UNA APROXIMACIÓN A LA EPIDEMIOLOGÍA DE LA COLOMBIA ANTIGUA

Hugo Armando Sotomayor Tribín1




Resumen

Desde hace 10.000 años, los humanos han alterado dramáticamente sus condiciones de vida relacionadas especialmente con el cambio en la forma de alimentación y por la agricultura. Además del inicio y el creciente enfoque en la producción y consumo de carbohidratos vegetales domesticados, esta transformación revolucionaria en la dieta ocasionó una disminución de la movilidad y un aumento del tamaño y la aglomeración de las poblaciones en asentamientos permanentes o semipermanentes. Estos cambios en las condiciones de vida presentaron una oportunidad ideal para la mayor transmisión de patógenos de un huésped a otro, entre otros aquellos que representan una importante amenaza para la salud, que afectan a la mayoría de los 8 mil millones de miembros de nuestra especie en la actualidad. La bioarqueología y la antropología biológica han participado activamente en el desarrollo de una comprensión informada del papel de la infección y las enfermedades infecciosas en la influencia de los resultados de salud y las condiciones de vida sobre la evolución humana. Este registro facilita hacer inferencias sobre perfiles de salud individuales, comunitarios y regionales que tienen implicaciones para la calidad de vida actual en todo el mundo.

Hoy, estamos en un período especialmente dinámico en el estudio bioarqueológico de las enfermedades infecciosas antiguas, en gran parte debido al notable crecimiento del interés en este campo y por el aumento en el compromiso entre quienes estudian esqueletos y contextos arqueológicos. Además, los avances tecnológicos, metodológicos y teóricos están proporcionando nuevas respuestas a viejas preguntas. En la lista de estos avances están la secuenciación de genomas microbianos, el análisis microscópico de tejidos esqueléticos para el diagnóstico de enfermedades, y el uso de firmas isotópicas de carbono, nitrógeno y otros elementos para reconstruir la dieta y la migración como agentes notables dentro del éxito y la propagación de los patógenos. La creciente comprensión de las crisis de salud en el pasado, también beneficiará la perspectiva hacia el futuro. Este artículo analiza la bioarqueología de algunas enfermedades infecciosas, centrándose en las Américas y en Colombia.

Palabras clave: epidemiología; bioarqueología; América; Colombia; infección.




1 Presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina (SCHM). Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina. Curador del Museo de Historia de la Medicina de la Academia Nacional de Medicina. Bogotá, Colombia.


AN APPROACH TO THE EPIDEMIOLOGY OF ANCIENT COLOMBIA


Abstract

Beginning some 10,000 years ago, humans began a dramatic alteration in living conditions relating especially to the shift in lifeway from foraging to farming. In addition to the initiation of and increasing focus on the production and consumption of domesticated plant carbohydrates, this revolutionary transformation in diet occasioned a decline in mobility and an increased size and agglomeration of populations in semipermanent or permanent settlements. These changes in life conditions presented an opportunity for increased transmission of pathogenic microbes from host to host, such as those that cause major health threats affecting most of the 7.5 billion members of our species today. Bioarchaeology and biological anthropology, have been actively engaged in developing an informed understanding of the role of infection and infectious disease in influencing health outcomes and living conditions over the human evolution. This record facilitates drawing inferences about individual, community, and regional health profiles having implications for today’s quality of life around the globe.

Today is an especially dynamic period in the bioarchaeological study of ancient infectious diseases, largely owing to the remarkable growth in interest in the field globally and the increased engagement between those who study skeletons and those who study archaeological contexts. In addition, the technological, methodological, and theoretical breakthroughs are providing new answers to old questions. High on the list of these breakthroughs are the technological advances in sequencing microbial genomes, microscopic analyses of skeletal tissues in disease diagnosis, and the use of isotopic signatures of carbon, nitrogen, and other elements to reconstruct diet and nutritional quality and migration as agents for the success and spread of pathogens. The growing understanding of health crises in the past is also benefitting from the broad perspective to the future. This article discusses the bioarchaeology of some infectious disease, focusing on the Americas and Colombia.

Keywords:  epidemiology, bioarcheology; America; Colombia; infection.



Introducción

En primera instancia, para abordar el tema aquí propuesto, es preciso saber que el término epidemias lo usaron en el libro Epidemias, del V volumen de los Tratados Hipocráticos, escritos entre los siglos IV y III A.C., los médicos de la escuela de Cos para referirse a “visitas al extranjero”, significado que recogería el carácter ambulante del médico. En ese libro de Epidemias se recoge una multitud de historias clínicas. El segundo requisito para aproximarnos al tema es conocer cuándo, en dónde y cuáles fueron las bases sobre las que se desarrolló la epidemiología. El tercer requisito es definir la palabra epidemia tal como se usa hoy en día, y el cuarto saber cuáles son las grandes divisiones de la epidemiología según las fuentes empleadas para su estudio.

La primera vez que se utilizó la palabra epidemiología fue en España, a finales del siglo XVI, por el médico Angelerio al escribir un estudio sobre la peste, que tituló Epidemiología. La segunda edición de esta obra se publicó en Madrid en 1598. La segunda vez que este término se utilizó, fue también en España en 1802, en la obra del médico español Villalba, titulada Epidemiología española, que compilaba todas las epidemias y brotes de enfermedades registradas en España desde el siglo V a.C. hasta 1801 (1).

La epidemiología se desarrolló y prosperó en los siglos XIX y XX, en primer lugar, gracias al surgimiento y progreso de la clínica y la mentalidad anatomopatológica y con ella, el desplome de la milenaria teoría de los humores, por el empuje que para aquella significó la técnica de la percusión, la introducción del estetoscopio, el oftalmoscopio, el reloj con segundero, el tensiómetro; por el desarrollo de la mentalidad fisiopatológica, y muy especialmente, por el reconocimiento de los gérmenes como la causa de las enfermedades infecciosas y el papel de los insectos en algunas de las enfermedades infecciosas y parasitarias, y con este reconocimiento, la caída estrepitosa de la también milenaria teoría de los miasmas; segundo, por la aplicación de la estadística a las realidades de la salud y la enfermedad, y tercero, por la aparición de la medicina social en la medida que los movimientos obreros y las nuevas ideas políticas enfrentaban a las ideas monárquicas y burguesas.

