Nos invade una sensación de
déjà vu mientras se desarrolla la
pandemia de coronavirus que se ha llamado COVID-19, así su
globalización haya ocurrido en
2020. Déjà vu porque en 1975 veíamos horrorizados
la invasión del VIH y la mortalidad causada por el
SIDA, luego el SARS, el Ébola, el resurgimiento de
la tuberculosis o los brotes estacionales de la influenza A. Sentimos
este “novel” virus cerca, no obstante
no tener aún conocidos afectados. Nos impresiona la
rapidez de su diseminación por todos los países, por
todas las regiones, por todas las ciudades y la certeza
de que para obtener la “inmunidad de rebaño”, cerca
de un 70% de los seres humanos tendrá que infectarse.
El hecho de que nuestro sistema inmune no tenga defensas contra este
virus letal, nos inclina hacia una
disposición metafísica, aspirando a que los científicos
en su búsqueda, encuentren una providencial vacuna
o un tratamiento efectivo. Preocupa que tiene la posibilidad de
aniquilar tal vez un 3 a 4% de la población,
mucho más en el segmento de los adultos mayores y
de los inmunocomprometidos. El personal de salud,
aunque representado fundamentalmente por profesionales jóvenes o en el
comienzo de la edad madura, se
encuentra en altísimo riesgo ante la cercanía con sus
pacientes infectados. La lista del personal de salud fallecido ya es
larga. De la noche a la mañana, hay que
enseñarle a médicos generales a familiarizarse con el
manejo de los necesitados ventiladores, ubicados en
unidades de cuidado intensivo, o incluso en camas
hospitalarias, tiendas colocadas en parques y parqueaderos, o en
cualquier espacio que funja de unidad de
cuidado, esto último en caso del “peor escenario”.
Tan orgullosos que nos sentimos del desarrollo de la
Medicina, del
armamentarium
terapéutico del que disponemos y, de forma paradójica, transcurrida la
quinta parte del siglo XXI, la humanidad pende de un hilo
por el coronavirus y por la depresión económica que
representa tener miles de millones de seres humanos
productivos en cierre preventivo, bajo una especie de
casa por cárcel.
De la noche a la mañana todo cambió. La nueva situación hizo que las
ciudades superpobladas tuvieran vacías sus calles, que los aviones no
surcaran los cielos, y
que los espectáculos grandes o pequeños, los deportes
y las olimpiadas, súbitamente se desvanecieran. Ya no
habrá escuelas, solo actividades virtuales. Ya no habrá
amigos, solo números de WhatsApp. Ya no degustaremos sofisticados
platos en restaurantes, solo enlatados y
papitas de paquete. Y ¡oh sorpresa!, lo que no han logrado los grandes
líderes en múltiples reuniones mundiales
a través de los años, de pronto sucede: el aire empieza a
descontaminarse. Afortunadamente, la tecnología
permite muchos trabajos virtuales, educación e incluso telemedicina.
Cirugías electivas o procedimientos de
consultorio se reducirán drásticamente, al igual que las
consultas frente al paciente, aunque los médicos si podrán hacer
consultas de 20 minutos por teléfono. Los
hospitalistas, urgenciólogos e intensivistas estarán trabajando
enérgicamente desde los hospitales.
1 Internista-Endocrinólogo.
Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina. Miembro
Honorario de la Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y
Metabolismo. Editor Emérito, revista MEDICINA. Bogotá, Colombia.
La salud se volvió entonces la principal prioridad, en
detrimento de la economía. Los gobernantes tuvieron
que aceptar la cruda realidad. Solo que la recesión y
falta de ingresos pondrán a los ciudadanos aislados al
borde de un ataque de nervios. Es una situación extremadamente
complicada.
No es ni mucho menos la primera pandemia que
afronta la humanidad. Desde antes y después de Cristo han sido varias
las pandemias que han cobrado la
vida de millones de seres humanos. Así por ejemplo,
la llamada Gripa Española de hace un siglo, producida
por el virus de la influenza H1N1, o también la Peste
Europea o Muerte Negra, y sus colaterales Peste de
Justiniano y Tercera Plaga, producida por la bacteria
Yersinia pestis. Las muertes causadas por la viruela, en
particular, la epidemia que en el Nuevo Mundo acabó
con el 80% de los aborígenes. Además, el sarampión
en el Japón, el tifo exantemático, las diferentes epidemias de cólera o
las recientes de Ébola, AH2N2, afortunadamente controladas hasta el
momento.
