia;
lenguaje; habla; silencio; somatización.
¹ Doctor en Medicina y Cirugía. Universidad Nacional de
Colombia. Medicina Familiar Psicosomática Hospital Clínico U.
Complutense de Madrid, España. Sexología Clínica Instituto de Sexología
de París, Francia. Fellow American University Washington, USA. Gerencia
en Salud CES, Medellín. Exdirector MCHS-Hospital de Hialeah, Miami, USA.
VIOLENCE AND PSYCHOSOMATIC MEDICINE:
BODY LANGUAGE
Abstract
Medicine has been called, the art of healing. But this implies a type
of ritual that has varied
significantly in recent years. From the approach, the time allocated to
each patient, the degree
of confidentiality that can be achieved, to the language that is
expressed, or the silence that
also has a meaning. Psychosomatic medicine is a science that tries to
rigorously correlate
physical, psychological and now social aspects, understanding the real,
the imaginary and the
symbolic. This article aims to develop this necessary integration,
going to various authors and
schools, from different countries, through language, speech and
silence, taking into account
the same human complexity in its very diverse circumstances and
motivations. The phases
of speaking and/or silence and their possible expressions in the body
are analyzed. Scientific
studies from other latitudes are mentioned and correlated with the
experiences of violence
in Colombia, and their expressions in ailments and diseases such as
arterial hypertension,
some expressions of illness in target organs, anxiety, allergies,
migraine, among others, until
the vicarious election of organs. Incidents of violent episodes on
health and some types of
behavior documented by behavioral medicine are also addressed in this
article. Examples of
various authors are provided, from peptic ulcer, to statistics
increased by wars, displacements
and enforced disappearances. The possible correlations between
somatization and speech
and feeling of individuals, subjected to violent circumstances, are
mentioned. Methods of
approach and treatment are illustrated taking into account the
dimensions of being and its
consciousness, to achieve the improvement of its symptoms and even the
resolution of its
conflicts. Emphasis is placed on personal biography, comparing it with
technical exams and
diagnostic procedures. The difficulties to name the pain produced by
traumatic events of a
psychological nature are also addressed. This article also establishes
categories of language
expressions in the organs, their logic and also the repercussions of
silence. Management alternatives beyond medications are mentioned. The
article ends with a reflection on the types
of language and alienation of the individual in the face of a violent
society.
Keywords: (MeSH) Psychosomatic medicine; violence;
language; speaks; silence; somatization.
La medicina es una ciencia que a lo largo de la historia
se ha caracterizado por estudiar la vida, la salud, la
enfermedad, y todo tipo de afecciones de la mente (1)
y del cuerpo, de los seres humanos. Aunque en nuestra
época más reconocida por publicarse más de lo físico
y corpóreo, prescindiendo de otros factores intrínsecos
conexos, pretextando el carácter científico solo de lo
cuantificable, medible y evidenciable con aparatos o
tecnologías. La misma palabra “medicina” (2), engloba una de sus más
conocidas funciones: curar (3),
pero, ¿a través de qué mecanismos?
Sanar, recuperar la salud, aliviar, implica toda una serie de rituales
que han sido descuidados en los últimos
60 años por la medicina tradicional occidental, muchas
veces asociada con una medicina hegemónica que actúa bajo premisas
económicas de maximización de los
recursos. Es decir, esta medicina practica una economía de la
enfermedad, donde el volumen de pacientes que consultan supera el
tiempo disponible de cada
profesional. Uno de los requisitos para maximizar la
utilidad de las empresas de salud o de los médicos, es
atender cada vez en menor tiempo a cada persona²
, logrando así un mayor número de pacientes por hora, y
por tanto, incrementando el beneficio económico, sin
detenerse a valorar la calidad del acto médico.
Así, en general, el ritual que se practica dentro de esta
medicina hegemónica actual es el siguiente: el paciente entra, ya sea
para un “chequeo médico” (4) o para
buscar un remedio (5) a su dolor, molestia o preocupación. Si se trata
de lo segundo, el paciente le “cuenta”³
en forma breve al médico los síntomas e intenta describir su malestar
en palabras entendibles para ambos.
