Resumen
Desde hace 10.000 años, los humanos han alterado dramáticamente
sus condiciones de vida relacionadas especialmente con el cambio en la
forma de alimentación y por la agricultura. Además del inicio y el
creciente enfoque en la producción y consumo de carbohidratos vegetales
domesticados, esta
transformación revolucionaria en la dieta ocasionó una disminución de
la movilidad y un aumento del
tamaño y la aglomeración de las poblaciones en asentamientos
permanentes o semipermanentes. Estos cambios en las condiciones de vida
presentaron una oportunidad ideal para la mayor transmisión
de patógenos de un huésped a otro, entre otros aquellos que representan
una importante amenaza para
la salud, que afectan a la mayoría de los 8 mil millones de miembros de
nuestra especie en la actualidad. La bioarqueología y la antropología
biológica han participado activamente en el desarrollo de
una comprensión informada del papel de la infección y las enfermedades
infecciosas en la influencia
de los resultados de salud y las condiciones de vida sobre la evolución
humana. Este registro facilita
hacer inferencias sobre perfiles de salud individuales, comunitarios y
regionales que tienen implicaciones para la calidad de vida actual en
todo el mundo.
Hoy, estamos en un período especialmente dinámico en el estudio
bioarqueológico de las enfermedades infecciosas antiguas, en gran parte
debido al notable crecimiento del interés en este campo y por
el aumento en el compromiso entre quienes estudian esqueletos y
contextos arqueológicos. Además,
los avances tecnológicos, metodológicos y teóricos están proporcionando
nuevas respuestas a viejas
preguntas. En la lista de estos avances están la secuenciación de
genomas microbianos, el análisis microscópico de tejidos esqueléticos
para el diagnóstico de enfermedades, y el uso de firmas isotópicas
de carbono, nitrógeno y otros elementos para reconstruir la dieta y la
migración como agentes notables
dentro del éxito y la propagación de los patógenos. La creciente
comprensión de las crisis de salud en
el pasado, también beneficiará la perspectiva hacia el futuro. Este
artículo analiza la bioarqueología de
algunas enfermedades infecciosas, centrándose en las Américas y en
Colombia.
Palabras clave: epidemiología; bioarqueología; América;
Colombia; infección.
1 Presidente de la Sociedad
Colombiana de Historia de la Medicina (SCHM). Miembro de Número de la
Academia Nacional de Medicina. Curador del Museo de Historia de la
Medicina de la Academia Nacional de Medicina. Bogotá, Colombia.
AN APPROACH TO THE EPIDEMIOLOGY
OF ANCIENT COLOMBIA
Abstract
Beginning some 10,000 years ago, humans began a dramatic alteration in
living conditions
relating especially to the shift in lifeway from foraging to farming.
In addition to the initiation of
and increasing focus on the production and consumption of domesticated
plant carbohydrates,
this revolutionary transformation in diet occasioned a decline in
mobility and an increased
size and agglomeration of populations in semipermanent or permanent
settlements. These
changes in life conditions presented an opportunity for increased
transmission of pathogenic
microbes from host to host, such as those that cause major health
threats affecting most of
the 7.5 billion members of our species today. Bioarchaeology and
biological anthropology,
have been actively engaged in developing an informed understanding of
the role of infection
and infectious disease in influencing health outcomes and living
conditions over the human
evolution. This record facilitates drawing inferences about individual,
community, and regional
health profiles having implications for today’s quality of life around
the globe.
Today is an especially dynamic period in the bioarchaeological study of
ancient infectious
diseases, largely owing to the remarkable growth in interest in the
field globally and the increased engagement between those who study
skeletons and those who study archaeological contexts. In addition, the
technological, methodological, and theoretical breakthroughs
are providing new answers to old questions. High on the list of these
breakthroughs are the
technological advances in sequencing microbial genomes, microscopic
analyses of skeletal
tissues in disease diagnosis, and the use of isotopic signatures of
carbon, nitrogen, and other
elements to reconstruct diet and nutritional quality and migration as
agents for the success
and spread of pathogens. The growing understanding of health crises in
the past is also benefitting from the broad perspective to the future.
This article discusses the bioarchaeology of
some infectious disease, focusing on the Americas and Colombia.
Keywords: epidemiology, bioarcheology; America;
Colombia; infection.
Introducción
En primera instancia, para abordar el tema aquí propuesto, es preciso
saber que el término
epidemias
lo
usaron en el libro Epidemias, del V volumen de los
Tratados Hipocráticos, escritos entre los siglos IV y
III A.C., los médicos de la escuela de Cos para referirse a “visitas al
extranjero”, significado que recogería el carácter ambulante del
médico. En ese libro
de Epidemias se recoge una multitud de historias
clínicas. El segundo requisito para aproximarnos al
tema es conocer cuándo, en dónde y cuáles fueron las bases sobre las
que se desarrolló la epidemiología. El tercer requisito es definir la
palabra epidemia
tal como se usa hoy en día, y el cuarto saber cuáles
son las grandes divisiones de la epidemiología según
las fuentes empleadas para su estudio.
La primera vez que se utilizó la palabra epidemiología
fue en España, a finales del siglo XVI, por el médico Angelerio al
escribir un estudio sobre la peste,
que tituló
Epidemiología. La
segunda edición de esta
obra se publicó en Madrid en 1598. La segunda vez
que este término se utilizó, fue también en España
en 1802, en la obra del médico español Villalba, titulada
Epidemiología española, que
compilaba todas las
epidemias y brotes de enfermedades registradas en
España desde el siglo V a.C. hasta 1801 (1).
La epidemiología se desarrolló y prosperó en los
siglos XIX y XX, en primer lugar, gracias al surgimiento y progreso de
la clínica y la mentalidad anatomopatológica y con ella, el desplome de
la milenaria teoría de los humores, por el empuje que para
aquella significó la técnica de la percusión, la introducción del
estetoscopio, el oftalmoscopio, el reloj
con segundero, el tensiómetro; por el desarrollo de
la mentalidad fisiopatológica, y muy especialmente,
por el reconocimiento de los gérmenes como la causa de las enfermedades
infecciosas y el papel de los
insectos en algunas de las enfermedades infecciosas
y parasitarias, y con este reconocimiento, la caída estrepitosa de la
también milenaria teoría de los miasmas; segundo, por la aplicación de
la estadística a las
realidades de la salud y la enfermedad, y tercero, por
la aparición de la medicina social en la medida que
los movimientos obreros y las nuevas ideas políticas
enfrentaban a las ideas monárquicas y burguesas.