Merece mención especial el trabajo que desarrolló -a mediados del siglo XIX- el médico inglés John Snow, durante el brote de cólera en Londres que, antes de conocerse la teoría de los gérmenes como causa de las enfermedades infecciosas, realizó observaciones de campo y de seguimiento a los casos de cólera reportados y los correlacionó con el ambiente y el agua de consumo que lo llevaron a demostrar que la causa de la epidemia estaba en el consumo de aguas contaminadas con heces de los enfermos de cólera, creando así una metodología de representación espacial y el análisis de los datos clínicos y poblacionales, dando origen al método epidemiológico.

Establecidas estas bases históricas, se entiende que una epidemia (del griego epi, por sobre y demos, pueblo) ocurre cuando una enfermedad afecta a un número de individuos superior al esperado, en una población dada durante un tiempo determinado, o surge un pico sobre una línea de base de una enfermedad, que puede ser la prevalencia o incidencia normales, o el número de casos que se detectan en un momento dado, y que aumentan en relación con esa línea de base. En este sentido, si una comunidad se encuentra libre de una determinada enfermedad, un solo caso constituye una epidemia. En caso de que la epidemia se difundiera por varias regiones geográficas extensas de varios continentes o incluso, de todo el mundo, se trataría de pandemia.

En caso de enfermedades que afectan a una población de una zona de forma mantenida y estacionaria en el tiempo, se habla de endemia. La epidemiología es una disciplina científica en el área de la medicina que estudia la frecuencia, la distribución y los factores determinantes de las enfermedades existentes en poblaciones humanas definidas. Esta disciplina, según sus fuentes de estudio, puede dividirse en paleoepidemiología, si sus fuentes son los restos humanos -huesos, momias, fitolitos, arte y descripciones históricas-, epidemiología histórica, si su fuente principal es la historia, y epidemiologia moderna, si cuenta con el respaldo de estadísticas.

Con base en lo anterior este documento titulado Una aproximación a la epidemiología de Colombia antigua, aspira a ser un análisis de epidemiología crítica sobre la base de tener en cuenta los determinantes principales de las enfermedades que pudieron influir en la Colombia antigua o prehispánica.



Modos de producción, transformaciones, globalizaciones y enfermedades infecciosas

El llamado medio ambiente no es un espacio estático que rodea a las sociedades humanas, sino que, desde la aparición del Homo sapiens, hace alrededor de ciento veinte mil años, es un producto de la interacción con el hombre, de diferente intensidad y duración, que se ha venido dando en los diferentes estadios del desarrollo de las sociedades humanas: de cazadoresrecolectores, de agricultores-domesticadores de animales y creadores de poblados, de fundadores de estados e imperios, de industriales y posmodernas. Hoy se reconoce que esas diferentes sociedades han dado lugar a desplazamientos y cambios realizados por el hombre a través de la historia, con consecuencias sobre las enfermedades que la humanidad ha padecido.

Estas migraciones o movimientos se pueden reducir a las siguientes: a) durante los miles de años desde cuando salió de África -en su condición de cazador -recolector, b) desde cuando comenzó a domesticar animales y desarrolló la agricultura y creó las primeras ciudades a partir de los 10.000 a.C, c) desde la confluencia de los focos civilizados de Euroasia entre los años 500 a.C y 1200 d.C, d) desde el impacto del imperio mongol entre los años 1200 y 1500 d.C; e) a partir del viaje transatlántico de Colón a bordo de buques de vela, considerada la primera globalización, f) el uso de buques de vapor a principios del siglo XIX -la segunda globalización-, g) más y mejores buques de vapor desde finales del siglo XIX -la tercera globalización-, h) la aparición de la aviación comercial a gran escala desde mediados del siglo XX -la cuarta globalización- (2).

Hoy, ciertos autores parafraseando las dos últimas etapas ecológicas-climáticas del planeta tierra, el pleistoceno, en la que se desarrolló el periodo de los cazadores-recolectores, y el holoceno, en el que se ha desarrollado la humanidad desde hace 10.000 a 12.000 años con el desarrollo de la agricultura, la domesticación de animales y la fundación de ciudades, hablan de que el deseo europeo de comunicarse con Asia terminó por transformar el globo en un solo sistema ecológico, un homogenoceno, desde el siglo XIX. Los efectos ecológicos por la interacción entre la acción del hombre en el entorno natural ha tenido y tiene diversas e interactuantes consecuencias en muchas y diferentes áreas: económicas, ecológicas, agrícolas, paisajistas y sanitarias entre otras (3).

La primera gran división de las enfermedades habla de que son dos grupos. El primero de ellos constituido por el grupo de las derivadas de la interacción del hombre con el medio ambiente, las nutricionales, las infecciosas y las derivadas por las conductas del hombre, y el segundo por las degenerativas y genéticas. En las del primer grupo debemos tener en cuenta que los efectos sanitarios de los cambios que generan las transformaciones y los cambios ambientales de origen natural y antrópico, se ubican en las siguientes áreas: disponibilidad de alimentos y situación nutricional, prevalencia e incidencia de las enfermedades infecciosas y parasitarias, presentación de accidentes con animales ponzoñosos y peligrosos, efectos de las temperaturas sobre la homeostasis corporal y de las radiaciones solares sobre la piel, y en los eventos de contaminación e intoxicación con diversas sustancias. Esos cambios ambientales pueden ser involuntarios o deliberados, lentos, progresivos o súbitos, de poca intensidad, gran intensidad o desastrosos (4).

Como nuestra finalidad es entender el panorama epidemiológico de Colombia prehispánica, tenemos que saber cuáles son los medios de transmisión de las enfermedades infecciosas, los tipos de sociedades que la constituían y los recursos alimenticios disponibles. Los tipos de enfermedades infecciosas que sufre el hombre, pueden dividirse según su medio o vía de transmisión en aquellas que se transmiten por vía de aire por acciones como hablar, toser, estornudar, a través de las llamadas gotitas de Flügge; las enfermedades de transmisión hídrica y por alimentos; las transmitidas por insectos o vectores; las que requieren un contacto de piel a piel o a mucosa, y las que se transmiten de los animales vertebrados a los hombres o zoonosis.