El médico procede a examinar y corroborar el relato⁴
del paciente, asegurándose de que la descripción tenga
sentido dentro de un marco institucional y un lenguaje
médico, para así proceder a orientar el diagnóstico (6)
y por último, tratar la dolencia u ordenar exámenes
complementarios. Todo esto sucede, muchas veces, en
menos de 15 minutos. En este sentido, dado el escaso
tiempo del procedimiento, el médico despersonaliza
al paciente y deja de ser el otrora confidente de penas y pesares, el
verdadero médico de antaño como lo
menciona el profesor Fernando Sánchez Torres en sus
escritos⁵
.
Una de las características asociadas a este tipo de medicina, es que se
basa en un lenguaje que ha tendido a
desplazar el relato del paciente por palabras médicas,
lo que se conoce como semiología clínica (7). Dicho de
otra forma, la identificación de la patología es a través
de la lectura de los síntomas –reconocidos después del
interrogatorio y del examen físico del paciente– para
poder diagnosticar. En muchos sentidos, la semiología
ha sido el arte de la medicina, pues de cierta manera
es el lenguaje mediante el cual la sintomatología puede
ser ordenada dentro de una estructura legible y comprensible para el
resto de los médicos. Es decir, gracias
a ella se legitima la transformación del dolor o la molestia del
paciente en un idioma clínico desde el cual
se puede orientar el diagnóstico, paso obligatorio para
poder tratar al enfermo. De esta manera, nos situamos
en un tipo de lenguaje hegemónico, sin el cual es difícil
el entendimiento del dolor, la molestia o la preocupación de quien
consulta.
No obstante, este tipo de lenguaje institucionalizado,
no es aplicable dentro de todos los contextos. Cuando
se trata de dolores –no sólo físicos– inscritos por ejemplo en entornos
violentos, explicar el padecimiento
puede ser una tarea ardua y confusa. Es en este sentido
–en el lenguaje que relaciona el dolor, la enfermedad y la afección con
la medicina como ciencia curativa–
que surge la medicina psicosomática como alternativa
a aquella ciencia que olvida la existencia de otras formas de
comunicación.
..................................
² En general, el promedio de consultas de algunas instituciones
de la salud está entre 4 y 6 pacientes por hora, es decir, un
tiempo de 10 a 15 minutos máximo para cada persona.
³ Existe una gran dificultad para transmitir la clase de dolor que
el individuo siente, pues sus palabras no concuerdan con las
del médico.
⁴ Relato en el sentido de una narración que trata de describir
un acontecimiento, en este caso doloroso.
⁵ Sánchez T, F (2013). Como debe ser el médico. Texto reproducido
con autorización. Bogotá D.C.: Secretaría Distrital de
Salud de Bogotá; 2013 (de original 1975).
La medicina psicosomática es una disciplina médica, cuya metodología
“consiste en correlacionar, tan
rigurosamente como sea posible, dos órdenes de parámetros, psíquicos y
somáticos, a fin de definir en
términos alternativamente descriptivos, apelando a la
caracterología, o deliberadamente dinámicos, poniendo el acento en los
factores inconsciente del conflicto,
un perfil psicológico particular” (8). De esta manera,
cuando el dolor se desarrolla en contextos donde el
conflicto es normalizado, es decir, donde el orden de
la cotidianidad se desestructura como resultado de la
violencia (9) y “donde el muro del silencio determina
el rumbo” (10) de la vida de las personas, la medicina psicosomática es
una forma de intentar entender el
dolor escuchando a los pacientes a través de distintos
órganos.
Así mismo, esta teoría de lo somático, desarrollada
por Franz Alexander
et al.
(11) y sus colegas en el Chicago Institute for Psychoanalysis, trata de
relacionar
el malestar físico y mental con el contexto histórico
que rodea al individuo, con el fin de entender otros
lenguajes que expresan el dolor. Esta disciplina saca
del anonimato órganos que no son reconocidos por la
sociedad como “órganos parlantes” u “órganos del habla” como los llama
Sapir (16), haciendo referencia al
conjunto de órganos que están relacionados con el habla como los
pulmones, la boca, la laringe, el paladar,
la nariz, la lengua, los dientes y los labios (12). Esto
convierte el cuerpo en el instrumento de comunicación para aquellos que
no tienen voz y sufren muchos
tipos de silencio.
