MAL DE ASCLEPIO O SÍNDROME JUDICIAL MÉDICO Hernán Urbina Joiro1 Se asocian crecientemente, de manera criminal, abogados, pacientes y médicos perversos contra médicos honestos, alineando el factor que peor puede degradar la medicina de hoy y potenciar sus otros males. Siendo dios de la medicina, el nacimiento y la muerte de Asclepio estuvieron marcados por la vileza, la que hoy amenaza de muerte a la profesión médica. Pero no hay que olvidar que finalmente Asclepio pudo ser resguardado de la perversidad. No se trata de la situación de quien denuncia legítimamente una transgresión cometida por un médico. El Mal de Asclepio o Síndrome Judicial Médico describe la actuación calculada por auténticos «enfermos» —en el sentido sociopático—, con manifiesta intención de ocasionar daño a médicos inocentes, comúnmente a través de prácticas delictivas, ocasionando además males permanentes en la salud física y mental de quienes se habían esforzado, irónicamente, para sanar a los demás, en esta era de degradación de la profesión médica, en este momento extraño donde el bastón de Asclepio, dios de la medicina, fue cambiado por el caduceo de Mercurio, dios del comercio y también de los ladrones (1). Asclepio fue un hijo no nacido, rescatado por un prodigio desde el vientre de su madre muerta y a punto de ser consumida por la pira funeraria. Coronis —o Corónide—, la madre, lo concibió tras un asalto del dios Apolo en la rivera de un río y, sin saber de su estado, cumplió con un pacto matrimonial arreglado por su padre, lo que incitó a Apolo a dar muerte a su joven esposo e impulsó a Artemisa, hermana de Apolo, a asesinar a flechazos a la propia Coronis. Fue el mismo Apolo quien, en el último momento, resolvió extraer del cadáver de Coronis al niño que puso por nombre Asclepio y que en adelante lucharía contra la muerte, incluso resucitando difuntos, hasta que la propia muerte —Hades— convenció de mala fe a Zeus, lo indujo al error —que más tarde intentaría remediar— de dar muerte a Asclepio con un rayo (2). En la creciente confabulación de abogados, pacientes y médicos perversos contra médicos honrados, interviene el mismo mal abyecto que siempre amenazó la vida de Asclepio: la intención deliberada de arruinar emocional y físicamente al profesional de la medicina y a su familia para reducirlos y obtener de ellos lucro personal. Esto ha sido denunciado, entre muchos otros autores, por el médico forense argentino Gerardo Russo: Hasta el año 1996, en que se impuso la Ley 24.557, los juicios por accidentes de trabajo eran la fuente de recursos más buscada por algunos abogados. La nueva legislación dio por tierra este accionar, al que se le dio el nombre de «La industria del Juicio». Actualmente la atención de dichos profesionales está centrada en el accionar de los médicos y de las instituciones dedicadas al servicio de salud (3). 1 Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Esto mismo también ha sido alertado por la autoridad del Colegio de Kinesiólogos de la Provincia de Buenos Aires, el fisiatra Horacio Fourquet: Creemos que el factor más importante que alienta esta situación es la posibilidad de obtener logros económicos con facilidad, sin tener nada que perder. La realidad es que estamos en presencia de un gran negocio para unos pocos, donde el profesional de las ciencias médicas es el «pato de la boda»(4). En 1993, la Asociación Médica Argentina acuñó el término «Síndrome Clínico Judicial» para describir los daños físicos y mentales que se pueden ocasionar a una persona, de cualquier profesión, cuando se le imputa judicialmente: Todas las alteraciones que modifican el estado de salud de un individuo que se ve sometido a una situación procesal desde un inicio (citación, demanda), durante sus distintas etapas (conciliación, mediación, juicio, sentencia) y/o después de haber concluido. Engloba a todas las alteraciones físicas, psíquicas y morales que se pueden producir (5). Sobre el caso concreto de El imputado inocente indefenso (6), el criminólogo español Miguel Ángel Gallardo Ortiz —que también designa esta situación como el Síndrome Forense de Sócrates— argumentó sobre la falsa —y a la postre funesta— acusación al filósofo griego, advirtiendo que: siempre hay un claro dilema jurídico consecuente cuando se formula una acusación, porque si no hay delito, el que acusa comete una calumnia, y por lo tanto, desde el mismo momento en el que se acusa, algún delito sí que hay, indefectiblemente (7). Este concepto bien nos introduce a varios puntos centrales en torno a esta ominosa corriente de abogados, pacientes y médicos perversos, señalados por otros dos expertos en el tema, Roberto I. Keklikián y Juan Carlos Nassif: También son malos profesionales: - El abogado que patrocina una demanda absurda por mala praxis sin siquiera cerciorarse que posea un «mínimo» grado de razonabilidad En la medicina hay muchos síndromes inofensivos; en cambio el mal siempre es malo y busca enquistarse en lo más profundo para destruir cada vez más. Sócrates no fue médico y el mal judicial que aquí analizamos es contra la profesión médica, no contra otra profesión. El Mal de Asclepio o Síndrome Judicial Médico es la imputación temeraria a un médico, formulada de mala fe, cometiendo falsedad en documentos privados y públicos, calumniando e injuriando, entre muchos otros delitos que el médico probo debe conocer y denunciar para evitar que lo destruyan irreversiblemente. Con esto podemos adelantar una recomendación: el inocente siempre debe luchar por