ANATOMÍA DE LA LITERATURA MÉDICA: “LAS PALABRAS DE CASSERIUS Y FABRICIUS”*

Andrés Felipe Cardona1, Alejandro Ruiz-Patiño2, Leonardo Rojas3, Oscar Arrieta4

“Eloqui est omnia quoe mente conceperis promere, atque ad audientres perferre. Elocutio est idoneorum verborum et sentetiarum ad inventionem accomodatio”

 

Resumen

Cuanto más puedas mirar hacia atrás más lejos podrás mirar hacia adelante, dijo Sir Winston Churchill en marzo de 1944 al dirigirse al Real Colegio de Médicos. Esta verdad justifica ampliamente la aparición del presente capítulo, la primera serie que describe la evolución de la literatura médica. El pasado nos da la clave del presente y del futuro; la historia, forma la base de todo conocimiento y es camino adecuado para acercarse a cualquier tema de estudio. De aquí, que sea natural mirar el progreso de la ciencia desde los tiempos más remotos como un fondo esencial para la enseñanza moderna. Desdichadamente, los rápidos avances y los nuevos descubrimientos de los últimos años han tendido a eclipsar la obra de los lejanos precursores, y aún cuando algunos profesamos la debida reverencia a la memoria de figuras grandes como Harvey, Hunter, y Lister, la historia de la medicina no ha recibido el reconocimiento que parece exigir su importancia. A continuación se presenta un abreviado recorrido sobre las letras del conocimiento impresas en la historia.

Palabras clave: historia de la medicina; historia; literatura médica

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*Primera sección
1 MD. MSc. PhD. Grupo de Oncología Clínica y Traslacional, Centro de Oncología, Clínica del Country. Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer, FICMAC. Departamento de Investigación Clínica y Sistemas Biológicos, Universidad el Bosque. Bogotá, Colombia.
2 MD. Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer, FICMAC. Bogotá, Colombia.
3 MD. MSc. Grupo de Oncología Clínica y Traslacional, Centro de Oncología, Clínica del Country. Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer, FICMAC. Departamento Oncología, Centro Javeriano de Oncología, Hospital Universitario San Ignacio. Bogotá, Colombia.
4 MD. MSc. Unidad Oncología Torácica, Instituto Nacional de Cancerología – INCan. Ciudad de México, México.

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ANATOMY OF THE MEDICAL LITERATURE: “WORDS OF CASSERIUS AND FABRICIUS”

Abstract

The more you can look back, further can you look forward, said Sir Winston Churchill in March 1944 when addressing the Royal College of Physicians. This truth amply justifies the appearance of the present chapter, the first series that describes the evolution of medical literature. The past gives us the key to the present and the future; History forms the basis of all knowledge and is a suitable way to approach any topic of study. Hence, it is natural to look at the progress of science from the most remote times as an essential background for modern teaching. Unfortunately, the rapid advances and new discoveries of recent years have tended to eclipse the work of the distant forerunners, and even though some profess due reverence for the memory of such great figures as Harvey, Hunter, and Lister, the story of the medicine has not received the recognition that seems to demand its importance. Below is an abbreviated tour of the letters of knowledge printed in history.

Keywords: history of medicine; history; medical literature

 

Introducción

La literatura como ciencia o como arte tiene por objeto el conocimiento y la difusión de la belleza, realizada o realizable en las obras literarias. El arcano estudio de las letras comprende desde la era de Fontanals, tres partes: la filosofía, que explica la estética del arte de escribir; la preceptiva, que contiene la teoría de la ciencia exacta de la retórica; y la histórica. La anatomía de la literatura médica debe encaminarse a las entrañas de los autores clásicos, los de las instituciones oratorias (ars oratoria) y de las buenas expresiones (optimae litterae), las más humanas (humaniores litterae), aquellas nacidas de los médicos. Siglos atrás, Quintiliano fijó los límites del arte de escribanos y sapientes, cuando la imaginación acalorada brotaba de las costumbres empíricas, de las observaciones y de los impulsos. La literatura médica tiene su génesis formal a principios del siglo XVII con la publicación de la revista británica Medicina Curiosa que apareció con dos publicaciones en 1684, sin sobrevivir a ese año (1); sin embargo, el registro del saber, los principios y hechos particulares de la ciencia han sido narrados desde la existencia del hombre. A continuación se describe la evolución del periodismo y bibliografía en la historia de la medicina.