Merece mención especial el trabajo que desarrolló -a
mediados del siglo XIX- el médico inglés John Snow,
durante el brote de cólera en Londres que, antes de
conocerse la teoría de los gérmenes como causa de
las enfermedades infecciosas, realizó observaciones
de campo y de seguimiento a los casos de cólera
reportados y los correlacionó con el ambiente y el
agua de consumo que lo llevaron a demostrar que la
causa de la epidemia estaba en el consumo de aguas
contaminadas con heces de los enfermos de cólera,
creando así una metodología de representación espacial y el análisis de
los datos clínicos y poblacionales, dando origen al método
epidemiológico.
Establecidas estas bases históricas, se entiende que
una epidemia (del griego
epi,
por sobre y
demos,
pueblo) ocurre cuando una enfermedad afecta a
un número de individuos superior al esperado, en
una población dada durante un tiempo determinado, o surge un pico sobre
una línea de base de una
enfermedad, que puede ser la prevalencia o incidencia normales, o el
número de casos que se detectan
en un momento dado, y que aumentan en relación
con esa línea de base. En este sentido, si una comunidad se encuentra
libre de una determinada enfermedad, un solo caso constituye una
epidemia.
En caso de que la epidemia se difundiera por varias
regiones geográficas extensas de varios continentes o
incluso, de todo el mundo, se trataría de pandemia.
En caso de enfermedades que afectan a una población de una zona de
forma mantenida y estacionaria
en el tiempo, se habla de endemia. La epidemiología
es una disciplina científica en el área de la medicina
que estudia la frecuencia, la distribución y los factores determinantes
de las enfermedades existentes en
poblaciones humanas definidas. Esta disciplina, según sus fuentes de
estudio, puede dividirse en paleoepidemiología, si sus fuentes son los
restos humanos
-huesos, momias, fitolitos, arte y descripciones históricas-,
epidemiología histórica, si su fuente principal
es la historia, y epidemiologia moderna, si cuenta
con el respaldo de estadísticas.
Con base en lo anterior este documento titulado
Una
aproximación a la epidemiología de Colombia antigua, aspira a
ser un análisis de epidemiología crítica sobre
la base de tener en cuenta los determinantes principales de las
enfermedades que pudieron influir en la
Colombia antigua o prehispánica.
Modos de producción,
transformaciones, globalizaciones y
enfermedades infecciosas
El llamado medio ambiente no es un espacio estático
que rodea a las sociedades humanas, sino que, desde
la aparición del
Homo sapiens,
hace alrededor de ciento veinte mil años, es un producto de la
interacción
con el hombre, de diferente intensidad y duración,
que se ha venido dando en los diferentes estadios del
desarrollo de las sociedades humanas: de cazadoresrecolectores, de
agricultores-domesticadores de animales y creadores de poblados, de
fundadores de estados e imperios, de industriales y posmodernas. Hoy
se reconoce que esas diferentes sociedades han dado
lugar a desplazamientos y cambios realizados por el
hombre a través de la historia, con consecuencias sobre las
enfermedades que la humanidad ha padecido.
Estas migraciones o movimientos se pueden reducir
a las siguientes: a) durante los miles de años desde
cuando salió de África -en su condición de cazador
-recolector, b) desde cuando comenzó a domesticar
animales y desarrolló la agricultura y creó las primeras ciudades a
partir de los 10.000 a.C, c) desde la
confluencia de los focos civilizados de Euroasia entre los años 500 a.C
y 1200 d.C, d) desde el impacto
del imperio mongol entre los años 1200 y 1500 d.C;
e) a partir del viaje transatlántico de Colón a bordo
de buques de vela, considerada la primera globalización, f) el uso de
buques de vapor a principios del
siglo XIX -la segunda globalización-, g) más y mejores buques de vapor
desde finales del siglo XIX -la
tercera globalización-, h) la aparición de la aviación
comercial a gran escala desde mediados del siglo XX
-la cuarta globalización- (2).
Hoy, ciertos autores parafraseando las dos últimas
etapas ecológicas-climáticas del planeta tierra, el
pleistoceno, en la que se desarrolló el periodo de los
cazadores-recolectores, y el holoceno, en el que se
ha desarrollado la humanidad desde hace 10.000 a
12.000 años con el desarrollo de la agricultura, la domesticación de
animales y la fundación de ciudades,
hablan de que el deseo europeo de comunicarse con
Asia terminó por transformar el globo en un solo
sistema ecológico, un homogenoceno, desde el siglo
XIX. Los efectos ecológicos por la interacción entre
la acción del hombre en el entorno natural ha tenido y tiene diversas e
interactuantes consecuencias en
muchas y diferentes áreas: económicas, ecológicas,
agrícolas, paisajistas y sanitarias entre otras (3).
La primera gran división de las enfermedades habla
de que son dos grupos. El primero de ellos constituido por el grupo de
las derivadas de la interacción
del hombre con el medio ambiente, las nutricionales, las infecciosas y
las derivadas por las conductas
del hombre, y el segundo por las degenerativas y genéticas. En las del
primer grupo debemos tener en
cuenta que los efectos sanitarios de los cambios que
generan las transformaciones y los cambios ambientales de origen
natural y antrópico, se ubican en las
siguientes áreas: disponibilidad de alimentos y situación nutricional,
prevalencia e incidencia de las enfermedades infecciosas y
parasitarias, presentación
de accidentes con animales ponzoñosos y peligrosos,
efectos de las temperaturas sobre la homeostasis corporal y de las
radiaciones solares sobre la piel, y en
los eventos de contaminación e intoxicación con diversas sustancias.
Esos cambios ambientales pueden
ser involuntarios o deliberados, lentos, progresivos o
súbitos, de poca intensidad, gran intensidad o desastrosos (4).
Como nuestra finalidad es entender el panorama
epidemiológico de Colombia prehispánica, tenemos
que saber cuáles son los medios de transmisión de las enfermedades
infecciosas, los tipos de sociedades
que la constituían y los recursos alimenticios disponibles. Los tipos
de enfermedades infecciosas que
sufre el hombre, pueden dividirse según su medio o
vía de transmisión en aquellas que se transmiten por
vía de aire por acciones como hablar, toser, estornudar, a través de
las llamadas gotitas de Flügge; las
enfermedades de transmisión hídrica y por alimentos; las transmitidas
por insectos o vectores; las que
requieren un contacto de piel a piel o a mucosa, y las
que se transmiten de los animales vertebrados a los
hombres o zoonosis.
