Introducción
El estudio de los hechos del pasado y su presentación
siguen un orden, así como el objeto de la disciplina
de la historia. Ahora bien, teniendo en cuenta que el
orden escogido depende de los criterios e intereses de
quien los presenta, he resuelto hacer énfasis en una
perspectiva de salud pública que privilegie, lo que en
términos modernos se designa como determinantes de
la continua salud-enfermedad. En esta perspectiva, denominé a la
Conquista la etapa socio-epidemiológica
de la guerra de tierra arrasada y, a la Colonia, la de servidumbre y la
esclavitud (1). Ser siervo y ser esclavo,
tuvo y tiene consecuencias para la salud; ambas condiciones operan como
un caldo de cultivo para las enfermedades infecciosas y debilitan al
cuerpo ante las no
infecciosas en la medida en que constriñen la libertad.
El
corpus del centro de la
Medicina que trajeron los
españoles y portugueses en el siglo XVI al continente americano,
correspondía a la Medicina galénica
que, en la práctica, no ofrecía ninguna ventaja sobre
la Medicina indígena, como bien lo reconocieron los
mismos españoles. El sistema médico galénico reposaba en la teoría de
los humores, sus intervenciones
se reducían a enemas intestinales, vomitivos y flebotomías, de modo que
su arsenal terapéutico botánico
sufrió un enriquecimiento enorme con las plantas de
origen americano.
Los españoles trajeron a América un claro concepto de
medicina militar, es decir, la medicina que provee asistencia a los
enfermos y heridos de las guerras, tanto en
el frente como en las líneas de retaguardia, gracias a su
experiencia en la lucha contra los moros. La asistencia
médica a la tropa y a las embarcaciones ya había sido
reglamentada en la campaña militar que los Reyes Católicos
desencadenaron contra los moros y que culminó con la expulsión de éstos
en 1492.
Ejemplo de ello es el apoyo que recibieron las huestes
de Jiménez de Quesada por uno de los cinco bergantines—los otros cuatro
fueron averiados durante un
temporal en Santa Marta-, que los acompañó mientras
ellas avanzaban por la banda izquierda del río Yuma
o Magdalena.
La mayoría de los médicos que llegaron a las ciudades
del litoral caribe, lo hicieron vinculados a las expediciones de
conquista o como médicos de las embarcaciones, y algunos viajaron al
nuevo conteniente para
hacer su “América”, es decir, su fortuna económica.
La inmensa mayoría de médicos y cirujanos no dejaron ningún escrito o
memoria.
1 Miembro de Número de la
Academia Nacional de Medicina. Curador del Museo de Historia de la
Medicina de la Academia Nacional de Medicina. Presidente de la Sociedad
Colombiana de Historia de la Medicina (SCHM). Bogotá, Colombia.
El primer texto de interés médico que se redactó, en
el territorio que hoy es Colombia, es un típico texto
de medicina militar: es el capítulo “Prevención de Medicinas y
aplicación de ellas”, que escribió el capitán
Bernardo de Vargas Machuca en su obra de finales del
siglo XVI,
Descripción y milicia de
las indias (2).
La guerra de tierra arrasada, la
fundación de las ciudades, los médicos y
los principales hospitales en el siglo XVI
El médico que acompañó a Colón en su primer viaje fue
García Fernández y el que lo acompañó en el segundo
viaje fue el sevillano Pedro Álvarez Chanca. Éste último, fue el mismo
médico que apareció en Santa María
la Antigua del Darién en 1514, año en que se levanta
el Hospital de Santiago. Esa primera fundación de un
poblado español en Tierra Firme, tenía como médicos
y físicos a Rodrigo de Barrera, al bachiller Diego de
Angulo, al algebrista Alonso de Santiago, a Hernando
de Vega, Enrique Antón y Juan Pérez. En las afueras
de esa primera ciudad en Tierra Firme, se instauró una
Casa de San Lázaro para los enfermos de lepra (3).
Tras la fundación de Santa Marta por Rodrigo de Bastidas, en 1525, la
Corona abre allí un precario hospital en 1530, mientras los españoles
libran una terrible
ofensiva contra los indígenas. En 1534, Santa Marta
es destruida por el fuego que le prenden los esclavos
negros cimarrones y sublevados. En 1535, ante la continuación de la
guerra contra los indígenas en Santa
Marta y el estímulo económico ofrecido por las autoridades, el médico
Alonso de Lugo firma un contrato en
donde se estipula que puede devengar, por cada asalto
a un poblado indígena, dos partes proporcionales del
botín logrado; igualmente, una parte más a las dos anteriores si,
actuando como médico, se hacía presente
en el saqueo, y otras dos partes adicionales si participaba activamente
como simple soldado (4).
