Resumen
La Peste Negra, también conocida como la Pestilencia o Gran Mortalidad,
fue la pandemia más fatal
registrada en la historia de la humanidad, lo que resultó en la muerte
de hasta 200 millones de personas, desde Eurasia hasta el norte de
África, y alcanzó su punto máximo en Europa desde 1347 hasta
1351. La peste, es una zoonosis causada por la bacteria Yersinia pestis
y el resultado más común, suele
ser la aparición de nódulos bubónicos, seguida de infección septicémica
o neumónica. La Peste Negra,
probablemente, se originó en Asia Central o Asia Oriental, desde donde
viajó a lo largo de la Ruta de
la Seda y llegó a Crimea en 1347. A partir de ahí, posiblemente fue
transportada por pulgas que vivían
en las ratas negras que viajaban en barcos mercantes genoveses, se
extendió en toda la cuenca del Mediterráneo y llegó a África, Asia
occidental y el resto de Europa, a través de Constantinopla, Sicilia y
la península italiana. La evidencia actual indica que, una vez que
llegó a tierra, la Peste Negra, fue en
gran parte, propagada por humanos. Esta plaga creó trastornos
religiosos, sociales y económicos, con
profundos efectos en el curso de la historia europea, pues fue el
segundo desastre que afectó a Europa
durante la Baja Edad Media (el primero fue la Gran Hambruna) y se
estima que causó la muerte del
30% al 60% de la población continental. Los brotes de la peste se
repitieron en diversos lugares del
mundo hasta principios del siglo XIX.
Palabras clave: Edad media; plaga; Yersinia pestis; peste
bubónica; bacteria.
1 Historiadora. Magíster en Gestión
Cultural. Coordinación Editorial, Señal Memoria RTVC. Dirección
proyectos Culturales, Idearium Cultura. Bogotá, Colombia.
2 MD. MSc. PhD Biología Tumoral.
Grupo Oncología Clínica y Traslacional, Clínica del Country. Fundación
para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer (FICMAC).
Grupo de Investigación en Oncología Molecular y Sistemas Biológicos
(FoxG), Universidad El Bosque. Bogotá, Colombia.
THE BLACK DEATH: THE IMMATERIAL ENEMY
Abstract
The Black Death, also known as the Pestilence and the Great Mortality,
was the most fatal pandemic recorded in human history, resulting in the
deaths of up to 200 million including people
from Eurasia and North Africa, and peaking in Europe from 1347 to 1351.
The Plague, is a disease caused by the bacterium Yersinia pestis, and
the most common result is usually the appearance of bubonic nodules,
followed by septicemic or pneumonic infection. The Black Death
most likely originated in Central Asia or East Asia, from where it
travelled along the Silk Road,
reaching Crimea by 1347. From there, it was most likely carried by
fleas living on the black
rats that travelled on Genoese merchant ships, spreading throughout the
Mediterranean Basin and reaching Africa, Western Asia, and the rest of
Europe via Constantinople, Sicily, and
the Italian Peninsula. Current evidence indicates that once it came
onshore, the plague was
in large part spread by humans. The Black Death created religious,
social, and economic
upheavals, with profound effects on the course of European history. The
Black Death was the
second disaster affecting Europe during the Late Middle Ages (the first
one being the Great
Famine) and is estimated to have killed 30% to 60% of Europe’s
population. Outbreaks of the
plague recurred at various locations around the world until the early
19th century.
Keywords: middle Ages; plague; Yersinia pestis;
bubonic plague; bacteria.
Introducción
En muchos lugares de Siena, grandes y
profundas fosas fueron
cavadas y se llenaron con la multitud de los muertos…Allí donde el
silencio sucumbía, había también algunas que estaban tan
escasamente cubiertas con tierra, que los perros las escarbaron y
devoraron los cuerpos a través de la ciudad. Agnolo di Tura
“el Gordo”.
Esta terrible enfermedad se hizo crónica y el terror que
produjo se imprimió en los pliegos. La primera referencia sobre la
producción de papel en Italia se introdujo en
1275, momento en el que se forjó el folio de trapo, moldeado a mano,
cilíndrico por natura, satinado y con cola
de gelatina animal. Esta técnica, fue bien recibida por
los escribas de Florencia y llevó a la sustitución progresiva del
pergamino, ya que permitía a las agudas plumas
trazar libremente, sin rasgar la superficie. Su estructura
hizo que la tinta no penetrara en las fibras absorbiéndola como
secante, y permitió que Italia aventajara, en
suma de historia y letras, a España y a Damasco (1). Así
aprendió la concepción humanista de la plaga, el filólogo florentino
Francesco Petrarca (Arezzo, 20 de julio de
1304-Arquà Petrarca, Padua, 19 de julio de 1374), sobre
los folios de trapo, donde aseguró para el tiempo postrero que: “todos
los ciudadanos hacían poco más en los
días que cargar cadáveres para que fueran enterrados…
En cada iglesia cavaban fosas hasta la napa de agua; y
así, aquellos que eran pobres y morían durante la noche,
eran recogidos rápidamente y arrojados en los lugares,
tomaban un poco de tierra y la echaban con palas sobre
ellos. Más tarde otros cadáveres eran depositados, y entonces, ponían
otra capa de tierra tal cual se hace en la
penumbra de la Marqueses de la Toscana”.
En la Edad Media, se usaban los términos peste y plaga
para referirse, indistintamente, a cualquier calamidad,
sobre todo a las enfermedades de masas que producían gran mortandad,
como la gripe o la viruela. Jaume Aurell (2), enunció la pobre
documentación de las
enfermedades en las crónicas del bajo y alto medioevo.
