Resumen
Durante el siglo XVI se dio un proceso de apropiación de las tierras
americanas desde el intercambio biológico entre colectivos humanos,
plantas, animales y agentes patógenos. Las epidemias, como
eventos de la historia de la conquista, fueron narradas en las Crónicas
de Indias y muestran el impacto
de los procesos de enfermedad colectiva en las comunidades y en la
historia.
Palabras clave: Epidemia; Nuevo Mundo; Enfermedades;
Historia
1 Historiadora, Universidad de los
Andes. Mg., Pontificia Universidad Javeriana. Profesora, Facultad de
Medicina, Universidad del Rosario. Bogotá, Colombia.
NEW WORLD, XVI CENTURY EPIDEMICS
Abstract
During the 16th century the appropriation of American lands parts from
the biological exchange between collective humans, plants, animals, and
pathogens. Epidemics, as events in the history of the conquest, were
narrated in the Chronicles of the Indies and show the impact of the
processes of collective disease on communities and on history
Keywords: Epidemics; New World; Disease; History
Se suele conocer como “Nuevo Mundo” a la porción
continental del planeta que posteriormente se denominó
América en los mapas. Sin embargo,
desde una
perspectiva más amplia que da cuenta del proceso
histórico, entendemos ese mundo nuevo como el resultado complejo del
encuentro entre los mundos que
confluyen para generar otra cosa. Esta configuración
comienza en el quiebre del siglo XVI y se extiende por
dos largos siglos más, permite explicar las maneras en
que se transforma la comprensión de la naturaleza (1).
A partir de rutas de exploración se produce una intensa globalización y
el establecimiento de redes comerciales que conectan asentamientos de
poblacionales
sobre un cada vez más amplio territorio. La expansión
de la frontera del mundo desconocido transformó de
manera radical la sociedad (2).
Como consecuencia de esta expansión geográfica se
agrietó la estructura de la escolástica medieval y se
abrió paso el paradigma de la ciencia basado en la razón, que se
concretará en la Revolución Científica del
XVII. En cuestión de 10 años desde el primer viaje de
ida y vuelta de Colón, mutó la certeza de la tradición en
la iglesia por un conocimiento práctico sobre el mundo
desde la experiencia. El cambio de paradigma hacia la
experiencia se expresa de modo particular en las crónicas de Indias.
Con este nombre se agrupa al conjunto de
documentos escritos por viajeros a los territorios de las
Indias Occidentales. Había un cargo de cronista, propiamente dicho, con
una función explícita y adscrita a
la corona, pero también hacen parte de estas categorías
textos escritos por soldados o miembros de comunidades religiosas. Las
descripciones de los viajes al Nuevo
Mundo narran los hechos de las eventualidades sucedidas durante la
Conquista, así como compilar inventarios de las materias naturales
explotables, descripciones
de las costumbres de las comunidades indígenas y relaciones geográficas
de tierras y puertos.
En las Antillas, en oposición a la Península Ibérica,
el problema de conseguir el alimento hizo necesario
adquirir experiencias para habitar en esa otra naturaleza. Las crónicas
sirvieron para hacer inventarios de
las especies, alimentos y costumbres de las gentes, lo
que comían, las formas de cultivar, de construir casas.
Estas crónicas circulaban impresas y mostraban los tonos acomodados a
los intereses del autor. No es lo mismo una crónica de un cronista a la
de un misionero.
Así, hay preguntas por el origen de las comunidades
indígenas o retóricas explicaciones que buscan vincular el mundo indio
con la genealogía bíblica. Desde
una perspectiva de sostenibilidad, parte central de las
responsabilidades de los cronistas, se presentan intensas descripciones
de fauna y flora. Dentro de estas
detalladas descripciones de los eventos y las cosas de
la vida en las Indias hay referencias a enfermedades,
envenenamientos y pestes en general. Si bien nos encontramos con textos
médicos, el enfermar resulta una
condición permanente, un infortunio inesperado, una
ventaja militar que merece ser registrada.
