Resumen
La viruela fue una temible enfermedad que acompañó la humanidad desde
el inicio de la historia,
hasta su erradicación promulgada en 1980, luego de un esfuerzo hercúleo
multinacional liderado por
la Organización Mundial de la Salud (OMS). La viruela se caracterizó
por un curso clínico inconfundible con la aparición súbita de fiebre y
malestar, seguidas rápidamente por lesiones cutáneas características
que culminaban en cicatrices deformantes, huella indeleble de su paso.
Grandes epidemias se
reconocieron en la época de Galeno, en la Roma Imperial. Para el año
1000 d.C. ya era endémica en
los continentes asiáticos, Europa y en la costa norte del Mediterráneo
africano. Los conquistadores
españoles encontraron en la viruela un aliado más formidable que las
armas: millones de aborígenes
americanos sucumbieron, como también lo hicieron los de Islandia,
Japón, y Australia, al ser expuestos al virus por vez primera. La
variolación o inoculación de costras infecciosas en la piel de los
sanos,
fue descubierta en la China e importada a Occidente por los británicos
en el siglo XVII. La variolación
ofreció protección, con una letalidad del 2%, comparada con el 30% que
tenía la viruela. En 1796,
Edward Jenner, un médico inglés, observó que las ordeñadoras, que
habían sido infectadas por viruela
bovina, eran inmunes a la viruela y partiendo de esa observación,
decidió inocular a un niño con material infeccioso de lesiones vacunas.
El niño, James Phipps, fue inmune a la exposición subsecuente
a la viruela, sin desarrollarla. Con tesón, Jenner diseminó su hallazgo
y, tras algunos contratiempos,
logró imponer su descubrimiento. Mientras tanto, la viruela continuaba
haciendo estragos en los no
inmunizados, particularmente en las ciudades y en las guerras. Se
considera que, solo en el siglo XX, la
viruela fue la causa de fallecimiento de más de 300 millones de
personas. Visionarios de lo que hoy es
la Organización Panamericana de la Salud se propusieron erradicar la
viruela en las Américas, y casi
lo logran. Hubo que esperar a que la OMS dispusiera un programa formal
de erradicación, liderado
por D.A. Henderson, apoyado por la invención de una aguja bifurcada que
permitió una inmunización
más eficiente, combinado con un programa de detección y confinamiento
de casos a nivel mundial,
para que se obtuviera la erradicación de la viruela natural con el
último caso en Somalia, en 1977. La
erradicación de la viruela es única y constituye –en términos de
muertes evitadas– el mayor logro de
la Medicina de todos los tiempos.
Palabras clave: viruela; epidemia; vacunación; historia.
1 MD. Especialista en Medicina
Interna y Hemato-Oncología. Departamento Hematología y Oncología,
Clínica de Oncología Astorga. Hemato-oncólogo, Clínica SOMA. Medellín,
Colombia.
SMALLPOX: THE SPECKLED MONSTER
Abstract
Smallpox was a fearsome disease that accompanied humanity from the
beginning of history
until its eradication promulgated in 1980, after a multinational
Herculean effort led by the
World Health Organization (WHO). Smallpox was characterized by an
unmistakable clinical
course with a sudden onset of fever and discomfort, quickly followed by
characteristic skin lesions culminating in deforming scars, an
indelible trace of its passage. Great epidemics were
recognized in the time of Galen, in Imperial Rome. By 1000 A.D. it was
already endemic in the
Asia, Europe and on the north coast of the African Mediterranean.
Spanish conquerors found
smallpox a more formidable ally than arms: millions of American
aborigines succumbed, as did
those of Iceland, Japan, and Australia, when exposed to the virus for
the first time. Variolation,
or inoculation of infectious crusts into the skin of healthy people,
was discovered in China and
imported to the West by the British in the 17th century. Variolation
offered protection, with a
lethality of 2%, compared to 30% for smallpox. In 1796 Edward Jenner,
an English physician,
observed that milkmaid that had been infected with cowpox were immune
to smallpox and decided to inoculate a child with cowpox lesions. The
boy, James Phipps, did not develop smallpox upon exposure. With
determination, Jenner disseminated his findings, and after some
setbacks, managed to impose his discovery. Meanwhile, smallpox
continued to ravage the
unimmunized, particularly in the cities, and in wars. Smallpox is
considered to be the cause of
death for more than 300 million people in the 20th century alone.
Visionaries of what is now
the Pan American Health Organization set out to eradicate smallpox in
the Americas, and they
almost succeeded. It was necessary to wait for the WHO to establish a
formal eradication program, led by D.A. Henderson, supported by the
invention of a bifurcated needle that allowed
for more efficient vaccination, combined with a worldwide case
detection and confinement
program to achieve the eradication of natural smallpox with the last
case in Somalia, in 1977.