Pedro de Heredia al fundar Cartagena, en 1533, dispuso desde un
principio de un médico, Luis de Soria, y
de un cirujano, Gaspar Ternero. La clara presencia de
médicos y cirujanos en estas tres fundaciones en el litoral, contrasta
con la escasez de ellos en tres ciudades
del interior del Nuevo Reino de Granada: Santafé de
Bogotá, que no tuvo médicos de corte europeo en sus
primeros años de existencia y que tuvo Hospital solo
hasta el año de 1564; Tunja, con una situación similar
a la de Santafé con respecto a médicos y a hospital; y
por último, Popayán, que solo tuvo hospital hasta el
año de 1600.
En el interior del Nuevo Reino de Granada, la guerra
de tierra arrasada se recrudeció a finales del siglo XVI
por las acciones de los indígenas yareguíes, carares,
panches y pijaos. Esta situación hizo que el rey nombrara como
Presidente de Capa y Espada a Juan de
Borja, el 25 de abril 1605. El presidente Juan de Borja
salió de Santafé el 27 enero de 1607, no al frente de
aventureros, sino de un grupo de soldados regulares
que sumaron más de cuatrocientos cincuenta hombres, con los que viajó
el médico y licenciado Álvaro
de Áuñon. En la siguiente salida contra los pijaos, en
1608, la tropa comandada por el presidente, fue acompañada de nuevo por
el licenciado Álvaro Áuñon,
el boticario Bernardo de La Barrera, y los cirujanos
Francisco Pianeta y Reyes (5).
Cartagena como destino comercial y
centro negrero.
Participación de los
médicos en el tráfico de esclavos negros
Inicialmente y, bajo el desarrollo de una política de
excepciones, recompensas, estímulos y garantías, la
Corona concedió permisos individuales para pasar
hacia América entre tres y ocho esclavos negros, supuestamente para el
servicio doméstico, a casi todos
los funcionarios designados por las autoridades de la
metrópoli y sin pago de derechos. Se sabe que hubo esclavos negros en
las primeras expediciones españolas
a Tierra Firme, como la de Balboa al istmo panameño
y la de Pedro de Heredia al Sinú. De esta última se conoce que, en
1534, partió de Cartagena -en busca
del Sinú- con varios hombres, entre ellos, alrededor de
veinte esclavos en calidad de macheteros, que utilizó
posteriormente para ayudar a saquear las tumbas en
el Finzenú. Estos esclavos negros que acompañaron a
los conquistadores fueron adquiridos por negocios con
comerciantes, a través de lo que se llamaban licencias
con personas particulares, para tareas de conquista en
los nuevos territorios.
En la medida en que la catástrofe demográfica indígena se fue
perfilando, aumentó la importación de africanos esclavizados. Para
finales del siglo XVI, Cartagena era una ciudad orientada al comercio
que recibía
la armada de los galeones procedentes de España con
mercancías, así como también recibía oro del Perú y,
con regularidad, comenzó a recibir buques negreros,
tal como se registra en el tratado sobre esclavitud del
jesuita Alonso de Sandoval: “
Llámanlos
(si son cantidad
de trescientos, cuatrocientos, quinientos o aún seiscientos y
más, con que puedan llenar un navío) armazón, y armazones
si hay cantidad que puedan cargar muchos navíos; y suelen
ser lo ordinario los que entran en sola esta ciudad, doce o catorce
cada año, con este número o más de negros en cada uno;
y si es cargazón de pocos negros se llama lote”.
Toda esta actividad comercial generó envidias y ambiciones por parte de
Francia, Inglaterra y Holanda.
Cartagena cayó y fue saqueada por Francis Drake en
1586. Lo anterior, exigió por parte de la corona española un plan de
fortalecimiento militar de las ciudades: Riohacha tuvo una batería de
defensa, Santa
Marta tuvo el castillo de San Fernando, Cartagena fue
fortificada en gran extensión y Tolú dispuso de una
batería de cañones.
Cartagena fue un lugar de importancia comercial y tráfico negrero, esto
hizo que los médicos buscaran una
fuente de trabajo en Cartagena y buscaran en otros negocios una fuente
de ingresos. Los médicos no solo
llegaron a Cartagena para ejercer la Medicina sino
que, llevados por la codicia, vieron la posibilidad de
enriquecerse participando en el negocio esclavista.