Estas vías de transmisión de las enfermedades infecciosas se relacionan estrechamente con fenómenos ambientales y socioeconómicos. Por ejemplo, las que se transmiten por vía aérea son más frecuentes en la estación de lluvias y en los ambientes cerrados; las de transmisión hídrica se presentan principalmente en lugares con malos acueductos y alcantarillados; la de transmisión por alimentos se asocian con malos sistemas de conservación, refrigeración y mala higiene en su preparación; las transmitidas por vectores, más frecuentes en la estación de sequías o verano y en donde existen basuras y depósitos de aguas relativamente limpias al descubierto, que favorecen al Aedes aegypti vector principal del dengue y la fiebre amarilla; el no usar ropa adecuada que proteja contra la picadura de anofeles, Aedes. spp, lutzomias, Simulin.spp y garrapatas; vivir en casas con paredes de bahareque infestadas de triaotomineos; las de transmisión venérea, mucosa-mucosa, piel-piel, son más frecuentes en las áreas de economía extractiva y conflictos político-militares, por el protagonismo masculino y la presencia de las prostitutas cerca a los campamentos petroleros, a las minas de oro, coltán, carbón, a los cultivos de coca y a los teatros de operaciones militares.



América prehispánica: un enorme continente sin rebaños de animales domésticos y epidemiología de los grupos aislados

Las pequeñas poblaciones humanas de bandas de cazadores-recolectores y tribus con agricultura de supervivencia con gran movilidad tienen infecciones, pero de ciertos tipos. Unas están causadas por microbios capaces de mantenerse en los animales o en el suelo, con el resultado de que la enfermedad no desaparece, sino que permanece disponible y constante para infectar a las personas, es el caso de ciertos parasitismos intestinales. Una costumbre, que se sabe por los cronistas y las evidencias arqueológicas, que tuvieron los Muiscas del altiplano cundiboyacense, los Taironas de la Sierra Nevada de Santa Marta y los pueblos preincaicos e incaicos del Perú, fue la de tener felinos y osos de anteojos amansados para dar realce a los jefes, lo que pudo facilitar la infestación por los ooquistes infecciosos del protozoo Toxoplasma gondii que se sabe, puede crecer en los intestinos de los felinos americanos ocelotes (Felis pardalis) y yaguarundi (Felis yagouaroundi).


Figura 1. Escultura en hueso de la SNSM (Tairona). Representa a un chamán (mamo) semirecostado con una flauta,

Figura 1. Escultura en hueso de la SNSM (Tairona). Representa a un chamán (mamo) semirecostado con una flauta, frente a un felino en posición de defensa. Pieza de la colección de Alonso Restrepo de León (fotografía tomada por el autor).


“…cuando algún indio retardaba la paga del tributo que se debía al cacique le enviaba con un criado suyo un gato, león u oso que criaban en sus casas para este efecto. Amarrábanlo a la puerta de la casa del deudor, estando el que lo llevaba con él, a quien estaba obligado el deudor a mantener con mucho regalo y darle cada día que se detuviese allí una manta de algodón y darle de comer al animal tórtolas, curíes y pajarillos, con que ponían al pobre indio en tales apreturas, que por salir de ellas, diligenciaba con cuidado la paga”. “Lo mismo usaba en especial el Bogotá cuando enviaba a llamar algunos de sus vasallos, porque el gato era como seña de que ellos eran los que los llamaban. Si alguno no criaba de estos gatos, que eran monteses y bien diferentes de los nuestros, para apremiar a que le pagara el tributo, usaban de otro modo” (5).

Las otras infecciones que pueden mantenerse en grupos pequeños son aquellas de evolución muy crónica como la tuberculosis y la treponematosis, como es el caso de la estudiada momia prehispánica guane en Colombia con una giba, atribuida al mal de Pott y confirmado por un estudio de ribotipificación (6). Se presentan tres fotografías: la primera (Figura 2A) de la momia propiamente dicha; la segunda, una reconstrucción tridimensional (Figura 2B), y la tercera un TAC (Figura 2C).

Hudson sostiene que las infecciones treponematósicas se originaron en el África ecuatorial como pían o yaws, y que con las migraciones a las zonas secas alrededor del trópico africano, las lesiones se localizaron en las partes más húmedas del cuerpo (alrededor de la boca), convirtiéndose de esta forma en sífilis endémica no venérea o bejel, y que fue con esta forma clínica como el treponema viajó con los tempranos inmigrantes asiáticos al Nuevo Mundo, donde al llegar estos al trópico americano, esa sífilis endémica no venérea se convirtió de nuevo en pían. Los estudios paleopatológicos muestran una mayor cantidad de restos óseos con treponematosis en América precolombina que en el Viejo Mundo. La inmensa mayoría de los estudiados en Estados Unidos han sido considerados casos de sífilis endémica no venérea. Existen varios casos en el Nuevo Mundo considerados como pian y sífilis venérea.

Figura 2. Demostración de tuberculosis en una momia prehispánica colombiana por la ribotipificación del ADN de

Figura 2. Demostración de tuberculosis en una momia prehispánica colombiana por la ribotipificación del ADN de Mycobacterium tuberculosis.


El diagnóstico, cuando reposa sólo sobre huesos mostrando periostitis u osteoperiostitis es muy difícil y vulnerable de error porque la sífilis y el pian producen cambios óseos similares. Las lesiones de caries sicca en el cráneo son propias de la sífilis venérea. La presencia de esta última lesión encontrada en un cráneo de hace 5.030 años antes del presente, en la Hacienda Aguazuque, Soacha, Cundinamarca, es lo que motivó al profesor Gonzalo Correal a hacer el diagnóstico de esta entidad, así como su ausencia es lo que motivó al profesor José Vicente Rodríguez a hacer los diagnósticos de treponematosis tipo pian o bubas en los diversos restos encontrados en el Valle del Cauca, de alrededor de los años 860 +/- 50 años d.C. (7). El cráneo que encontró el profesor Correal en Aguazuque lo exhibí en la tercera exposición temporal del Museo de Historia de la Medicina, de la Academia Nacional de Medicina, “Historia de las treponematosis en Colombia”, inaugurada el 2 de mayo del 2002, circunstancia que aproveche para someterlo a una reconstrucción tridimensional y unos cortes tomográficos (Figura 3).