Epidemias, etimológicamente
aquello
que está por encima del pueblo, se registraron en los relatos de
los textos
más antiguos de las religiones de Oriente Medio, de
los Sutras a la Biblia, en el Corán. En estos libros religiosos se
asocia la epidemia con la idea del castigo
comunal, bajo una interpretación moral. También se
asociaba con eventos y confluencia astrológica. Desde
los tratados de Hipócrates, que buscaba explicaciones
racionales, se acudió a la idea de miasma, un aire pútrido, unos malos
aires contaminados. De acuerdo con
el modelo hipocrático, la enfermedad se definía desde
el desbalance humoral del individuo: algo intrínseco al
cuerpo que enferma.
En este marco explicativo, el hecho de que la epidemia enferme a muchos
es algo que resultaba difícil de
incluir. Este punto débil se mantuvo en discusión por
varios siglos. Sobre epidemias, aparecen múltiples referencias que
abarcan las experiencias de los pacientes, viajeros y médicos, que
acompañaban las huestes
o que tuvieron casa en los poblados de la primera colonia. Vale anotar
que las fuentes coloniales son muchas
memorias, informes, registros oficiales y registros de
viajeros, sacerdotes y funcionarios peninsulares que
expresan pormenores de las maneras administrativas.
Las epidemias se rastrean como noticias, en registros
parroquiales, en estadísticas y cartas. En las crónicas
hay algunas noticias de pestilencia, fiebre, calenturas,
males y llagas. De violentos accesos a cámaras y agónicos vómitos
negros. A veces, se encuentran menciones que las hacen difíciles de
identificar desde los
síntomas.
“estaban
los indios muertos a cada parte.
El hedor era muy grande y pestífero”.
Pedro Mártir de Anglería (3)
Desde la antigüedad y enfáticamente durante la Edad
Media hay una fuerte conexión comercial entre Europa, África y Asia,
canalizada por el mar Mediterráneo.
Viajeros de agua como Marco Polo o tierra de largo
aliento como la Ruta de la Seda. Las conexiones con
Medio Oriente se reflejan en la historia de expansiones
y rutas para el intercambio de productos, y la circulación de especies
y personas. En estos movimientos
se establecieron relaciones inmunológicas entre los
individuos, las comunidades y las especies animales
de uso, para alimento o industria, lujo o manutención.
Debido a esta conexión, fue frecuente la exposición
de la población europea a múltiples cepas de pestes
de variados orígenes, entre las que se resalta la peste
negra, la viruela, el sarampión y una amplia selección
de gripas porcinas y aviares. Las costumbres cotidianas de cercanía
física con los animales confrontaron la
complexión de los cuerpos del viejo mundo.
La globalización atlántica tiene impacto ecológico
que implica un choque en los nichos ecológicos, comenzando por las
islas del Caribe y siguiendo a Tierra Firme (4). El impacto de los
animales de corral y
en especial de los cerdos sobre las islas es devastador,
equiparable al choque entre comunidades humanas.
Para ese momento, las estadísticas son difusas porque
solo se tienen estimados poblaciones y solo hay registro sistemático
años después, con las parroquias y los
resguardos coloniales. Se estima que el contagio de
todas estas pestes fue incontenible, que los brotes se
sucedían unos a otros y que la muerte por infecciones
diversas fue masiva, con una particular virulencia en
los americanos debido a la exposición a múltiples vectores de contagio.
Los cuatro viajes de Colón en la última década del siglo XV, implicaron
movimientos humanos entre Europa, África y América. Los relatos de
viajes permiten rastrear el proceso de expansión progresiva de la
frontera y la consolidación de una nueva geografía humana desde el
intercambio biológico. Las referencias
son variadas y dispersas, pero se habla de una primera
epidemia de gripa que comenzó en Santo Domingo
causada, probablemente, por el virus de la influenza.
