¿FUE UNA MENINGITIS TUBERCULOSA TERMINAL LA CAUSA DE MUERTE DE SIMÓN BOLÍVAR? Fernando Guzmán Mora1 INTRODUCCIÓN Simón Bolívar, el Padre de la Patria granco- lombiana, cuarto hijo de Don Juan Vicente Bolívar Ponte y de Doña María de la Concepción Palacios y Blanco, presenta antecedentes familiares de una posible tuberculosis al fallecer su madre a conse- cuencia de una hemoptisis masiva, el 6 de Julio de 1792, cuando Bolívar solamente cuenta con nueve años de edad. Las Campañas de Bolívar, quien peleó, planeó, dirigió u organizó un total de 472 batallas, entrenNoviembre 26 de 1810 (Batalla de Coro) yeEnero 22 de 1826 (Batalla de El Callao), lo llevaron a los más inhóspitos y malsanos terrenos. Mucho se ha especulado sobre la causa de su muerte. Algunos han llegado al extremo de acusar a sus propios médicos de haber administrads medi- camentos equivocados para los conocimientos de aquel entonces. Otros han mencionado la malaria como la enfermedad que causó su deceso. Las opiniones no son iguales y encuentran particular divergencia tres teorías sobre la causa última de su muerte: El paludismo, el absceso hepático amebiano y la tuberculosis. Sin embargo, al revisar documentos históricos de la época que incluyen los frecuentes partes médicos del Dr. Reverend, su último galeno, se en- cuentra una evidencia casi contundente que señala a la tuberculosis como causa de muerte del ilustre grancolombiano, quién fallece a la prematura edad de cuarenta y siete años, con el ánimo deshecho y el cuerpo completamente emaciado, como lo atestigua el informe de la autopsia practicada en la Quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de la ciudad de Santa Marta, el 17 de diciembre a las cuatro de la tarde. BIOTIPO DE BOLÍVAR El General Bolívar era de cuerpo delgado, estatura mediana, frente ancha, piel morena pálida y de naturaleza inquieta, nerviosa e impaciente. 1 MD, Abogado, MA (Der. Penal), MA Bioética (C). ESP Patología, Cirugía General, Cardiovascular, Administración de Salud y Bioética. Catedrático, facultades de Derecho, universidades Militar Nueva Granada, Libre y Sergio Arboleda. Expresidente, Tribu- nal Nacional de Ética Médica (Magistrado) y Federación Médica Colombiana. Miembro Correspondiente, Academia Nacional de Medicina de Colombia, Bogotá. Mollien, uno de sus detractores, lo describió como: “...de ojos agatados y relumbrosos, rostro seco y amarillento, cutis áspero, pelo rojizo y crespo, tiene un cuerpo sumamente flaco, osamenta fuerte y músculos vigorosos. Posee bastante capacidad para concebir y combinar las ideas con prontitud. A un mismo tiempo recibe impresiones diversas, casi sin cesar. Su imaginación es siempre exaltada y sus pasiones violentas...”. Envejece prematura- mente. Uno de los oficiales de la Legión Británica dice en 1818: “...tenia unos treinta y cinco años, si bien pa- recía de siete u ocho mas...” Antes de la Batalla de Carabobo ya se sentía sumamente cansado. El 24 de mayo de 1821 dice en una carta a Fernando Peñalver: “...Añado que mi salud está ya descalbrada y que comienzo sentir las flaquezas de una vejez prematura”. LOS MÉDICOS DE BOLÍVAR El General Bolívar no tenía un gran concepto de los médicos. Sin embargo, se asesoraba de ellos en lo tocante a su salud, aunque en muchas ocasiones no siguiera sus indicaciones al pie de la letra. De acuerdo al Dr. Fernando Serpa Flórez, algunos de sus galenos fueron: – Desiderio Roulin (Médico Francés) en 1824 Otros médicos, que cuidaron del Libertador en otras de sus campañas fueron: Ricardo Murphy, David Burton, Tomas Foley y el Dr. Joly en Cali LAS “OTRAS” ENFERMEDADES DE BOLÍVAR En 1824, Bolívar se ve afectado por lo que se bautizó como un “Tabardillo”. El 7 de Enero, en Pativilca, escribe Bolívar: “...De resultas de una larga y prolongada marcha que he hecho en las sierras del Perú, he llegado hasta aquí y he caído gravemente enfer- mo...Es una complicación de irritación interna y de reumatismo, de calentura y de un poco de