A manera de ejemplos de esta participación como
inversionistas, se encuentran: la del cirujano español
Gaspar Ternero, en el periodo de licencias con particulares
(1510-1595), que se benefició de los negocios de
la compra y venta de esclavos (6); la del también cirujano, el
portugués Blas de Paz Pinto, durante la época
del asiento portugués (1595-1640), que se ganaba la
vida comprando esclavos enfermos y debilitados, para
aliviarlos y engordarlos para después venderlos (7); y
también la del médico portugués, el licenciado Juan
Méndez Nieto, que ingresó a Cartagena en el año 1569
tras salir ganador de un juicio que se le había abierto
en Santo Domingo por viajar a las Indias sin permiso,
en razón de su origen portugués, y luego de recuperar
su fortuna ganada como médico desde el año de 1555,
ejerciendo primero en España hasta 1562 y desde esta
fecha hasta 1569 en San Domingo. Méndez Nieto llegó a Cartagena en
donde los edificios oficiales y los
templos eran de cal y canto o mampostería, “todas las
casas eran de bahareque y de carrizo” (8) “y entonces
ny aun agora no avía relox en esta cyudad” (9), además con sus hijos y
su inversión en 30 negros “todos
escogidos y de mucho precio” (10).
Durante el asiento portugués se introdujo la práctica
del carimbeo, es decir, la acción de marcar con hierro candente los
cuerpos de los negros para señalar a
quién pertenecían; práctica generalmente a cargo de
los médicos, como fue también la medir con cuartas
o palmas la estatura del negro, además de revelar los
defectos físicos o tachas para disminuir el valor.
Los libros médicos escritos en
Cartagena en el siglo XVII
Esta fase de comercio negrero, bajo el dominio del llamado asiento
portugués, es una época donde se escribieron tres obras importantes
para la historia de Cartagena:
Discursos
medicinales, del médico Juan Méndez
Nieto;
Práctica y teórica de las
Apostemas, del cirujano
Pedro López de León; y
Un tratado
sobre la esclavitud
del sacerdote jesuita Alonso de Sandoval. Así mismo,
en este periodo, se gestó la obra espiritual del jesuita
Pedro Claver.
Estas obras pueden considerarse una parte del denominado
Siglo de oro español, en el que
florecieron el arte
y las letras españolas bajo el imperio español. Este siglo se inicia,
desde el punto de vista literario, con la
publicación -en 1492- de la
Gramática
castellana de Antonio de Nebrija y se prolonga hasta el Tratado
de los
Pirineos entre Francia y España, firmado en 1659. En
este periodo, la primera parte de
El
Quijote es publicada
en 1605, y su segunda parte en 1615. Tan solo un mes
después de ponerse a la venta la primera edición del
Quijote en Madrid, se envió un cargamento de decenas de ejemplares a
Cartagena de Indias (11).
De los tres libros mencionados y escritos en Cartagena, se puede decir
que los dos primeros, los libros médicos en estricto sentido, se
conocen en el medio de las
investigaciones colombianas solo a partir de la década
de los noventa del siglo XX, y el tercero se conoce ya
hace varios años, gracias a los investigadores sobre la
esclavitud.
Discursos
medicinales, escrito entre 1606 y 1609 en Cartagena por Juan
Méndez Nieto, no fue publicado de
forma completa sino hasta 1889 por la Universidad de
Salamanca y la Junta de Castilla y León. La primera
referencia a esta obra fue dada por Javier de Salas y
José Amador de los Ríos en 1878, y la segunda la dio
Marcel Bataillon en 1969. El primer análisis médico
de la obra la hizo Luis S. Granjel en 1978. En 1990, el
historiador colombiano Nicolás del Castillo Mathieu
publicó, con el apoyo del Instituto Caro y Cuervo, un
libro excelente titulado
Juan Méndez
Nieto. Autor del primer tratado colombiano de medicina (12).
Esta obra y las
conversaciones con su autor, debieron ser las inspiradoras para la
creación del personaje de “el médico más
notable y controvertido de la ciudad”, el licenciado
Abrenuncio de Sa Pereira Cao, en la novela de Gabriel
García Márquez titulada
Del amor y
otros demonios -publicada en 1994-, tal como afirma Fernando
Sánchez
Torres en su libro de 2007,
La
medicina en la obra de Gabriel García Márquez (13). Los
Discursos medicinales son
estudiados en el libro de Jairo Solano Alonso titulado
Salud, cultura y sociedad en
Cartagena de Indias siglos XVI
y XVII publicado en 1998 (14, 15).