Smallpox eradication is unique, and constitutes - in terms of deaths
prevented - the greatest
achievement of medicine of all time.
Keywords: smallpox; epidemic; vaccination; history.
Introducción
Según la Organización Mundial de la Salud, la viruela
mató 300 millones de personas en el siglo XX antes de
su erradicación en 1980, más que cualquier otra peste, más que todas
las guerras del siglo combinadas. El
impacto de la viruela en la humanidad trasciende las
cifras de mortalidad, pues millones de supervivientes
quedaron con secuelas como desfiguramiento o ceguera. Ninguna
enfermedad fue más repugnante, reconocible y temida (1). Es más, la
viruela tuvo implicaciones geopolíticas incalculables: facilitó la
conquista de América por los españoles, la conquista de los indios
de América del norte, acabó con la dinastía Estuardo de Inglaterra y,
por causa de ella, falleció Luis XV
de Francia, entre otros tantos ejemplos notables. El
control de la viruela fue el eje fundamental que promovió el avance de
la ciencia: epidemiología, inmunidad y vacunación. Además, la viruela
es el primer y
-hasta hoy - el único ejemplo de erradicación de una
enfermedad por la combinación de ciencia, logística,
determinación y trabajo en equipo. Un logro para la
humanidad que no tiene paralelo ni rival en la historia.
Finalmente, la existencia del virus en laboratorios de
los Estados Unidos y de la antigua Rusia, puede tener
implicaciones para el futuro porque su reintroducción
accidental o deliberada es una posibilidad que no debemos descartar. En
este artículo se describe la historia
de la viruela en la humanidad.
Presentación clínica
El virus de la viruela es único porque solo afecta humanos y sobrevivió
por miles de años, infectando la
humanidad en una cadena ininterrumpida. La transmisión ocurre por
contacto cara con cara, o como
resultante de aerosoles diseminados desde la boca o
garganta de pacientes afectos. El profesor Frank Snowden describe un
caso de viruela “mayor”, así: después
de un período de incubación de una a dos semanas,
“el inicio clínico es repentino, con fiebre y malestar
general, vómito, dolor de espalda, cefalea frontal, y a
veces en niños, convulsiones”. Ocasionalmente, la enfermedad es tan
abrumadora que conduce a la viruela
fulminante, evento que causa la muerte dentro de las
treinta y seis horas siguientes, sin manifestaciones externas en
absoluto, aunque los exámenes post mortem
suelen revelar hemorragias en el tracto respiratorio, el
tracto alimentario o en la musculatura cardiaca.
Se pasa a la siguiente fase, la eruptiva, que exhibe
los síntomas clásicos de la viruela que conducen a su
diagnóstico. Al tercer día, el paciente generalmente
mejora, pero al mismo tiempo aparece el compromiso
cutáneo, una pequeña mácula redonda u ovalada de
color rosa, que mide hasta medio centímetro de diámetro. Las máculas
aparecen primero en la lengua y el
paladar, y luego, dentro de las 24 horas siguientes, se
extienden para cubrir el cuerpo, hasta las palmas y las
plantas de los pies. En la mejilla y la frente, la apariencia es de
quemaduras solares y, de hecho, la sensación
que siente el paciente es de dolor quemante o ardor
intenso. Hay un patrón característico, llamado distribución centrífuga,
es decir, que la erupción está menos
extendida en el tronco y más densamente en la cara y
las extremidades. En el segundo día de la erupción,
las máculas se vuelven más duras y generalmente se
elevan por encima de la superficie en estructuras conocidas como
pápulas con un ápice aplanado. Al tacto,
se describen como perdigones encarnados en la piel.
Al quinto día de la erupción, el líquido comienza a
acumularse en las marcas de viruela como vesículas
de color rojizo y azulado o morado, que crecen progresivamente de
tamaño. Éstas pueden confluir como
ampollas, proceso que dura alrededor de tres días. En
esta etapa, el diagnóstico físico de la viruela se vuelve
confiable, pues la enfermedad presenta su aspecto más
distintivo, “el monstruo moteado”.
El paciente experimenta dificultad para tragar y hablar, debido a
lesiones
extensas en las mucosas, especialmente en el paladar y
en la orofaringe. Al sexto día de la erupción, comienza
a formarse pus en las marcas de viruela, momento en
que el afecto se siente mucho peor. La septicemia puede aparecer y las
pústulas, como se las llama ahora,
comienzan a llenarse de líquido amarillo adquiriendo
una forma globular; este doloroso y letárgico proceso
demora aproximadamente dos días, y madura después
del octavo día de la fase eruptiva.
El paciente, hecho endriago deforme, se siente terrible en este punto.