Sin embargo, esta situación cambió con el arribo de las
grandes epidemias. La Peste Negra, que asoló Europa
entre 1347 y 1400, fue la mayor de todas. Esta plaga se
convirtió en una enfermedad endémica, con rebrotes
ocasionales y locales, prolongados por períodos de entre 6 y 18 meses,
y con reapariciones cada pocos años,
durante casi dos siglos (3).
La gran magnitud de la Peste Negra se debió a la gravedad de sus
síntomas y a la facilidad de su contagio. Un
ejemplo de la celeridad con que se propagó la enfermedad y acabó con
sus víctimas, se encontró en un vetusto
relato de Michele de Piazza, registro erudito que hizo
mención a los hombres promiscuos por el mal “A causa
de la corrupción de su aliento, todos los que se hablaban
mezclados unos con otros, se infectaban también uno a
otro. El cuerpo parecía entonces sacudido casi entero
y como dislocado por el dolor. De este dolor, de esta
conmoción, de esta corrupción del aliento nacía en la
pierna o en el brazo una pústula con forma de lenteja. Ésta impregnaba
y penetraba tan completamente el
cuerpo que se veía acometido por violentos esputos de
sangre. Las expectoraciones duraban tres días continuos
y se morían a pesar de cualquier cuidado, o de buscar el
bien…” (4). De Piazza, era un franciscano que escribió
en su crónica la evolución de la plaga en Sicilia, uno de
los focos patentes para el ingreso desde Crimea, lugar
aparente para el desembarco de tres comerciantes genoveses que venían
de allí. Según Ziegler, la isla, junto con
Génova y Venecia, fueron esencia para la difusión de la
enfermedad entre los hombres (5).
No obstante, habría otros focos, como Marsella y Bordeaux, puertos y
centros comerciales donde confluían
las grandes rutas de comercio en el Mediterráneo,
Atlántico y Báltico, al igual que múltiples sendas de peregrinación
(6). El impacto que trajo la epidemia, no
solo fue demográfico, pues también conllevó enormes
perturbaciones en la sociedad de la época, proceso que
ya venía desarrollándose desde finales del siglo XIII, y
que fue iniciado y perpetuado por el estancamiento del
desarrollo económico, por las enfermedades, por diversas y extensas
guerras, y por la crisis religiosa. La Peste
Negra cambió al hombre medieval, debido al sufrimiento físico que trajo
a las víctimas, el dolor que causó a sus
familiares, la pérdida de seres queridos y el temor que
causó la gran cantidad de muertos, en suma, un tiempo
que Marcelino Amasuno Sárraga llamó ‘ciclo bubónico’ (7). A
continuación, se realiza una descripción detallada de la mayor crisis
pestilencial de la historia.
De las planicies de Asia Central llegó a
la Costa Mediterránea una terrible Peste
Todo ocurrió entre los años de Cristo 1346 y 1353,
cuando una colosal epidemia llegó del Asia occidental,
se propagó por el Oriente Medio y el norte de África,
arribó a Europa y causó la peor catástrofe demográfica
jamás vista. El ciclo bubónico fue bautizado, años más
tarde, con el escalofriante nombre de la Peste Negra o
“atra mors”. Según Ole Benedictow, el nombre surgió
de una traducción equívoca de la palabra
atra, que en
latín significa tanto “terrible” como “negro” (6). Más
allá de ser irrefutable, aterradora la enfermedad, lo que
se evidenció es que la peste impactó el imaginario cultural de la
época, al asociar la infección con lo malo,
lo desconocido y lo absolutamente inexplicable. Los
estragos que provocó entre la población, fueron tales,
que le valieron la fama eterna de haber sido el mayor
desastre demográfico jamás presenciado por la humanidad. Según los
libros de defunciones y el empadronamiento de manos legas, se estimó
que un tercio de la
población partieron en auxilios de la peste.
Italia fue una de las regiones más afectadas por la peste, gracias a
los comerciantes genoveses que importaron el patógeno desde Asia. En
Florencia, la ciudad
perdió aproximadamente el 60% de su población y, en Venecia, el
porcentaje fue ligeramente inferior. Para el
invierno de 1347, los muertos llegaban a 600 por día,
entre los 150 mil habitantes que ocupaban la ciudad.
En Siena, nunca se especificó cuantos murieron, pero
se sabe que la tasa de mortalidad superó el 90%. En el
caso de Inglaterra y Gales, se calculó que la plaga se
llevó el 50% de la población, densidad que no pudo
recuperar sus niveles demográficos hasta el siglo XVIII
(8). El cronista parisino, Guillem de Nugiaco, mencionó que en un
momento la mortalidad en la ciudad fue
tan alta, que se sepultaban más de 500 cuerpos diarios
en el Cementerio de los Inocentes.
En la península Ibérica, se hicieron estudios de mortalidad para cada
reino; así, el reino de Castilla y León perdió alrededor del 20% de su
población, en Aragón murió
el 35% de los habitantes, y Navarra fue la más afectada
de la península, con un 50% de la población damnificada (9). Peio
Monteano logró hacer un estudio estadístico
en la vertiente de los Pirineos occidentales, gracias a la
gran cantidad de documentos oficiales, como registros de
Comptos y Libros de Fuegos, que encontró en los archivos. De su
exhaustiva investigación concluyó que el reino
perdió más de la mitad de su población: “De las 3.600-
3.700 familias o fuegos pecheros que habitan en 1346
los dos centenares de localidades de nuestra muestra,
un 43% han desparecido completamente, aniquilados in
situ, y otras habían emigrado” (10).