Después de estudios con restos óseos, se ha llegado a
la conclusión que se trataba de un virus similar al de
la gripa española del 1918 (5). Los nativos de las islas
murieron en una proporción de un tercio y luego fue
introducida en tierra firme causando una mortandad
proporcional a su paso:
“comenzó
la gente a tan de golpe
a caer enferma de calenturas
terribles”,
Fray Bartolomé de las Casas (6)
Hacia el año 1500, el Atlántico es cruzado por flotas
de intercambio de mercaderías y materias primas. La
implementación de los cultivos de trigo y cebada, el
cambio en el paisaje y las condiciones de trabajo, así
como enfermedades de cepa europea entre las que resaltan la viruela, el
sarampión, la escarlatina y el tifus, que causaban constante mortandad
en las tripulaciones de barcos y, sobre todo, en las comunidades
indígenas. El intercambio de agentes patógenos entre
diferentes grupos étnicos se potenció en el contexto,
contrastando las experiencias inmunitarias individuales y las
colectivas. El proceso de introducción de
agentes exóticos para los que habitaban este territorio
fue de doble vía, con la confrontación epidemiológica
con especies patógenas locales de quienes venían del
viejo mundo.
Como un ejemplo del intercambio, vale resaltar la sífilis. Si bien ha
sido un enigma por cuanto su origen,
con la confusión que plantea su denominación desde
toponimias. Se ha discutido mucho sobre si se trata de
un mal americano. Se han analizado las varias infecciones debidas a
treponema pallidum y sus
subespecies
(5) y se ha llegado a la conclusión de que las bubas
eran una forma rural tropical, que mutó en Europa
hacia forma venérea de transmisión sexual, que desde
el siglo XVII adquirió su manifestación usual reconocible. Es posible
que las treponemas en poblaciones
europeas fueran más virulentas, del mismo modo que
vemos sucedió con la gripa y la viruela, por ejemplo,
en los pueblos de América.
Desde entonces, América latina ha estado condicionada por la secuencia
de epidemias, el dengue y la fiebre
amarilla. La viruela tuvo oleadas sucesivas y coletazos, en comunidades
y pueblos. Se hicieron reformas y
proyectos, medidas de vacunación y sanidad pública,
cuidado de cementerios, aguas y hospitales. Hasta el
siglo XX se pueden ver cambios sustanciales mediante
la vacunación, la salubridad, el alcantarillado y el agua
potable. La búsqueda por terapéuticas naturales para
enfrentar las fiebres, diarreas y temblores, impulsó las
expediciones botánicas y hallazgos como el guanaco
para la sífilis o la quina como febrífugo. La lucha contra la
enfermedad y la impotencia en contenerla aparecen, una y otra vez, en
los registros de las poblaciones
como una urgencia manifiesta y una exigencia al gobierno. Reconocer el
papel de las condiciones ecológicas, así como del intercambio humano y
ambiental
que se vivió históricamente, permite incorporar otras
explicaciones y ampliar la agencia de los actores históricos.
Referencias
1. O´Gorman E. La invención de
América: investigación
acerca de la estructura histórica del Nuevo Mundo y del
sentido de su devenir. México: Biblioteca Universitaria
De Bolsillo; 2006.
2. Arnold D. La naturaleza como
problema histórico. El medio, la cultura y la expansión de Europa.
México: Fondo
de Cultura Económica; 2000.
3. Mártir de Anglería P. Décadas del
Nuevo Mundo. Madrid: Polifemo; 1964.
4. Crosby A. The Columbian Exchange:
Biological and Cultural Consequences of 1492. Westport, CT: Greenwood
Publishing Group; 1982.
5. Cordero del Campillo M. Las
grandes epidemias en la
América Colonial. 2001. Archivos de zootecnia. 2001;
50 (192): 598.
6. De las Casas B. Brevísima relación
de la destrucción de
las Indias. [Sevilla 1552]. Madrid: Alianza; 1977.
Recibido: : 8 de Junio de
2020
Aceptado:
22 de Junio de 2020
Correspondencia:
Paula Ronderos Gaitán
paularonderos@gmail.com