La fiebre aumenta en proporción a
la gravedad del ataque. Los párpados, labios, nariz y
lengua están hinchados, así el resignado enfermo es
casi por completo incapaz de tragar o hablar, con lo cual se deteriora
lentamente, entrando con frecuencia
en el delirio (en 1914 se describió como delirio onírico
de la viruela pestosa). Al noveno día de la erupción,
las pústulas firmes se incrustan en la piel, causando
cicatrices permanentes y fosas profundas en la cara
(denominadas picaduras de la peste;
Charles
Mackay lo
describió en su clásica obra “
Delirios
populares extraordinarios y la locura de las masas” como el
rostro de Beau
Law, figura de un joven profundamente aquejado por
las huellas de la infección que le generaron un hechizo
en su rostro). Otro aspecto desagradable en esta etapa
es que se desarrolla un terrible olor enfermizo, el de la
viruela; muchos médicos afirmaban que era imposible
de describir, pero abrumador.
Los Sereer ndut (grupo étnico de Senegal), creían que
el olor de esta enfermedad y el alma estaban relacionados, dando el
nombre de kili al profuso aroma del
enfermo. Para quienes habrían de morir por viruela
entre las masas, el olor hacía parte del alma inmortal
y se transformaba en el coona. Así trascendió la historiografía de un
olor característico, haciendo huella
entre el significado de la enfermedad y la proximidad
a la muerte.
En ese momento, era casi imposible para el paciente
beber por el intenso ardor en la garganta. También experimentaba una
gran pérdida de peso, y podía sufrir
de franca inanición. Además, había una pérdida del
tono muscular, mientras que la cara, en casos graves,
adquiría la apariencia de cadáver, lo que hacía del
paciente un ser casi irreconocible, incluso para sus familiares más
cercanos. El cuero cabelludo podía tener
una gran lesión enredada con el cabello, el compromiso ocular solía ser
importante y, de hecho, la viruela fue una de las principales causas de
ceguera en
el mundo. Después de diez a catorce días de erupción
cutánea, aparecen las costras, altamente infecciosas e
importantes para la propagación de la enfermedad por
fómites. En este momento, la porción fluida de la pústula se absorbe,
dejando atrás la parte sólida. Grandes
áreas de la piel pueden comenzar a desprenderse, dejando tejidos más
profundos crudos y expuestos.
Los casos fatales a menudo ocurren con frecuencia al
octavo día, y una razón importante es la sobreinfección
bacteriana de las lesiones cutáneas. La apariencia del
paciente a menudo fue descrita por los médicos como
una mortificación; el paciente adquiría la apariencia
de estar momificado, y la piel de la cara se configuraba en una máscara
grotesca, con la boca permanentemente abierta. Así, por ejemplo, es
fácil imaginar el
pánico que produjo la apariencia de la viruela cuando
se recuerda lo que ocurrió con el Inca Huayna Cápac,
quien se encerró en una cueva para que nadie lo viera,
debido a la deformación producto del castigo divino,
ese transformado en el mal traído por los invasores.
Ahora bien, la aparición de costras es un signo favorable
en términos de pronóstico para el paciente, aunque provocaba un prurito
intolerable que podía determinar la
desfiguración futura. Sin embargo, después del secado
de la erupción, el enfermo aquejado por días, comenzaba a recuperarse,
y entre la población que sobrevivía, los
síntomas disminuían progresivamente dejando inmunidad de por vida tras
una segunda exposición (2).
La mortalidad de la viruela mayor era del 30% y variaba según la
presentación clínica, desde la infección
“discreta” con pústulas no confluentes y un 9% de
mortalidad, hasta un índice de fatalidad del 37% y
65% cuando las pústulas adoptaban un patrón “semiconfluente” o
“confluente”, respectivamente. La viruela hemorrágica, la forma de
presentación más rara,
conlleva una letalidad del 100% por hemorragias internas. En
contraparte, la viruela “menor” descrita a mediados del siglo XIX en
América Central y África del
Sur, se caracterizaba por un curso clínico más benigno
y una mortalidad de aproximadamente del 1 a 10%.
Se considera que la viruela menor, o africana, llegó a
América con el tráfico esclavista de Yorubas a Brasil,
en el siglo XVIII (3).
Origen de la viruela
La viruela es causada por el
Variola
virus (VARV), un
virus de gran tamaño (aprox. 186 kb, 150 genes), con
forma de ladrillo, lineal y ADN de doble cadena envuelto, de la familia
Poxviridae, del genus Orthopoxirux (OPV). El VARV solo afecta a los
humanos. Si
bien es cierto que no se sabe exactamente su origen,
el análisis filogenético muestra gran similitud con los
OPV de roedores excavadores de África occidental
como el jerbo (Taterapox virus, TATV) y el camello
(Camelpox virus, CMLV) de Asia central (4). Los
estudios de coalescencia genética muestran que la divergencia de TATV
enzoótica a VARV ocurrió entre
16.000 y 68.000 años antes de la era presente en, o
cerca de, Benín – África occidental (5). Como ya se
mencionó, se reconocen varias presentaciones clínicas
de viruela, según la gravedad y mortalidad. Sin embargo, se considera
que la viruela mayor y menor se explican por la variedad asiática del
VARV (viruela mayor),
o un virus casi idéntico (viruela menor) (5). Para que
VARV sobreviva se requiere de una población lo suficientemente grande
como para permitir la transmisión
persona a persona, y esto no sucedió sino hasta hace
unos 14.000 años antes de Cristo (1).