Estas vías de transmisión de las enfermedades infecciosas se relacionan
estrechamente con fenómenos
ambientales y socioeconómicos. Por ejemplo, las
que se transmiten por vía aérea son más frecuentes
en la estación de lluvias y en los ambientes cerrados;
las de transmisión hídrica se presentan principalmente en lugares con
malos acueductos y alcantarillados; la de transmisión por alimentos se
asocian
con malos sistemas de conservación, refrigeración y
mala higiene en su preparación; las transmitidas por
vectores, más frecuentes en la estación de sequías o
verano y en donde existen basuras y depósitos de
aguas relativamente limpias al descubierto, que favorecen al
Aedes aegypti vector principal del
dengue y la
fiebre amarilla; el no usar ropa adecuada que proteja
contra la picadura de anofeles,
Aedes.
spp, lutzomias,
Simulin.spp y garrapatas;
vivir en casas con paredes
de bahareque infestadas de triaotomineos; las de
transmisión venérea, mucosa-mucosa, piel-piel, son
más frecuentes en las áreas de economía extractiva
y conflictos político-militares, por el protagonismo
masculino y la presencia de las prostitutas cerca a los
campamentos petroleros, a las minas de oro, coltán,
carbón, a los cultivos de coca y a los teatros de operaciones
militares.
América prehispánica: un enorme
continente sin rebaños de animales
domésticos y epidemiología de los
grupos aislados
Las pequeñas poblaciones humanas de bandas de
cazadores-recolectores y tribus con agricultura de
supervivencia con gran movilidad tienen infecciones, pero de ciertos
tipos. Unas están causadas por
microbios capaces de mantenerse en los animales o
en el suelo, con el resultado de que la enfermedad no
desaparece, sino que permanece disponible y constante para infectar a
las personas, es el caso de ciertos parasitismos intestinales. Una
costumbre, que se
sabe por los cronistas y las evidencias arqueológicas,
que tuvieron los Muiscas del altiplano cundiboyacense, los Taironas de
la Sierra Nevada de Santa
Marta y los pueblos preincaicos e incaicos del Perú, fue la de tener
felinos y osos de anteojos amansados
para dar realce a los jefes, lo que pudo facilitar la
infestación por los ooquistes infecciosos del protozoo
Toxoplasma gondii que se sabe,
puede crecer en
los intestinos de los felinos americanos ocelotes (
Felis
pardalis) y yaguarundi (
Felis
yagouaroundi).
Figura 1. Escultura en hueso de la SNSM (Tairona). Representa a un
chamán (mamo) semirecostado con una flauta,
frente a un felino en posición de defensa. Pieza de la colección de
Alonso Restrepo de León (fotografía tomada por
el autor).
“…cuando algún indio retardaba la
paga del tributo que
se debía al cacique le enviaba con un criado suyo un gato,
león u oso que criaban en sus casas para este efecto. Amarrábanlo a la
puerta de la casa del deudor, estando el que lo
llevaba con él, a quien estaba obligado el deudor a mantener con mucho
regalo y darle cada día que se detuviese allí
una manta de algodón y darle de comer al animal tórtolas,
curíes y pajarillos, con que ponían al pobre indio en tales
apreturas, que por salir de ellas, diligenciaba con cuidado
la paga”. “Lo mismo usaba en especial el Bogotá cuando
enviaba a llamar algunos de sus vasallos, porque el gato era
como seña de que ellos eran los que los llamaban. Si alguno
no criaba de estos gatos, que eran monteses y bien diferentes
de los nuestros, para apremiar a que le pagara el tributo,
usaban de otro modo” (5).
Las otras infecciones que pueden mantenerse en grupos pequeños son
aquellas de evolución muy crónica
como la tuberculosis y la treponematosis, como es
el caso de la estudiada momia prehispánica guane
en Colombia con una giba, atribuida al mal de Pott
y confirmado por un estudio de ribotipificación (6).
Se presentan tres fotografías: la primera (
Figura 2A)
de la momia propiamente dicha; la segunda, una reconstrucción
tridimensional (
Figura 2B), y
la tercera
un TAC (
Figura 2C).
Hudson sostiene que las infecciones treponematósicas se originaron en
el África ecuatorial como
pían o yaws, y que con las migraciones a las zonas
secas alrededor del trópico africano, las lesiones se
localizaron en las partes más húmedas del cuerpo
(alrededor de la boca), convirtiéndose de esta forma
en sífilis endémica no venérea o bejel, y que fue con
esta forma clínica como el treponema viajó con los
tempranos inmigrantes asiáticos al Nuevo Mundo,
donde al llegar estos al trópico americano, esa sífilis
endémica no venérea se convirtió de nuevo en pían.
Los estudios paleopatológicos muestran una mayor cantidad de restos
óseos con treponematosis en
América precolombina que en el Viejo Mundo. La
inmensa mayoría de los estudiados en Estados Unidos han sido
considerados casos de sífilis endémica no venérea. Existen varios casos
en el Nuevo Mundo
considerados como pian y sífilis venérea.
Figura 2. Demostración de tuberculosis en una momia prehispánica
colombiana por la ribotipificación del ADN de
Mycobacterium tuberculosis.
El diagnóstico, cuando reposa sólo sobre huesos
mostrando periostitis u osteoperiostitis es muy difícil
y vulnerable de error porque la sífilis y el pian producen cambios
óseos similares. Las lesiones de caries
sicca en el cráneo son propias de la sífilis venérea.
La presencia de esta última lesión encontrada en un
cráneo de hace 5.030 años antes del presente, en la
Hacienda Aguazuque, Soacha, Cundinamarca, es lo
que motivó al profesor Gonzalo Correal a hacer el
diagnóstico de esta entidad, así como su ausencia es
lo que motivó al profesor José Vicente Rodríguez a
hacer los diagnósticos de treponematosis tipo pian o
bubas en los diversos restos encontrados en el Valle
del Cauca, de alrededor de los años 860 +/- 50 años
d.C. (7). El cráneo que encontró el profesor Correal
en Aguazuque lo exhibí en la tercera exposición
temporal del Museo de Historia de la Medicina, de
la Academia Nacional de Medicina, “
Historia
de las
treponematosis en Colombia”, inaugurada el 2 de mayo
del 2002, circunstancia que aproveche para someterlo a una
reconstrucción tridimensional y unos cortes
tomográficos (
Figura 3).