Para 1350, la gran mayoría del territorio europeo había sido cooptado
por la peste y era casi imposible contabilizar las muertes. En el
intento de realizar tan magna tarea, el papa Clemente IV calculó que
para 1400
las muertes ascendían a 23.840.000, mientras algunos
estudios contemporáneos plantean que en 1300 la población europea tenía
94 millones de personas, y para
el final del censo no superaba los 68 millones.
Comprendiendo la Peste Negra
La peste, fue provocada por la
Yersinia
pestis que reside
en el tracto digestivo de las pulgas que habitan usualmente en las
ratas, animales que viven en gran número
y densidad. Estas áreas son llamadas “focos de peste”
o “reservas de peste” (6). Las especies
Rattus rattus y
Rattus norvegicus migraron
desde Oriente Medio, a la
altura de la quinta cruzada (1217-1221) bajo el auspicio del papa
Inocencio III. Para las leyendas históricas,
los roedores salvajes circulaban en las urbes y generaban las reservas
de peste. Según el historiador Scheidel
(2019, p. 314), en las primeras décadas del siglo XIV,
los roedores llevaron pulgas infectadas a China, el sur
de India, el oeste de Oriente Próximo, el Mediterráneo
y Europa.
Los trayectos marítimos entre Europa y Asia, al igual
que las rutas comerciales en Asia central -Ruta de la
Seda-, fueron los canales de propagación de la enfermedad. En 1345, la
peste llegó a la península de Crimea, en la ciudad de Caffa que, para
ese entonces, era
un asentamiento genovés. La ciudad fue asediada, en
medio del brote de la enfermedad, por los mongoles
y, según algunas fuentes históricas, el líder mongol
Janibeg ordenó que los cadáveres de las víctimas fueran desmembrados y
catapultados por encima de los
muros, para infectar a los genoveses (11). La Figura 1,
describe la evolución geográfica y temporal de la Peste
Negra desde Asia, hasta Europa y África.
Muchos comerciantes genoveses, huyeron en barcos
infestados por ratas que expandieron la peste hasta
Europa, donde azotó en 1348 importantes ciudades
como Alejandría, el Cairo y Túnez, y, para los años
venideros, el mundo islámico contó con la misma
suerte. Por destracia, tanto en Asia, el norte de África
y el mundo islámico, existen muy pocos datos fiables
para estimar cuántas personas perecieron a causa de la
Peste Negra. No dejó de ser un acontecimiento trágico
y doloroso, tal como lo evidenció Ibn Jaldún (1977)
en su
Introducción a la Historia
Universal, escrito en el
que afirmó: “La civilización, tanto en Oriente como
en Occidente, fue visitada por una plaga destructiva
que arrasó naciones e hizo desaparecer poblaciones…
Todo el mundo habitado cambió”.
Figura 1. Propagación de Peste Negra, desde Asia hasta Europa y
África. Esquema del proceso de reintroducción
de plagas en Europa. Una nueva reintroducción de la peste consta de
tres etapas, a saber: un colapso de la
población de roedores (1–2 años) después del inicio de la disminución
de las condiciones climáticas; el transporte
de la enfermedad a Europa (10–12 años) y la propagación de la
enfermedad a través de la red europea de
comercio marítimo (<3 años). Las extensiones espaciales promedio, de
las nueve fluctuaciones climáticas que se
correlacionaron con reintroducciones de plagas en Europa, se muestran
como cuadrados rojos, que muestran la
diferencia en el Atlas de Sequía del Monzón de Asia entre el inicio de
la disminución de la fluctuación climática y 2
años luego. También se muestran las rutas comerciales relevantes
(líneas marrones y azules), los reservorios de
peste de vida silvestre conocidos y los puertos europeos asociados con
nuevas introducciones marítimas de peste.
En 1347, el emperador bizantino retirado, Juan VI
Cantacuceno, dejó documentado el impacto de la peste en la ciudad de
Constantinopla: “El arte de un médico no era suficiente; la enfermedad
tampoco seguía
el mismo curso en todas las personas, pero las otras,
incapaces de resistir, morían el mismo día y algunas
al cabo de unas horas. Los que podrían resistir dos o
tres días al principio padecían una fiebre muy violenta
y la enfermedad en esos casos atacaba la cabeza… en
otros, el mal provocaba dolores muy fuertes de pecho.
De dentro salían esputos sanguinolentos y un desagradable y hediondo
aliento. La garganta y la lengua, resecas por el calor, estaban negras
y congestionadas de
sangre…se formaban abscesos en los brazos y en algunos también en la
mandíbula y otras partes del cuerpo
aparecían ampollas negras. Algunos presentaban manchas negras por todo
el cuerpo, mientras en otras personas eran pocas y muy manifiestas u
oscuras y densas. Se formaban voluminosos abscesos en las piernas
o brazos, de los cuales, al practicar un corte, brotaba
una gran cantidad de pus nauseabunda…Siempre que
la gente vomitaba no había esperanza de recuperación,
pero al desesperarse, lo cual empeoraba su postración
y agravaba enormemente su enfermedad, morían de
inmediato”.
Este testimonio, infortunadamente, no es el primero
sobre la nefasta experiencia que sufrió la ciudad de
Constantinopla. De hecho, en el año 541, se tiene registro de la
primera peste bubónica llamada la Peste de
Justiniano, en honor al regente romano de la época.