 

Rerum cognitio praesentium
La literatura médica se ha ido enriqueciendo a lo largo de la historia, al igual que otras ciencias, con el desarrollo de los soportes documentales. El contenido fue durante muchos siglos exclusivamente docente y filosófico, con textos y tratados destinados al aprendizaje de los alumnos. A partir de la aparición de los primeros hospitales en la edad media, se introdujo el uso de documentos administrativos; algunos de los primeros ejemplos pudieron verse en la isla de Rodas (1311), donde se establecieron durante las cruzadas los comunicados de práctica de los caballeros hospitalarios de la orden de San Juan. Los cruzados iniciaron el registro de pacientes, la descripción escrita de diversas patologías y oficios de defunción (2).

A finales del siglo XVI, cuando se amplió la tipología y los contenidos de la documentación, al empezar a considerar la medicina como una ciencia y al instaurarse el “intercambio profesional”, se pasó progresivamente de la comunicación informal de carácter oral y escrita, a un sistema articulado en torno a las publicaciones científicas cuyo desarrollo metodológico se iría perfeccionando hasta conseguir la estructura del método científico.

Las primeras descripciones formales de las historias clínicas pertenecen al mayor de los hospitales ingleses del medioevo, el de San Bartolomé; allí, bajo la protección de la iglesia se guardaban junto a los edictos cristianos los recortes de papel en los que se anotaban los diagnósticos y algunas de las intervenciones. Este intento fue efímero ante la imposibilidad de mantener un adecuado archivo documental y tuvo que esperar hasta el siglo XIX para renacer frente al albor del modernismo (3).

Actualmente se incluye en la documentación sanitaria la información clínica del paciente, la documentación científica en los ámbitos docente e investigativo, y la documentación administrativa de los centros sanitarios. La información obtenida a partir de la observación de los pacientes, ha generado una producción científica literaria ilimitada, y la incorporación de las nuevas tecnologías ha hecho necesaria la creación de sistemas para el manejo de la información.

 

Orígenes (anatomía del anatomista)

Nada es más difícil que un comienzo, escribió Byron refiriéndose a la poesía; observación que puede aplicarse con toda propiedad a la historia de la medicina y a su literatura. No es sencillo describir y asociar los medios por los cuales nuestros primeros antepasados descubrieron y desarrollaron el arte de comunicar la ciencia. Aun más complejo, es relacionar la simpleza de los dibujos prehistóricos de hechiceros, magos o curanderos primitivos con los medios electrónicos actuales, pero ambos hacen parte de la misma evolución, y son reflejo del arte de curar.

 

Papyrus
Los médicos constituyen la clase profesional más antigua en la evolución de la sociedad. En la caverna de los Tríos Freres, localizada en los Pirineos, existe un dibujo que es probablemente el retrato más antiguo de un chamán envuelto en la piel de un animal, con las piernas adornadas por franjas pintadas y luciendo en la cabeza un par de astas de ciervo (4). Este modelo comunicó, con señales básicas, lo que en ese entonces constituía el máximo saber de la medicina y podría compararse entonces a la piedra con los papiros, hojas elocuentes impresas por las revistas periódicas de la actualidad.

El gran escenario de la literatura médica se encuentra en la cuna de la humanidad entre el límite norte del desierto de Arabia y las montañas del Asia Menor, bajo la fértil luna de Mesopotamia. En alguna época remota, probablemente unos 4.000 años atrás, florecieron las civilizaciones de los reinos de Sumer y Akkad, donde a las orillas del Tigris y Éufrates, los médicos escribían en tabillas descubiertas de arcilla con caracteres cuneiformes. Por la existencia de sellos en el respaldo de las tablas se ha supuesto el intercambio de información entre los hombres de ciencia (5). Breasted describió en el atractivo libro Ancient Times, el momento aproximado de la escritura y su probable inclusión dentro de los relatos médicos; la producción de imágenes y jeroglíficos practicada por los sumerios, dio paso a la hierática, que permitió a los babilonios diseñar el alfabeto e inventar materiales útiles para escribir. De estos esfuerzos recorridos por el tiempo surgen los primeros papiros (5), y la medicina fue uno de los temas más comunes en su contenido. Por esto se considera que en las bibliotecas babilónicas (Eblas), muchas tablillas tendrían algún contenido científico que posiblemente se restringía al registro de eventos o de las causas de fallecimientos.