La viruela de la antigüedad (hasta el
siglo XVI)
No sorprende que lo que hoy es Egipto, India y China sean consideradas
las primeras comunidades con
reportes consistentes de viruela, pues los primeros
conglomerados urbanos se establecieron alrededor de
los ríos Nilo, Indo y Yangtzé. De hecho, tres momias
de egipcios prominentes que fallecieron entre 3.000 y
3.500 años atrás exhiben las pústulas características de
la viruela. Uno de ellos, fue el faraón Ramsés V. En la
India, las primeras referencias a la enfermedad aparecen en los textos
médicos en Sánscrito, escritos antes
del año 400 d.C. En ellos se describen casos que ocurrieron en 1500
a.C. La existencia de la diosa Hindú
de la viruela,
Shitala Mala,
es evidencia de que la enfermedad fue endémica en la India desde la
antigüedad.
No se sabe con certeza cuándo ocurrió la primera epidemia de viruela en
Europa. Algunos expertos consideran que la viruela pudo haber sido la
causante de la
“Plaga de Atenas” del año 430 a.C., que cobró la vida
de un cuarto de la población de la Acrópolis, incluyendo a Pericles.
Sin embargo, la descripción que hace
Tucídides en su Guerras del Peloponeso sugiere otras
etiologías como la peste bubónica o tifo (6). Más compatible con
viruela es la “Peste Antonina”, que inició
en el año 164 d.C. y duró 15 años. Es también conocida como la “Peste
de Galeno”, pues el legendario médico griego fue llamado a Roma para
atender a Lucio
Vero, co-regente del emperador Marco Aurelio Antonino. Lucio Vero
falleció por causa de la enfermedad
en el 169 d.C. Galeno describió una enfermedad exantemática con
vesículas y úlceras pequeñas, con muerte entre los 7 y los 9 días. Se
reportaron hasta 2.000
muertes por día en la ciudad de Roma y se estima que
generó entre 3 y 7 millones de muertos. Algunos expertos consideran que
la “Peste de San Cipriano” que
afectó el imperio romano entre los años 249 y 269 d.C.
también fue causada por viruela (7).
Ya en las postrimerías de la antigüedad, en el año 451
d.C., San Nicasio, obispo de Rheims, quien había sobrevivido a la
viruela el año previo, fue decapitado por
los Hunos. San Nicasio se convirtió en el santo patrón
de la viruela. Poco después, los Hunos se vieron forzados a abandonar
Italia y Galia por una peste que bien
pudo ser generada por la misma enfermedad.
A medida que la población mundial creció y se expandió, la viruela se
volvió endémica en nuevos sitios. La
enfermedad se entronizó en los asentamientos urbanos
de China, India, Japón, de diversas áreas del suroeste
de Asia, y en la costa del Mediterráneo. Los ejércitos y
los comerciantes se encargaron de la diseminación en
Asia y Europa. La magnitud del impacto en las poblaciones no expuestas
se evidenció en el año 1241 cuando ingresó por vez primera a Islandia,
en donde causó
el fallecimiento de 20.000 a 70.000 habitantes.
La viruela en América
Escribe Elsa Malvido, investigadora del Instituto Nacional de
Antropología e Historia de México: “
Si
las
fechas son ciertas, que no exactas, la viruela tardó en recorrer
desde Cádiz hasta La Española 39 días quedándose endémica de 1493
[segundo viaje de Colón] hasta 1515, cuando
llegó a Cozumel. Regresó a las islas dos años más tarde y
entre 1517 y 1518 devastó otras islas y embarcó de Cuba a
Veracruz en 1519, ganando tierra firme el 21 de abril. En
mayo fue de San Juan de Ulúa a Cempoala y dos meses más
tomó para llegar a Tenochtitlan” (8). El cronista contemporáneo
Bernal Díaz del Castillo afirmó que el virus
llegó al continente americano en el navío de Pánfilo
Narváez, un expedicionario paralelo a Cortés (9).