El habla (13) ha sido reconocida como forma de comunicación dominante,
y por ello ha sido difícil aceptar
otros tipos de lenguaje –el corporal– como formas de
manifestar el mundo de símbolos y de relaciones subjetivas de los seres
humanos. En ese sentido, la complejidad de la teoría psicosomática
“viene derivada de
la propia complejidad de la condición humana, condición en la que el
proyecto de la construcción de lo
propio, en un mundo de relaciones simbólicas, está en
un primer plano” (14), pero donde no siempre es legítimo expresarlo en
cualquier lenguaje. Es decir, si no se
habla mediante palabras, es difícil ser escuchado. “El
habla es una actividad humana que varía sin límites
precisos en los distintos grupos sociales, porque es una
herencia puramente histórica del grupo, producto de
un hábito social” (15). En ese sentido, en ciertos contextos violentos,
el habla está determinada por otros
factores como la necesidad de guardar silencio –ya sea
por seguridad o por otros factores que impiden volver
a nombrar⁶ el evento traumático- y por ello surgen
otros “órganos que, de manera incidental, pueden servir para la
producción de los sonidos del habla” (16).
De esta manera surge una dialéctica entre hablar y callar, dos acciones
presentes en el lenguaje del cuerpo.
La primera hace presencia a través de otros órganos
que se convierten en las herramientas de comunicación, mientras que la
segunda se hace presente a través
de la ausencia de los “órganos del habla” como los
llama Sapir. En este sentido, el silencio debe ser entendido como una
forma de comunicación que debe
ser leído de manera diferente; los pacientes, en otro
contexto víctimas, al estar completamente mudos, se
ven en la necesidad de hablar a través de sus cuerpos,
somatizado enfermedades para ser escuchados; al ser
presas de “la violencia de la voz silenciada” (17), en un
mundo donde hablar con la voz es casi esencial para
comunicarse (24), las víctimas de la violencia no son escuchadas y su
discurso es malinterpretado, traducido
por médicos que ven las enfermedades como resultado
de agentes patógenos y no como consecuencia de un
país convulsionado, con agentes que imprimen la fuerza para
desestructurar el orden de lo cotidiano (18).
En diversas épocas hemos podido evidenciar este tipo
de lenguaje del dolor inscrito en el cuerpo, común en
los habitantes de diversas regiones de Colombia y Latinoamérica.
Durante cerca de 40 años de trabajo en hospitales del Estado,
realizando más de 50.000 consultas
en más de 12.500 grupos familiares, hemos podido
tener cercanía con pacientes y familias que padecían
enfermedades de todo tipo, heridas visibles y otras no
tanto por ser profundas o psicológicas, también hemos
podido diagnosticar y tratar al menos entre un 15%
y 20% de estos consultantes que utilizaban el cuerpo
como coartada del inconsciente, como símbolo de lo
que no puede ser dicho por las palabras, expresando
así lo que no es verbalizable (19).
Por ejemplo, muchos de los pacientes tenían hipertensión en sus
arterias, pero también una tensión excesiva
en sus trabajos. Colesterol alto y una pulsión incontrolable por comer
grasas, a pesar de las advertencias
documentadas que los colocaban en la autopista del
infarto. Obesidad por falta de ejercicio y malos hábitos
alimenticios, pero también como una forma de llamar
la atención buscando la vía oral como afecto frustrado.
Ansiedad extrema por extraños factores hereditarios y
endógenos, pero también por no pagar las deudas justo
a tiempo. Depresión por falta de litio en el cerebro,
pero muchas veces por las tristezas y carencias acumuladas. Rasquiña
por alergias, acompañada de obsesión
por la higiene y la asepsia, imposibles en un mundo
infectado de incertidumbres. Migraña crónica y hasta
falsos tumores cerebrales, como refugio de preocupaciones extremas y
aproximaciones a la hipocondría o a
la escogencia vicariante de órganos. Este tipo de enfermedades están
fuertemente asociadas con el entorno
que rodea a los pacientes (20).