La ausencia de lesiones de
caries
sicca en los cráneos
posteriores, en el tiempo, al arriba comentado de
Aguazuque, es posible que lo que señala es que el
Treponema pallidum -después de
varios cientos de
años- dejó de tener esa expresión clínica tan severa por efectos de la
adaptación con el huésped. Las
treponematosis fueron una realidad endémica, posiblemente con una baja
o moderada prevalencia en
Colombia antigua. En el año de 2010, por invitación
del profesor del departamento de antropología de la
Universidad Nacional, el arqueólogo Virgilio, estudié un esqueleto
completo que se encontró en la necrópolis de Usme, y que presenta unas
tibias en sable
muy sugestivas de sífilis. El estudio imagenológico
que llevamos a cabo con Carlos Roa y Ana María
Quintero, no reveló, a pesar de la severidad de las
tibias en sable, periostitis en huesos largos y cráneo
que confirmara la sífilis (8) (
Figura 4).
Todos estos tipos de enfermedad, característicos de
pequeñas poblaciones aisladas, deben ser las enfermedades más antiguas
de la humanidad. La
Figura
5 muestra las enfermedades que acompañan al hombre desde su
migración
en Africa. Hoy se sabe que
los microbios que afectan de forma epidémica, masiva, rápida y
agudamente al ser humano, necesitan
para su propagación y supervivencia concentraciones humanas importantes
que sólo posibilitaron las
sociedades urbanas con dominio de la agricultura y
con animales domésticos en rebaños, hatos o piaras o gallineros. El
pequeño tamaño de la población de
las tribus explica el porqué nunca desarrollaron enfermedades
epidémicas propias que pudieran dispersarse a los visitantes.
Figura 3. Cráneo de Aguazuque. Presenta en la fotografía inicial
unas lesiones de caries sicca en región frontoparietal derecha (A), que
se nota en la fotografía de la reconstrucción digital (B). En las
fotografías de las
tomografías se nota el compromiso de la tabla externa, el diploe y la
falta de afectación de la tabla interna (C),
imagen típica, que es exclusiva de la sífilis venérea.
Figura 4. Tibias en sable de un esqueleto de un
sujeto masculino. Edad aproximada entre 30 y 35
años, con una estatura calculada de 170 centímetros.
El estudio de resonancia magnética de multicortes
y de reconstrucciones tridimensionales del cráneo,
pelvis, tibias y peronés, no reveló periostitis ni ninguna
alteración en la relación corteza y médula ósea.
Los microbios causantes de ellas tienden a no vivir
en el suelo ni en otros animales. Esas enfermedades
infecciosas con gran impacto masivo no podrían
haberse sostenido en las pequeñas hordas de cazadores-recolectores y de
agricultura de roza e incendio. Esos gérmenes no pueden sobrevivir,
salvo en
el cuerpo de personas vivas y siempre requieren de
nuevas “cosechas” de niños que hayan llegado a la
edad propicia y de una persona infectada, que desde
el exterior dé comienzo a una nueva epidemia. El
sarampión requiere entre 300.000 y 400.000 personas como umbral crítico
para poder sobrevivir. Estas
características pueden aplicarse a las enfermedades
hoy consideradas “propias” de la infancia como el
sarampión, la rubéola, las paperas, la tos ferina y la
viruela. El reducido número de inmigrantes siberianos hacia América,
las condiciones ambientales en
que se hizo la migración durante el pleistoceno y la
ausencia de rebaños de animales domésticos, impidieron la sobrevivencia
de muchos agentes infecciosos virales al no encontrar suficientes
huéspedes
susceptibles (9).
Entre las enfermedades zoonóticas, los animales domésticos
(particularmente los que viven en rebaños,
hatos y son mantenidos acorralados cerca de las viviendas humanas para
aprovechar su leche o carne)
y silvestres que conviven estrechamente con los humanos, juegan un
papel esencial en la aparición y
mantenimiento de algunas enfermedades. Otras son
comunes a los animales y al hombre por contraerlas
de fuentes comunes como el agua, las plantas y los
vectores. Reconociendo que los microbios se adaptan
por selección natural a nuevos huéspedes y vectores,
hoy se acepta que hay cuatro etapas en la evolución
de una enfermedad humana especializada a partir
de un precursor animal: La primera queda ilustrada
por decenas de enfermedades que, de vez en cuando,
contraemos accidentalmente de nuestras mascotas y
animales domésticos o de algunos animales salvajes;
en la segunda etapa, un antiguo patógeno animal
evoluciona hasta el punto en que se transmite directamente entre las
personas y causa epidemias para
luego desaparecer; la tercera está representada por
antiguos patógenos animales que se establecieron en
el ser humano, que no han desaparecido y que pueden llegar a
convertirse o no, en importantes factores
de mortandad de la humanidad, representadas por
las grandes enfermedades epidémicas ya antiguas y
circunscritas al ser humano, como la viruela, cuyos
gérmenes deben ser los supervivientes evolutivos de
muchos más patógenos que intentaron dar el salto a nosotros desde los
animales, y la mayoría de los
cuales fracasaron (10).
Figura 5. Enfermedades que acompañan al hombre desde su migración
de África
(Tuberculosis hominis, Treponematosis).
Es importante aclarar que, en toda la historia de la
humanidad, sólo se han podido domesticar veinticinco mamíferos y
alrededor de una docena de aves
(Tabla 1). Eurasia, fue el principal escenario de domesticación de
mamíferos, herbívoros u omnívoros
con más de 45 kg. En contraste, el África subsahariana no tuvo ninguna.
La mayoría de animales, importantes desde el punto de vista económico,
y como fuente de alimentos:
carne, leche, huevos; vestidos: pieles, lana; trabajo:
transporte, carga, fuerza, fueron domesticados en el
Viejo Mundo. En el caso de los bóvidos, se derivaron varias especies
domésticas en el Viejo Mundo
(borregos, caprinos, bovinos); existen 23 géneros silvestres en
Eurasia, 31 en África, 4 en Norteamérica
y ninguno en Suramérica, y diez de los trece mamíferos domesticados en
el Viejo Mundo pertenecen a
tres grupos: equinos, camélidos o bóvidos. Aunque
en América existieron los caballos desde hace 9.000
- 10.000 años, en los pictogramas más antiguos de
este continente como son los de la Serranía de La
Lindosa, con más de 13.000 años y los de la Serranía
de Chiribiquete, con más de 20.000 años de antigüedad, no existen
evidencias de ellos ni de su domesticación. La Tabla 2 muestra las
fechas aproximadas
de domesticación de los grandes mamíferos.