La ausencia de lesiones de caries sicca en los cráneos posteriores, en el tiempo, al arriba comentado de Aguazuque, es posible que lo que señala es que el Treponema pallidum -después de varios cientos de años- dejó de tener esa expresión clínica tan severa por efectos de la adaptación con el huésped. Las treponematosis fueron una realidad endémica, posiblemente con una baja o moderada prevalencia en Colombia antigua. En el año de 2010, por invitación del profesor del departamento de antropología de la Universidad Nacional, el arqueólogo Virgilio, estudié un esqueleto completo que se encontró en la necrópolis de Usme, y que presenta unas tibias en sable muy sugestivas de sífilis. El estudio imagenológico que llevamos a cabo con Carlos Roa y Ana María Quintero, no reveló, a pesar de la severidad de las tibias en sable, periostitis en huesos largos y cráneo que confirmara la sífilis (8) (Figura 4).

Todos estos tipos de enfermedad, característicos de pequeñas poblaciones aisladas, deben ser las enfermedades más antiguas de la humanidad. La Figura 5 muestra las enfermedades que acompañan al hombre desde su migración en Africa. Hoy se sabe que los microbios que afectan de forma epidémica, masiva, rápida y agudamente al ser humano, necesitan para su propagación y supervivencia concentraciones humanas importantes que sólo posibilitaron las sociedades urbanas con dominio de la agricultura y con animales domésticos en rebaños, hatos o piaras o gallineros. El pequeño tamaño de la población de las tribus explica el porqué nunca desarrollaron enfermedades epidémicas propias que pudieran dispersarse a los visitantes.


Figura 3. Cráneo de Aguazuque. Presenta en la fotografía inicial unas lesiones de caries sicca en región frontoparietal derecha (A), que se nota en la fotografía de la reconstrucción digital (B). En las fotografías de las

Figura 3. Cráneo de Aguazuque. Presenta en la fotografía inicial unas lesiones de caries sicca en región frontoparietal derecha (A), que se nota en la fotografía de la reconstrucción digital (B). En las fotografías de las tomografías se nota el compromiso de la tabla externa, el diploe y la falta de afectación de la tabla interna (C), imagen típica, que es exclusiva de la sífilis venérea.


Figura 4. Tibias en sable de un esqueleto de un

Figura 4. Tibias en sable de un esqueleto de un sujeto masculino. Edad aproximada entre 30 y 35 años, con una estatura calculada de 170 centímetros. El estudio de resonancia magnética de multicortes y de reconstrucciones tridimensionales del cráneo, pelvis, tibias y peronés, no reveló periostitis ni ninguna alteración en la relación corteza y médula ósea.


Los microbios causantes de ellas tienden a no vivir en el suelo ni en otros animales. Esas enfermedades infecciosas con gran impacto masivo no podrían haberse sostenido en las pequeñas hordas de cazadores-recolectores y de agricultura de roza e incendio. Esos gérmenes no pueden sobrevivir, salvo en el cuerpo de personas vivas y siempre requieren de nuevas “cosechas” de niños que hayan llegado a la edad propicia y de una persona infectada, que desde el exterior dé comienzo a una nueva epidemia. El sarampión requiere entre 300.000 y 400.000 personas como umbral crítico para poder sobrevivir. Estas características pueden aplicarse a las enfermedades hoy consideradas “propias” de la infancia como el sarampión, la rubéola, las paperas, la tos ferina y la viruela. El reducido número de inmigrantes siberianos hacia América, las condiciones ambientales en que se hizo la migración durante el pleistoceno y la ausencia de rebaños de animales domésticos, impidieron la sobrevivencia de muchos agentes infecciosos virales al no encontrar suficientes huéspedes susceptibles (9).

Entre las enfermedades zoonóticas, los animales domésticos (particularmente los que viven en rebaños, hatos y son mantenidos acorralados cerca de las viviendas humanas para aprovechar su leche o carne) y silvestres que conviven estrechamente con los humanos, juegan un papel esencial en la aparición y mantenimiento de algunas enfermedades. Otras son comunes a los animales y al hombre por contraerlas de fuentes comunes como el agua, las plantas y los vectores. Reconociendo que los microbios se adaptan por selección natural a nuevos huéspedes y vectores, hoy se acepta que hay cuatro etapas en la evolución de una enfermedad humana especializada a partir de un precursor animal: La primera queda ilustrada por decenas de enfermedades que, de vez en cuando, contraemos accidentalmente de nuestras mascotas y animales domésticos o de algunos animales salvajes; en la segunda etapa, un antiguo patógeno animal evoluciona hasta el punto en que se transmite directamente entre las personas y causa epidemias para luego desaparecer; la tercera está representada por antiguos patógenos animales que se establecieron en el ser humano, que no han desaparecido y que pueden llegar a convertirse o no, en importantes factores de mortandad de la humanidad, representadas por las grandes enfermedades epidémicas ya antiguas y circunscritas al ser humano, como la viruela, cuyos gérmenes deben ser los supervivientes evolutivos de muchos más patógenos que intentaron dar el salto a nosotros desde los animales, y la mayoría de los cuales fracasaron (10).


Figura 5. Enfermedades que acompañan al hombre desde su migración de África

Figura 5. Enfermedades que acompañan al hombre desde su migración de África (Tuberculosis hominis, Treponematosis).


Es importante aclarar que, en toda la historia de la humanidad, sólo se han podido domesticar veinticinco mamíferos y alrededor de una docena de aves (Tabla 1). Eurasia, fue el principal escenario de domesticación de mamíferos, herbívoros u omnívoros con más de 45 kg. En contraste, el África subsahariana no tuvo ninguna.

La mayoría de animales, importantes desde el punto de vista económico, y como fuente de alimentos: carne, leche, huevos; vestidos: pieles, lana; trabajo: transporte, carga, fuerza, fueron domesticados en el Viejo Mundo. En el caso de los bóvidos, se derivaron varias especies domésticas en el Viejo Mundo (borregos, caprinos, bovinos); existen 23 géneros silvestres en Eurasia, 31 en África, 4 en Norteamérica y ninguno en Suramérica, y diez de los trece mamíferos domesticados en el Viejo Mundo pertenecen a tres grupos: equinos, camélidos o bóvidos. Aunque en América existieron los caballos desde hace 9.000 - 10.000 años, en los pictogramas más antiguos de este continente como son los de la Serranía de La Lindosa, con más de 13.000 años y los de la Serranía de Chiribiquete, con más de 20.000 años de antigüedad, no existen evidencias de ellos ni de su domesticación. La Tabla 2 muestra las fechas aproximadas de domesticación de los grandes mamíferos.