mal de orina, de vómitos y dolor cólico...” Joaquín Mosquera escribe entonces desde Pativilca: “...Me informo que el Libertador estaba enfermo de muerte en Pativilca, de un tabardillo que le habían causado los soles de los arenales de aquellas costas al regresar de Trujillo...Encontré al Libertador ya sin riesgo de muerte del tabardillo que había hecho crisis, pero tan flaco y extenuado que me cauóo su aspecto una muy acerba pena...Al llegar dijo el Libertador, tendido todavía en el suelo: Diga usted allá a nuestros compatriotas como me dejóo usted moribundo en esta playa inhospitalaria, teniendo que pelear a brazo partido para conquistar la Inde- pendencia del Perú y la seguridad de Colombia...” En cuanto al posible paludismo que se sospe- chó en el Libertador, Bolívar escribe enoOctubre de 1821 a Santander: “...El General Urdaneta y yo vamos bien, pero el Doctor, el Capellán, Ibáñez y varios asistentes se han quedado enfermos con calentura, conque es de esperar que llegaremos a Soaáa con la misma gracia...” En Febrero de 1822, también a Santander: “...En el Cauca nos hemos enfermado todos, todos, todos, y aquí caen 64 por día de una columna de mil hombres...” Los años de guerra y privaciones habían surtido su efecto en el cuerpo del Libertador. Dos testimo- nios adicionales nos revelan incluso su dieta en las marchas militares. El General Daniel Florencio O’Leary escribe en sus Memorias refiriéndose a la campaña de los Llanos Venezolanos: “...Se exponía a sufrir las mayores fatigas, como andar quince y veinte horas seguidas a caballo, con grande rapidez, comiendo solo un pedazo de carne asada...” Lacroix, por su parte, en e “Diario de Buca- ramana”: “...Muchas veces no prueba el café. Come bastante en el almuerzo, como en la comida, y hace uso de mucho ají y pimienta...come más legumbres que carne; casi nunca prueba los dulces...le gusta hacer la ensalada y tiene el amor propio de hacerla mejor que nadie...” En lo que toca a su personalidad, uno de sus biógrafos lo describe en la siguiente forma: “...Era amigo de bailar, galantear y sumamente adicto a las damas y diestro en el manejo del caballo. Gustábale correr a todo escape por las llanuras del Apure...En el campamento mantenía el buen humor con oportunos chistes. Pero en las marchas se les veía siempre algo inquieto y procuraba distraer su impaciencia entonando canciones patrióticas... Amigo del combate, acaso lo prodigaba demasiado, y mientras duraba, tenía la mayor serenidad...” Por su parte, O’Leary escribía: “...Hacia mucho ejercicio. No he conocido a nadie que soportase como él la fatiga. Después de una jornada que bastaría para rendir al hombre más robusto, le he visto trabajar cinco o seis horas, o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por el baile...Detestaba la calumnia, especialmente cuando era pública y periodística. Tenía obsesión por la limpieza corporal y se bañaba hasta tres veces por día en climas ardientes…” Además: “...En el invierno dicen que se mueren todos de calentura y no dudo. En estos días pasados han entrado al Hospital cien y pico de hombres, porque hace tres días que empezó a llover...” En la Memorias de O’Leary (Tomo I, Cap 21, P 467): “...Pero, al fin, a tantas fatigas y vigilias, a tantos esfuerzos mentales y físicos, tuvo que sucumbir su robusta constitución. En el pueblo de Camaguán y en marcha para Calabozo, le sobrevino una ex- tremada debilidad acompañada de fiebre que le obligo a regresar a San Fernando...” TUBERCULOSIS. COMIENZO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS Bolívar no deja ya de toser desdesSeptiembre de 1828, luego del atentado del cual fue objeto y el cual le ocasiono en forma inmediata un episodio de hemoptisis. Existen datos suficientes como para sospechar un compromiso de las glándulas suprarrenales, posición clínica preconizada por el Dr. Efraím Otero Ruiz, presidente de la Academia Nacional de Medicina y que es en la actualidad motivo de otra investigación