Tabla 1. Mamíferos candidatos a la domesticación.
(Tomada y modificada de Diamond J. Armas, gérmenes y acero. Madrid:
Debate; 1998. 527 pg).
En América, particularmente en Suramérica, fueron
domesticados dos mamíferos: los camélidos y el cobayo. Los camélidos
(camellos) de los Andes, que se
distribuyeron por los Andes desde el centro de Chile
hasta el norte de Ecuador, la llama (
Lama
peruana)
fuente importante de carne, hueso, piel y lana, y usado como el único
animal de transporte y carga, y
la alpaca (
Lama pacos),
derivados del silvestre guanaco (
Lama
guanaco), fueron domesticados hace 3.500
años. El cobayo o cuy (
Cavia porcelus),
domesticado
hace más o menos 6.000 años en los Andes Septentrionales y Centrales,
fue aprovechado como alimento y como parte importante de los ritos
chamanísticos (la
Figura 6
muestra al autor sosteniendo un cuy
en el Valle Sagrado de los Incas).
El perro, que acompañó al hombre durante se travesía desde Asia hasta
América por el estrecho de
Behring hace más o menos 30.000 años, es representado por varias razas
en Mesoamérica y en los
Andes Centrales: los perros pelones (sin pelo o Xoloitzcuintle) y los
chihuahueños, de México y América Central y los perros andinos: el
perro sin pelo
(k’hala, en la lengua de los pueblos originarios), el
jinchuliwi, de tamaño entre mediano y grande, orejas colgantes y cola
larga; el pastu, de orejas paradas
y cuerpo de varios tamaños; el ñañu, de patas cortas,
y el c’husi anuqara, al parecer muy peludo. Parece
que su carne fue aprovechada, su compañía como
mascota fue muy apreciada y fue considerado como
un especial acompañante de los muertos. Recibía
cuidado de los indígenas como se ve en el cuadro de
abajo. La
Figura 7A muestra un
perro de la cultura
del periodo formativo Chorrera (1.300 - 300 a.C) y
la
7B enseña el parto de una
perra ilustrado por el
Presbítero Manuel María Albis (1854).
Tabla 2. Fechas aproximadas de domesticación de los grandes
mamíferos.
(Tomada y modificada de Diamond J.
Armas, gérmenes y acero. Madrid: Debate; 1998. 527 pg).
Figura 6. Hugo Sotomayor en el Valle Sagrado de los Incas sostiene
en sus manos un Cuy y está rodeado de tres
camélidos y una familia de pastores peruanos (fotografía tomada por
Clara Inés García).
Entre las aves domesticadas del Viejo Mundo, unas
fueron aprovechadas por sus carnes y huevos como la
gallina, los patos y los gansos, otras fueron utilizadas
como pasatiempo como las aves de cetrería, otras usadas para
transportar mensajes como las palomas mensajeras. Unas protegidas y
exhibidas por su plumaje y
por la belleza de sus trinos, silbidos y sonidos como las
canoras. En Mesoamérica domesticaron el pavo o guajolote (
Meleagris gallopavo mexicana) a
principios de la
era Cristiana, es decir hace 2.000 años, mientras el pato
joque o criollo (
Cairina moschata
domestica) lo fue en varios lugares a lo largo de todo el
continente. De estas
aves domésticas se beneficiaron de sus carnes y huevos.
En América fue costumbre, gracias a sus cosmovisiones, mantener una
relación cuidadosa y respetuosa
con los animales, a quienes consideraban poseedores
de derechos dados por lo que llaman las comunidades Ley de Origen. La
Figura 8 muestra una escultura
portando un venado pequeño sobre los hombros.
En Colombia prehispánica, las aves canoras y los
tentes, donde existían, vivían cerca a las aisladas grandes o pequeñas
viviendas y fueron objeto de cuidados especiales. Entre los indígenas
de la Amazonia
todavía es costumbre tener en las malocas y casas a
los tentes o trompetero aligris (
Psophia
crepitans) que
por sus fuertes sonidos ante situaciones extrañas, y
por proteger a los niños de las serpientes e insectos,
es utilizado como guardián. Recuerdo un viaje con
mi familia al trapecio amazónico, tras desembarcarnos en un claro de la
selva y mientras caminábamos
alrededor de una ceiba gigantesca, súbitamente apareció al lado de mi
hija de 7 años un pájaro tente
que caminó girando alrededor de mi hija. Las aves
fueron aprovechadas como fuente de alimentación,
por la belleza de sus plumajes que eran utilizados
para resaltar el poder de quien lo lucía, por sus trinos
o por características como las del tente, de alertar
sobre las visitas a las casas y proteger a los niños de
culebras y mosquitos.
Figura 7. Perros andinos
Figura 7. Perros andinos.
7A: perro de la cultura del periodo formativo Chorrera (1.300- 300
a.C.) del Pacífico ecuatoriano (cerámica y fotografía
propiedad del autor). 7B: “La india chupa la nariz del perro; parto de
una perra, y luego que nacen los cachorros les
chupa las narices…” en: Curiosidades de la montaña y médico en casa,
1854 del Presbítero Manuel María Albis.
Tomado de: Gómez López AJ y Sotomayor Tribín HA, en Enfermedades,
epidemias y medicamentos. Fragmentos para
una historia epidemiológica y sociocultural. Universidad Nacional de
Colombia. Bogotá; 2008. p. 258).
Figura 8. Escultura en cuarzo de la cultura Nariño
En ella se observa un hombre portando un venado
pequeño sobre sus hombros (pieza y fotografía
propiedad del autor).
Se sabe que el chavarrí, un ave grande y muy frecuente en las tierras
cálidas colombianas, se sube a
los techos de palma de las casas de los campesinos
desde donde arma una algarabía al percibir gente
que se aproxima. La
Figura 9A
muestra una mujer
indígena llevando un tucán sobre su cabeza y la
9B
ilustra el entorno de la misma usando como referencia la Copa de la
Amistad.