su inocencia. Incluso —el, para muchos, resignado— Sócrates, tras oír a sus acusadores, defendió: Yo no sé, atenienses, la impresión que habrá hecho en vosotros el discurso de mis acusadores. Con respecto a mí, confieso que me he desconocido a mí mismo; tan persuasiva ha sido su manera de decir. Sin embargo, puedo asegurarlo, no han dicho una sola palabra que sea verdad (9). Los doctores Roberto I. Keklikián y Juan Carlos Nassif retomaron los análisis de Gallardo Ortiz y lo confrontaron con las consecuencias fatales que tienen las falsas imputaciones sobre la salud física y mental de los médicos, situación que Keklikián y Nassif volvieron a describir, como el propio Gallardo Ortiz, por Síndrome Forense de Sócrates: El daño físico, psíquico y social que padecen profesionales inocentes de mala praxis y que pese a esto son acusados y requeridos por la justicia, o reciben reclamos en instancias extrajudiciales patrocinados por abogados (10). En 2005, Keklikián y colaboradores realizaron un estudio sobre 64 profesionales de la salud demandados por mala praxis y allí se evidenció que: a) Ser sometido a juicio causa daño psíquico, físico y social a los profesionales en diversos grados Keklikián y Nassif además han alertado sobre las maneras en que llegan a presentar, abogados, pacientes y médicos malintencionados, como «error», una praxis médica correcta o que no tiene relación de causalidad con un presunto perjuicio, al tiempo que describen aún más ampliamente el daño físico y emocional que sufre el profesional de la salud que recibe una demanda absurda: a) Daño físico: Desencadenamiento o empeoramiento de dolencias físicas tales como hipertensión arterial, úlcera gastroduodenal, asma bronquial, cardiopatía isquémica y otras Y agregan: Nuestras observaciones indican que el daño es de mayor magnitud en profesionales inocentes que en aquéllos que cometieron real mala praxis […] Quien no la cometió, siente a la acusación como ilógica e injusta y por ende le resulta más difícil adaptarse a lo que entiende como irracional (12). En Argentina, ya en 2004, se consideraba que uno de cada cinco médicos era acusado por mala praxis (13) y se denunciaba la «industria del juicio», cuestionándose a los abogados que abusaban del beneficio de litigar sin gastos (14). En Colombia aún no hay estadísticas concretas sobre el Mal de Asclepio o Síndrome Judicial Médico y de inmediato deben arrancar las investigaciones. Hay estadísticas generales, como las publicadas en internet sobre los procesos contra médicos que habían obtenido el seguro de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (SCARE), que informan que entre sus abonados de SCARE hubo una prevalencia de procesos legales en 2007 de 0.00520 y una incidencia de 0.0280 (15); y que para el año de 2014 la prevalencia fue de 0.00486 y la incidencia fue de 0.0486 (16). No es posible descartar, sin los estudios necesarios, como factor asociado a la poca o incompleta información sobre la dinámica de los procesos medicolegales en Colombia —entre otros factores— al progresivo descenso en el ingreso económico promedio de los médicos colombianos que se ha alertado desde 1998 (17), médicos que hoy incluso no pueden tomar, en su mayoría, un seguro de alto valor. Las crecientes asociaciones siniestras de abogados, pacientes y médicos perversos contra médicos inocentes, ha impulsado una medicina acobardada y defensiva —y por lo tanto peligrosa—, encarecida además por la compraventa de seguros y exageradas pruebas diagnósticas, inútiles para sanar pero acaso útiles para defenderse ante los jueces (18). Frente a todo esto, los médicos honorables deben hacer lo suyo: ejercer con idoneidad y escribir con claridad y lo más completas posibles sus historias clínicas. La rapidez con que se escribe puede hacer que, incluso, lo impreso con máquinas no esté siempre completo o bien escrito. Esto es delicado hoy, ante regímenes que imponen velocidad a los médicos para atender pacientes, muchos de ellos que miran a su médico como fuente de dinero e intentarán entablarle demandas desvergonzadas (19). Uno de los decanos de la medicina colombiana, el doctor José Félix Patiño, en conversación vía correo electrónica sobre El Mal de Asclepio o Síndrome Judicial Médico me ha manifestado: Muy de acuerdo. En los E.U.A. el problema en una época adquirió proporciones mayores, ahora está un poco controlado. Por «el otro lado de la moneda», está el problema con médicos egresados de tantas facultades de medicina de mala calidad que han proliferado en Colombia. En la Academia estamos solicitando a todos los hospitales, facultades de medicina y asociaciones científicas que fortalezcan sus cátedras y comités de ética, que señalen la enorme responsabilidad que ahora de nuevo tenemos los médicos, que deben «apretar tuercas» en lo pertinente al ejercicio de la medicina (20). Un esfuerzo necesario, en donde deben coincidir gobiernos, universidades y academias, es aquel que fortalezca la educación médica continuada con el mejor estándar ético posible. Pero no menos crucial será la conjunción de voluntades de las asociaciones científicas, tribunales de ética médica, academias de medicina y de jurisprudencia para crear un sistema de reacción inmediata que preserve incluso la vida de los médicos probos, enfermados de muerte por abogados, pacientes y médicos perversos, como se dijo —sociopáticamente— muy «enfermos». REFERENCIAS 1. Urbina Joiro, Hernán. En la era del caduceo de Mercurio. Medicina. Vol. 32. N. 2:171-176. Bogotá.
2010. |