Los papiros disponibles del antiguo Egipto son fragmentos de una gran literatura que empezó con los libros herméticos del dios Thot; estos eran treinta y dos; seis que trataban de medicina, se guardaban en los templos y eran llevados a las procesiones para que los médicos de época difundieran entre la población las enseñanzas allí consignadas. En 1862, Jorge Ebers encontró en una tumba de Tebas el más conocido de los papiros (escrito 1500 años a.c.) y antiguo de los documentos médicos que existen; contiene 110 páginas y 900 recetas o prescripciones y se guarda en excelentes condiciones en la universidad de Leipzig (6).

El manuscrito referencia entre otras cosas la importancia del corazón que se consideraba como el principal órgano vital, los rituales para el embalsamamiento, hallazgos semiológicos y algunos detalles anatómicos. Además, incluye curiosidades como la creencia de que las orejas eran los órganos de la respiración, y que el hálito de la vida entraba por la oreja derecha y el soplo de la muerte por la izquierda. Por afirmaciones como estas el nivel de la medicina Egipcia fue considerado como bajo respecto de su desarrollo cultural; sin embargo, la difusión del hallazgo del papiro de Smith en la Historical Society of New York revolucionó los conceptos al revelar un panorama más lógico, ya que este libro fue el primer ejemplar sobre el tratamiento de las heridas y contusiones (6).

Existen otras comunicaciones breves y fragmentarias: el papiro de Hearst hallado en el alto Egipto en 1899, el de Kahun descubierto en 1889, el Papiro Médico Londinense y los del museo de Berlín. Muchos otros textos se han encontrado, la mayoría de ellos más recientes, todos consistentes en prescripciones y conjuros. En el Cairo se guarda un manuscrito copto del siglo X, compuesto por un listado ordenado de medicamentos sin referencia al uso según el diagnóstico (7).


Canon est Biblis
La discusión histórica respecto del papel de la Biblia en la difusión del conocimiento médico esta abierta desde el siglo XIX cuando el Colegio Real de Medicina de Londres intentó incluirle dentro de los gregarios del conocimiento médico. El intento fue descorazonador debido a que en el antiguo y nuevo testamentos había poco lugar para el médico porque solo Dios era considerado con poder para curar; todo poder humano del arte de la ciencia era mirado desfavorablemente y considerado como usurpación de lo divino. A pesar de la decepcionante ausencia de referencias, la Biblia posee una gran cantidad de información acerca de la higiene personal y social.

Otro aporte significativo de la Biblia, también mencionado en la Torah, fue la difusión de las infecciones y epidemias; uno de sus apartados menciona la plaga de Baalpeor (Números XX, 9), en donde el Señor en conjunto con los emerodes castigó a los filisteos, mandándoles las ratas infestadas con peste. En resumen, los judíos y sus escrituras contribuyeron a la historia con el primer reporte sobre salud pública (8).


Rig Veda
El recuento de la anatomía de la literatura médica debe contemplar la medicina primitiva de oriente. Nuestro conocimiento sobre la medicina india es incompleto y oscuro, debido a la imposibilidad de la historia para separar la ficción de la realidad. El más antiguo documento sánscrito, el Rig-Veda, indica que el tratamiento de la enfermedad en aquella época consistió principalmente en conjuros y fórmulas mágicas (hacia el 1500 a.c.). Una serie de obras posteriores conocidas como el Ayur-veda que datan del año 700 a.c. fueron atribuidas en parte a Charaka y Susruta; no obstante, los dos vivieron al principio de la era cristiana por lo que se duda de su autoría. El último de estos célebres médicos escribió acerca de varios temas, entre los cuales se encuentran el paludismo del que ya se sabía que era causado por cierta variedad de mosquitos, la peste, tisis, viruela y sífilis. La medicina de la India antigua pareció ser muy rica en medicamentos, emplastos, unturas, baños, estornutatorios e inhalaciones (se conocen aproximadamente 700 descripciones de plantas medicinales) (9).