Según el historiador bizantino Procopio de Cesarea, la
peste llegó desde Etiopía, un antiguo puerto romano
y, al igual que la peste medieval, se diseminó a través
de las rutas comerciales. Procopio comentó que había
en promedio 10.000 a 15.000 muertos por día, dando
como resultado una pérdida aproximada del 40% de la
población de Constantinopla. La Peste Negra se convirtió en una
enfermedad endémica, siendo el periodo más conocido el que inició en
1347; sin embargo,
también fueron importantes los brotes de 1362-1364
en el norte y sur de Europa, y la del Mediterráneo entre 1374 y 1376.
Hasta el siglo XVIII, la peste continuó
visitando las ciudades europeas, aunque cada vez con
menor violencia, y sin la virulencia expansiva de los
primeros episodios (3).
Normalmente, la
Yersinia
tarda entre diez y catorce
días, en matar a la mayoría de los roedores de una colonia contaminada,
obligando a las numerosas pulgas y
piojos hacinados en los restantes animales ya moribundos, a encontrar
nuevos huéspedes. Tras el ayuno, los
pequeños insectos migran a las personas; desde el sitio
de la picadura, las bacterias se trasladan a los ganglios
linfáticos regionales, formando un bubón (forúnculo)
doloroso, evento habitualmente visible en las ingles,
muslos, axilas y en el cuello. El periodo de incubación
en humanos es de tres a cinco días y, normalmente,
la muerte sobreviene en las dos primeras semanas. La
peste pulmonar ocurre cuando la bacteria infecta la vía
aérea y puede propagarse entre personas, al inhalar gotas de saliva, al
hablar o al toser. Para infectarse de esta
manera, por lo general, se requiere que la persona sana
esté en contacto directo y cercano con la enferma. La
peste pulmonar, también puede darse si una persona
que sufre de peste bubónica (o de peste septicémica),
no recibe ningún tratamiento. Entre otros síntomas, el
compromiso produce una coloración cianótica de la
piel; además, la difusión sanguínea del bacilo provoca
una hemólisis con extravasación hemorrágica, en forma de placas de
color oscuro (12).
Obscurum Saeculum y Muerte Negra
La Edad Media surge tras la caída del Imperio Romano, consecuencia de
las invasiones bárbaras, en el siglo III después del nacimiento de
Cristo. En 476 d.C.,
Odoacro, jefe de la tribu germánica de los Herúlos,
derrocó al último emperador romano, Rómulo Augústulo, y se posesionó
como Rey de Italia (13). Para ese
momento, ya no quedaba rastro del Imperio Romano
de Occidente y. en su lugar, se encontraban un conjunto de reinos
autónomos, hostiles entre sí. La única
institución que sobrevivió, tras las invasiones bárbaras,
fue la Iglesia Católica, que había logrado oficializar su
fe dentro del imperio un siglo atrás. La Iglesia preservó
algunos remanentes de la cultura y el pensamiento clásico, y también un
sentido de orden político que logró
permear en la conciencia de diversos pueblos bárbaros,
que no tardaron en cristianizarse (14). Por lo tanto, durante los mil
largos años que perduró la Edad Media,
la Iglesia fue la institución más sólida que sentó las bases
socioeconómicas correspondientes a la cosmogonía cristiana.
El mundo medieval, estuvo determinado por una rigidez estructural
económica, basada en la composición
social de los nobles, monjes, guerreros y campesinos,
que para finales del primer milenio, estaba demostrando su propio
desgaste y agotamiento (13). Tras la caída
del Imperio Romano, la vida urbana de la Alta Edad
Media en Europa, fue prácticamente inexistente. La
mayoría de las ciudades romanas, quedaron convertidas en centros de
administración eclesiástica y pasaron a formar parte del señorío
territorial de un noble
feudal o de la Iglesia. El paulatino desarrollo de la
agricultura, condujo a la prosperidad económica del
siglo XII, que dinamizó el comercio y provocó el desarrollo de una
nueva clase social: la burguesía. Estas
circunstancias, dieron como consecuencia, el aumento
demográfico y la necesidad de los mercaderes para establecerse en un
lugar fijo. Entonces, las viejas ciudades romanas o antiguos burgos
volvieron a poblarse y,
a su lado, aparecieron nuevos asentamientos y fusiones, híbridos
disfraces para hombres y roedores. Con
el renacer de las ciudades, que habían sido mermadas
desde el decaimiento del imperio romano, volvieron
lentamente a poblarse y, con ellas, empezaron a germinar nuevas formas
artísticas como el arte románico
y el gótico, así como la fundación de las universidades
(
Studium Generale).
La tendencia de este periodo se vio truncado en el siglo XIV. La
producción agrícola dejó muchas tierras
infértiles y saturadas, que no pudieron dar abasto con
la demanda de la población, por cuenta de las torrenciales lluvias, que
perjudicaron terriblemente la cosechas y desembocaron en hambrunas,
revueltas sociales
y violentas guerras, como la guerra de los Cien Años
(1337-1453), una pugna territorial librada entre Francia e Inglaterra.
Como bien lo anota Jacques Le Goff,
“esta es la tempestad con la que abre el trágico siglo
XIV” (13).
