Resumen
A lo largo de la historia de la humanidad, las epidemias, plagas o
pandemias, han diezmado a las
civilizaciones, y han sido causantes de grandes cambios políticos y
socioeconómicos. De acuerdo con
la Organización Mundial de la Salud (OMS), la
Plaga de Justiniano (541-542) es la
cuarta pandemia
que más muertes ha causado (30-50 millones), después de la
Peste Negra 1347-1351 (200 millones
de
muertos), la
Viruela 1520 (56
millones de víctimas) y la
Gripe
Española 1918-1919 (40-50 millones de
decesos).
Hace cerca de quince siglos, el imperio Romano de Oriente (Bizantino)
se vio azolado por una plaga
que probablemente empezó en Asia, pero que, de acuerdo con los
historiadores y escritores de la época, de quienes se conservan sus
registros, empezó en África en el año 541, pasó a Constantinopla en el
año 542, y se extendió posteriormente a toda Europa. La peste se
presentó en oleadas, que ocurrieron
en número de 20 durante los dos siglos siguientes. Se ha identificado a
la bacteria Yersinia Pestis como
el agente causal, probablemente transmitido por las pulgas a partir de
las ratas, y se ha relacionado
incluso con cambios climáticos documentados para la época. A partir de
documentos históricos y de
investigaciones contemporáneas en diferentes ámbitos, se presenta una
revisión de “La Plaga de Justiniano”, y del comportamiento actual de la
peste.
Palabras clave: Pandemia; plaga; peste; bubones;
Justiniano; Imperio Bizantino.
1 MD. Especialista en Cirugía
General. Especialista en Gastroenterología y Endoscopia Digestiva.
Hospital Central de la Policía HOCEN. Centro de Enfermedades Hepáticas
y Digestivas CEHYD SAS. Bogotá, Colombia.
THE PLAGUE OF JUSTINIAN (541-542)
“At that time, an epidemic was declared
that soon ended with all mankind”
Procopius of Caesarea (500–560)
Abstract
Throughout the history of humanity, epidemics, plagues or pandemics
have decimated civilizations, causing great political and socioeconomic
changes. According to the World Health
Organization (WHO) The Justinian Plague (541-542) is the fourth
pandemic that has caused
the most deaths (30-50 million) after the Black Death 1347-1351 (200
million deaths), Smallpox 1520 (56 million victims) and Spanish flu
1918-1919 (40-50 million deaths).
About fifteen centuries ago, the Eastern Roman (Byzantine) empire was
devastated by a
plague that probably began in Asia, but which, according to the
historians and writers of the
time, whose records are preserved, began in Africa in the year 541 and
passed to Constantinople in the year 542, later spreading to all of
Europe. The plague came in waves, which
numbered 20 over the next two centuries. The bacterium Yersinia Pestis
has been identified
as the causative agent, probably transmitted by fleas from rats, and
has even been linked to
documented climatic changes at the time. Based on historical documents
and contemporary
research in different areas, a review of “The Plague of Justinian” and
the current behavior of
the plague is presented.
Keywords: Pandemic; plague; buboes; Justinian;
Byzantine Empire.
Introducción
La iglesia del profeta Elías, se encuentra en la ciudad
de Zora, en el mediterráneo oriental. En su interior, se
observa esta inscripción que data del siglo VI: “πóτμoςβ
oνβῶνoς κα ὶ μάλῃς”, que se traduce como “maldición
mortal en la ingle y las axilas”, y hace referencia a la
llamada
“Plaga de
Justiniano”. La inscripción deja en
claro que, se carecía de un término exacto, para denominar el desastre
que diezmó al mundo, alrededor del
año 541 (1).
Históricamente, se reconocen tres pandemias de la
peste. La primera empezó en el siglo VI, se extendió
hasta el siglo VIII, y afectó especialmente las zonas
circundantes al mar Mediterráneo. Esta peste generó
entre 30 y 50 millones de muertes (2), aunque otros
historiadores mencionan hasta 100 millones de muertos (3). La segunda
pandemia de la Peste Negra, afectó además la Europa continental, se
extendió hasta
Escandinavia y Moscú, y dejó entre 17 y 28 millones
de europeos muertos. La tercera pandemia estalló en
Hong Kong, en 1894, comprometió todo el planeta, excepto Australia y
los polos, y causó alrededor de 12
millones de muertes (4-6).