La obra de Méndez Nieto consta de tres partes bien
definidas. La primera, está compuesta por veinte discursos medicinales
escritos durante su permanencia
en España; la segunda, consta de otros veinte discursos medicinales
producto de su experiencia en Santo
Domingo; y la tercera, está compuesta por cuarenta
discursos medicinales de su experiencia en Cartagena.
En cuanto a sus datos biográficos, Juan Méndez Nieto
nació en Miranda do Douro (Portugal), en 1531. Estudió en la
Universidad de Salamanca, donde se graduó
como licenciado en Medicina en 1555. En Cartagena
vivió casi cincuenta años más, hasta su muerte en 1620,
disfrutando de una buena salud, de un ejercicio profesional exitoso y
después de haber escrito tres libros:
De
la facultad de los alimentos y medicamentos indianos, Tratado
de las enfermedades prácticas de este Reino de Tierra Firme
y Discursos medicinales (24). De estos tres libros solo se
conoce el último, que lo compuso entre 1606-1609, “sin
antojos [anteojos] en 76 años de su edad” (25).
En el tiempo de Méndez Nieto, aunque hubo unos
cuantos boticarios, él solo menciona a dos: Andrés
González y Alonso de Nava González. Sobre la situación de la
convivencia de varios médicos, Méndez escribió en 1608: “En esta ciudad
de Cartagena y reino
de Tierra Firme son los boticarios, cirujanos, parteras
y mohanes todos médicos, con grande daño y estrago
de la república, por falta de protomédico que se lo estorbe y castigue”
(26).
En ese entonces, Cartagena tenía entre 1800 y 2000
inmigrantes europeos, de los cuales el 10% no era
español y de ellos, la mayoría eran portugueses. A
principios del siglo XVII, la ciudad encomendera de
Cartagena dio paso a la ciudad comercial, militar y
esclavista. A principios del siglo XVII Cartagena disponía de tres
hospitales: El de San Sebastián, el de Espíritu Santo y el San Lázaro.
Méndez Nieto, en su condición de médico particular,
fue llamado a atender unos pacientes en la capital,
donde hizo una junta médica con su compañero Francisco Díaz, en sus
propios términos: “my contenporaneo y condiscípulo, que también era
licenciado en
Salamanca”. Permaneció en la capital 5 meses, desde
finales de 1574, lo que narra así: “me fue forzoso a ver
de subir al Nuevo Reino de Granada, donde residía la
Real Audiencia que conoce de las causas y apelaciones
de esta gobernación de Cartagena”; allí atendió al arzobispo Zapata y
al cronista Juan de Castellanos (27),
y en donde aparte de su condiscípulo Díaz “y los más
médicos que en aquel reyno avía, sin otros muchos
indios mohanes y mujeres curanderas, de que aquella
tierra abunda”.
Fue un médico muy consultado, atendió a los gobernadores Martín de las
Alas, Bahamón de Lugo, Fernández
de Bustos y Jerónimo de Zuazo, al exsargento Francisco
Santander, al comandante de las galeras Luis de Vich y
a otros notables de la ciudad (28). Su ejercicio profesional tuvo que
haber sido muy exitoso para poder tener 30
esclavos y mantenerlos. Recuérdese que el valor de un
esclavo era 20 veces más que el de una res.
Méndez Nieto era un médico hipocrático y galénico,
poseía una significativa biblioteca de 200 volúmenes
que perdió en el asalto de Drake a Cartagena en 1586,
y se ufanaba de sus consultas y su clientela. Su hipocratismo se
evidencia en la siguiente afirmación, al
mostrar que está convencido del tratamiento que hace
que el fruto sea varón: “atando el mozo el siniestro
o yzquierdo compañero al tiempo de la pelea….También son buenos
testigos desta verdad todos los que
son castrados del compañón siniestro de los quales ay
muchos en España y por todo el mundo” (29).
En algunas de sus prácticas médicas, utilizó a jóvenes
esclavas negras recién paridas para lactar a viejos enfermos de tisis.
Al respecto, el propio Méndez Nieto
escribió:
“Algunos destos enfermos uvo que,
aviandose
descuidado notablemente de su salud, llegaron
a estar tísicos del todo y quasy confirmados, a
los quales, como no le aprovechasen los passados remedios, por passar
ya de un año que escupían materia y mucha cantidad y de estar muy
estragados y flacos, les azia que mamasen dos
negras mozas escogidas a posta, de buena leche
y temperamento, que tenían las criaturas muertas o las daban a criar a
otras negras; y desta manera, como tuviesen mucha cantidad de leche,
daban tanto mantenimiento al enfermo que ni
tenía gana ni necesidad de otro alguno…” (30).