En medio de todos estos males, llegó sin piedad y para
inundar el mundo conocido entre muerte y miseria, la
temida Peste Negra. La enfermedad, nació con su pestilencia para
arrasar con todo lo que era conocido para
el hombre medieval, desde su ordenamiento social
hasta su concepción ontológica. La cosmovisión del
mundo medieval era plenamente teocéntrica y constituía dos principios
básicos: el primero es que Dios es
el origen y fuente de todo lo que existe. Dios es omnipotente, de tal
manera que la existencia y el destino del
hombre están supeditadas a su voluntad; el segundo
principio era la concepción del mundo basado en la
dualidad: lo humano y lo divino, el cuerpo y el alma,
el bien y el mal, lo terrenal y lo eterno. Por lo tanto,
la creencia común era que la vida en la tierra, era un
paso intermedio hacia la vida eterna y que dependía
del cumplimiento de la ley de Dios; sí se cumplía, se
llegaba al cielo, si no, directo al infierno, de modo que
la muerte, era el momento donde se definía el destino
del alma.
Alcanzar la gloria eterna produjo una inmensa angustia existencial en
la conciencia colectiva, ya que parecían inalcanzables los méritos que
el cielo exigía para
entrar por la puerta de San Pedro, por tal razón, en los
debates teológicos del siglo XII y XIII liderados por
grandes pensadores medievales como Pedro Abelardo,
que vieron imperativo hacer reformas eclesiásticas, se
decide entre algunas reformas, designar un tercer reino, el purgatorio,
que permitía purgar sus pecados, a
fin de armonizar la polaridad entre el Cielo y el Infierno (15).
La vida era una preparación para ganarse el cielo y, en
general, se tenía cierta complacencia con la inevitabilidad de la
llegada de la muerte, ya que se contaba con el
tiempo suficiente para arrepentirse y obtener el perdón
de los pecados. Con la llegada de la peste, ese tiempo
se acabó y dejó en evidencia la frugalidad de la existencia humana.
También dejó la certidumbre de que no
había suficiente Dios para tanto sufrimiento, así como también comprobó
la carencia de conocimiento que
pudiera dar razones a la razón del porqué la muerte
sucedía repentinamente, entre tanto dolor y miseria.
La insuficiencia de respuestas en un ser superior, dio la
inevitable consecuencia, que el hombre las buscara en
él mismo. El Hombre estaba renaciendo, como lo deja
entrever Petrarca en el poema el "Triunfo de la Muerte", donde
claramente expresa la angustia existencial
que suscita la peste:
¿En dónde los honores y riquezas
Las gemas y los cetros, las coronas,
Los vestidos de púrpura y las mitras?
Infeliz el que espera en lo terreno
(Pero quién no lo hace)?
Y si se encuentra al final engañado, lo merece.
¡Oh ciegos! ¿De qué sirve luchar tanto?
Por consiguiente, el imaginario colectivo fue trastocado
inevitablemente. La muerte adquirió un protagonismo inusitado, que se
exacerbó con respecto a la estructura del pensamiento medieval junto
con la influencia
del cristianismo. La peste, según Áres, les permitió a
los hombres empezar a adquirir conciencia de la muerte individual y a
crear una nueva sensibilidad que se
vio reflejada en las artes, particularmente, en la literatura de la
época, que además, empieza a evidenciar un
nuevo cambio de mentalidad (16).
El miedo penetró el imaginario medieval, creó una euforia permanente y
una tensión constante en espera de
lo maravilloso, lo inusitado: el Juicio Final (17). La
imaginería inspirada en el Apocalipsis, descrita en el
Infierno de Dante Alighieri,
alimentó la imaginación
colectiva y creó alrededor de ella, nuevas maneras de
codificar el cuerpo, lo macabro, el dolor y la enfermedad que, sin
duda, alimentaron la cultura popular.
La
Danza Macabra o la
Danza de la Muerte aparecieron
como rito, en respuesta del terror que produjo la Peste Negra, con el
fin de ahuyentar el miedo y sentirse
más familiarizado con el momento de la llegada de la
peste y el final de la vida. Papas, emperadores, monjes
y las personas del común, se encontraban para bailar,
conducidos por esqueletos, celebraban la caducidad de
la vida y, simbólicamente, representaban la igualación
de las diferencias en riqueza y poder (17). La muerte,
siempre al acecho, dejó de ser complaciente, ella, compañera
inseparable de la vida, siempre triunfa. Con
este relato se construyó el tema medieval más recurrente que
alimentaría los siglos siguientes:
El
Triunfo
de la Muerte (Figura 2).
El enemigo incorpóreo:
Interpretaciones de la Peste Negra
La Peste Negra causó una crisis en todos los aspectos
que conformaron la vida humana, particularmente, los
relacionados con el campo espiritual, cultural e intelectual. La
catarsis que la peste causó, desembocó en
varias interpretaciones desde religiosas hasta científicas, en las que
intentaron explicar su origen y razón
de ser.
Por supuesto, las primeras aproximaciones para explicar el azote de la
peste, fueron de carácter religioso.
La peste se entendió como un castigo divino, por los
pecados cometidos por los hombres. De hecho, la explicación más
plausible se asoció con la Ira de Dios.
Ante la ira de Dios, no había mucho que hacer sino
pedir perdón y hacer penitencia por los pecados cometidos, hasta que
Dios decidiera erradicar la peste. Sin
embargo, en medio de la plaga no hubo mucho auxilio
espiritual, ya que el clero era víctima de la peste, y se
elevaron muchas preguntas sin respuesta.