Díaz del Castillo culpó a los esclavos que trajo Narváez, enemigo de
Hernán Cortés, que intentó cerrarle
el paso con la orden del gobernador de Cuba, Diego
Velázquez, de capturarlo vivo o muerto. “
La viruela fue
transmitida por un negro que vino con Narváez”, expresó
Díaz del Castillo, “
fue la causa de
que pegase e hinchiese toda la tierra dellas, de la cual hubo gran
mortandad”.
Al parecer, el esclavo de Narváez habría contagiado a
soldados de Cortés y éstos iniciaron una cadena mortal. Los soldados
llegaron a Cempoala, en Veracruz, y
luego llevaron la enfermedad a las ciudades vecinas:
primero a Tepeyac, luego a Tlaxcala y así hasta llegar
a Tenochtitlan (10).
El episodio dominante de la guerra contra los aztecas
fue el sitio de Tenochtitlan a manos de Cortés. A pesar
de verse debilitada por la viruela y el asedio del ejército
invasor, la ciudad resistió durante más de un año, entre
1520 y 1521. La viruela acabó primero con la vida del
penúltimo tlatoani Cuitláhuac, en noviembre de 1520,
a solo unas semanas de la victoria parcial azteca, cuando los españoles
huyeron durante la famosa Noche
Triste. Pero los españoles volvieron y vencieron, tomaron la ciudad y
capturaron al sucesor Cuauhtémoc, el
13 de agosto de 1521. El impacto demográfico de la
Conquista en la Nueva España fue tal que se estima
que a finales del siglo XVI quedó una población de
1,2-2 millones de habitantes, una reducción dramática
si se tiene en cuenta que en 1519 se estimaba una población de unos 10
millones de habitantes (10). Se le
atribuye a la viruela la mortalidad del 30% de la población indígena de
Nueva España (11), como describió
Fray Bernardino de Sahagún en la
Historia
de las cosas
de la Nueva España, donde cuenta: “
Antes que los españoles que están en
Tlaxcala viniesen a conquistar a México dio
una grande pestilencia de viruelas a todos los indios. Desta
pestilencia murieron muchos indios; tenían todo el cuerpo y
toda la cara y todos los miembros tan llenos y lastimados de
viruelas que no se podían bullir ni menear de un lugar, ni
volver de un lado a otro, y si alguno los meneaba daban voces.
Esta pestilencia mata gentes sin número. Muchos murieron
de hambre porque no había quien pudiese hacer comidas; los
que escaparon de esta pestilencia quedaron con las caras ahoyadas y
algunos ojos quebrados” (11, 12).
Francisco Pizarro, el Conquistador de los Incas, también recibió ayuda
de la epidemia de viruela originada
en colonos de lo que hoy es Panamá y Colombia, y
que se extendió hasta el Imperio Inca. La viruela mató
al emperador Huayna Cápac en 1526. Poco después,
sucumbió también de viruela su sucesor Ninan Cuyuchi. Como resultado de
estos rápidos cambios, se desencadenó una guerra civil por el poder
entre Atahualpa y su hermano, Huáscar. Los españoles encontraron
un imperio dividido y enfermo, donde el monstruo
moteado hizo historia (13).
La variolación
La inoculación de virus a sujetos sanos como una medida para atenuar la
gravedad de la viruela, o variolación, fue una técnica descubierta en
la China en el
primer siglo de nuestra era. Existe documentación de su práctica
durante la dinastía Hung de 960 a 1280. La
técnica china consistía en obtener costras de viruela
secas, convertirlas en polvo, e inhalarlas por la nariz.
Está técnica se diseminó de China a la India, y de la
India a Persia y Turquía. La alternativa más común
consistía en retirar líquido de la pústula dura de viruela y frotarla
en la herida en la piel hecha con aguja.
La Royal Society of London fue informada por vez
primera de la práctica de variolación en los alrededores de 1700, y
comenzó a obtener información sobre
el procedimiento durante la primera década del siglo
XVIII, a través de uno de sus miembros, el doctor
Emanuel Timoni. El doctor Timoni observó la práctica en Constantinopla
cuando fue el médico de la
embajada británica en la corte Otomana. Pero el verdadero ímpetu para
la incorporación de la variolación
en Inglaterra, fue dado por la intervención de Lady
Mary Wortley Montagu, esposa del embajador británico en la corte
otomana de Constantinopla, en 1718
(14). Lady Montagu, superviviente de la enfermedad
y quién además había perdido un hermano por la infección, cuenta sobre
la inoculación contra la viruela:
“
la viruela, tan fatal y generalizada
entre nosotros, es aquí
completamente inofensiva, por la invención del injerto, que
es el término que le dan. Hay un grupo de ancianas, que se
dedican a realizar la operación, cada otoño. Las personas se
envían unas a otras para saber si alguno de sus familiares
tiene la viruela; ellos hacen fiestas para este propósito, y la
anciana viene con una cáscara de nuez llena de viruela tomada de las
lesiones de un afecto. Ella causa abrasión en la
piel y administra con aguja grande y coloca en tanta materia
como pueda caer sobre la cabeza de su aguja, y después de eso,
une la pequeña herida con el trozo hueco de concha, y de esta
manera abre cuatro o cinco surcos”. Lady Montagu hizo
inocular a su propio hijo en Turquía.