Muchos ejemplos de ello estan documentados a nivel
mundial en la ciencia médica. Lo plantean en México
Vinaccia et al. (21), quienes sugieren que existe “un proceso a través
del cual el estrés psicosocial (22) puede inducir al desarrollo de la
úlcera péptica duodenal (UPD)”
y describen los sistemas psicológicos, biológicos y sociales que se
ponen en juego para desarrollar dicho estrés.
Entre los posibles factores como determinates del estrés
que dicha investigación muestra, se encuentran tanto
“sucesos vitales” como “sucesos cotidianos”, como lo
llaman los autores. Siendo los primeros aquellos que
alteran la vida cotidiana de los individuos, creándole al
sujeto la necesidad de ajustar de nuevo su vida. Algunos
de estos eventos son extremadamente violentos, como
guerra, violación, tortura, desplazamiento forzado, heridas, accidentes
de tránsito; y otros más normativos,
como el enamoramiento, el matrimonio, la separación
o el divorcio. Pero ambos pueden alterar la realidad y
el conjunto de significados de los individuos y, como
es lógico, los pueden llevar a experimentar cierto tipo
de estrés⁷.
En cuanto los segundos, son más frecuentes que los
primeros, y consisten en la experimentación de eventos
cotidianos relacionados con valoraciones positivas o negativas (23).
Este tipo de estrés también puede afectar
el estado de los pacientes a través de mecanismos de
adaptación que utilizan las personas para afrontar el
dolor. Así, dejar de hacer ejercicio, fumar, consumir
alcohol, aumentar el consumo de comidas grasosas o
irritantes, dejar de comer o hacerlo de manera rápida o
excesiva, son conductas que esconden estrés, trauma,
dolor, ansiedad, y anexan otra categoría como causante de estrés: la
frustración; todas ellas generan en el
individuo afecciones que no deben ser tratadas únicamente con
medicamentos.
........................
⁶ “Nombrar” el dolor se torna complicado en un mundo en donde
localizarlo en la palabra y no en el cuerpo es lo dominante.
Nombrar está relacionado con “mapear”, clasificar y codificar
(Castillejo, 2000: 66). En este caso “no nombrar” es resultado
de un contexto violento, callar puede ser una forma de sobrevivir. Ese
“no nombrar” es otra forma de dolor, que termina por
situarse en el cuerpo.
⁷ Un acontecimiento traumático o una pérdida grave implican
un duelo, un golpe inesperado en su destino. Este suceso
tiene la particularidad de ser imperativo para el sujeto. No
tiene tiempo de reaccionar y la dimensión simbólica parece
alejada del individuo.
Al respecto, los autores citados encontraron casos de
pacientes con cardiopatía coronaria e hipertensión, en
quienes sus enfermedades estaban fuertemente asociadas a un continuo
estrés producido por la percepción
de que su medio ambiente familiar era frustrante, y
por lo general no se daba como quería, lo que desencadenaba una
continua respuesta psicofisiológica que
tomaba como órgano diana al corazón y el sistema
cardiovascular (24).
Así, el estrés puede ser la manifestación de otro tipo
de problemas, que dada su magnitud no pueden ser
expresados mediante el habla, y por tanto se ubica en
otros órganos que sirven de conectores entre la interioridad del
individuo y el medio ambiente que lo rodea.
En casos extremos, como en situaciones de guerra se
ha podido documentar un aumento significativo en los
casos de úlcera (25). Por ejemplo, durante la Segunda
Guerra Mundial, luego del ataque aéreo a Londres,
hubo un aumento significativo de sujetos que presentaron úlcera péptica
perforada.
En este orden de ideas, no es dificil relacionar eventos
traumáticos como desplazamientos, desapariciones forzosas, torturas,
mutilaciones, guerras, con posibles enfermedades asociadas al estrés,
ya que este se convierte
en el único medio mediante el cual las personas pueden
hablar. Esto no es nuevo. Sandín y Chorot (26) ya habían
estudiado la relación entre las enfermedades físicas y trastornos
psicológicos con la experimentación previa de un
suceso de gran impacto en la vida de los seres humanos.