China
Se desconoce quien dio origen a la medicina China, aunque la gran mayoría de los reportes mencionan al emperador Shen Nung (3000 a.c.) como posible padre. Este fue un hombre de gran habilidad que inventó múltiples métodos de cultivo para el cuidado de los viñedos y experimentó en sí mismo durante varios años, un buen número de medicamentos y venenos. Expuso su conocimiento en el Pen Tsao, el primer herbario con una longevidad mayor a cinco mil años, ya que en 1911 se publicó una edición de lujo en Inglaterra. Buena parte de las descripciones son hoy desconocidas, otras inertes y desusadas, pero algunas, como el opio o el ruibarbo, el acónito y el crotón, se emplean todavía (4).

En fecha posterior, otro emperador escribió una notable obra titulada Nei Ching que es la base de la medicina de oriente (Hwang Ti, 2650 a.c.). Este texto contiene información visionaria que revolucionó el conocimiento médico, constituyó la base fisiológica de los criterios de Harvey, describió hallazgos anatómicos de disecciones y substrajo gradualmente la influencia de la magia, permitiendo la evolución de la ciencia hacia la teoría y la metódica.

Al principio de la era cristiana florecieron ChangChung King (195 d.c.) y Hua Tu (115-205 d.c.), encargados de difundir el conocimiento clásico sobre la fiebre y sus principios de tratamiento. Varios de sus textos son considerados como los primeros libros de semiología basados en las observaciones de los pacientes en un sistema similar al Hipocrático. A Hua Tu se le atribuyen además, los primeros textos de anestesia y el descubrimiento de la droga narcótica Cannabis indica. Siglos después, en 1744, el emperador Kien Lung, gran protector de la literatura, concibió la idea de reunir los conocimientos médicos chinos disponibles en la gran enciclopedia de la medicina de cuarenta volúmenes llamada El Espejo de Oro de la Medicina (10).


Donde Delos se levanta y Febo declina
La medicina, separada de la magia, se inspiró por primera vez en el espíritu de la investigación científica que dominó la obra de Hipócrates, el Padre de la Medicina, cuyas enseñanzas y guía, han permanecido victoriosas e inmarcesibles a través de los siglos hasta el día de hoy.

La isla de Delos, en el grupo de las Cícladas, gozaba de la fama de ser la patria de Apolo; allí nació la corriente del pensamiento médico que, pasando a través del oráculo, del culto a Asclepiades, de héroes y relatos médicos y filosóficos, llegó finalmente a Cos donde nació Hipócrates, el maestro de maestros. Existe registro de que los primeros manuscritos se levantaron del lecho de los mares al borde de las islas flotantes, donde Zeus entregó a Letona las letras para regalar a Febo el poder de legar las curas. Después de la separación del omphalos nació el legado de Quirón, Jasón, Aquileo y Esculapio, que incubaron el nacimiento de los textos donde se cuenta y describen varias enfermedades.

En los épicos relatos de Melesigenes (Homero), la Ilíada y Odisea, se hicieron representaciones no formales de los métodos de curación, de la cirugía de guerra, y de los sacerdotes como profesionales independientes de la ciencia. El Corpus Hippocraticum está constituido por una colección de más de 100 libros escritos entre otros por Hipócrates; algunas de estas obras, especialmente los Aforismos, se usaron como libros de texto hasta finales del siglo XIX. La primera y completa edición Griega fue escrita en 1526 por Aldo de Venecia; la más extensa fue una edición Francesa publicada en 1839. Otros textos de la escuela que vale la pena mencionar fueron: Los Preceptos, El Régimen de las Heridas Agudas, Sobre las Heridas de la Cabeza y De Cirugía (11).

Aristóteles legó las bases de la anatomía comparada, de la embriología, de la historia y el comportamiento natural. A sus enseñanzas siguió Teofrasto, biólogo y botánico que escribió la Historia Plantarum, libro modelo de la morfología natural de las plantas que describe los usos terapéuticos de los tallos y hojas, la germinación de las semillas y el poder del incienso y la mirra. Por último, hacia el sexto año de nuestra era, Dioscórides publicó De Universa Medica que comprende un recuento completo de los remedios minerales y constituyó durante siglos, una suprema autoridad en el área (12).

Al mundo de Peleo se debe, además, el nacimiento de las primeras escuelas en Cirene, Cos y Cnido, donde se impartía la enseñanza sin textos. En el mundo helénico alrededor de las bibliotecas y museos se desarrolló la enseñanza de la medicina mediante la “akroaesis”, lecciones públicas que incorporaron la “lectio” de los textos médicos.