De vuelta en Inglaterra, ella encontró resistencia a ese
“método oriental peligroso”. En 1721, Lady Montagu
pidió a su médico que inoculara a su hija de tres años,
pero él dudó ya que una cosa era seguir la costumbre
en Turquía, pero otra era hacerlo en Londres. Se aseguró de tener dos
testigos del Royal College of Physicians, antes de realizar la
operación. Lady Montagu
le contó a su amiga, Carolene de Anspach, Princesa
de Gales y futura Reina de Inglaterra durante el reino de Jorge II, del
procedimiento de variolación. Para
demostrar la eficacia de éste, se dispuso la variolación
de seis prisioneros condenados a muerte. Los reos inoculados que
sobrevivieran la exposición a viruela, obtenían la libertad. El ensayo
clínico, supervisado por la
Royal Society, fue todo un éxito. A partir de entonces,
médicos de toda Europa fueron a Londres para aprender el procedimiento,
bajo la supervisión de la Royal
Society y los príncipes de Gales.
La práctica de la inoculación se extendió por Inglaterra, pues los
ingleses apreciaron que el riesgo de muerte tras el procedimiento era
de aproximadamente 2%.
Voltaire, quien pasó casi tres años en el exilio en Londres en
1726-1728, y saboreaba la mayor libertad de
expresión que la permitida en París bajo la monarquía
absoluta de Luis XV, escribió en 1734: “
Se afirma en
Europa que los ingleses son tontos y locos. Los tontos, porque
inoculan a sus niños la viruela para evitar que la contraigan;
y locos, porque permiten una cierta incomodidad a sus hijos,
simplemente para prevenir un mal incierto. Los ingleses, por
otro lado, llaman al resto de los europeos cobardes y desnaturalizados.
Cobardes, porque tienen miedo de hacer que sus
hijos sufran un poco; desnaturalizados, porque los exponen
a morir en algún momento de la viruela. Pero que el lector
pueda juzgar si los ingleses o aquellos que difieren en opinión
están en lo correcto”. Aquí se aprecia la ironía, pues el
mismo Luis XV que forzó al exilio a Voltaire, sucumbió por viruela en
1774.
Llama la atención que unos 30 años después de la estancia de Voltaire
en Inglaterra, en 1760, el matemático holandés/suizo Daniel Bernoulli
leyó a la Real
Academia de Ciencias de Francia su modelo matemático y describió cómo
el control de las epidemias de viruela, mediante el uso a gran escala
de la variolación, generaría beneficios no solo para los individuos,
sino
también para el Estado y la sociedad en general, concepto clave en la
actualidad, de muchas intervenciones
de salud pública (15).
La variolación en los Estados Unidos se originó por
la curiosidad del reverendo Cothon Mather de Boston, quien leyó la
publicación del doctor Timoni en
las Philosophical Transactions. El reverendo Mather
buscó algún médico en la región que se atreviera a iniciar su práctica
con su familia. Ese médico fue Zabdiel
Boylston -de Brookline, Massachussetts-, quien varioló con éxito un
hijo y dos esclavos de Mather. Boylson
publicó los resultados de éstos y otros 7 pacientes en
la Boston Gazette en 1721. Ya en 1722, Boylson había practicado el
procedimiento en 242 personas, 6 de
ellos fallecieron. Su mortalidad de 2,5% comparaba
favorablemente con la mortalidad ordinaria de 15-20%
y observada durante las epidemias de viruela (11). La
publicación de Boylson fue decisiva para la ya mencionada adopción de
la variolación del ejército de George
Washington.
La vacunación
La historia de la vacuna contra la viruela se inicia con
una observación del doctor Edward Jenner, un médico
de la comunidad rural de Berkeley en Gloucestershire,
en Inglaterra. El doctor Jenner observó que la piel de
las ordeñadoras de vaca era perfecta, en tanto que el
resto de la población tenía la horrible deformación por
las marcas de viruela. El doctor Jenner sabía que las
ordeñadoras de vaca con historia de exposición a la
viruela bovina, no desarrollaban viruela. En 1796, el
doctor Jenner transfirió líquido de la vesícula de viruela bovina de su
paciente Sarah Nilmes a la piel de
James Phipps. Luego, James Phipps resistió la exposición a la viruela.