Weiner, Thaler, Reiser y Mirski (27) desde 1957 habían
desarrollado un estudio en el que lograron establecer una
relación entre el surgimiento de la Úlcera Péptica Duodenal (UPD) y
reclutas del ejército de Estados Unidos. Esta
enfermedad también se presentó de manera significativa
durante el seguimiento de veteranos de guerra que fueron capturados y
sometidos a estrés crónico. Finalmente,
Nice, Garland, Hilton, Baggett y Mitchell (28) documentaron un hallazgo
parecido en un grupo de aviadores tomados prisioneros y torturados en
la guerra de Vietnam,
el cual se compararó con el de un grupo de aviadores navales que no
fueron hechos prisioneros. Hubo un mayor
número de casos con UPD en el primer grupo en comparación con el
segundo. Sin embargo, este es un estudio
para un caso específico, por tanto, es necesario aclarar
que no siempre se ha encontrado que situaciones que
generan altos niveles de estrés, lleven necesariamente al
surgimiento de enfermedades como la UPD (29).
En este sentido, la somatización (30) de las enfermedades puede ser un
tipo de idioma en el que se intenta
traducir el espacio relacional del sujeto, su estructura,
sus dinámicas y sus conflictos en lenguajes distintos a
la palabra (31). Con lo somático, lo que se quiere enfatizar es la
posibilidad de otro tipo de dolores que no se
reducen a lo físico. A veces, lo que está realmente lastimado es la
conciencia, o la psique, o los sentimientos,
realidades que trascienden nuestro reduccionismo sólo
a lo que vemos o podemos visualizar con tecnologías.
El sentir de los sujetos es una expresión de la individualidad y
complejidad humanas, ajenas a estereotipos. Tiene una riqueza singular
y es variopinta en sus
manifestaciones. La salud es un resultado de múltiples
factores y no solo es biológica, sino también psicológica y social. Y
cuando este dolor ha estado salpicado
por experiencias traumáticas, violencias, guerras, terrorismo, sus
huellas ya no son tan invisibles. Entonces, cada paciente engloba
además del contexto que lo
rodea, las vicisitudes de sus relaciones consigo mismo,
con el médico, con la familia y la sociedad.
La medicina psicosomática implica un nuevo tratamiento del paciente,
donde éste sea escuchado y donde
se tenga en cuenta el contexto histórico que lo rodea.
Es decir, un estudio bio-pato-psico-socio-biográfico.
Pero esta relación psicosomática no implica necesariamente una relación
de causa-efecto, en la medida en
que “psíquico” y “somático”, ambas categorías -comprendida la
conciencia-, equivalen a las dos caras de una misma moneda. Ninguna
vale más que la otra.
Lo inconsciente, lo que se encuentra agazapado en las
sinuosidades de las neuronas y sus conexiones, es incognoscible por
definición, y por lo tanto no posee o
no se le puede atribuir, por ahora, existencia o cualidades
exclusivamente psíquicas o somáticas, a pesar
de los intentos de la resonancia magnética funcional y
de la valoración experimental por emisión de positrones. Estas
categorías derivan del conocimiento racional que se estructura
alrededor de dos organizaciones
conceptuales: una “física”, que da origen a las ciencias
naturales, y la otra “histórica”, que sustenta las ciencias que toman
por objeto al intelecto o a la cultura.