El doctor Sergio Ortiz Álvarez, en su tesis de grado
para optar al título de doctor en medicina y cirugía
en la facultad de medicina de la Universidad Nacional, titulada:
Contribución al estudio de la etnología del
Vaupés, de 1954, cuenta que:
“Tienen una especie de totemismo
(origen de animales)
que solo ellos lo saben y lo definen. Aman mucho los perros y son los
compañeros de ellos, a los cuales tienen culto
especial. Algunas tienen animales como el tucán, que es
otra idolatría, y es de saber que estos pájaros duermen en
las “malocas” y en las mañanas se van a los montes;- no
les cortan las alas- y hay que haberlos observado cuando
llega un blanco, vuelan y se esconden, aparecen cuando los
indios los llaman.”(11).
A este respecto, cuenta el Presbítero Manuel María
Albis en Curiosidades de la montaña y médico en casa,
1854:
“Es sin comparación la paciencia de
que están revestidas
las indias parar criar animales. Los indios cogen sus polluelos en los
hogares de su habitación, o flechados, monos
y cuanto ellos atrapan allí mismo se hace cargo la india del
animalito (éstas no dejan los maridos por donde quieran
que andan) y con sincera amabilidad los cuidan mejor que
a sus mismos hijos…ya que están criados y bien mansos
los venden por chaquira, anzuelos o plata o por alguna cosa
que les guste a las indias.” (Alusión a la
Figura 10).
Los indígenas en búsqueda de obtener plumas más
bellas, acudían a sus conocimientos para obtener
plumas más bellas. El dominio de las secreciones venenosas de los
sapos, los llevó a convertir esa propiedad en fuente de belleza como lo
describe el Padre
Juan Rivero en su obra
Historia de
las misiones de los
llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta:
Figura 9A. Mujer indígena llevando un tucán sobre su cabeza,
talladura en concha de la cultura Tairona (colección
de Alonso Restrepo de León, fotografía tomada por el autor). 9B. La
Copa de la Amistad (doctor Julio Crévaux en De
Cayena a los Andes, en América Pintoresca, El Áncora Editores. Bogotá
1897).
“Abundan sus riberas en loros y papagayos. A los cuales se
aficionan mucho los indios, especialmente los de la nación
Achagua, y no sólo los crían para su diversión y recreo, sino
también por el interés de las plumas con que adornan a sus
Llautos (Delantales con los cuales se cubren). Tienen sus
industrias los Achaguas para que sus loros críen plumas
de muy diversos colores, con lo cual aumentan su valor y
estimación, sea para venderlas o para usarlas en sus galas,
y lo consiguen de la manera siguiente: Cogen un sapo vivo,
el cual punzan repetidas veces con una pua hasta que le
salga sangre; pónenle después entre una totuma o vasija,
y con ají y pimienta molida van cubriendo las heridas del
animal, el cual rabioso con medicina tan cruel, va destilando poco a
poco lo más activo de sus humor revuelto con ponzoña y sangre;
revuelven con esto ciertos polvos encarnados
que llaman chica, y mezclados tan inauditos ingredientes,
queda hecho un barniz. Arrancan luego al papagayo las
plumas, y le untan el barniz, e introduciéndolo con la punta de un
palito en los huecos que dejaron las plumas en la
cutis, y no deja de recibir el loro su molestia, pues queda por
muchos días como gallina clueca, muy encrespado y triste.
Después de algún tiempo vuelve a recobrar sus plumas, pero
tan mejoradas y vistosas, que es cosa de admiración ver la
hermosura y gallardía con que salen entonces, dejándose
notar en ellas un bello encarnado en manchas sobre campo
amarillo, el cual campea en admirable variedad entre las
plumas verdes” (12).
Figura 10. India cogiendo los polluelos.
El etnógrafo alemán, Theodor Koch-Grünberg, en
su experiencia en el Vaupés colombiano entre 1903
y 1905 estableció en su libro
Dos
años entre los indios,
una relación entre el consumo y acción de la grasa
de cierto pez y el purupurú o carate y el cambio de
color de las plumas de las guacamayas: “En Cururú
–cuára también se ven algunas personas afectadas
por el purupurú…Consideran como causa de la enfermedad la ingestión de
ciertos peces, por ejemplo
el pirarára… Bien puede ser que este último aspecto
esté relacionado con el origen del purupurú, dado
que la grasa de este pez tiene la facultad especial de
cambiar la pigmentación. Los indios acostumbran
arrancar las plumas verdosas de la base de las alas
del arára rojo doméstico, untando luego el sitio donde se encontraban
las plumas con la grasa de pirarára o con la grasa de un cierto tipo de
sapo; las nuevas
plumas salen de un magnífico color amarillo que no
cambia jamás, aún después de un cambio normal de
plumaje, ya que las vuelven a arrancar con frecuencia para utilizarlas
como adorno en los bailes” (13).
Aquí hay que puntualizar que el pururú descrito por
el etnólogo alemán corresponde a la treponematosis
conocida en otros lugares de Colombia con el nombre de carate o mal del
pinto, que fue una endemia
en las tierras cálidas nuestras del Tolima, Valledupar,
bajo Magdalena y las cuencas del Orinoco y Amazonas hasta los años
cincuenta, cuando se introdujo
la penicilina en su tratamiento. Recientemente, el
antropólogo Wade Davis, en su libro
Los
guardianes
de la sabiduría ancestral, describe
su importancia en el
mundo moderno, relatando una práctica similar entre
los indígenas barasana del río Piraparana:
“
Para crear las brillantes plumas
amarillas las habían
arrancado de aves vivas. Habían aplicado sobre el pecho de
las loras una pasta hecha de veneno se sapo y cerezas tóxicas, a
consecuencia del cual el nuevo plumaje, normalmente de un rojo
profundo, saldría del color del sol” (14). La
Figura 11 muestra un chamán del
valle del Sibundoy
y Kamentzá.
Figura 11. Chaman del valle del Sibundoy y Kamentzá
en compañía del autor.