El doctor Jenner hizo observaciones
adicionales que lo convencieron de que el virus de la
viruela equina (cowpox, o CPXV) protegía contra la
infección por VARV. Eventualmente, Jenner desarrolló un protocolo para
la vacunación (16). De hecho,
la palabra vacunación se originó en este episodio de
la historia, pues se refiere al origen del procedimiento
en vacas (
vacca, es la palabra
en latín para vaca). Jenner fue rechazado cuando trató de presentar o
publicar
sus observaciones sobre la viruela en la British Royal
Society. Las razones: “
él estaba en
desacuerdo con el conocimiento establecido” y que “es mejor que no
promulgue esa
idea loca si valora su reputación”.
Afortunadamente, Jenner hizo caso omiso a la recomendación de la
sociedad y publicó el panfleto en donde describió el procedimiento de
la vacunación y la
experiencia de veinte pacientes vacunados con CPXV
que adquirieron inmunidad duradera contra VARV
(16). A diferencia de la variolación, la vacunación no
se asocia a mortalidad apreciable. El avance fue reconocido por gran
parte de la comunidad, pero también
tuvo detractores como médicos, empresarios y líderes
religiosos. Uno de los argumentos religiosos es que
la vacuna se interponía al designio divino, salvando
personas que estaban destinadas a sufrir y sucumbir
a la viruela. Sin embargo, Benjamín Franklin, Napoleón Bonaparte y los
Caciques de las Cinco Tribus de
los Estados Unidos, reconocieron la vacunación como
lo que es: el avance científico de mayor impacto en la
humanidad. El doctor Jenner fue nombrado Médico
Extraordinario de su Majestad, el Rey Jorge IV. Tanto
Jenner como Benjamín Franklin vislumbraron la posibilidad de la
erradicación de la viruela.
En 1881, Luis Pasteur propuso utilizar la palabra vacunación como el
término para toda inoculación preventiva contra cualquier enfermedad
humana o animal (17). La adopción de la vacuna de Jenner en los
Estados Unidos fue objeto de mucho debate. En 1802
se hizo una evaluación pública de la nueva vacuna,
que demostró ser muy superior a la variolación. Pese a
esto, y por complejas razones políticas y religiosas, en
1820 los Estados Unidos dejaron de promover la vacunación. Es por esto
que la década de 1840 las epidemias de viruela reaparecieron en este
país.
Durante la
Guerra Civil de los Estados Unidos, la viruela fue un
acompañante frecuente de ambos bandos; de hecho,
Abraham Lincoln desarrolló los síntomas de viruela el
día después de su famoso discurso de Gettysburg. Lincoln, y la Casa
Blanca en general, fueron puestos en
“cuarentena permeable”, hasta su recuperación. Las
marcas de viruela acompañaron a Lincoln hasta su
muerte, igual que a los presidentes Washington y John
Adams, antes que él.
Durante la guerra Franco-Prusiana de 1870-1871, los
alemanes que vacunaban a sus soldados cada 7 años,
tuvieron menos de 300 fallecimientos y 8.360 infecciones por viruela;
por el contrario, los franceses –no
re-vacunados, pues sus generales no creían en la re-vacunación–,
tuvieron 23.000 muertos y 280.000 casos
de viruela.
Aparecen viruela menor y vaccinia
En 1897, de forma súbita, apareció en Pensacola (Florida), una forma
leve de viruela, a la que se le llamó
viruela menor. El virus causante es una variante muy
cercana al VARV y ambas tienen inmunidad cruzada,
es decir, quien se recupera de una infección, adquiere
inmunidad contra la otra. De los 54 casos documentados en 1897, no hubo
ninguna fatalidad. En menos de
3 años, esta variedad de viruela se diseminó por Canadá, las islas del
Caribe y Brasil. En 1918 se reportó en
Inglaterra y, poco a poco, desplazó a la viruela mayor.
De hecho, en los Estados Unidos se reportaban más de
100.000 casos de viruela por año, con una mortalidad del
1%. Se considera que la inmensa mayoría de estos casos
correspondían a viruela menor. Sin embargo, hasta 1926
se documentaron algunos brotes de viruela mayor en los
Estados Unidos, con elevada tasa de mortalidad.
La producción de vacuna se basó inicialmente en
CPXV, el virus de la viruela bovina. Sin embargo, en
algún momento no determinado, el virus de la vacuna
cambió a un virus distinto, más cercano a la viruela
equina (HPXV), que se denominó virus de la vaccinia
(VV) o VACV. Esa migración de CPXV a VACV en
las vacunas de viruela, no ha sido explicada. El análisis genético de
un lote de vacuna de 1902, mostró que
estaba compuesta de HPXV, lo que puede facilitar la
explicación de la migración de HPXV a VACV (18).
Para finales de la década de 1930, todas las vacunas de
viruela se basaban en VACV.