Trató la filariasis del gobernador Martín de las Alas y
así lo documentó:
“Después de quitadas que fue quando yo
vine,
se le comenzó a henchir el compañón yzquierdo y parar muy duro y esto
sin dolor ni inflamación, por lo qual aziendo poco casso dello,
no lo quiso manifestar ni curarse, con que vino
a crecer de tal manera, que si no es aviéndolo
visto, no se puede creer, porque excedía a una
botijuela de azeite, que ordinariamente tiene
media arroba de porte y espantaba tanto la
grandeza del compañón.
Vino la flota dende a dos meses muy copiosa
de gente y navíos, y en ella vino el Virrey don
Francisco Toledo, y vinieron 20 médicos todos graduados y el doctor
Sánchez, granadino, por
protomédico. …luego que fue la gente desembarcada, llamar a todos los
médicos y más de
40 cirujanos que avían venido, y todos juntos,
después de bien tentado y examinado el tumor
y hinchazón, se resolvieron en que, sy se abría
y sacava, era ynpussible poder vivir el paciente,
y ninguno dellos se quiso meter en ello, aunque estavan mil pesos
hechos buenos en casa
de Juan” (31).
Por otra parte, el segundo libro de importancia para la
historia de Cartagena, titulado
Práctica y Teórica de
las
apostemas en general y particular. Question, y praticas de
cirugía, de heridas, llagas y otras cofas nuevas y particulares
fue compuesto por el licenciado Pedro López de
León, cirujano en la ciudad de Cartagena de Indias;
la obra tuvo su primera edición en Sevilla, en 1628, y
se reeditó en 1683, 1685, 1689, 1692 y 1697 (16, 17).
Aunque el libro se conocía por los historiadores españoles de la
Medicina desde la década de los ochenta
del siglo XX, solo se conoció en Colombia por primera
vez, a partir de 1996, gracias a las reseñas de Jairo Solano y Hugo
Sotomayor. El autor del presente escrito,
lo comentó extensamente en su libro
Guerras,
enfermedades y médicos en Colombia (18) y en cuatro
publicaciones más (19, 20, 21, 22). Por su parte, el sociólogo
e historiador Jairo Solano Alonso, lo comentó en su
libro
Salud, cultura y sociedad en
Cartagena de Indias siglos
XVI y XVII. La investigadora Estela Restrepo Zea también lo
reseñó en un capítulo del libro
El
medicamento
en la historia de Colombia (23).
De acuerdo con los registros históricos, veinte años
después de Méndez Nieto, en 1590, llegó a Cartagena de Indias el
cirujano de la Universidad de Sevilla,
Pedro López de León. Se debe agregar que fue discípulo de Bartolomé
Hidalgo de Agüero- introductor
del tratamiento “limpio” y “seco” de las heridas por
arma blanca, contra la doctrina galénica favorable a la
formación de la pus-, y a su arribo a Cartagena, fungió como cirujano
militar de galeras de una ciudad
en crecimiento, volcada al tráfico negrero y con obras
militares en desarrollo, después del asalto de Francis
Drake en 1586. Pedro López de León vivió en Cartagena hasta su muerte,
ocurrida hacia 1625, en donde
escribió su libro
Práctica y teórica
de las apostemas en general y particular, que vio la luz tres
años después de su
muerte y al que, por su acogida, se le hicieron varias
reimpresiones.
El libro de Pedro López de León es asombroso, es una
caja de sorpresas para el historiador de la Medicina,
para el cirujano general, el urólogo, el cirujano de cabeza y cuello,
para el estomatólogo y el odontólogo,
para el ortopedista -o algebrista que llamaban antes-.
Al abrirlo, se encuentra la primera iconografía de instrumentos
quirúrgicos y de laboratorio de yatroquímica
en América; así mismo, cuenta con un contenido muy
interesante dedicado a apostemas, heridas, llagas en general y en el
abdomen, úlceras compuestas, fracturas y
dislocaciones, además de un amplio capítulo dedicado
al morbo gálico. La parte final del libro es un antidotario formidable
que incluye materia médica indiana. El
libro remata con las reglas y correcto uso de la cirugía.
Por todo esto es que el distinguido historiador de la
Medicina de la Universidad de Salamanca, doctor Luis
Granjel, y los preclaros historiadores de la Medicina de
la Universidad de Valencia (España), doctores López
Piñeros y García Ballester, lo consideran el más importante cirujano
español del siglo XVII (32, 33). Mientras
los textos de López de León se escribían en la soleada
Cartagena, en la brumosa y fría Santafé de Bogotá, el padre jesuita
Pedro Mercado publicaba -en 1680- el bello y
sentido libro
Recetas de espíritu
para enfermos del cuerpo.