Esta enfermedad se distingue de otras epidemias infecciosas, por la
inflamación característica de uno o
varios ganglios linfáticos superficiales, acompañada de
un intenso dolor, por lo cual, desde aquellos tiempos
se denominó como Peste Bubónica (4,5). Los historiadores modernos, le
han dado el nombre de la Plaga de
Justiniano, en honor a Justiniano I, emperador romano durante el brote
inicial, quien además contrajo la
enfermedad, pero sobrevivió (2).
Se ha identificado a la Yersinia pestis, como el agente causante de
estas tres pandemias, que provocaron
millones de muertes e influyeron en el desarrollo de
la civilización, de forma dramática (7). Igualmente, la
peste contribuyó al fin del imperio romano, que marcaría la transición
del período clásico al medieval (8).
Contexto histórico
La sociedad Bizantina
Petrus Sabbatius (481-565), nació en Tauresio (Macedonia). De origen
humilde, fue llevado a Bizancio por su tío
Justino, donde estudió jurisprudencia, historia, y teología,
y fue proclamado emperador en el año 527, cargo para el
que tomó el nombre de
“Justiniano”.
Durante su reinado,
que duró hasta el año de su muerte, logró la reunificación
del imperio romano de occidente, reconquistó vastos territorios (Figura
1), impulsó reformas legales y legislativas,
ordenó la construcción de numerosos edificios, y favoreció
la consolidación de la religión cristiana (9,10).
Figura 1. Imperio Bizantino en la época de Justiniano.
Para la época, los nuevos valores comenzaban a afirmarse y, aunque
persistían elementos de la cultura
pagana como la oniromancia y la creencia en supersticiones, éstos
fueron remplazados de forma gradual
por la cultura judeocristiana, que creó una especie de
sincretismo donde la religión cristiana, al recuperar algunas
características de la tradición pagana a las que la
gente no quería renunciar, favorecieron una estrategia
para la expansión del cristianismo (10).
La legislación romana del imperio tenía políticas en
salubridad pública, y las ciudades contaban con grandes letrinas de
múltiples asientos, instalaciones de lavado de cuerpo y manos, sistemas
de alcantarillado,
acueductos y fuentes de agua potable, de carácter público (11).
La Medicina
Con la consolidación del cristianismo en Constantinopla, las prácticas
médicas de la sociedad bizantina
debieron adaptarse a unos cambios, que interrelacionaban los saberes
técnicos con las creencias mágicopaganas y la fe cristiana.
Según los relatos de los tratadistas en materia médica
bizantina, que generalmente fueron médicos experimentados
pertenecientes a la nobleza imperial, se sabe
que el cristianismo incidió de manera favorable en la
Medicina secular o técnica, al favorecer la creación de
las “casas para la atención de los enfermos”, que pueden considerarse
las antecesoras de los hospitales, y de
las que para el año 500 había tres en Constantinopla.
En estos lugares, se les brindaba hospedaje, alimentación y cuidados
médicos a los extranjeros inmigrantes
y a los enfermos pobres. Los médicos eran contratados
por un salario equivalente o menor, al salario mínimo
de otros trabajadores de la época, pero a cambio, la
práctica médica les permitía ganar prestigio y, por lo
tanto, obtener mejores ganancias en su práctica privada. Los médicos y
los profesores, estaban exentos
de cargas tributarias y pertenecían a una clase social
privilegiada (12).
Documentación histórica acerca de la
enfermedad
La plaga
Aunque se encuentran varios autores como Gregorio
da Tours, Paolo Diacono, o Evagrius Scholasticus,
que describen la plaga de Justiniano, son dos a quienes se les
consideran los mejores referentes del tema:
en primer lugar, Juan de Éfeso (507-558), quien en su
principal obra llamada “
Historia
eclesiástica”, describe
muchas de las características de la plaga; y, en segundo
lugar, Procopio de Cesarea (500-560), asesor de Belisario, el principal
general de Justiniano, quien escribió
tres libros, y en “
Sobre las Guerras”,
libro dedicado al
registro de las conquistas militares de Justiniano, describe de forma
muy explícita la plaga que vivió en persona, en Constantinopla.