Études médicales sur latins
El ocaso de Grecia permitió el florecimiento de la escuela médica de Alejandría, fundada en el 332 a.c., de manera simultánea a la vasta biblioteca que contenía más de 700.000 libros y papiros. La obra de esta naciente era se atribuye a Herófilo y a Erasístro; sus escritos desaparecieron tras el incendio del nuevo orden, pero se sabe de su obra a través de las páginas de Galeno y otros autores. El primero fue esencialmente un anatomista y debió ser el primero en practicar públicamente una disección del cuerpo humano (se reconoce la mención al torcular Herophili), mientras el segundo ha sido considerado el fundador de la fisiología. De Erasístro se conocen cuatro libros sobre las presunciones de las funciones del cerebro y el cerebelo, de los nervios periféricos y de la visión.

Otros, como Catón, “El censor”, se dedicaron a dictar improperios escritos contra la medicina Griega y los preceptos hipocráticos (Preacepta ad Filium). Plinio el viejo, con su monumental Historia Natural, y Archagatus, con sus epigramas sobre diversas especialidades, complementaron el grupo de médicos romanos dedicados al prejuicio. Durante estos tiempos la medicina sufrió en manos de los teorizantes, especialmente cuando la teoría suplantó a la observación clínica. Durante el período de recuperación de las huellas de los hijos de Hipócrates, que se permitieron dejar atrás a los dogmáticos, metodistas y neumatistas, nacieron hombres de fe que le entregaron al cuerpo del conocimiento grandes virtudes. Uno de ellos fue Soranus (78-117 d.c.), natural de Asia Menor, considerado como la principal autoridad en obstetricia, ginecología y pediatría. Escribió el Tratado de Ciencias de la Mujer y de sus hijos, que se constituyó como la principal fuente de información al respecto por más de catorce siglos y sirvió como modelo del Rosengarten de Roselin (1513) y del Byrth of Mankynde de Raynalde (1545). En su registro literario se encuentran las primeras descripciones de la versión podálica, la silla obstetricia, la ligadura del cordón umbilical y la profilaxis ocular del recién nacido (12).

A Soranus, siguieron los restauradores como Areteo de Capadocia, que vivió en Alejandría en el siglo II de nuestra era. La primera alusión a la obra de este adicto a la Theriaka se encuentra en los escritos de Aecio de Amida y, posteriormente, fue citado por Sir Wigan y Francis Adams en el Clarendon Press archivado en la Biblioteca del Vaticano y en la Colección Sydenham. Al buen Areteo se le deben las descripciones de la parálisis espinal, del origen de los nervios craneales y periféricos y el nombre de la diabetes (“un caminante a través”). El otro miembro encargado en regenerar el buen nombre de la medicina, antes de la introducción de Galeno al mundo de la ciencia, fue Celso, quien al parecer no provenía de Grecia, ni era romano o tampoco médico. Este hombre, que hacía parte de la noble familia de los Cornelius, escribió una gran enciclopedia que incluía ocho libros de medicina conocida como De re Medicina. La obra solo fue reconocida después de la edad media cuando fue sacada a la luz pública por el papa Nicolás V; en ella, se relataron el paludismo, algunas arritmias cardiacas, la ictericia y la hidropesía (13).

Galeno de Pérgamo (129-201) se anticipó al conocimiento varios siglos y representó la defensa de las doctrinas de los humores, pneumas, bilis y flemas. Fue un fecundo escritor al que se le atribuyeron más de 500 publicaciones de las que tan solo quedan unas ochenta, ya que muchas fueron quemadas en su casa de Roma. Algunos de los escritos más reconocidos fueron: Sobre las facultades naturales, donde este gran filósofo de la medicina deleitó con sus dotes de dictador del conocimiento; De Libriis Propriis Liber y De Ordine Librorum Suorum Liber que serían recuperadas e impresas en el siglo XVI por Theodor Besterman. Una de las grandes curiosidades de la historiografía de la literatura biomédica, fue la quema pública de los libros de Galeno que hizo Paracelso, quien iniciaba sus conferencias prendiéndole fuego a las páginas de los axiomas del profeta grecorromano, antes de rebatir y dar cuenta de muchos de los mitos anatómicos nacidos en los primeros siglos después de Cristo (14).