El rey Magno II de Suecia, comparte la misma visión
de castigo divino de la peste, producido por la ira de
Dios, según comenta Gottfried: “
Dios,
por los pecados de
los hombres, ha dado al mundo este gran castigo de muerte
súbita. Por él, la mayoría de nuestros conciudadanos ha fallecido”
(18). Por otro lado, el Decamerón de Boccacio, es
una de las fuentes más significativas de lo que la Peste Negra
significó: “Digo, pues, que y habían los años de
la fructífera Encarnación del Hijo de Dios llegado al
número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la
egregia ciudad de Florencia, nobilísima entre todas las
otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste, que por
obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones
inicuas, fue enviada sobre los mortales por la justa ira de
Dios para nuestra corrección… [Ni a pesar de iniciativas
de limpieza] ni valiendo tampoco las humildes súplicas
dirigidas a Dios por las personas devotas no una vez sino
muchas ordenadas en procesiones o de otras maneras,
casi al principio de la primavera del año antes dicho empezó
horriblemente y en asombrosa manera a mostrar
sus dolorosos efectos” (11-2).
Figura 2. El Triunfo de la muerte. Es una de las obras más
conocidas del pintor flamenco Peter Brueghel
el Viejo (1562). Un óleo sobre tabla, de 117 cm de alto x 162 cm de
ancho, pintado hacia el año 1562,
de la Escuela flamenca del siglo XVI. Perteneció a la colección de
pinturas de la casa real española
desde 1746-1759, cuando fue adquirida por Isabel de Farnesio, para el
Palacio de la Granja.
Desde 1827, forma parte de la colección del Museo del Prado (Madrid).
La peste, entendida como un castigo divino, produjo
dos tipos de movimientos culturales. En primer lugar,
el movimiento de los flagelantes, quienes asumieron
que se aproximaba el fin del mundo y optaron por tener una vida en
martirio. Responsabilizaron a los judíos de la plaga, culpándolos de
envenenar los pozos y
motivaron pogromos y lapidaciones públicas que produjeron muertes
masivas de judíos. El papa Clemente
IV tuvo que exculpar a los judíos y declarar herejes a
los flagelantes. Así, el hombre medieval ante la peste:
“…fuera cual fuere su religión, encontraba en la voluntad de Dios la
postrera causa de tal fenómeno y de
sus trágicas consecuencias, aunque la forma específica
que adoptara esta calamidad se viera sometida a explicaciones muy
diversas y en muchas ocasiones contradictorias” (7). En segundo lugar,
teniendo presente
que la llegada de la muerte era tan repentina, no había
tiempo para el perdón de los pecados, lo que produjo,
en contraposición a los flagelantes, que las personan
encontraran una forma más hedonista de vivir la vida:
se entregaban desenfrenadamente a los placeres y excesos.
Boccacio, también deja entrever una asociación entre la
peste y el comportamiento de los cuerpos superiores. En
efecto, la peste tuvo explicaciones astrológicas relacionadas con los
cuerpos celestes. La gran mayoría otorgó
un carácter religioso al azote, los pocos médicos y demás eruditos
conocedores de la medicina clásica griega,
atribuían las enfermedades epidémicas al miasma, una
corrupción del aire por vapores nocivos que contenían
elementos venenosos y corrosivos, producidos por la
materia pútrida y en descomposición. El miasma podía introducirse en la
población sana por inhalación o
por la piel. En 1349, Eduardo III escribió al alcalde de
Londres quejándose por las inmundicias que se arrojaban desde las casas
hacia las calles, haciendo que éstas
estuvieran corrompidas por las heces humanas y que el
aire de la ciudad se hallara intoxicado para mayor peligro de los
transeúntes, en especial, en ese tiempo en que
circulaba la enfermedad infecciosa (5).
Por ejemplo, en la tragedia de Esquilo (525-456 a.C.)
Los siete contra Tebas, se
dice: “Pero la muerte de dos
hermanos que entre ellos se matan así, con sus propias
manos…, este miasmatos no perecerá”. De igual forma, en
Las suplicantes se menciona: “la
tierra irritada
de verse manchada (miasmasin) con la impureza de
la sangre derramada en crímenes antiguos…”. Finalmente, en
Medea de Eurípides (480-406 a.C.),
también
se utiliza la denominación que referencia la infección:
“Desdichada, ¿qué cólera cruel se ha apoderado de
tu corazón y en él infunde el furor del asesinato? Una
mancha (miasmata) fatal, es para los mortales, derramar por la tierra
sangre de allegados…”. También hay
referencia a los miasmas en
La
República y las
Leyes
de Platón, en la
Descripción de
Grecia de Pausanias, en
Historias de Polibio, y en los
Discursos de Demóstenes.
En la Edad Media, esta teoría miasmática de la enfermedad epidémica se
complementó con un componente astrológico. En 1348, el rey Felipe VI de
Francia,
ordenó a la facultad de Medicina de la Universidad
de París, elaborar un informe sobre las causas de la
Peste Negra y, a su vez, los remedios a los que se podía
recurrir para controlarla. La facultad informó que a la
una del mediodía del 20 de Marzo de 1345, se había
producido una conjunción de Saturno, Júpiter y Marte
en la casa de Acuario, y que esta situación era el origen
de la plaga y de otras enfermedades epidémicas. La
explicación sencilla y frívola fue que Júpiter provocaba
muerte y desastres, mientras Marte diseminaba la peste por el aire (6).