Tabla 1. Mamíferos candidatos a la domesticación. (Tomada y modificada de Diamond J. Armas, gérmenes y acero. Madrid: Debate; 1998. 527 pg).

Tabla 1. Mamíferos candidatos a la domesticación.


En América, particularmente en Suramérica, fueron domesticados dos mamíferos: los camélidos y el cobayo. Los camélidos (camellos) de los Andes, que se distribuyeron por los Andes desde el centro de Chile hasta el norte de Ecuador, la llama (Lama peruana) fuente importante de carne, hueso, piel y lana, y usado como el único animal de transporte y carga, y la alpaca (Lama pacos), derivados del silvestre guanaco (Lama guanaco), fueron domesticados hace 3.500 años. El cobayo o cuy (Cavia porcelus), domesticado hace más o menos 6.000 años en los Andes Septentrionales y Centrales, fue aprovechado como alimento y como parte importante de los ritos chamanísticos (la Figura 6 muestra al autor sosteniendo un cuy en el Valle Sagrado de los Incas).

El perro, que acompañó al hombre durante se travesía desde Asia hasta América por el estrecho de Behring hace más o menos 30.000 años, es representado por varias razas en Mesoamérica y en los Andes Centrales: los perros pelones (sin pelo o Xoloitzcuintle) y los chihuahueños, de México y América Central y los perros andinos: el perro sin pelo (k’hala, en la lengua de los pueblos originarios), el jinchuliwi, de tamaño entre mediano y grande, orejas colgantes y cola larga; el pastu, de orejas paradas y cuerpo de varios tamaños; el ñañu, de patas cortas, y el c’husi anuqara, al parecer muy peludo. Parece que su carne fue aprovechada, su compañía como mascota fue muy apreciada y fue considerado como un especial acompañante de los muertos. Recibía cuidado de los indígenas como se ve en el cuadro de abajo. La Figura 7A muestra un perro de la cultura del periodo formativo Chorrera (1.300 - 300 a.C) y la 7B enseña el parto de una perra ilustrado por el Presbítero Manuel María Albis (1854).


Tabla 2. Fechas aproximadas de domesticación de los grandes mamíferos.
(Tomada y modificada de Diamond J. Armas, gérmenes y acero. Madrid: Debate; 1998. 527 pg).

Tabla 2. Fechas aproximadas de domesticación de los grandes mamíferos. (Tomada y modificada de Diamond J.


Figura 6. Hugo Sotomayor en el Valle Sagrado de los Incas sostiene en sus manos un Cuy y está rodeado de tres

Figura 6. Hugo Sotomayor en el Valle Sagrado de los Incas sostiene en sus manos un Cuy y está rodeado de tres camélidos y una familia de pastores peruanos (fotografía tomada por Clara Inés García).


Entre las aves domesticadas del Viejo Mundo, unas fueron aprovechadas por sus carnes y huevos como la gallina, los patos y los gansos, otras fueron utilizadas como pasatiempo como las aves de cetrería, otras usadas para transportar mensajes como las palomas mensajeras. Unas protegidas y exhibidas por su plumaje y por la belleza de sus trinos, silbidos y sonidos como las canoras. En Mesoamérica domesticaron el pavo o guajolote (Meleagris gallopavo mexicana) a principios de la era Cristiana, es decir hace 2.000 años, mientras el pato joque o criollo (Cairina moschata domestica) lo fue en varios lugares a lo largo de todo el continente. De estas aves domésticas se beneficiaron de sus carnes y huevos.

En América fue costumbre, gracias a sus cosmovisiones, mantener una relación cuidadosa y respetuosa con los animales, a quienes consideraban poseedores de derechos dados por lo que llaman las comunidades Ley de Origen. La Figura 8 muestra una escultura portando un venado pequeño sobre los hombros.

En Colombia prehispánica, las aves canoras y los tentes, donde existían, vivían cerca a las aisladas grandes o pequeñas viviendas y fueron objeto de cuidados especiales. Entre los indígenas de la Amazonia todavía es costumbre tener en las malocas y casas a los tentes o trompetero aligris (Psophia crepitans) que por sus fuertes sonidos ante situaciones extrañas, y por proteger a los niños de las serpientes e insectos, es utilizado como guardián. Recuerdo un viaje con mi familia al trapecio amazónico, tras desembarcarnos en un claro de la selva y mientras caminábamos alrededor de una ceiba gigantesca, súbitamente apareció al lado de mi hija de 7 años un pájaro tente que caminó girando alrededor de mi hija. Las aves fueron aprovechadas como fuente de alimentación, por la belleza de sus plumajes que eran utilizados para resaltar el poder de quien lo lucía, por sus trinos o por características como las del tente, de alertar sobre las visitas a las casas y proteger a los niños de culebras y mosquitos.


Figura 7. Perros andinos

Figura 7. Perros andinos

Figura 7. Perros andinos. 7A: perro de la cultura del periodo formativo Chorrera (1.300- 300 a.C.) del Pacífico ecuatoriano (cerámica y fotografía propiedad del autor). 7B: “La india chupa la nariz del perro; parto de una perra, y luego que nacen los cachorros les chupa las narices…” en: Curiosidades de la montaña y médico en casa, 1854 del Presbítero Manuel María Albis. Tomado de: Gómez López AJ y Sotomayor Tribín HA, en Enfermedades, epidemias y medicamentos. Fragmentos para una historia epidemiológica y sociocultural. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá; 2008. p. 258).


Figura 8. Escultura en cuarzo de la cultura Nariño

Figura 8. Escultura en cuarzo de la cultura Nariño En ella se observa un hombre portando un venado pequeño sobre sus hombros (pieza y fotografía propiedad del autor).


Se sabe que el chavarrí, un ave grande y muy frecuente en las tierras cálidas colombianas, se sube a los techos de palma de las casas de los campesinos desde donde arma una algarabía al percibir gente que se aproxima. La Figura 9A muestra una mujer indígena llevando un tucán sobre su cabeza y la 9B ilustra el entorno de la misma usando como referencia la Copa de la Amistad.