“La plaga comenzó en la ciudad egipcia
de
Pelusium y posteriormente se propagó hacia
Alejandría y el resto de Egipto y, por otro lado,
hasta la región palestina, desde donde se esparció por toda la tierra”,
cuenta Procopio en
el capítulo 22 de su libro II “Sobre las guerras”
(13). Además, describe cómo la enfermedad
empezaba en la costa y luego se dirigía al interior de las regiones, al
mencionar que:
“Ni isla, ni cueva, ni montaña habitada no se
liberaron del mal. Si se daba la casualidad que
pasaba de largo de algún lugar, sin atacar los
que vivían, o afectándoles superficialmente,
volvía más adelante a manifestarse, sin hacer
ningún daño a los que vivían en los alrededores, a los que había
afligido antes con más
agresividad, y no desaparecía de aquel lugar
sin haber hecho el número justo y exacto de víctimas que coincidía del
todo con la cifra de
muertos que antes había habido por los alrededores” (13)
Más adelante, describe los síntomas iniciales que aparecían en algunas
personas:
“Comenzó de la siguiente manera: muchos
vieron unos fantasmas con formas humanas de
aspecto diverso, y todos los que se les encontraban creían recibir
golpes en cualquier punto del
cuerpo, causados por aquella figura humana.
Luego que habían visto la aparición eran atacados por la enfermedad.
Pues bien, al principio,
quienes se habían topado con las apariciones
intentaban alejárselas repitiendo los nombres
más sagrados y conjurándose de la manera que
cada uno buenamente sabía, pero no conseguían nada de nada, porque
mucha gente que
se había refugiado a los templos también moría” (13).
Por su parte, Juan de Éfeso nos relata que la enfermedad consistía en
la aparición de bubones, ojos sanguinolentos, fiebre y pústulas, y que
las personas después
de un largo periodo de confusión mental, solían morir
rápidamente, en dos o tres días. El contagio ocurría
de forma rápida en los sitios públicos como iglesias
y mercados, pues era allí donde había más muertos,
y algunas personas que conseguían recobrarse, solían
morir por infecciones posteriores (14).
Quizás, la mejor descripción semiológica de la enfermedad queda
registrada en el siguiente párrafo de Procopio, en el que describe que
las personas:
“De repente, tenían fiebre, unos, justo
en despertarse, otros, mientras paseaban y, otras, en
medio de cualquier otra actividad. El cuerpo
ni cambiaba de color ni estaba caliente, como
cuando la fiebre es alta, ni tampoco se producía ninguna inflamación,
sino que la fiebre era
tan débil, desde que comenzaba hasta el atardecer, que ni los enfermos
ni el médico que les
tocaba tenían la impresión de ningún peligro.
Efectivamente, ninguno de los que habían tomado aquella plaga no se
pensó que llegaría a
morir. Algunos, sin embargo, ese día mismo,
otros al día siguiente, y otros no mucho más
tarde, veían que les salía un tumor bubónico,
no solamente en esta parte del cuerpo que se
encuentra bajo el abdomen, la ingle, sino también a la axila, y otros
incluso en la oreja y en
varias partes de los muslos.” (13).
A lo largo del texto, se observa cómo el hallazgo común en las
personas, era la presencia de los “bubones”, pues, por lo demás, se
presentaban variaciones,
especialmente en el compromiso del sensorio, que Procopio describe en
los siguientes párrafos:
“Unos entraban en un coma profundo,
otros
en un delirio agudo, y todos sufrían los efectos
de la enfermedad. Quienes entraban en coma,
olvidaban de todo lo que les era familiar y parecía que durmieran
siempre. Si alguien tenía
cuidado, comían en pleno sueño, pero quienes
no tenían nadie que los cuidara, morían por
falta de alimento. En cambio, los que eran presos del delirio, sufrían
un insomnio terrible y
muchas alucinaciones, creían que los atacaba
gente que los iba a matar, se alarmaban y gritaban enloquecidos,
intentando huir”… “Los
enfermos, si encontraban agua a su paso, se
querían meter, no tanto por las ganas de beber
(porque muchos se arrojaban al mar), sino debido a su estado mental
trastornado”… “Es de
suponer que a todos les pasaba lo mismo, pero
como no todos eran conscientes de sí mismos,
no podían experimentar el dolor, porque la locura les privaba de los
sentidos” (13).
En cuanto a la evolución y a otros signos y síntomas,
describe que:
“Algunos tenían el cuerpo cubierto de
pústulas
negras, grandes como una lenteja y no sobrevivían ni un día, sino que
morían a continuación. Otros vomitaban sangre espontáneamente” (13).
“los médicos más célebres predijeron
que morirían muchas personas que, inesperadamente, se curaron al poco,
y aseguraron que
se salvarían muchas que habrían de morir muy
pronto. O sea que no había ninguna causa de la
enfermedad que pudiera comprender la lógica
humana, ya que en todos los casos, la recuperación se producía de una
manera casi siempre
inexplicable” (13).