Una serie de artículos escritos por académicos se encargará de
recordarnos las afugias de la humanidad
originadas en las pandemias a través de los siglos.
La malaria por ejemplo, debilitó al Imperio Romano
de Occidente hasta su caída final. En varias guerras
(como la I Guerra Mundial con la gripa española) y,
especialmente entre la pobreza de muchos seres humanos, las bacterias y
los virus mataron millones. Lenta
y dolorosamente, el hombre aprendió la importancia
de las medidas higiénicas, el agua potable, la buena
nutrición y el desarrollo de las vacunas y de otros medicamentos para
afrontar las crisis generadas por estos enemigos invisibles. No
obstante, la inequidad y
el crecimiento descontrolado de la urbanización son
factores que conllevan al hacinamiento y a condiciones de aseo
deficientes que favorecen una transmisión
infecciosa eficaz.
Desde la perspectiva individual, resulta doloroso pensar que uno pueda
hacerle daño a un ser querido por
ser transmisor del fatídico virus, tal como sucede con
el personal médico. Tal situación ha hecho que, mientras por un lado se
aplauda y se apoye a los trabajadores de la salud como héroes que son,
por el otro se les
considere personas no gratas en los propios edificios
donde residen, según muestran las imágenes e información de los medios.
Así mismo, cada día se exhibe
una noticia que causa angustia, más casos autóctonos
en la comunidad, más pacientes que llegan al ya sobrecargado servicio
hospitalario. En algunos países,
ciudades o estados americanos, cada vez se presentan
más muertos que no alcanzamos a enterrar. Ello recuerda al Papa de
Avignon bendiciendo las aguas del
Ródano para que echaran en ese río los cadáveres de la
Peste Europea que afectaba a Francia. De ahí que las
acciones gubernamentales se centren en el objetivo de
aplanar la curva de la velocidad de contagio. Aplanar
la famosa curva recuerda al ciclista que trata de llegar
al alto de montaña, anhelando ver pronto la bajada recuperadora, o al
menos, un terreno más plano.
En relación con las noticias sobre el coronavirus, cabe
agregar que cada día aparece información cuestionando las “verdades”
del gobierno chino quien, probablemente, maquilló las cifras iniciales
y se sospecha que
allí, los casos fueron y siguen siendo, muchos más.
Esto conduce a preguntarnos: ¿de qué forma el virus
no pasó a mayores en los grandes conglomerados humanos de Pekín y de
Shangai, mientras que sí lo hizo
en Hong-Kong, ciudad China, pero de tipo occidental?
Ahora bien, otro aspecto de la pandemia del Covid-19
son sus efectos colaterales. Un efecto colateral es el miedo. Miedo a
la muerte personal, pero un miedo
aún mayor a la muerte, de manera inmediata, de nuestros seres queridos;
así también, es patente la angustia
ante la pérdida de los medios de subsistencia, cuando
se trata de empleados o de empresarios, particularmente pequeños y
medianos. Por cada enfermo, hay
entre 7 y 10 asintomáticos o con síntomas leves que no
fueron y, probablemente, no serán investigados.
Hay todavía muchas preguntas por responder en el
contexto de la nueva pandemia. Esto nos da la oportunidad de investigar
los aspectos epidemiológicos,
clínicos, virológicos, inmunológicos, moleculares,
biotecnológicos, de ingeniería mecánica y aspectos sociales, tal como
lo plantea la Academia Colombiana
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Dado que
nuestros recursos son limitados para un trabajo de tal
envergadura, varios grupos colombianos pueden establecer cooperación
internacional con sus pares.
Por último, es claro que “en nuestra sociedad y en el
mundo entero estamos viviendo unos días difíciles,
una época que quizás ninguna de nuestras generaciones ha conocido, que
los pequeños recordarán toda la
vida y que de seguro se la contarán a sus hijos y a sus
nietos” (1). Teniendo en cuenta esto, a manera de un
mapa aproximado de la memoria -tanto para las futuras generaciones como
para quienes nos ha tocado
vivir esta época de la historia-, la revista MEDICINA
quiere revisar el tema de las grandes plagas y pandemias de la
humanidad, aquellas que causaron más
muertes que varias de las grandes conflagraciones
Referencias
1. Academia Nacional de Medicina
[sede Web]. La voz de
la Academia No. 4. Abril 1, 2020. [Acceso: 3 de mayo
de 2020]. Disponible en
https://anmdecolombia.org.co/la-voz-de-la-academia-04/
Recibido: : 11 de Mayo de
2020
Aceptado:
10 de Junio de 2020