El doctor Sergio Ortiz Álvarez, en su tesis de grado para optar al título de doctor en medicina y cirugía en la facultad de medicina de la Universidad Nacional, titulada: Contribución al estudio de la etnología del Vaupés, de 1954, cuenta que:

“Tienen una especie de totemismo (origen de animales) que solo ellos lo saben y lo definen. Aman mucho los perros y son los compañeros de ellos, a los cuales tienen culto especial. Algunas tienen animales como el tucán, que es otra idolatría, y es de saber que estos pájaros duermen en las “malocas” y en las mañanas se van a los montes;- no les cortan las alas- y hay que haberlos observado cuando llega un blanco, vuelan y se esconden, aparecen cuando los indios los llaman.”(11).

A este respecto, cuenta el Presbítero Manuel María Albis en Curiosidades de la montaña y médico en casa, 1854:

“Es sin comparación la paciencia de que están revestidas las indias parar criar animales. Los indios cogen sus polluelos en los hogares de su habitación, o flechados, monos y cuanto ellos atrapan allí mismo se hace cargo la india del animalito (éstas no dejan los maridos por donde quieran que andan) y con sincera amabilidad los cuidan mejor que a sus mismos hijos…ya que están criados y bien mansos los venden por chaquira, anzuelos o plata o por alguna cosa que les guste a las indias.” (Alusión a la Figura 10).

Los indígenas en búsqueda de obtener plumas más bellas, acudían a sus conocimientos para obtener plumas más bellas. El dominio de las secreciones venenosas de los sapos, los llevó a convertir esa propiedad en fuente de belleza como lo describe el Padre Juan Rivero en su obra Historia de las misiones de los llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta:


Figura 9A. Mujer indígena llevando un tucán sobre su cabeza, talladura en concha de la cultura Tairona (colección

Figura 9A. Mujer indígena llevando un tucán sobre su cabeza, talladura en concha de la cultura Tairona (colección de Alonso Restrepo de León, fotografía tomada por el autor). 9B. La Copa de la Amistad (doctor Julio Crévaux en De Cayena a los Andes, en América Pintoresca, El Áncora Editores. Bogotá 1897).


“Abundan sus riberas en loros y papagayos. A los cuales se aficionan mucho los indios, especialmente los de la nación Achagua, y no sólo los crían para su diversión y recreo, sino también por el interés de las plumas con que adornan a sus Llautos (Delantales con los cuales se cubren). Tienen sus industrias los Achaguas para que sus loros críen plumas de muy diversos colores, con lo cual aumentan su valor y estimación, sea para venderlas o para usarlas en sus galas, y lo consiguen de la manera siguiente: Cogen un sapo vivo, el cual punzan repetidas veces con una pua hasta que le salga sangre; pónenle después entre una totuma o vasija, y con ají y pimienta molida van cubriendo las heridas del animal, el cual rabioso con medicina tan cruel, va destilando poco a poco lo más activo de sus humor revuelto con ponzoña y sangre; revuelven con esto ciertos polvos encarnados que llaman chica, y mezclados tan inauditos ingredientes, queda hecho un barniz. Arrancan luego al papagayo las plumas, y le untan el barniz, e introduciéndolo con la punta de un palito en los huecos que dejaron las plumas en la cutis, y no deja de recibir el loro su molestia, pues queda por muchos días como gallina clueca, muy encrespado y triste. Después de algún tiempo vuelve a recobrar sus plumas, pero tan mejoradas y vistosas, que es cosa de admiración ver la hermosura y gallardía con que salen entonces, dejándose notar en ellas un bello encarnado en manchas sobre campo amarillo, el cual campea en admirable variedad entre las plumas verdes”
(12).


Figura 10. India cogiendo los polluelos.

Figura 10. India cogiendo los polluelos.


El etnógrafo alemán, Theodor Koch-Grünberg, en su experiencia en el Vaupés colombiano entre 1903 y 1905 estableció en su libro Dos años entre los indios, una relación entre el consumo y acción de la grasa de cierto pez y el purupurú o carate y el cambio de color de las plumas de las guacamayas: “En Cururú –cuára también se ven algunas personas afectadas por el purupurú…Consideran como causa de la enfermedad la ingestión de ciertos peces, por ejemplo el pirarára… Bien puede ser que este último aspecto esté relacionado con el origen del purupurú, dado que la grasa de este pez tiene la facultad especial de cambiar la pigmentación. Los indios acostumbran arrancar las plumas verdosas de la base de las alas del arára rojo doméstico, untando luego el sitio donde se encontraban las plumas con la grasa de pirarára o con la grasa de un cierto tipo de sapo; las nuevas plumas salen de un magnífico color amarillo que no cambia jamás, aún después de un cambio normal de plumaje, ya que las vuelven a arrancar con frecuencia para utilizarlas como adorno en los bailes” (13).

Aquí hay que puntualizar que el pururú descrito por el etnólogo alemán corresponde a la treponematosis conocida en otros lugares de Colombia con el nombre de carate o mal del pinto, que fue una endemia en las tierras cálidas nuestras del Tolima, Valledupar, bajo Magdalena y las cuencas del Orinoco y Amazonas hasta los años cincuenta, cuando se introdujo la penicilina en su tratamiento. Recientemente, el antropólogo Wade Davis, en su libro Los guardianes de la sabiduría ancestral, describe su importancia en el mundo moderno, relatando una práctica similar entre los indígenas barasana del río Piraparana:

Para crear las brillantes plumas amarillas las habían arrancado de aves vivas. Habían aplicado sobre el pecho de las loras una pasta hecha de veneno se sapo y cerezas tóxicas, a consecuencia del cual el nuevo plumaje, normalmente de un rojo profundo, saldría del color del sol” (14). La Figura 11 muestra un chamán del valle del Sibundoy y Kamentzá.


Figura 11. Chaman del valle del Sibundoy y Kamentzá

Figura 11. Chaman del valle del Sibundoy y Kamentzá en compañía del autor.


Ciertas aves como las guacamayas y loros, por su capacidad de imitar algunas palabras, fueron sacrificadas en rituales cuando no encontraban víctimas humanas para ellos. Cuenta el padre Alonso de Zamora en su Historia de la Provincia de San Antonio del Nuevo Reino de Granada que:

“En los sacrificios de Papagayos, tenían gasto exorbitante los Moscas, que les compraban, y traían de las tierras cálidas, y avía sacrificio en que ofrecían ciento, y doscientos Papagayos, y diales y doce Guacamayas. Sacrificaban los en lugar de hombres, y para que suplieran por ellos, los enseñaban a hablar en su lengua; y cuando la hablaban muy bien, los juzgaban dignos del sacrificio” (15). Muchas aves tuvieron carácter totémico como se observa en la enorme variedad de dijes con aves representados en la Figura 12.