“En los casos en que el tumor se inflamaba y
crecía supurando, los pacientes se salían y se
curaban, porque era evidente que la gravedad
del carbunco remitía y, la mayoría de veces,
era señal de que la salud se recuperaba. Ahora
bien, cuando el tumor mantenía su aspecto, entonces sobrevenían los
procesos malignos que
he explicado. A veces, también se secaban los
muslos y aunque inflamara el tumor, no había
supuración. A otros que sobrevivieron, les quedó dañada la lengua y
continuaron vivos, pero
tartamudos o hablando sin que se les pudiera
entender.” (13).
Desde aquella época, la curiosidad médica y el espíritu investigativo
se observaban en el personal médico,
como lo describe el historiador, al explicar que: “Lo
cierto es que algunos médicos, que no sabían qué hacer por
desconocimiento de los síntomas y creían que
la clave de la enfermedad eran los tumores, decidieron
examinar los cadáveres de los difuntos. Después de
abrir algunos tumores, detectaron que en el interior se
había generado un extraño carbunco.” (13).
En relación con las medidas sanitarias, relata que
“cuando se llegó al punto de que todas las tumbas existentes estaban
llenas de cadáveres, cavaron todos los
rincones alrededor de la ciudad, uno por uno, e iban
poniendo los que morían, tal como le era posible a
cada uno, y luego se alejaban. Al final, los que cavaban
ya no daban abasto para la cantidad de difuntos, por lo
que subieron a las torres de las murallas de Sicas y allí
hundieron las azoteas, y amontonaron de cualquier
manera y sin ningún orden los cuerpos, y cuando las
torres estuvieran apretadas de cadáveres, las volvieron
a tapar con las azoteas” (13).
En cuanto al compromiso poblacional, Procopio cuenta que la enfermedad
atacó Bizancio durante 4 meses,
y fueron los últimos tres los más virulentos, pues llegaron a causar la
muerte por día de hasta cinco mil,
diez mil o incluso más personas. El capítulo culmina
mencionando que la peste se extendió más allá de Bizancio y el resto
del mundo romano, pues llegó incluso
al territorio persa y a los pueblos bárbaros (13).
De acuerdo con el relato de Juan de Éfeso, “las personas morían en las
calles, en las iglesias, en los porches
y en las esquinas, y uno de los principales inconvenientes fue el
manejo de los cadáveres, que se llegaron
a contar entre 5.000 y 7.000 por día. La peste dejó,
asoladas y sin habitantes, diversas partes del Imperio,
atacó por igual a ricos y pobres, y dejó villas, pueblos y
ciudades sin habitantes” (14). (Figura 2).
Esta, como muchas de las plagas, se presentó en oleadas y estuvo
presente hasta el siglo VIII. En algunas
publicaciones, se han descrito las diferentes oleadas
atribuidas a la peste desde el episodio inicial en 541,
hasta el último episodio, atestiguado en Nápoles en el
año 767. En este lapso de 226 años, se han identificado
más de 20 brotes epidémicos en países de la costa mediterránea, Europa,
norte de África y Medio Oriente
(10,15).
Figura 2. Nicolás Poussin. La peste de Azoth, lienzo del siglo XVII.
Efectos económicos y sociales
Los ingresos del imperio, dependían en su mayoría
de los impuestos a las tierras y a las personas, no de
otra manera podría explicarse la riqueza del mismo.
La cantidad de muertos, especialmente en la zona rural, impidió la
continuidad de las labores agrícolas, lo
que sin duda afectó las finanzas del Estado. Los gobernantes se vieron
obligados a disminuir los impuestos
como lo cuenta el mismo Procopio y el imperio sufrió
un periodo de inestabilidad económica, caracterizado
además por la escasez de alimentos, la falta de pago
de salarios a las tropas del ejército y la necesidad de
acuñar monedas de oro de menor calidad (1).
La plaga, causó cambios en el aspecto religioso, especialmente en el
surgimiento del culto a la Virgen
María, la iconolatría y la sacralización del emperador,
quien en el año 542, cambió el festival de la presentación del Señor
por un festival en honor a la Virgen
María, como una medida para aliviar la plaga (1).
Investigaciones contemporáneas
Vectores
La causa más aceptada en relación con la Plaga de
Justiniano, es la de las ratas y pulgas como vectores,
pero existe muy poca evidencia de ello. Algunos detractores de esta
teoría, se basan en las observaciones
de la pandemia de Glasgow en 1900 y la de Bombay a
principios del siglo XX, en las que se observó un bajo
número de ratas y una proporción muy baja de ratas
infectadas y no infectadas. Los estudiosos de la Peste
Negra han propuesto dos modelos alternativos, que
podrían ajustarse a la Plaga de Justiniano, pero que,
debido a la falta de evidencia de la antigüedad tardía,
no es posible demostrar (16).