En resumen, la teoría de lo somático incluye, en primer
término, la unidad biográfica de cada paciente, ubicando los distintos
protagonistas que conforman el drama
que ha hecho crisis en cada quien, y nos lleva a pensar
en cada uno de ellos como versión de los diferentes
personajes de su infancia, su juventud o su madurez,
que irrumpen en su trayectoria para marcarlos. En segunda instancia,
esta teoría identifica los mapas que el
sano o el enfermo utilizan para recorrer el territorio de
sus vidas particulares y reconoce los estilos comportamentales,
adquiridos generalmente desde la niñez, con
los cuales cada individuo en el seno de su familia y de
su entorno, realiza un trazado o “programa” para el
resto de su existencia. En un tercer plano, ella comprende cuál es la
“parte” u órgano, aparato, o sistema,
que el trastorno elige y desde el cual “habla”, dentro
del drama que ha puesto en crisis al sujeto cuando se
encuentra enfermo. Un cuarto asunto consiste en darle un nuevo
significado a la historia de cada paciente,
hasta el punto que el conflicto de significados contradictorios que
sostiene su enfermedad, incluido en una
unidad de sentido trascendente y más amplio y complejo, adquiere la
forma de un malentendido con su
cuerpo (que puede ser interpretado como el producto
de un mapa fragmentario o incompleto). En ese punto
desaparece la necesidad que sostenía a la enfermedad
con alguno o algunos órganos de su cuerpo.
Lo anterior pone de manifiesto la dificultad de nombrar el dolor.
Muchas veces, este busca otros mecanismos no convencionales para ser
expresado. Pero detrás
de cada lenguaje, de cada forma de comunicación, sea
el cuerpo o las palabras, se esconde una historia que
explica el mismo lenguaje. En el caso de lo somático,
detrás del órgano afectado se esconde una historia de
guerras, conflictos, estrés, entre otros, que llevan muchas veces a un
silencio que debe ser manifestado en
otras partes del cuerpo. Este dolor debe ser leído entre
líneas, pues más allá de lo que dice, se esconden traumas y dolencias
de otro tipo.
Así, la relación entre cuerpo y lenguaje trasciende al
simple diagnóstico médico, ya que el dolor puede ser
causado además de agentes patógenos, por otro tipo
de patologías psicológicas y sociales. Entonces, enfermedades
aparentemente orgánicas (algunos tipos
específicos de artritis, cefaleas, infartos cardíacos,
asma, úlceras de estómago, algunos cálculos biliares,
dolor en la relación sexual, dolor en la columna, cáncer, entre muchas
afecciones) son formas de lenguaje.
Estas enfermedades una vez aprendidas a descifrar se
presentan como capítulos espinosos de una biografía
muy particular. Es decir, que el padecimiento orgánico
ocultaría una historia cuyo significado le es insoportable al ser
humano, encontrando en cierto tipo de enfermedades una “solución”
temporal para ese drama
no resuelto.
En el caso de una enfermedad somática que se instala
a partir de un suceso psicológico reiterado, llama la
atención que la dimensión de lo psíquico está aparentemente ausente.
Entre el acontecimiento imperativo
y la aparición de los síntomas orgánicos no se observa
la presencia clara de un conflicto anunciador del síntoma. El fenómeno
psicosomático no constituye una
estructura aislada. La somatización puede presentarse
en cualquier estructura del cuerpo, según elecciones
muy heterogéneas, presentaciones clínicas diversas y
en diferentes momentos de la cura, intentada por intermedio de los
fármacos o los placebos o de la palabra
sistematizada y expresada en logoterapia (32).
Pero el órgano enfermo también se puede conducir
con su propia lógica, la del silencio. Realidad muda a
la que solo la técnica de la extirpación, del corte, puede producir un
alivio al dolor físico generado por la
lesión. Y ese corte no se logra con bisturí, sino con el
lenguaje afinado en los argumentos.
¿Y cómo se hace para curar cicatrices con el lenguaje, especialmente
las que deja la violencia? ¿Cómo
tratar horribles migrañas que se examinan hasta con
electroencefalogramas y tomografías que no muestran
nada, pero que traducen una ansiedad contenida por
muchas insatisfacciones acumuladas? o ¿Úlceras por estrés postraumático
de quienes han sufrido el asesinato
de un hijo, la tortura del esposo, la desaparición de la
novia o el novio, acusados de informantes? ¿O el infarto
por la noticia infausta de un despido malintencionado
del empleo al que alguien ha accedido con sacrificios
extremos? ¿O los cálculos biliares de quien no puede
manejar sus rabias contenidas ante un miserable jefe
que lo humilla cada vez que le da la gana? ¿O el “colon
irritable” como respuesta al miedo o a las ofensas? (33).