Tabla 3. Enfermedades humanas relacionadas con diversos animales de origen(tomada y modificada de Diamond, J. Armas, gérmenes y acero. Madrid: Debate; 1998. p.527)

Tabla 3. Enfermedades humanas relacionadas con diversos


Figura 12. Conjunto de aves canoras esculpidas en

Figura 12. Conjunto de aves canoras esculpidas en diferentes piedras. Cultura Nariño. Utilizadas como dijes (Propiedad del autor).


Ante la sorpresa de muchos, al ver relacionados el virus del sarampión con el tifus bovino, y la mayor sorpresa al ver relacionada la malaria con las aves, es bueno recordarle que el virus del sarampión es una divergencia evolutiva de un ancestro de esa peste bovina, y que en el caso de la malaria varios expertos han sugerido que P. falciparum es una variante de P. gallineceum, un parásito encontrado en las gallinas y que otros expertos han afirmado que P. falciparum es un vástago de una de las ocho versiones genéticas de P. reichenowi y que este evento ocurrió hace 10.000 años (16). En el año 2010 se demostró que los gorilas africanos son un reservorio del árbol filogenético de P. faciparum, mientras que el P. vivax emergió de un sustrato común que infectaba chimpancés, gorilas y humanos, hasta cuando la mutación protectora del Duffy negativo eliminó el P. vivax de las poblaciones humanas de ese entonces (16-18) (Figuras 13A y B).

En el Viejo Mundo se domesticaron el gusano de seda y la abeja melífera con aguijón. En América precolombina se aprovecharon las abejas sin aguijón, productoras de miel. Ninguno de los animales domésticos de origen americano está relacionado con enfermedad humana alguna, como sí lo están varios animales domésticos del Viejo Mundo. América no se ha convertido en foco de ninguna enfermedad humana importante. En Mesoamérica, América Central y Suramérica, los pueblos indígenas adoptaban tempranamente a las crías de mamíferos que perdían a sus madres, logrando así unas relaciones especiales con animales, en principio no domesticables: micos, venados, felinos y osos de anteojos.

En América prehispánica los hombres no consumieron leche de origen animal, pero algunos animales mamíferos fueron lactados por mujeres. El padre Diego de Landa escribió sobre los mayas de Yucatán: “Crían pájaros para su recreación y para las plumas, con las que hacen ropas galanas; y crían otros animales domésticos, de los cuales dan el pecho a los corzos, con lo que los crían tan mansos que no saben írseles al monte jamás, aunque los lleven y traigan por los montes y críen en ellos” (19).


Figuras 13A y B. Relaciones evolutivas del Plasmodium spp. Los colores resaltan los Plasmodium spp. que

Figuras 13A y B. Relaciones evolutivas del Plasmodium spp. Los colores resaltan los Plasmodium spp. que infectan a humanos (rojo), chimpancés (azul) y gorilas (verde). Cuatro grupos de Plasmodium spp. se muestran, con designaciones de subgénero para los parásitos derivados de los primates. La filogenia se estimó mediante análisis de máxima verosimilitud de 2,4 Kb del genoma mitocondrial; la barra de escala indica 0,03 sustituciones por sitio.


América solo tiene cinco enfermedades de su exclusividad: carate, bartonelosis, tungiasis, fiebres por Rikettsia rikettsi transmitidas por garrapatas, y enfermedad de Chagas. América recibió al vector africano Aedes aegypti, al asiático Aedes albopictus a la asiática pulga Xenopsylla cheopis, al Pediculus humanis o vestimenti, a la incómoda Pulex irritans y recibió a la abeja con aguijón, que por un accidente de cruce biológico en el Brasil, dio lugar a la abeja africanizada. En América desembarcaron de los buques europeos las ratas Rattus rattus y Rattus norvergicus y el ratón casero Mus musculus. De América se exportó accidentalmente al África la pulga Tunga penetrans en unas remesas de arena que salieron de Brasil para ese continente.

Las más importantes enfermedades de transmisión respiratoria en la historia de las civilizaciones, como la viruela, el sarampión, la peste, la gripe, la tosferina, se originaron como enfermedades propias de los rebaños de los animales que el hombre de Euroasia comenzó a domesticar hace alrededor de diez mil años (20). En América prehispánica no se conocieron la viruela, el sarampión, la parotiditis epidémica, la tosferina, el tifo exantemático, la lepra, la brucelosis, la tuberculosis bovis, el tracoma, la gonorrea, la malaria, la fiebre amarilla, la peste, el cólera. En América tropical no se conocían lo que los europeos comenzaron a llamar, desde finales del siglo XIX, en plena expansión imperialista, medicina tropical.

Hoy se reconocen nuevas enfermedades que afectan a los humanos, procedentes de animales que viven en estrecho contacto o son consumidos por los hombres sin ser domésticos, propiamente hablando. Entre ellas podemos mencionar el síndrome severo respiratorio agudo, transmitido desde los gatos tipos civeta, el VIH que parece ser, un virus procedente de los chimpancés africanos, el otro es el coronavirus, que utiliza cambios en los cerdos y murciélagos para pasar al hombre, y el Ébola, que pasa de los murciélagos al hombre. Todas estas enfermedades originarias de dos de los cuatro focos, ya dos veces milenarios de enfermedades del Viejo Mundo: China y África. Las diferencias en términos de enfermedades infecciosas entre el Viejo Mundo y América, tras la domesticación de plantas y animales y creación de ciudades, fueron enormes por las causas analizadas.