La primera alternativa, asocia las pandemias con la
peste neumónica, y resalta la falta de evidencia textual
y arqueológica acerca de la existencia de ratas como
reservorio. Plantea la hipótesis de que los brotes en humanos se
vuelven rápidamente neumónicos, lo que
permite que se infecten entre sí de forma directa. La
peste neumónica es atractiva para explicar las pandemias históricas,
debido a sus características principales, como su rápida progresión (la
muerte se produce
1-3 días después del inicio de los primeros síntomas) y
su tasa de mortalidad (cerca del 100%). Los opositores
al modelo de peste neumónica, señalan que hay poca
evidencia histórica de brotes importantes de este tipo
(16,17).
La segunda teoría, acepta que la peste era principalmente bubónica,
pero en lugar de ratas y pulgas, afirma
que los huéspedes y los vectores eran respectivamente
humanos y ectoparásitos humanos (pulgas y piojos
humanos). Si bien, esta es una explicación atractiva,
ya que supera la falta de evidencia para el modelo de
ratas y pulgas, no proporciona ninguna evidencia confirmada. Los
opositores de este modelo, señalan que
las pulgas humanas parecen ser vectores ineficientes
de la peste (16).
En estudios realizados en asentamientos de la época romana, en
diferentes sitios arqueológicos, se han
identificado piojos (Pediculus humanus capitis, Pediculus humanus
corporis, Phthirus pubis), pulgas (Pulex irritans) y chinches (Cimex
lectularius), conservados en peines, textiles, tumbas y suelos
anegados. De
acuerdo con algunos investigadores, es muy probable
que estos ectoparásitos fueron transmisores y propagadores de
enfermedades infecciosas, como la Plaga de
Justiniano (11,18).
La mayor mortalidad ocurrida en relación con el primer brote de la
peste, puede deberse al hecho de haber
sido un evento inesperado y desconocido. Las personas de mediados del
siglo VI, no tenían experiencia inmunológica previa con Y. pestis. Sin
embargo, algunos
historiadores argumentan que la peste existía desde siglos atrás, en
toda la región del sudeste del Mediterráneo. Al mismo tiempo, los
biólogos evolucionistas han
demostrado que Y. pestis, se dispersó ampliamente en
el oeste de Eurasia, más de mil años antes del inicio
de la Plaga de Justiniano. De ser cierto, esto podría
significar que la peste era endémica o enzoótica en el
mundo occidental de Eurasia (16).
Cambios climáticos
El cambio climático se ha planteado como un factor
causal, relacionado con el desarrollo de las pestes a
lo largo de la historia de la humanidad. Con respecto a la Plaga de
Justiniano, estos cambios solo tenían
algún soporte histórico, hasta que investigadores alemanes, realizaron
estudios paleo-climáticos basados
en el análisis de los anillos de los árboles de la época
y de sedimentos de lagos, lo que demostró su relación
con una serie de erupciones volcánicas ocurridas entre los años 530 y
540. Las erupciones causaron una
transformación completa del clima en el hemisferio
norte, período de enfriamiento denominado como “la
pequeña edad de hielo”, en la que ocurrieron fenómenos como una grave
crisis agrícola, mayor susceptibilidad a las enfermedades y mayor
mortalidad epidémica
(16). Otros investigadores definen este periodo como
el “invierno volcánico”, ocurrido entre los años 535 y
536, en el que ocurrió un clima extremo, causado por
la erupción de diversos volcanes, situados incluso en
Centroamérica (2).
Es probable que la Plaga de Justiniano, e incluso la
aparición de las tres pandemias de peste, hayan estado estrechamente
relacionadas con la inestabilidad
climática, pues todas fueron precedidas por períodos
de lluvias excesivas, y terminaron durante períodos de
estabilidad climática. Para el caso de la Plaga de Justiniano entre los
años 700 y 1000 (19,20).
Agente causal
El descubrimiento del agente causal de la peste bubónica, fue realizado
de forma simultánea por el médico y bacteriólogo japonés Kitasato
Shibasaburo, y por
el también médico y bacteriólogo franco-suizo Alexander Yersin, al
investigar la epidemia de peste de Hong
Kong en 1894. En honor a este último investigador,
desde 1970 se empezó a denominar la bacteria como
Yersinia pestis (4, 21,22).