Conclusiones
Con la medicina psicosomática se tiene un método en
el que se parte de un interrogatorio acerca de la enfermedad actual y
de los recuerdos, deseos y circunstancias que conforman la semblanza
esquemática del
individuo que consulta. Prosigue con un diagnóstico
clínico de su estado físico general y del estado actual
de la enfermedad por la cual busca ayuda, como lo
hace la medicina tradicional occidental. Se puede
acompañar para ilustrar mejor, en forma novedosa, de
algunas fotografías del enfermo en los distintos períodos de su vida, y
de las personas allegadas que éste
considera más significativas para darle un sentido específico a su
trasegar individual, familiar y comunitario, dándole la misma
importancia que los exámenes
de laboratorio, las radiografías o las más modernas
ecografías, resonancias magnéticas y las imágenes obtenidas con emisión
de positrones. Además, se le puede sugerir redactar un cuento corto,
relatar alguno de
sus sueños y narrar una historia, una película o una
novela libremente elegidas, como formas de evaluar su
pensamiento y sus simbolismos, para explorar su mente además de su
corporeidad. Se finaliza con la observación del paciente y del vínculo
que él establece con
el equipo que realiza el estudio, durante las entrevistas
y en su tratamiento.
El remedio no es siempre el medicamento, el fármaco
sacralizado en la sociedad de consumo. Existen otros,
diversos, enmarcados en técnicas o terapias verbales
y no verbales como el entrenamiento autógeno de
Shultz, asertividad, terapia emotivo-racional de Ellis,
análisis situacional y transaccional de Berne, juego e
inversión de roles de la Gestalt, relajación progresiva
de Jacobson, entre varios de orientación psicodinámica y humanista.
No son meros simbolismos o artificios distractores o
emplastos inocuos, como despectivamente los denominan algunos
escépticos. Son otras maneras de tratar
pacientes con fundamento científico por sus resultados, aunque no se
acompañen siempre con la publicación de su demostración puramente
estadística o
matemática, pero sí reconociendo las particularidades
que rodean su vida y cómo éstas lo transforman, hasta el punto de
generar enfermedades como formas de
contar lo sucedido. De hacer presente un conflicto que
los ausentó de todas las formas y estructuras sociales,
incluida la del lenguaje.
No se pueden reducir todas las enfermedades al terreno de lo somático.
Se requiere entender y aceptar
cómo algunas estructuras sociales desestructuran al
individuo, lo expulsan de la sociedad normalizada, lo
privan de medios para comunicarse, no quedándole otra salida que sentir
dolor en alguna parte de su cuerpo -fruto del conflicto interno que
padece la personacomo forma de denunciar su sufrimiento.
Se trata de concebir y hacer legítimos otros tipos de
lenguaje que son resultado de esa alienación del individuo en la
sociedad; y de entender que no siempre se
puede administrar el dolor y que, bajo ciertas circunstancias, los
individuos tienen distintas maneras de buscar reestructurar su vida y
los símbolos que le fueron
quitados de manera violenta.
Conflictos de interés
Declaro no tener conflictos de interés.
Agradecimientos
A mis profesores Francisco Martínez López, José Madrid Arrau, Rof
Carballo, Fernández Cruz, (España),
Charles Gellman, Gilbert Torjdman, Jacques Waymberg (Francia), Gerald
Zwang (Suiza), Patricia Schiller, J. Altman (EEUU), Alfredo Rubiano
Caballero y
Fernando Sánchez Torres (Colombia), por sus valiosas
motivaciones, enseñanzas y sabios consejos.
A mi hija Laura Henao Izquierdo, economista y magister en Economía y en
Sociología, y especialista en
Derechos Humanos y en Derecho Internacional Humanitario, por su
permanente afecto, apoyo en las búsquedas bibliográficas, corrección de
estilo y redacción
final de este manuscrito.
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Recibido: noviembre 30 de 2019
Aprobado: febrero 12 de 2020
Correspondencia:
Octavio Henao-Orrego
octaviohenao2012@gmail.com