Erradicación de la viruela
Desde Jenner se consideró que la viruela era una buena candidata para
la erradicación, pues se trata de una
enfermedad que afecta solo a humanos, la infectividad
coincide con manifestaciones clínicas fácilmente identificables, los
que sobreviven adquieren inmunidad
permanente y existe vacuna. Sin embargo, el número
de casos de viruela en el mundo cada vez más poblado
del siglo XX incrementó, la vacunación era errática y
no estandarizada. Las estadísticas de la Organización
Mundial de la Salud, desde 1935 hasta la erradicación,
reporta 300 millones de fallecidos por viruela en el siglo (19). Según
esas mismas estadísticas, Colombia se
ubicó entre los 20 países con mayor número de casos
entre 1935 hasta que desapareció del listado en 1959,
llegando a ocupar el segundo lugar en el mundo con
reporte de hasta 7.200 casos por mes (19). En los Estados Unidos se
logró la erradicación de la viruela en
1949, gracias a la vacunación obligatoria de los niños
en edad escolar.
La Organización Sanitaria Pan-Americana (después,
Organización Panamericana de Salud - OPS), en
1950, tuvo la primera iniciativa de erradicar la viruela en el resto
del territorio americano. El esfuerzo dio
fruto con la erradicación de la viruela en la mayor parte del
territorio americano para la década de 1970.
Las excepciones fueron Argentina, Brasil, Colombia
y Ecuador, con incidencia y mortalidad que decreció considerablemente
con la adopción de la vacunación
masiva. Posteriormente, en 1953, el doctor Brock Chissholm, el primer
Director General de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) propuso un programa de
erradicación global de la viruela. Por diversas razones,
este programa no logró el éxito esperado y fue abandonado. En parte,
porque cuantiosos recursos se dedicaron al esfuerzo (infructuoso) para
la erradicación
de la malaria. En 1958, el Viceministro de Salud de
la Unión Soviética, el doctor Víctor Zhadnov, propuso
un plan de diez años para la erradicación global de la
viruela. El doctor Zhadnov arguyó que en su país, con
gran diversidad étnica, se había logrado la erradicación con la
implementación de un plan de vacunación
masiva. El programa fue aprobado, con un presupuesto de US $100.000.
Como era de esperarse con esta
financiación, el programa también fracasó.
Sin embargo, la lucha para la erradicación continuó.
En 1966, y por un margen de dos votos, la OMS aprobó un presupuesto de
US $2,4 millones para un nuevo
programa erradicación de la viruela. En esta oportunidad, nombraron al
Donald Ainslie Henderson, un médico con estudios en salud pública de
Johns Hopkins,
como su director. En su libro, el doctor Henderson describe con detalle
el proceso histórico (1).
Al inicio del programa de erradicación definitiva, todo
el hemisferio occidental, salvo Brasil, era territorio libre de
viruela. También en 1966, la invención de la
aguja bifurcada permitió mejorar la eficiencia de la vacunación.
Inventada por el doctor Benjamín A. Rubin,
de laboratorios Wyeth, la aguja bifurcada permitía la
vacunación de cien personas con veinticinco viales.
Otros obstáculos logísticos como la preservación de
las vacunas en diversos climas, también fueron resueltos. El doctor
Henderson diseñó dos estrategias para el
programa de erradicación: primero, la estandarización
de las vacunas, de tal manera que solo se utilizaran
productos de buena calidad en el esfuerzo de erradicación de la
viruela; segundo, la disminución del número
de casos de viruela a cero, y no centrarse en el número
de vacunas administradas. Para este segundo objetivo,
además de vacunación masiva, se crearon grupos de
vigilancia epidemiológica que reportaban los brotes
de la enfermedad y establecían controles sanitarios
clásicos como cuarentenas. Para 1970, la viruela fue
erradicada en veinte países de África central y occidental; en 1971, de
Brasil; en 1975, de Asia; en 1977,
Ali Maow Maalin en Somalia, que fue el último caso
natural de viruela del mundo. En mayo 8 de 1980, la
Asamblea de la OMS declara, solemnemente, que el
mundo y todos sus habitantes han ganado liberarse de
la viruela (1).
Por más de una década, después de la erradicación,
desaparece el interés por la viruela. El virus reside en
tan solo dos laboratorios en el mundo, uno en Rusia y
otro en los Estados Unidos. Ya en 1990, varios países
sugirieron la destrucción de todos los virus. Sin embargo, los Estados
Unidos, Rusia y el Reino Unido,
se opusieron dada la tecnología existente para que se
construya un virus similar al VACV utilizando librerías disponibles. Un
ejemplo de ello es la síntesis de un
HPXV reportada en 2018 (20). Así, nace la era de la
viruela sintética, sobre la que es preciso no especular.
Referencias
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Recibido: : 5 de Junio de
2020
Aceptado:
20 de Junio de 2020
Correspondencia:
Mauricio Lema Medina
mauriciolema@yahoo.com