Después del aislamiento de Yersinia pestis, por estos
dos investigadores, en la etapa inicial de la tercera pandemia, nadie
dudó que fuera el agente causal de la peste de Hong Kong, pero los
debates sobre los agentes
biológicos que causaron las dos primeras pandemias
persistieron por años (23,24) hasta que, en la actualidad, un número
cada vez mayor de estudios de ADN
antiguos, han demostrado que el agente causal de las
dos primeras pandemias fue la Yersinia pestis (25).
La peste es una enfermedad zoonótica causada por
Yersinia pestis (Figura 3), una bacteria cocobacilo
gramnegativa, no móvil y no formadora de esporas.
El género Yersinia es un miembro de la familia Enterobacteriaceae, que
incluye 11 especies, de las cuales
Y. pestis, Y. pseudotuberculosis y Y. enterocolitica son
patógenos humanos. Las pulgas, particularmente Xenopsylla spp, son el
principal vector, pero durante los
períodos epizoóticos también se pueden transmitir por
otras especies de pulgas, piojos y artrópodos hematófagos como las
garrapatas. Los mamíferos y roedores
que sobreviven a la infección inicial, se convierten en
los reservorios naturales de la enfermedad (26).
Se cree que la bacteria causante de las tres grandes pandemias, se
originó en la antigua Unión Soviética, Asia
Central, y de allí se extendió a todo el mundo. Según algunos
investigadores, la cepa de la Plaga de Justiniano,
fue el antepasado directo de las asociadas con la segunda
y tercera pandemia. La pandemia de la Peste Negra fue
el resultado de una variedad de Y. pestis de roedores, que
se extendió a Europa y África, y probablemente regresó
a China, y además, el agente causal resurgió como una
nueva cepa que causó los brotes de peste que siguieron
(27). La tercera pandemia de peste, probablemente comenzó en la
provincia china de Yunnan (28), se extendió
a Hong Kong y luego estableció nuevos focos en roedores
de Asia, África y América del Norte, lo que dio lugar a
una cepa aún existente de la bacteria (3).
En la investigación de la peste, han existido dos líneas
divergentes de estudio: por un lado, están los especialistas en
enfermedades infecciosas, con gran experiencia en el diagnóstico
mediante el análisis de la Proteína C Reactiva (PCR), usada ampliamente
en el mundo
como método actual de diagnóstico de enfermedades
infecciosas y, por otro lado, los científicos que analizan
el ácido desoxirribonucleico (ADN) humano antiguo.
Esta profunda diferencia en dos campos científicos
con poco en común, dificultó inicialmente el estudio
de la peste, según diversos autores (4).
En algunos estudios, se ha encontrado una concentración de ADN de Y.
pestis amplificable más alta en los dientes (37%) que en los huesos
(5,7%) (29), por lo que
muchos investigadores han utilizado la pulpa dental
como una muestra adecuada para basar sus estudios y
diagnósticos. La pulpa dental, es un tejido muy vascularizado que puede
albergar restos de Y. pestis en casos de septicemia y peste mortal (4).
Su estudio, desde
diversos grupos de investigadores con experiencia en
diagnóstico molecular, permitió: recuperar a partir de
1998 fragmentos de genomas; en 2011, genomas completos de Y. pestis en
restos de nueve individuos de la
época de la peste negra (4,30,31); en 2014, en dos individuos hallados
en sitios de entierro contemporáneos
a la Plaga de Justiniano (3); y en 2015, de siete genomas de varios
sitios de entierro en Eurasia que datan
del 3000 a.C. (32,33). Las técnicas de laboratorio han
evolucionado, así como la secuenciación de PCR, junto con la detección
adicional de secuencias de ADN
específicas por inmuno-PCR y las secuenciaciones con
enriquecimiento del ADN, lo que ha favorecido, en
gran medida, la realización de estos estudios (4).
Figura 3. Yersinia pestis.
La cepa de la Plaga de Justiniano, es distinta de las
asociadas con las pandemias de peste humana posteriores, por lo que
algunos investigadores consideran
que Y, pestis, ha surgido de reservorios de roedores en
diferentes momentos de la historia y ha causado las
pandemias conocidas por muchos. Los componentes
genómicos de la cepa relacionada con la Plaga de Justiniano, combinados
con los factores ambientales y del
huésped, pudieron haber contribuido a la alta mortalidad de hasta el
40% descrita en los textos históricos
(3,34).