Antes de la disolución final del imperio Romano y el ingreso a la Edad Media, los más importantes compiladores Bizantinos como Oribasius (325-403), Alejandro de Tralles (525-605) y Pablo de Egina (670-690), abrieron las puertas de la farmacología y de la experimentación secreta. Las publicaciones mejor recordadas son: El Euporista que contenía un sinnúmero de recetas y consejos para el manejo de las urgencias; los dos libros recopilatorios del Tetrabiblion, la prosa De Parásitos y el Epítome, dedicado a la cirugía (14).


Alta y baja Edad Media

Tepidarium
Los copistas bizantinos fueron, como hemos visto, los últimos en añadir algunas piedras al inmenso constructo de la medicina Romana. Las glorias de Grecia se marchitaron y la grandeza de la historia de Roma se desvaneció. Siguió la Edad oscura, los años en los cuales la sabiduría fue tenida en escasa estima, cuando la escritura y la investigación fue secretamente abominada, y la originalidad considerada frívola. La medicina entró en un largo período de cautiverio y esclavitud, que vio la luz bajo el albor de ocultos escribas.

En el mundo árabe se producen tres tipos de influencias: Las escuelas de Medicina en conexión con los hospitales, las escuelas médicas privadas y las tutorizaciones médicas privadas. En las primeras, la enseñanza era teórico-práctica y tenía un soporte institucional importante, que incluía el uso de bibliotecas; en las escuelas privadas y en las tutorizaciones primaba el uso de manuales teóricos, quedando la práctica en función de los casos de enfermos tratados por los médicos docentes. Son innumerables los tratados, compilaciones y comentarios a las obras de Avicena y otros sabios árabes. Entonces se exigía el aprendizaje memorístico de determinados textos como el Poema de la medicina de Avicena (14,15).

En el mundo cristiano en la Alta Edad Media predominan los textos breves, ligados al entorno de los monjes. La enseñanza se imparte con el apoyo de estos textos, pero son imprescindibles amplias explicaciones teóricas por parte del maestro, generalmente monje monacal. Es excepcional el tratado de Etimologías de San Isidoro de Sevilla (562-636), cuyo Liber IV dedica a la Medicina y uno de sus capítulos, específicamente a enfermedades de la piel. Está considerado como el primer texto específico de Dermatología en Europa (15).

A partir del siglo X aparecen las primeras escuelas, unas laicas como la de Salerno y otras religiosas como la de Chartres. La primera institución docente fue la Escuela laica de Salerno (Italia) que nace en el siglo X y sobrevive hasta el florecimiento de las Universidades. De esta Escuela es el Articella, recopilación hecha por Constantino el Africano y considerado el primer libro de texto médico (s. XI), que fue utilizado en prácticamente todas las universidades creadas en los siglos XIII y XIV. Incluye siete tratados: Aforismos, El pronóstico y Sobre la dieta en las enfermedades agudas del Corpus Hippocraticum; Isagoge de Ioannitius, árabe del siglo X; Ars parva de Galeno; De urinis del bizantino Teófilo; y De pulsibus, escrito por Filareto. El método de enseñanza se dividía en Lectio, Quaestio y Disputatio. La primera consistía en el dictado de un texto por parte del maestro que los alumnos tenían que copiar literalmente (16).

El árabe Ibn Abi Usaybia publica la obra Libro de las fuentes de información sobre las clases de médicos, que constituye un auténtico repertorio bibliográfico, que en el mundo cristiano tendrá su equivalente en el De medicina et medicis de Giovanni Tortelli, pero en el siglo XV. El desarrollo de las Universidades es el otro evento importante en el desarrollo de la documentación médica. Con ellas se recuperan textos y conocimientos de la época dorada árabe, entre los que destacan Avicena, Rhazes, Ali Abbas, Averroes. Proliferan los tratados, que cada vez se hacen más completos y se empiezan a clasificar los temas por especialidades, aunque muy someramente.

Desde el punto de vista de las profesiones, comienzan a regularse algunas actividades y se imponen los primeros requisitos legales para el ejercicio de la medicina. Ya en 1140 en Sicilia se había establecido la obligatoriedad de un examen para poder ejercer la profesión médica. También se crean las primeras organizaciones (cofradías, protomedicatos, etc.) que en siglos posteriores acabarán configurando los Colegios y Academias (17).