José Celestino Mutis.
La Real
Expedición Botánica
El 28 de octubre de 1760 llega a estas tierras, ya no
un médico o un cirujano, sino un médico-cirujano, un hombre formado
académicamente en ambas disciplinas y con una sólida formación en
matemáticas y
ciencias naturales, y con la designación como médico personal del
virrey Pedro Messía de la Cerda. Ese
personaje es José Celestino Mutis y Bosio, nacido en
Cádiz el 6 de abril de 1732. A sus 17 años de edad, en
noviembre de 1749, fue admitido como estudiante de
Medicina en el recién abierto Real Colegio de Cirugía
de Cádiz, que tenía como director al eminente cirujano Pedro Virgili.
Después de 2 años y 4 meses, Mutis
tuvo que retirarse por problemas de salud. Una vez
superado su impase, comenzó a recibir clases de Filosofía y Medicina en
la Universidad de Sevilla, donde
obtuvo sus diplomas de bachiller en ambas áreas del
conocimiento, en mayo de 1753.
Dado que contaba con sus títulos y una formación
propedéutica, decidió ampliar por dos años más su experiencia
quirúrgica en el Real Hospital de la Marina,
lugar donde funcionaba el Real Colegio de Cádiz. Terminados sus
estudios en Cádiz, presentó sus exámenes
ante el Real Tribunal del Protomedicato, en Madrid,
donde fue aprobado en 1757. Un año después, Pedro
Virgili, su antiguo director del colegio de Cádiz, fue
nombrado primer cirujano de cámara de Fernando
VII, y al viajar a Madrid invitó a varios de sus discípulos, entre
ellos a Mutis, para que vinieran con él.
En la Corte regentó la única cátedra de anatomía establecida en Madrid,
en calidad de profesor sustituto.
Allí, realizaba experimentos fisiológicos en compañía
del cirujano Jaime Navarro. También se hizo asistente
frecuente del Real Jardín Botánico de Migas Calientes,
donde aprendió la metodología taxonómica propuesta
por Linneo para clasificar las plantas.
El joven Mutis, a sus 28 años de edad, nombrado médico personal del
Virrey Pedro Messía de la Cerda,
viaja en el navío de guerra Castilla, a partir del 7 de
septiembre de 1760, y llega a Cartagena el 29 de octubre de 1760. Desde
que llega a Santafé de Bogotá, el
trabajo médico lo absorbe. En 1764, el papa Clemente
XIII lo autorizó, por medio de una Bula Pontificia, a
ordenarse como sacerdote sin perder la prerrogativa de
ejercer la Medicina, dada la escasez de médicos. Las
únicas condiciones eran las de atender gratuitamente
a los pobres y no practicar la cirugía.
Mutis, como hijo afortunado de su tiempo, le correspondió vivir en una
época del discurrir de las nuevas ideas
políticas y científicas del contexto de la Ilustración. Es así
que, en dos ocasiones (1763 y 1764), propuso a la Corona
de España una expedición botánica por el Nuevo Reino
de Granada. Las propuestas no encontraron respuesta,
de modo que se dedicó al sacerdocio, a la minería y a la
atención de su cátedra en el Colegio del Rosario. Concretamente, tras
vivir en distintas poblaciones, se estableció
en Santafé. Posteriormente se dedicó a la minería en Vetas (Santander),
provincia de Pamplona.
Años más tarde, tras haberse retirado a vivir en la población de
Mariquita, animado por el Virrey Arzobispo Antonio Caballero y Góngora,
realizó una tercera
propuesta que le fue aceptada por el ilustrado rey Carlos III, que
había estudiado botánica, además de otras
ciencias, técnicas y artes.
La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada se inició en
1783 bajo su dirección, y se prolongó
durante unos 30 años. Se centró en y sus alrededores, la
laguna de Pedro Palo, La Mesa, Guaduas, Honda y los
alrededores de Mariquita. En 1801, Mutis presentó su
documento
Estado de la Medicina y la
Cirugía en el Nuevo
Reino de Granada en el siglo
XVIII, gracias al cual se iniciaron, en 1802, los estudios en el
Colegio del Rosario.