Mediante análisis genómico, se ha demostrado que las
cepas de Y. pestis, involucradas en la Plaga de Justiniano,
corresponden a una rama de la filogenia que
no tiene representantes contemporáneos conocidos, y
se considera que con muy poca probabilidad, pueda
existir en reservorios de roedores salvajes, sin haber
sido encontrada aún. Pero, muy seguramente, como
lo menciona la hipótesis del “Callejón sin salida”, esta
cepa desapareció debido a la escasez de hospedadores
susceptibles en un contexto de inmunidad poblacional
generalizada, o a un clima cambiante que perturbó la
transmisión causada por los vectores. Sin embargo, la
verdadera explicación de su extinción sigue siendo un
misterio (8, 27,28).
La peste actual
La peste es una enfermedad que aún existe. En los últimos años se han
informado pequeños brotes en India,
Vietnam, Brasil, Perú y en Estados Unidos, pero hasta
el 90% de los casos informados, corresponden a África
oriental, central y Madagascar (35). Tras el análisis de
estos brotes, diversos investigadores han identificado
las características clínicas en relación con esta plaga.
La peste, debe sospecharse ante la presencia de adenitis manifestada
como un bubón doloroso, rojo y no
fluctuante, o de neumonía (las formas severas pueden
ocurrir sin la aparición de bubones), en pacientes que
residan en áreas endémicas. La Y. pestis puede sobrevivir y
multiplicarse en los macrófagos de los bubones,
los cuales pueden drenarse de forma espontánea como
una adenitis supurativa. Tras la invasión de los ganglios linfáticos,
el bacilo puede causar bacteriemia y
síntomas sistémicos como hipotensión, fiebre alta y un
rápido deterioro clínico, lo que no ocurre en las adenitis de otra
etiología. Al picar a un paciente infectado,
las pulgas o piojos pueden infectarse y transmitir la
bacteria a otras personas. El compromiso simultáneo
de varios pacientes, debe hacer pensar en el probable
surgimiento de un brote de peste (35).
Mecanismo de transmisión
Además de la picadura de pulga (Figura 4), se han
documentado rutas de transmisión de la enfermedad
a partir de inhalación de aerosoles de animales como
gatos o perros infectados, así como de la manipulación
o inhalación de aerosoles de cadáveres de personas o animales
contaminados, o de muestras en laboratorios
de investigación. También se han informado casos relacionados con la
ingesta de carne o hígado de camello
contaminado (35-38).
Manifestaciones clínicas
Clínicamente, los pacientes pueden presentar, disnea,
escalofríos, decaimiento y, en estados avanzados, tos,
dolor torácico y hemoptisis; también se han documentado casos con
presencia de síntomas similares a los
causados por infecciones del tracto urinario o gastrointestinal. Al
examen físico, se puede encontrar tensión
arterial baja, fiebre alta, presencia de los típicos bubones, además de
lesiones cutáneas como, escoriaciones,
pústulas o escaras (35, 39,40).
Cuando el paciente presenta neumonía sin manifestaciones bubónicas, el
diagnóstico se hace más difícil,
y hasta un 10 a 20% de los casos pueden asociarse a
falla orgánica múltiple, con una mortalidad de hasta
el 33%, que puede deberse a la falta de diagnóstico, a
la rápida evolución de la enfermedad y a falta del tratamiento,
situación en la que la mortalidad puede ser
hasta del 50% (41,42).
Estudios clínicos
El hemograma es el examen que muestra las principales alteraciones,
dadas por leucocitosis en la mayoría de los pacientes, con un recuento
celular de hasta
20.000/mm3 en por lo menos la mitad de los casos.
Paradójicamente, se encuentra trombocitopenia en por
lo menos el 50% de los pacientes, pero la asociación de
leucocitosis y trombocitopenia es rara y su hallazgo es
un gran indicador de la presencia de la enfermedad.
Durante la convalecencia, se puede observar eosinofilia en muchos
pacientes. Salvo en los casos de neumonía, la radiografía de tórax no
es de ayuda (33,35).
Diagnóstico
La presencia de fiebre, después del contacto con roedores muertos en
zonas endémicas o incluso donde se
cree que la peste ha desaparecido, así como adenitis de
causa no clara con fiebre e hipotensión y de neumonía
con hemoptisis, deben hacer sospechar, en alto grado,
la presencia de la enfermedad (35).
La bacteria se puede identificar de manera fácil, mediante la
coloración de Giemsa en el frotis de material obtenido por punción o
aspirado del bubón, su hallazgo debe llevar de forma inmediata al
tratamiento. La
identificación de bacterias gramnegativas, en el estudio del esputo con
sangre de los pacientes con neumonía adquirida en la comunidad,
especialmente si
se asocia a las alteraciones hematológicas descritas,
permiten el diagnóstico inmediato (43). La PCR, los
métodos microbiológicos estándar, las pruebas de inmunodetección y el
análisis del ADNr 16S en biopsias
de ganglios linfáticos, pueden ser de utilidad (44-46).