Ciertas aves como las guacamayas y loros, por su
capacidad de imitar algunas palabras, fueron sacrificadas en rituales
cuando no encontraban víctimas
humanas para ellos. Cuenta el padre Alonso de Zamora en su Historia de
la Provincia de San Antonio
del Nuevo Reino de Granada que:
“En los sacrificios de Papagayos, tenían gasto exorbitante los Moscas,
que les compraban, y traían de
las tierras cálidas, y avía sacrificio en que ofrecían ciento, y
doscientos Papagayos, y diales y doce Guacamayas. Sacrificaban los en
lugar de hombres, y
para que suplieran por ellos, los enseñaban a hablar
en su lengua; y cuando la hablaban muy bien, los
juzgaban dignos del sacrificio” (15). Muchas aves
tuvieron carácter totémico como se observa en la
enorme variedad de dijes con aves representados en
la
Figura 12.
Tabla 3. Enfermedades humanas relacionadas con diversos
animales de origen(tomada y modificada de Diamond, J.
Armas, gérmenes y acero. Madrid: Debate; 1998. p.527)
Figura 12. Conjunto de aves canoras esculpidas en
diferentes piedras. Cultura Nariño. Utilizadas como
dijes (Propiedad del autor).
Ante la sorpresa de muchos, al ver relacionados el
virus del sarampión con el tifus bovino, y la mayor
sorpresa al ver relacionada la malaria con las aves, es bueno
recordarle que el virus del sarampión es una
divergencia evolutiva de un ancestro de esa peste bovina, y que en el
caso de la malaria varios expertos
han sugerido que
P. falciparum
es una variante de
P.
gallineceum, un parásito encontrado en las gallinas y
que otros expertos han afirmado que
P.
falciparum es
un vástago de una de las ocho versiones genéticas de
P. reichenowi y que este
evento ocurrió hace 10.000
años (16). En el año 2010 se demostró que los gorilas
africanos son un reservorio del árbol filogenético de
P. faciparum, mientras que el
P. vivax emergió de un
sustrato común que infectaba chimpancés, gorilas y
humanos, hasta cuando la mutación protectora del
Duffy negativo eliminó el P. vivax de las poblaciones
humanas de ese entonces (16-18) (
Figuras
13A y B).
En el Viejo Mundo se domesticaron el gusano de
seda y la abeja melífera con aguijón. En América
precolombina se aprovecharon las abejas sin aguijón, productoras de
miel. Ninguno de los animales
domésticos de origen americano está relacionado
con enfermedad humana alguna, como sí lo están
varios animales domésticos del Viejo Mundo. América no se ha convertido
en foco de ninguna enfermedad humana importante. En Mesoamérica,
América
Central y Suramérica, los pueblos indígenas adoptaban tempranamente a
las crías de mamíferos que
perdían a sus madres, logrando así unas relaciones
especiales con animales, en principio no domesticables: micos, venados,
felinos y osos de anteojos.
En América prehispánica los hombres no consumieron leche de origen
animal, pero algunos animales
mamíferos fueron lactados por mujeres. El padre
Diego de Landa escribió sobre los mayas de Yucatán:
“
Crían pájaros para su recreación y
para las plumas, con las
que hacen ropas galanas; y crían otros animales domésticos,
de los cuales dan el pecho a los corzos, con lo que los crían
tan mansos que no saben írseles al monte jamás, aunque los
lleven y traigan por los montes y críen en ellos” (19).
Figuras 13A y B. Relaciones evolutivas del Plasmodium spp. Los
colores resaltan los Plasmodium spp. que
infectan a humanos (rojo), chimpancés (azul) y gorilas (verde). Cuatro
grupos de Plasmodium spp. se muestran, con
designaciones de subgénero para los parásitos derivados de los
primates. La filogenia se estimó mediante análisis
de máxima verosimilitud de 2,4 Kb del genoma mitocondrial; la barra de
escala indica 0,03 sustituciones por sitio.
América solo tiene cinco enfermedades de su exclusividad: carate,
bartonelosis, tungiasis, fiebres
por
Rikettsia rikettsi
transmitidas por garrapatas, y
enfermedad de Chagas. América recibió al vector
africano
Aedes aegypti, al
asiático
Aedes albopictus a
la
asiática pulga
Xenopsylla cheopis,
al
Pediculus humanis
o
vestimenti, a la incómoda
Pulex irritans y recibió a
la abeja con aguijón, que por un accidente de cruce
biológico en el Brasil, dio lugar a la abeja africanizada. En América
desembarcaron de los buques europeos las ratas
Rattus rattus y
Rattus norvergicus y el
ratón casero
Mus musculus. De
América se exportó
accidentalmente al África la pulga
Tunga
penetrans en
unas remesas de arena que salieron de Brasil para
ese continente.
Las más importantes enfermedades de transmisión
respiratoria en la historia de las civilizaciones, como
la viruela, el sarampión, la peste, la gripe, la tosferina, se
originaron como enfermedades propias de los
rebaños de los animales que el hombre de Euroasia
comenzó a domesticar hace alrededor de diez mil
años (20). En América prehispánica no se conocieron la viruela, el
sarampión, la parotiditis epidémica,
la tosferina, el tifo exantemático, la lepra, la brucelosis, la
tuberculosis bovis, el tracoma, la gonorrea,
la malaria, la fiebre amarilla, la peste, el cólera. En
América tropical no se conocían lo que los europeos
comenzaron a llamar, desde finales del siglo XIX,
en plena expansión imperialista, medicina tropical.
Hoy se reconocen nuevas enfermedades que afectan a los humanos,
procedentes de animales que viven en estrecho contacto o son consumidos
por los
hombres sin ser domésticos, propiamente hablando.
Entre ellas podemos mencionar el síndrome severo
respiratorio agudo, transmitido desde los gatos tipos
civeta, el VIH que parece ser, un virus procedente de
los chimpancés africanos, el otro es el coronavirus,
que utiliza cambios en los cerdos y murciélagos para
pasar al hombre, y el Ébola, que pasa de los murciélagos al hombre.
Todas estas enfermedades originarias de dos de los cuatro focos, ya dos
veces milenarios de enfermedades del Viejo Mundo: China y
África. Las diferencias en términos de enfermedades
infecciosas entre el Viejo Mundo y América, tras la
domesticación de plantas y animales y creación de
ciudades, fueron enormes por las causas analizadas.
América antigua en términos de enfermedades no
padeció la confluencia de grandes focos de enfermedades, como sí la
sufrió Eurasia con los focos de
Atenas (la epidemia llamada de Tucídides, 430- 429
a.C.) India (viruela, cólera, peste bubónica, lepra)
China y otros lugares, como el medio oriente y África a comienzos de la
era cristiana, y que se incrementaron cuando el viaje a través del
Viejo Mundo desde
China y la India hasta el Mediterráneo se organizó
regularmente, tanto en barco como en caravana. Los
romanos comenzaron a hablar de la ruta de la seda.