Las principales enfermedades en los
siglos XVI-XVIII
Hubo dos enfermedades que generaban terror durante
el régimen de servidumbre y esclavitud en la colonia:
la primera, una enfermedad aguda con visitas cada 20-
25 años y con gran mortalidad, la viruela; y la segunda, una enfermedad
crónica deformante y aterradora,
la lepra. A la primera se le respondió desde el siglo
XVI con degredos y retenes sobre la población; luego, con la
inoculación desde 1757, esto es, tres años
ante de la llegada de Mutis, quien se convirtió en gran
promotor de dicho método; a partir de 1803 la viruela
fue combatida bajo la técnica de Jenner, con la famosa
gran expedición de la vacuna comandada por Balmis
y Salvani. A la segunda enfermedad, la lepra, se le respondió como
siempre: con terror, susto, miedo, confinamiento y secuestro; todo ello
impulsó la creación
del Hospital de San Lázaro en Cartagena, a finales del
siglo XVI, y la construcción del Lazareto en Caño del
Loro, en el siglo XVIII.
La lepra fue un problema, principalmente entre los
negros, por varias razones que operaron sinérgicamente: alto contagio
en sus lugares de origen y durante el
transporte transatlántico, además del inmenso estrés
por la forzada ruptura familiar y social, la angustia extrema ante la
incertidumbre vital, y también la mala
nutrición.
Entre los esclavizados negros que sobrevivían los dos
meses que duraba la travesía oceánica, era muy frecuente lo que en esos
tiempos se llamó “mal de Loanda”, que por sus síntomas y respuestas a
los tratamientos con naranja y limón que administraba siempre a
los recién llegados de ese pavoroso viaje el sacerdote
jesuita Pedro Claver, correspondía al escorbuto. Pedro Claver se
anticipó, por cien años, al médico James
Lind en el tratamiento del escorbuto, así lo demuestra
su propio registro: “Ayer, 30 de mayo, día de la santísima trinidad,
saltaron a tierra un gran navío de negros
de los ríos……fuimos allí cargados, con espuertas de
naranjas, limones y tabaco”.
Otra enfermedad en aquella época, El bocio o coto
(voz quechua, que significa punta), aumentó entre
las poblaciones que trocaron sus hábitos alimenticios,
rompieron sus redes de comercio prehispánico, sufrieron malnutrición y
consumieron aguas y alimentos
pobres en yodo, es decir, los pueblos que habitaron
las cordilleras oriental y occidental. Por otra parte,
la malaria, que recibió atención por Mutis y para la
que recomendaba -desde 1785- “quina a puñados”, se
conocía también como fiebre cuartana y terciaria- y
azotó fuertemente a los esclavos negros dedicados a la
minería de aluvión. Otra enfermedad, muy diseminada por el país y de la
que se decía “que ennegrece al
blanco y blanquea al negro”, fue el carate.
De igual modo, la enfermedad del morbo gálico azotó
intensamente a los marineros y militares, tal como remarca Pedro López
de León: “En el Hospital de Cartagena de las Indias se curan de bubas
cada año quinientos enfermos, poco más o menos, y a que curo en
el 23 años… sustento de ordinario en las camas ochenta enfermos… y como
aquí acuden tantos baxeles de
Guinea y otras partes, siempre está el hospital lleno:
demás, que de Panamá y Puerto Belo se vienen a este
hospital, y ansi mismo de Santa Fé y de todo el nuevo
Reyno; y ansí vienen de Santa Marta, Rio de el Hacha,
Caracas, Margarita, y de todas las islas de Barlovento,
a fama de las grandes, y estupendas curas que en este
hospital se hacen de las enfermedades” (34).
Otra enfermedad, la filariasis por Wuchereria bancrofti – en su forma
de potra- comenzó a ser un problema
de salud pública desde el siglo XVI. La enfermedad,
propia de los recintos fortificados con aljibes y cisternas de aguas
para el consumo humano, fue conocida
como el vómito prieto o negro en la terminología de
los españoles -haciendo alusión al color de la hematemesis-, y
posteriormente, fue conocida como fiebre
amarilla, haciendo alusión a la ictericia. Esta enfermedad se convirtió
en una aliada de los defensores de
Cartagena. La primera vez hizo que el corsario francés
Bernard Desjeans, Barón de Pointis, saliera de la ciudad después de un
mes de saqueos, el 1 de junio de
1697; y la segunda vez impidió, con la disentería y las
fuerzas militares dirigidas por Blas de Lezo, que Cartagena cayera en
manos de Almirante Inglés Edward
Vernon, después de un formidable sitio entre el 20 de
marzo y el 20 de mayo de 1741.