adicional sobre estos aspectos médicos del Libertador. Los últimos días de Bolívar comienzan en julio de 1830, cuando conoce el asesinato del noble y valiente Mariscal Sucre en las montañas de Berruecos. Hay testimonios que afirman que permaneció varias horas a la intemperie y posteriormente se encerró en su cuarto hasta el amanecer, meditando y profundamente apesadumbrado. A partir de ese día su naturaleza flaquea en forma ininterrumpida. Viaja a Santa Marta el 30 de noviembre de 1830 en el bergantín “Manuel”, escoltado por la corbeta de guerra norteamericana “Grampus”, llegando a esta ciudad el 1 de diciembre. Se asigna como su médico al doctor Alejandro Próspero Reverend. En lo que se refiere al posible compromiso tuber- culoso de las glándulas suprarrenales ocasionando una insuficiencia adrenocortical, el deterioro en sus fuerzas físicas y la frecuente adinamia de Bolívar es atestiguada por varias personas, en especial por sus médicos. El Dr.Adrianza, médico venezolano estudioso de los aspectos clínicos en el Libertador refiere las astenias de Bolívar en documentos de 1818,1821, Estos episodios los describe el mismo Libertador en varias de sus cartas. En Septiembre 20 de 1830, al general Briceño Méndez: “...Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desen- gañado, hostigado, calumniado y mal pagado...” ¿QUIÉN ERA EL DOCTOR REVEREND? Alejandro Próspero Reverend era médico fran- cés, natural de la Villa de Falaise, en Normandía. Había nacido el 14 de noviembre de 1796, en plena Revolución Francesa y Época Napoleónica. Estudió en Caen de 1808 a 1814, año en que ingresa al ejército a la edad de 18 años, en la circunscrip- ción militar de Amiens, en donde su padre era el comandante militar. En 1815 entró a estudiar medicina en París, graduándose después de haber sido discípulo de Broussais, Laennec y Dupuytren. Por razones po- líticas se expatria y llega a Santa Marta en 1824. En julio de este año revalida su título y se dedica al ejercicio profesional. El General Montilla, Intendente del Magdalena, lo nombra cirujano del Hospital Militar y luego es ascendido a Cirujano Mayor del Ejército Colombiano. Por lo anterior, era uno de los médicos de mayor rango y capacidad profesional de la ciudad cuando es nombrado médico del Libertador. Describía después en sus Memorias que la enfermedad de Bolívar era mortal y terminal... Sin embargo, se dedicó de tiempo completo a la atención del enfermo hasta su deceso. Dice en un aparte: “...Cuando Su Excelencia llegó a Santa Marta... entonces pidió con ansia los socorros de la medicina. Pero...ya no era tiempo. El sepulcro estaba abierto esperando a la ilustre víctima, y hubiera sido nece- sario un milagro para impedirle descender a él...” Cuando el General Montilla solicita al doctor Reverend pasar la cuenta por sus servicios al Libertador, el médico solamente pide dos reco- nocimientos: el de haber sido el último médico de Simón Bolívar y el de conservar una concreción calcárea que se encontraba en el pulmón izquierdo del general. Esta última reliquia la dona al gobierno venezolano en 1874 y se encuentra hoy en día en el Museo Bolivariano de Caracas. BOLETINES MÉDICOS DE REVEREND Desde la llegada de Bolívar a Santa Marta, el Doctor Reverend comienza a escribir boletines respecto a la evolución del enfermo. El primero de ellos dice a la letra: “...Su excelencia llegó a esta ciudad de Santa Marta a las siete y media de la noche...y habién- dose venido a tierra en una silla de brazos, por no poder caminar, le encontré en el estado siguien- te: cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante adolorido y una inquietud de ánimo constante. La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos y de color verdoso... mi primera opinión fue que tenía los pulmones dañados...tiene también el pecho contraído, y agregando a estas señales la amarillez de su rostro, opiné que la enfermedad era catarro pulmonar crónico...”