Tratamiento
Para tener un mejor pronóstico, el tratamiento debe
iniciarse lo antes posible, el medicamento más recomendado es la
estreptomicina a dosis de 1 a 4 gr/día,
teniendo mucha precaución con sus manifestaciones
de toxicidad. De forma alternativa, se puede emplear
la gentamicina a 3 mg/kg/día, o la doxiciclina con
una dosis inicial de 200 mg/día, seguida de 100 mg/12
horas, este medicamento se recomienda además de
forma profiláctica, en casos de sospecha de exposición
a mecanismos de transmisión. Se ha empleado el
trimetoprim/sulfametoxazol con menos eficacia y, de
forma experimental, la ciprofloxacina (35,47-51).
Consideraciones finales
La Plaga de Justiniano, es una de las tres grandes pandemias causada
por la bacteria gramnegativa Yersinia
pestis. La revisión de textos como la biblia (libro de
Samuel, capítulo 5, versículo 6-9), pasando por los libros de diversos
historiadores, contemporáneos o no
de Justiniano, y llegando a la revisión de la literatura
científica actual, en la que se presentan estudios arqueológicos,
paleo-antropológicos, genómicos y otros
de diversa índole científica, permite considerar que la
peste es una enfermedad tan antigua como la misma
humanidad y que aún está presente en varios países de
América, África y Asia.
Después de revisar la información relacionada con
este manuscrito, se debe poner especial atención en
las similitudes encontradas entre la época de la Plaga y la nuestra.
Los cambios climáticos han precedido los brotes, como si la tierra
estuviera reclamando
aquello que en nuestra época el hombre ha alterado,
el equilibrio medioambiental del planeta. La aparición
de la peste, ocurrió en momentos de resplandor de la
civilización, en que los afanes formaban parte de la
cotidianidad de la sociedad, la que cambió, para vivir
de una manera más pausada después de haber logrado sobrevivir. Los
médicos de la época, como muchas
personas, enfermaron y murieron y en diversos sitios
los cementerios no dieron abasto. La humanidad, que
frecuentemente se cree poseedora del conocimiento y
de la vida, de repente se ha dado cuenta, como ocurrió
en esa época, que no lo sabe todo, que falta mucho por
descubrir y que cuando la naturaleza quiere cobrar su
ofrenda en vidas, por lo menos en un principio, no se
tiene cómo evitarlo. La estabilidad económica de esa
época, dependía -como ahora-, de la clase obrera y de
los campesinos, que además del trabajo aportaban el
dinero de los impuestos.
Hace quince siglos, Procopio escribió: “Incluso aquellos que antes se
entregaban a acciones bajas y malvadas abandonaron, en la vida diaria,
toda maldad para
dedicarse con todo cuidado a la piedad, no porque
hubieran aprendido sabiduría de repente ni porque se
hubieran vuelto de repente amantes de la virtud, ya
que todo lo que en los hombres está establecido por naturaleza o por
una larga práctica es imposible que cambie tan fácilmente, a menos que
sea por inspiración de
Dios, sino porque, entonces, por decirlo así, todos estaban asustados
por lo que pasaba, convencidos de que
morirían de un momento a otro y, evidentemente, la
necesidad imperiosa les hacía aprender en un instante
lo que era la honradez. Lo cierto es que, en cuanto se
vieron libres de la enfermedad y se pensaron que ya estaban salvados y
seguros porque que la plaga se había
trasladado a otras regiones, volvieron a experimentar un cambio
inmediato de voluntad hacia peor y, más
aún que antes, dieron muestras de la volubilidad del
comportamiento y se superaron a sí mismos en maldad y en cualquier otro
tipo de delito”. Permítanme
soñar que, después de tanto tiempo, la humanidad ha
cambiado tan solo un poquito y que, por lo menos en
esto, no nos pareceremos a los seres de aquella época.
Conflicto de interés
El autor declara no tener ningún conflicto de interés.
Agradecimientos
A Jordina Sales-Carbonell (IRCVM-Universitat de Barcelona), arqueóloga
e historiadora, por su generosidad y apoyo bibliográfico. Correo
electrónico: jordinasales@ub.edu
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Recibido: : 12 de Mayo de
2020
Aceptado:
12 de Junio de 2020
Correspondencia:
Prieto RG.
rgprietoo@hotmail.com