Siglo XV

Les corpis
Del ejercicio de la medicina en Europa, existe amplia documentación en los Libros de Acuerdos del Concejo de Madrid y Cataluña; tuvo un desarrollo cultural importante en el siglo XV hasta que estalló la guerra civil en 1462. Fruto de este desarrollo se pueden considerar aún las ediciones incunables del último cuarto de siglo. En el ámbito sanitario destacan los primeros incunables médicos españoles que fueron impresos en Barcelona, Lérida y Valencia. En 1475 y 1484 se editaron las obras del portugués Vasco de Tarante: De epidemia et peste y Practica quae alias Philonium dicitur. En 1479-80 se imprimió la Chirurgia de Guy de Chauliac. En 1490 el Commentum super Nicolaum de Esteve Arnau y el Regiment preservatiu e curatiu dela pestilencia de Luis Alcanyis. En 1492 se imprimió una edición en “vulgar català” de 600 ejemplares de la obra de Guy de Chauliac Inventari o collectori de cirurgia. Los impresos catalanes disminuyeron drásticamente en el siguiente siglo, pasando el eje de producción a la zona centro de la península, Valencia y Sevilla. En 1483 Gentile de Foligno publica un listado de las obras de Galeno De Divisione et Ordine et Numero Librorum quo Edidit Galenus (18).


Siglo XVI

Libris
Aunque es una centuria marcada por el “Index Librorum Prohibitorum”, también es una época de esplendor de la Medicina, que coincide con el auge político y económico. Vieron la luz 517 títulos de obras médicas de diversos autores, un 30% de los cuales se imprimieron en diferentes ciudades europeas. Se incorpora a la enseñanza la metodología empírica de la anatomía y disección, y se publican los primeros tratados de anatomía. En 1543 se publica el libro de Vesalio, De Humani Corporis Fabrica Libri Septem, considerado el primer tratado que tuvo el privilegio de acabar con la enseñanza teórica en las aulas. En la primera mitad de este siglo, existe una marcada influencia de los autores árabes, particularmente Avicena, cuyo Canon se mantuvo como libro de texto hasta mediados del siglo XVII en muchas universidades y escuelas, en la traducción latina de Gerardo de Cremona. La universidad de Salamanca fue la primera de España donde se impartió el saber médico con enseñanzas de carácter empírico basadas exclusivamente en los dictados de Avicena. Los estatutos de la universidad de Valladolid de 1545 recogen junto al Canon los Aforismos de Hipócrates y el Tegni de Galeno como piezas fundamentales para el examen de licenciatura.

Línea de tiempo
Figura 1. Línea de tiempo

En la segunda mitad del siglo, se produce una vía de rechazo a la corriente árabe y una búsqueda directa de las fuentes griegas. Muchos autores tuvieron difusión tanto europea como americana y sus obras eran objeto de numerosas ediciones. Entre ellos destacan los nombres de Andrés Laguna, Nicolás Monardes, Francisco Valles de Covarrubias “El Divino”, y Miguel Servet. La obra Examen de los Ingenios de Huarte de San Juan fue editada en los principales idiomas europeos y del Christianismi Restitutio, obra en la que Servet describió la circulación pulmonar, se imprimió un número reducido de ejemplares en 1553 (19).

La Biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense contiene una amplia representación de obras de esta época, incluidas ediciones incunables. De Rhazes y de Avicena se encuentran 30 y 60 obras respectivamente, además de innumerables comentaristas, entre las que destaca la edición príncipe del texto árabe del “Q_n_n”, realizada en la imprenta romana de los Médicis en 1593 (20).


Conclusión

La literatura médica ha forjado, al menos en parte, la huella de la humanitas. Hoy reconocemos su importancia recopilando sus letras a través de un breve resumen que describe la belleza del esfuerzo del ingenio en pro de la pasión. Nuestra ciencia no es más que la imprenta cordial de nuestras almas.


Comentarios

Este trabajo fue presentado previamente ante la Asociación Colombiana de Hematología y Oncología (ACHO) en el año 2011 durante la reunión de actualización en oncología del año correspondiente.
Las imágenes incluidas pertenecen al dominio público. Su fuente de obtención se menciona como solicitado por los repositorios al final de este artículo en orden cronológico en la línea de tiempo (Figura 1).


Conflicto de interés

Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.



Referencias

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Recibido: 18 de diciembre de 2017
Aceptado: 9 de agosto de 2018
Correspondencia: Andrés Felipe Cardona a_cardonaz@yahoo.com