Esta enfermedad es la responsable de que el médico
español Juan Joseph Gastelbondo, establecido en Cartagena desde 1723,
publicara en 1755 su libro
Tratado
del methodo curativo, experimentado, y aprobado de la enfermedad del
vómito negro, epidémico y muy frecuente en los
puertos de las Indias Occidentales, por orden del gobierno
para que”diese su opinión sobre la penosa enfermedad
que afligía a la tripulación de la escuadra del Excelentísimo Señor Don
Pedro de la Zerda” (35).
Conclusiones
Como la interpretación de los eventos, hechos y situaciones ocurridos
en el pasado depende de los nuevos
conocimientos que están apareciendo de forma permanente, es claro que
una interpretación de la situación de
la Medicina y los médicos en la época en que fuimos
una colonia del Imperio Español, hoy resulta diferente
de la que se realizaba hace 200, 100, 40 o menos años.
En la actualidad, la teoría miasmática de la enfermedades infecciosas,
que estuvo vigente por miles de años
hasta finales de siglo XIX -y con la cual se educaron
los médicos colombianos hasta prácticamente 1890-,
está superada en su totalidad gracias a los aportes de
la mentalidad etiopatológica, desarrollada a partir de
1860 por Pasteur, de 1880 por Koch, y de 1896 por
Ross y Mason. La teoría humoral galénica, que prevaleció durante casi
1900 años, fue superada por las
mentalidades anatomo-clínica y fisiopatológicas; la
primera, a finales del siglo XVIII con Morgani y a
principios del siglo XIX con Laennec, y la segunda,
con Magendie, Bernard y otros desde el segundo cuarto de siglo del
ochocientos.
Hoy, la compresión de la epidemiología, al hablar de
la epidemiología de los grupos aislados, nos permite
visualizar a la América precolombina como un gran
continente aislado de los grandes focos de las enfermedades infecciosas
euroasiáticas, de ahí que se puede
entender el encuentro dado a partir de 1492, como una
cascada de eventos biológicos adversos para las poblaciones amerindias.
Los estudios modernos de ecología señalan a las prácticas humanas como
unas de las causas de los desastres ecológicos. Piénsese en el efecto
de invernadero y
su relación con el cambio climático actual, para poder
entender lo que significó y significa el extractivismo
impuesto por los capitales para beneficiarse al máximo de las minas de
oro, y su relación con la malaria
e intoxicación con mercurio en tiempos coloniales y
actuales.
El sistema de la servidumbre y de la esclavitud, sobre
el cual se montó el dominio colonial, creó un discurso
sobre la inferioridad del indígena y del africano esclavizado que
justificara el dominio y el control por parte
del blanco. Este planteamiento racista tuvo, hasta la
segunda década del siglo pasado, una fuerte influencia
en el país y en esta Academia, tal como se evidencia
en el discurso de la degeneración de la raza y de la
lucha contra la chicha. Los colombianos tuvimos que
esperar hasta la Constitución de 1991 para definirnos
como un país pluriétnico y multicultural, y comenzar a
ver cómo los discursos “científicos” que desprecien las
otras Medicinas, no tienen acogida.
¿Qué hubiera sido de la población mestiza, mulata y
de todos los colores, sin los mohanes y curanderas, tan
despreciados por la escasa, ruda y poco eficiente Medicina europea, en
los tiempos coloniales? Los muchos
o pocos médicos españoles y los muy raros médicos
portugueses, que llegaron al territorio de lo que hoy es
Colombia, estuvieron vinculados con sanidad militar,
con las galeras, los presidios o el tráfico negrero. Alguno
que otro hizo el papel de combatiente o de saqueador
de las riquezas indígenas, y varios se lucraron, como comerciantes, de
los africanos esclavizados sobre quienes
colocaban las marcas con hierros candentes.
Sobresalen en la historia de la Medicina, durante los
tiempos de la servidumbre y la esclavitud, tres médicos: Juan Méndez
Nieto, como el primer autor de un
libro médico en Colombia; Pedro López de León, reconocido por los
historiadores españoles como el más
distinguido cirujano español del siglo XVII; y José Celestino Mutis y
Bosio, médico-cirujano, anatomista,
matemático, naturalista, gestor y director de la Expedición Botánica, y
además, gestor de la primera facultad
de Medicina en la Nueva Granada, establecida en el
Colegio del Rosario en 1802.
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neogranadina, 1755-1833. Vol. 1. Bogotá: Universidad
Santo Tomás de Aquino y Universidad Nacional de Colombia; 2013.
Recibido:
7 de noviembre de 2019
Aceptado: 9 de marzo de 2020
Correspondencia:
Hugo Sotomayor Tribín
husotri@gmail.com