Esta logró su punto culminante en el año 100 d.C.
Un resultado notorio del desarrollo de la navegación
en el Océano Índico y en el mar de la China meridional, fue que en el
Asia suroriental, con amplias
regiones climáticamente más cálidas y más húmedas
que el valle del Ganges, con densas poblaciones humanas, aumentó la
malaria y el dengue. La América
indígena, al no sentir los efectos de esa confluencia
de focos, estuvo libre de viruela, parotiditis, sarampión, peste,
malaria, dengue, etc.
La terrible plaga de la peste que salió de las madrigueras de los
roedores del género
Gerbillus,
ratas de
las estepas asiáticas orientales de la mano de la pulga de estos, la
Xenopsylla cheopis, que tras picar
a los
humanos e introducirle la bacteria
Yersenia
pestis, les
producía la peste bubónica, afectó con sus pulgas a
la
Rattus rattus o rata negra
o de las embarcaciones,
procedente del Asia central, a la rata China o de alcantarilla o rata
cafe
Rattus norvergicus, y al
ratón
Mus
musculus, ratón casero, y luego a los humanos, que
no en pocas veces, se convertía en la terriblemente contagiosa por vía
respiratoria, y peste neumónica.
La peste, responsable de varias epidemias en Eurasia
-entre el 500 a.C y el 1.200 d.C- aprovechó el gran
imperio mongol que inició el guerrero Temuyin,
quien había unido todas las tribus mongolas bajo su
mando en el año 1206, cuando fue proclamado Gran
Kan bajo el nombre de Gengis Kan, y que logró tener 33 millones de
kilómetros cuadrados continuos y
100 millones de habitantes y que iba desde la península de Corea hasta
el río Danubio.
La América indígena, Abya Yala, nombre dado al
continente por el pueblo indígena Kuna, colombopanameño, no conoció el
cólera que describió el ilustrado médico portugués, García da Orta en
1563, en
la ciudad India de Goa, ni conoció el dengue del sureste asiático ni
sabia de los efectos de las uncinariasis por
Necator americanus y
Ancylostoma duodenale ni
conoció la esquistosomiasis, la dracunculosis, la oncocercosis y la
filariasis por
Wuchereria bancrofti.
En
fin, era una isla gigantesca libre de esos sufrimientos
del resto de la humanidad.
Aquí es necesaria una disquisición en virtud del
hallazgo de los paleoparasitólogos Adauto Araújo
(
Figura 14) y Karl Reinhard,
cerca de la localidad
Brasileña de Piauí, del
Ancylostoma
duodenale de origen africano y asiático-polinésico, en unos
coprolitos humanos de 10.000 años de antigüedad, que hizo
que estos investigadores propusieran rutas diferentes
a las del estrecho de Behring y Alaska y la parte fría
del nordeste norteamericano, en donde no habrían
podido sobrevivir las microfilarias de este parásito.
Propusieron las rutas de la costa y la transpacífica,
en las que sí hubieran podido sobrevivir los parásitos
y seguir infectando a los hombres (21).
Lo anterior puso sobre el tapete nuevas teorías del
poblamiento americano, diferentes a las del estrecho
de Behring y que habían planteado Méndez Correa
y Paul Rivet, la primera aduciendo el paso por la Antártida y
Australia, pasando por las islas Auckland
para asentarse en Tierra del Fuego y la Patagonia, y
la segunda, que sostenía el paso de los pueblos melanesios y polinesios
a través del Pacífico.
El estudio del ADN de 15 restos humanos del Pleistoceno encontrados
desde Alaska hasta la Patagonia
chilena, incluyendo los esqueletos de Lagoa Santa,
considerados los restos de los primeros humanos del
continente americano, destacó la separación inicial
entre asiáticos orientales y nativos americanos, ocurrida hace unos 36
mil años y el flujo de genes entre
Asia y América desde hace 25 mil años, cuando se
piensa que este grupo entró al nuevo continente desde Siberia. En
resumidas cuentas, hoy se está pensando que hubo tres grandes grupos
que llegaron a
América: los esquimales-aleutianos, que se asentaron en las islas
aleutianas, en Alaska y en la costa
septentrional de Norteamérica; el grupo na-dene,
llamado así por una familia lingüística que abarca
varios idiomas y que se estableció en Alaska y en la costa noroeste de
Norteamérica al comienzo de
nuestra era, y los amerindios, entre los cuales están
las poblaciones mesoamericanas y suramericanas
(22).
Figura 14. El autor con el paleoparasitólogo brasileño
Adauto Araújo, en la V reunión de PAMinSA, llevada a
cabo en Santa Marta, en 2013.
Estas consideraciones sobre la ausencia de estas enfermedades y sus
epidemias en tiempos prehispánicos, tiene además un respaldo formidable
en el arte
prehispánico, en la medida que este representa con
gran realismo a personas enfermas, y que dentro de
ellas hay una desproporción entre las muchas enfermedades
genético/degenerativas y las muy pocas
que le hagan pensar al observador en enfermedades
infecciosas, aparte de unos casos que podrían corresponder a las
enfermedades infecciosas propias de
sociedades pequeñas y en cuyo origen no está implicado ningún rebaño,
como es el caso de la bartonelosis (de exclusiva presentación en Perú,
Ecuador y Colombia) (
Figura 15),
la leishmaniasis y las
treponematosis, que es posible, hayan tenido brotes
epidémicos a partir de cambios sobre su líneas de
bases endémicas (10).
El realismo en las representaciones artísticas buscaba mostrarle a los
miembros de las comunidades
indígenas, con seguridad, las diferencias en la anatomía de ellas,
dentro una medicina empírico analógica, a manera como la medicina
occidental lo hace
con las colecciones de teratología, los moldes en cera
de las enfermedades y la fotografía, dentro de una
medicina puramente empírico analítica.
Figura 15. Bartonelosis. Las dos primeras máscaras (15A y 15B)
pertenecen a la cultura ecuatoriana prehispánica
de Jama Coaque, la tercera (15C), a la cultura prehispánica colombiana
de Nariño (cerámicas propiedad del autor y
fotografías tomadas por Andrea Mejía Cruz).
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27 de Junio de 2020
Correspondencia:
Hugo Sotomayor Tribín
husotri@gmail.com