América antigua en términos de enfermedades no padeció la confluencia de grandes focos de enfermedades, como sí la sufrió Eurasia con los focos de Atenas (la epidemia llamada de Tucídides, 430- 429 a.C.) India (viruela, cólera, peste bubónica, lepra) China y otros lugares, como el medio oriente y África a comienzos de la era cristiana, y que se incrementaron cuando el viaje a través del Viejo Mundo desde China y la India hasta el Mediterráneo se organizó regularmente, tanto en barco como en caravana. Los romanos comenzaron a hablar de la ruta de la seda. Esta logró su punto culminante en el año 100 d.C. Un resultado notorio del desarrollo de la navegación en el Océano Índico y en el mar de la China meridional, fue que en el Asia suroriental, con amplias regiones climáticamente más cálidas y más húmedas que el valle del Ganges, con densas poblaciones humanas, aumentó la malaria y el dengue. La América indígena, al no sentir los efectos de esa confluencia de focos, estuvo libre de viruela, parotiditis, sarampión, peste, malaria, dengue, etc.

La terrible plaga de la peste que salió de las madrigueras de los roedores del género Gerbillus, ratas de las estepas asiáticas orientales de la mano de la pulga de estos, la Xenopsylla cheopis, que tras picar a los humanos e introducirle la bacteria Yersenia pestis, les producía la peste bubónica, afectó con sus pulgas a la Rattus rattus o rata negra o de las embarcaciones, procedente del Asia central, a la rata China o de alcantarilla o rata cafe Rattus norvergicus, y al ratón Mus musculus, ratón casero, y luego a los humanos, que no en pocas veces, se convertía en la terriblemente contagiosa por vía respiratoria, y peste neumónica. La peste, responsable de varias epidemias en Eurasia -entre el 500 a.C y el 1.200 d.C- aprovechó el gran imperio mongol que inició el guerrero Temuyin, quien había unido todas las tribus mongolas bajo su mando en el año 1206, cuando fue proclamado Gran Kan bajo el nombre de Gengis Kan, y que logró tener 33 millones de kilómetros cuadrados continuos y 100 millones de habitantes y que iba desde la península de Corea hasta el río Danubio.

La América indígena, Abya Yala, nombre dado al continente por el pueblo indígena Kuna, colombopanameño, no conoció el cólera que describió el ilustrado médico portugués, García da Orta en 1563, en la ciudad India de Goa, ni conoció el dengue del sureste asiático ni sabia de los efectos de las uncinariasis por Necator americanus y Ancylostoma duodenale ni conoció la esquistosomiasis, la dracunculosis, la oncocercosis y la filariasis por Wuchereria bancrofti. En fin, era una isla gigantesca libre de esos sufrimientos del resto de la humanidad.

Aquí es necesaria una disquisición en virtud del hallazgo de los paleoparasitólogos Adauto Araújo (Figura 14) y Karl Reinhard, cerca de la localidad Brasileña de Piauí, del Ancylostoma duodenale de origen africano y asiático-polinésico, en unos coprolitos humanos de 10.000 años de antigüedad, que hizo que estos investigadores propusieran rutas diferentes a las del estrecho de Behring y Alaska y la parte fría del nordeste norteamericano, en donde no habrían podido sobrevivir las microfilarias de este parásito. Propusieron las rutas de la costa y la transpacífica, en las que sí hubieran podido sobrevivir los parásitos y seguir infectando a los hombres (21).

Lo anterior puso sobre el tapete nuevas teorías del poblamiento americano, diferentes a las del estrecho de Behring y que habían planteado Méndez Correa y Paul Rivet, la primera aduciendo el paso por la Antártida y Australia, pasando por las islas Auckland para asentarse en Tierra del Fuego y la Patagonia, y la segunda, que sostenía el paso de los pueblos melanesios y polinesios a través del Pacífico.

El estudio del ADN de 15 restos humanos del Pleistoceno encontrados desde Alaska hasta la Patagonia chilena, incluyendo los esqueletos de Lagoa Santa, considerados los restos de los primeros humanos del continente americano, destacó la separación inicial entre asiáticos orientales y nativos americanos, ocurrida hace unos 36 mil años y el flujo de genes entre Asia y América desde hace 25 mil años, cuando se piensa que este grupo entró al nuevo continente desde Siberia. En resumidas cuentas, hoy se está pensando que hubo tres grandes grupos que llegaron a América: los esquimales-aleutianos, que se asentaron en las islas aleutianas, en Alaska y en la costa septentrional de Norteamérica; el grupo na-dene, llamado así por una familia lingüística que abarca varios idiomas y que se estableció en Alaska y en la costa noroeste de Norteamérica al comienzo de nuestra era, y los amerindios, entre los cuales están las poblaciones mesoamericanas y suramericanas (22).


Figura 14. El autor con el paleoparasitólogo brasileño

Figura 14. El autor con el paleoparasitólogo brasileño Adauto Araújo, en la V reunión de PAMinSA, llevada a cabo en Santa Marta, en 2013.


Estas consideraciones sobre la ausencia de estas enfermedades y sus epidemias en tiempos prehispánicos, tiene además un respaldo formidable en el arte prehispánico, en la medida que este representa con gran realismo a personas enfermas, y que dentro de ellas hay una desproporción entre las muchas enfermedades genético/degenerativas y las muy pocas que le hagan pensar al observador en enfermedades infecciosas, aparte de unos casos que podrían corresponder a las enfermedades infecciosas propias de sociedades pequeñas y en cuyo origen no está implicado ningún rebaño, como es el caso de la bartonelosis (de exclusiva presentación en Perú, Ecuador y Colombia) (Figura 15), la leishmaniasis y las treponematosis, que es posible, hayan tenido brotes epidémicos a partir de cambios sobre su líneas de bases endémicas (10).

El realismo en las representaciones artísticas buscaba mostrarle a los miembros de las comunidades indígenas, con seguridad, las diferencias en la anatomía de ellas, dentro una medicina empírico analógica, a manera como la medicina occidental lo hace con las colecciones de teratología, los moldes en cera de las enfermedades y la fotografía, dentro de una medicina puramente empírico analítica.


Figura 15. Bartonelosis. Las dos primeras máscaras (15A y 15B) pertenecen a la cultura ecuatoriana prehispánica

Figura 15. Bartonelosis. Las dos primeras máscaras (15A y 15B) pertenecen a la cultura ecuatoriana prehispánica de Jama Coaque, la tercera (15C), a la cultura prehispánica colombiana de Nariño (cerámicas propiedad del autor y fotografías tomadas por Andrea Mejía Cruz).


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Recibido: : 18 de Junio de 2020
Aceptado: 27 de Junio de 2020

Correspondencia:

Hugo Sotomayor Tribín
husotri@gmail.com