Los médicos solían utilizar desde entonces los términos del latín
clásico pestis o pestilentia,
con el significado general de epidemia. No obstante,
el hecho de que muchos idiomas europeos de la época siguieran el
principio de “plaga” o “plague” (golpe
o herida), permitió difundir el uso de este término en
los escritos no canónicos. Para todos, no hubo auxilio
espiritual en medio de la peste. La concepción teocéntrica estaba
siendo desplazada hacia una mirada mucho más antropocéntrica que
condujo inevitablemente
a una revalorización del conocimiento clásico que dio
paso al Renacimiento.
Paleogenómica de la Peste Negra
La Medicina medieval se vio impotente ante la Peste.
Los conocimientos acerca de ella, eran muy precarios
y, desde tiempos de Galeno e Hipócrates, no eran muchos los avances en
conocimientos médicos. Por eso,
los tratamientos recetados contra la Peste Negra, al
igual que contra otras dolencias, se basaban en la alimentación, la
purificación del aire, las sangrías y en la
administración de brebajes a base de hierbas aromáticas y piedras
preciosas molidas. A quienes contraían la peste bubónica, los
facultativos les abrían los bubos,
aplicándoles sustancias para neutralizar el veneno (5).
Marcelino Amasuno Sárraga destacó el esfuerzo que
hicieron algunos médicos durante la peste en la Corona de Castilla, a
lo largo de la mitad del siglo XIV, por
estudiar la enfermedad, sus causas, sus posibles vías de
contagio, tratamientos y métodos de prevención. En
los tratados se describieron los síntomas, sin conocer
las causas y, lo que es más importante, sin encontrar
un tratamiento efectivo (19). Siglos después se sabría la
verdad; en 1894, el gobierno francés y el Instituto Pasteur, le
encargaron a Alexandre Yersin que estudiara la
naturaleza de la peste bubónica, lo que favoreció, el 20
de junio, el logro de aislar el bacilo responsable. Yersin
demostró la relación entre la enfermedad humana y la
de la rata, exploró los bubones y generó sueros a partir
de ellos. Un mes después del hallazgo de la
Yersinia
pestis, Ducloux leyó ante los miembros de la Academia
de Ciencias de Francia, el texto final sobre el patógeno
(“La peste bubonique de Hong-Kong”) (20).
De regreso a París, Yersin continuó por muy poco
tiempo sus trabajos en el Instituto Pasteur con Roux,
Borrel y Calmette. Pronto tuvo que trasladarse a Nha
Trang, donde fundó un laboratorio, que más tarde sería el Instituto
Pasteur de Nha Trang (1905), destinado
fundamentalmente, al estudio de las enfermedades humanas transmisibles
y del ganado de la zona. En 1896,
partió hacia China (Canton y Amoy), donde probó la
solución contra la enfermedad elaborada previamente
en París, sin mayor éxito. No obstante, se unió a la Comisión India
para la Investigación de la peste y logró
determinar, en 1902, sobre más de 1.000 pacientes tratados en el
Hospital de Martha (Bombay), que el 43%
tenían bacteremias, evento que aumentaba notablemente la fatalidad. De
igual forma, estableció el índice
de recuperación (≈18%) y determinó que, para hacer
efectiva la infección de una pulga, se necesitaban cerca
de 2.000 bacterias por cc3
. Este hecho, también permitió establecer que la bacteremia en las
ratas negras era
mucho mayor (500 a 1.000 veces superior que en los
seres humanos), hecho necesario para la expansión de
los focos (21).
Luego de Yersin, la presunción de la erudición de los
doctores Pico de Roma (Figura 3) se hizo conocimiento esencial
contemporáneo, gracias a la paleogenómica de las grandes pandemias.
Recientemente, Schmid
(22) describió una nueva dinámica para la Peste Negra entre los
roedores silvestres y su propagación a los
seres humanos, a partir del Asia Central. Para ellos,
la prevalencia de la peste entre los grandes jerbos***
(
Rhombomys opimus) en
Kazajstán se vio fuertemente
afectada por los manantiales más cálidos y los veranos
más húmedos de 1325 (23). Este hecho se correlacionó
con la creciente densidad de la población de los jerbos
y pulgas, una tormenta perfecta (24).
Cuando las condiciones climáticas afectan uniformemente grandes áreas
geográficas, como ocurrió en la
baja Edad Media, se pueden sincronizar las densidades de jerbos a
escala regional en un proceso conocido
como el efecto Moran (25-27). Tal sincronización, impulsada por el
clima en altas densidades de roedores, facilita aún más la filtración
de la peste en toda una región
(28). A medida que las poblaciones de jerbos colapsan
en respuesta a los cambios climáticos, la densidad de
pulgas aumenta drásticamente, lo que facilita aún más,
la propagación de la peste en la población de roedores y
hace que las pulgas busquen hospedadores alternativos,
incluidos los humanos y sus animales domésticos (29).
Wheelis, circunscribió la introducción de la Yersinia en
Europa a un periodo de 60 años, que se trasladó inicialmente desde el
Sur de Rusia, en 1345, a Caffa en
Crimea, en 1346; de allí, pasó a Constantinopla, luego
a Messina en 1347 y llegó a los puertos continentales
a principios de 1348 (30). Posteriormente, Dols generó
un subconjunto de posibles introducciones marítimas
que siguieron el camino de la peste, también seleccionó
aquellos años subsecuentes a las apariciones registradas
por filogenia en el sur de Rusia o en el Cáucaso, y encontró una lista
restringida de 16 años para las posibles reintroducciones entre
continentes, así: 1346, 1408,
1409, 1689, 1693, 1719, 1730, 1737, 1757, 1760, 1762,
1780, 1783, 1828, 1830, y 1837 (31).
Figura 3. Doktor Schnabel von Rom (en alemán, “Doctor Pico de
Roma”). En un poema macarrónico satírico en
Latín/Alemán
(‘Vos Creditis, als eine Fabel, / quod scribitur vom Doctor
Schnabel’). Grabado de Paul Fürst, 1656.
Hace poco, Namouchi y colaboradores, buscaron
trazas del vetusto camino de la
Yersinia,
su filogenia
y orbe. Persiguiendo la penumbra de la peste, encontraron dos cepas
(SLC1006 y OSL1) con genomas
idénticos a los hallados en restos de 1350, en Londres
y Barcelona (Londres 1348 y Barcelona 3031) (32).
Estas cepas se extrajeron de excavaciones realizadas
en Saint-Laurent-de-la-Cabrerisse, evento que podría
sugerir un origen alternativo que se mantuvo vigente
a lo largo de un siglo en el sur de Francia, siguiendo
la ruta de Narbona, Carcasona, Marsella, París, Cornwell, Londres y
Oslo (33,34). Es importante tener en cuenta que, aunque las muestras
identificadas en
Saint-Laurent-de-la-Cabrerisse, Barcelona, Londres,
París y Oslo parecen ser idénticas, esta similitud se
basa únicamente en las regiones del cromosoma cubiertas y analizadas.
Las regiones no cubiertas, así
como la variación estructural y de plásmidos, que podrían explicar
diferencias adicionales entre las cepas,
no se han evaluado ni considerado en ningún estudio
dedicado a la filogenia de la plaga, considerando el genoma de la
Yersinia.
La confirmación sobre la transmisibilidad y patogenicidad de la
Yersinia pestis, se logró gracias a
la exploración de más de 2.400 restos óseos de fosas comunes
de Montpellier y Londres. El estudio del ADN de la
pulpa dental de cuerpos encontrados en el año 2000
por Didier Raoult, microbiólogo de la Universidad del
Mediterráneo en Marsella, demostró el vínculo entre
la
Yersinia pestis y la
muerte de al menos un niño y dos
adultos, desenterrados en un lugar de muerte masiva del siglo XIV (35).
A pesar de las múltiples dudas
sobre la posibilidad de contaminación del ADN que
condujo a una interpretación errónea de la secuencia
de la
Yersinia pestis, la
osteoarqueóloga Jelena Bekvalac
examinó en profundidad (finales de la década de 1990)
el esqueleto, casi completo, de uno de los antiguos dolientes del pozo
de la peste, del cementerio del este de
Smithfield. En seguida, Krause y Poinar, recurrieron
al uso de la secuenciación de fragmentos cortos para
encontrar el plásmido pPCP1, parcialmente responsable del daño generado
por la peste bubónica al infectar
a los humanos (36). Poco después, Krause completó el
código del genoma antiguo y demostró que se encuentra en la raíz de una
evolución arbórea, que comprende y termina en 17 cepas contemporáneas
de Yersinia
pestis. Esto significa que una única cepa de patógeno,
originó la Peste Negra, se diversificó y se diferenció de
la semilla de la Peste de Justiniano.
Figura 4. A. La excavación en Smithfield de 1986 a 1988 y B.
Muestreo de restos en el Museo de Londres (fotografías
reproducidas sin restricción por cortesía del Museo de Londres). C.
Relación posicional de las secuencias reportadas para
Yersinia pestis medieval. Ensayo de PCR cuantitativa para el locus
caf1M del plásmido pMT1 y datos de la secuencia
cromosómica para s19 que muestran las posiciones de dos sustituciones
sinónimas en el gen de la helicasa II del
ADN. Además, la comparación con 14 variantes modernas de la bacteria
que se muestran con información posicional
para los genes en el plásmido PCP1, es un hallazgo que confirma la
ancestralidad de la Peste Negra (modificado de
Schuenemann VJ, Bos K, DeWitte S, et al. Targeted enrichment of ancient
pathogens yielding the pPCP1 plasmid of
Yersinia pestis from victims of the Black Death. Proc Natl Acad Sci
USA. 2011; 108 (38):E746-E752.).
Un análisis complementario por microsatélites, concluyó que el ADN de
la Peste de Justiniano y de la segunda
pandemia, correspondía a
biovar
Orientalis (ahora designado 1.ORI). Un estudio ulterior demostró
la presencia
de una deleción glpD de 96 pb, característica de 1.ORI en muestras del
siglo VII al IX (plaga de Justiniano) y
alrededor de 1720 (el final de la segunda pandemia),
mientras Krause no evidenció la deleción de glpD en
el ADNc de la
Yersinia pestis
del período de la Muerte
Negra. No se probó la presencia de ADN de las mismas
fuentes y fechas, y no es posible excluir la posibilidad
de que las bacterias 1.ORI fueran importadas de Asia
Oriental, tanto antes como después de la Peste Negra
(37). La Figura 4 muestra el detalle de la excavación de
Smithfield en Londres, los restos evaluados y el análisis
filogenético que confirma la ancestralidad de la Yersisina
pestis como patógeno de la Peste Negra.
Después de 673 años, la ciencia, derivada de arcanos
y
doctores Pico de Roma, ha
logrado descifrar el origen
de la muerte en el medioevo, la mayor pandemia de la
historia.
Conflicto de interés
El autor declara no tener ningún conflicto de interés.
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Recibido: : 5 de Junio de
2020
Aceptado:
20 de Junio de 2020
Correspondencia:
María Margarita López
mariamlopezf@outlook.com