. Posteriormente escribe por lo menos un boletín diario sobre el estado de Bolívar. En momentos en que mostraba una transitoria mejoría, poco antes de entrar en el estado terminal, no puede aceptar Bolívar que su estado sea tan grave. Cuando se solicita la presencia del Obispo de Santa Marta para la toma de confesión exclama: “... ¿Qué es esto? ¿Estaré tan malo para que me hable de testamento y de confesarme?...” Con estas palabras despide al Obispo Es- tévez, quien en represalia ni asiste cuando se le solicita para la administración de extremaunción, ni se hace presente en las ceremonias fúnebres del Libertador. “... ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilamente al sepulcro...” Los últimos minutos los describe Reverend posteriormente en sus Memorias así: “... Conocí que se iba aproximando la hora fatal. Me senté a la cabecera, teniendo en mis manos la del Libertador, que ya no hablaba sino de un modo confuso...Cuando advertí que ya la respiración se ponía estertorosa, el pulso de trémulo casi insensible y que la muerte era inminente, exclamé: Si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo. Inmediatamente fue rodeado el lecho del ilustre enfermo, y a pocos minutos exhaló su último suspiro Simón Bolívar, el ilustre Campeón de la Libertad Sudamericana...” LA AUTOPSIA DE BOLÍVAR El día de su muerte, 17 de diciembre de 1830, el doctor Reverend lleva el cuerpo del Libertador a examen postmortem. La descripción se conserva todavía y dice: 1. Habitud del cuerpo: Cadáver a los dos ter- cios de marasmo, descoloramiento universal, tumefacción en la región del sacro, músculos muy poco descoloridos. Consistencia natural. 2. Cabeza: Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia parduzca, de con- sistencia y transparencia gelatinosa, un poco de serosidad semirroja bajo la dura mater. El resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su sustancia ningún signo patológico. (El subrayado es nuestro) 3. Pecho: De los dos lados, posterior y superior, estaban adheridas las pleuras pulmonares a las pleuras costales por producciones semi- membranosas. Endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón: El derecho, casi desorganizado, presentó un manantial abierto, de color de las heces del vino, jaspeado de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy blandos. El iz- quierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la misma afección tuberculosa, y dividiéndolo con el escalpelo se descubrió una concreción calcárea y regularmente angulosa, de tamaño de una pequeña avellana. Abierto el resto de los pulmones con el instru- mento, derramó un moco pardusco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada de particular, aunque bañado por un líquido ligeramente verdoso, contenido en el pericardio. 4. Abdomen: El estómago, dilatado por un licor amarillento de que estaban fuertemente impreg- nadas sus paredes, no presentó sin embargo ninguna lesión ni flogosis. Los intestinos delgados estaban ligeramente meteorizados. La vejiga enteramente vacía y pegada bajo el pubis no ofreció ningún carácter patológico. El hígado, de un volumen considera- ble, estaba un poco escoriado en su superficie cóncava. La vejiga de la hiel muy distendida. Las glándulas mesentéricas obstruidas. El bazo y los riñones en buen estado. Las vísceras del abdomen en general no ofrecían lesiones graves. Concluyendo entonces Reverend: “...Según éste exámen es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto Su Excelencia, el Libertador, era en principio un catarro pulmonar que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa”. LA PATOLOGÍA DE LA MENINGITIS TUBERCULOSA Quiero hacer especial referencia a los hallazgos post-mortem del Sistema Nervioso Central: “...Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia parduzca, de consistencia transparente y gelatinosa, un poco de serosidad semirroja bajo la dura mater...” Si consultamos los textos de anatomía pato- lógica, encontramos algunos conceptos sobre el particular: “...Macroscópicamente, el ataque es más grave en la base del cerebro y alrededor de la medula espinal, en donde aparece exudado amarillo fibrinoso y necrótico que comprime el cerebro y la medula subyacente...” “...La preponderancia del exudado en la re- gión basal, prácticamente se observa en todos los casos...” “...En contraste con la mayoría de las lesiones tuberculosas, la meningitis tuberculosa es una reacción exudativa. El exudado es principalmente de distribución basal y, en casos típicos, forma un conglomerado verdoso, gelatinoso...Conse- cuentemente, las circunvoluciones cerebrales se encuentran aplanadas...” ¿DE QUÉ FORMA DE MENINGITIS TBC SE TRATABA? De acuerdo a la respuesta inmunológica in- dividual se observarán las formas meningíticas localizadas y generalizadas. Las formas anatomopatológicas clásicas des- critas por Rich son: – Tubérculos miliares diseminados – Placas caseosas focales – Meningitis aguda inflamatoria caseosa, locali- zada o difusa – Meningitis proliferativa, localizada o difusa. No se descarta totalmente una forma de tuber- culosis de tipo de tubérculo miliar. Porque si bien es cierto que Reverend no describe la formación de francos tubérculos cerebrales, ellos no siempre son fáciles de hallar macroscópicamente, aún buscando en forma muy cuidadosa. Ellos se localizan, generalmente, en los aspec- tos laterales de los lóbulos temporales y parietales, generalmente siguiendo la disposición anatómica de los vasos sanguíneos. Además, el foco primario puede perfectamente estar en la región medular. Sin embargo, es posible que la forma de TBC meníngea del Libertador haya sido una forma aguda caseosa, que es además la forma más común de neurotuberculosis. La descripción macroscópica de esta última forma la transcribo del estudio de Tandon: “...las cisternas basales están ocupadas por ¿BUSCABA REVEREND ESPECÍFICAMENTE UNA MENINGITIS TBC? El nombre de “Fiebre Cerebral” que se le dio a la meningitis tuberculosa, fue acuñado por el cirujano militar francés De Meyserey, a finales del siglo XVIII. Es de gran importancia anotar que no fue sino hasta 1803 que los cirujanos militares franceses (Herpin), comenzaron a hablar de “Meningitis” como tal. Por lo tanto, el cuadro clínico específico de la inflamación meníngea no se comenzó a conocer hasta bien entrados los años 1800. Y en 1820 se discutían las interrelaciones entre meningitis, hidrocéfalo y tuberculosis. De la misma manera, comenzaba a describirse la predilección basal de la meningitis tuberculosa, sin poder todavía acla- rar por completo su etiología, pues médicos del renombre de Seen, en 1825, es decir cinco años después de la muerte de Bolívar, apenas comienza a sospechar la relación entre los tuberculomas y la inflamación meníngea. La diferenciación entre meningitis tuberculosa y no tuberculosa, viene a aparecer en los trabajos de Guersent en 1839. Por lo tanto, era poco pro- bable que Reverend estuviera buscando patología meníngea específica y en la base del cerebro. CORRELACIÓN DE LOS HALLAZGOS POSTMORTEM CON EL CUADRO CLÍNICO FINAL DE BOLÍVAR La cefalea había sido una queja frecuente del Libertador. Escribe en abril 20 de 1829 a Castillo y Rada: “...Hoy he amanecido con un dolor de cabeza muy fuerte de resultas de que ayer fue 19 de Abril y tuve que obsequiar a los amigos con aquel motivo...” En junio 29 de 1829, al Sr Restrepo: “...Yo cuento con una salud bastante buena, aunque actualmente estoy con dolor de cabeza...” Y en agosto 6 de 1829, a O’Leary: “...Yo me encuentro algo achacoso, unas veces con dolor de cabeza, otras de la bilis...” No deben pasarse por alto estos detalles clínicos y mucho menos conociendo el trabajo reciente de Anderson y Willoughby, que muestra que de 83 pacientes que se presentaron con un cuadro de meningitis crónica, el 40% era de ori- gen tuberculoso, y menos aún con la publicación de Traub y cols (1986), que prueba un caso de meningitis tuberculosa de 2 años de evolución sin medicación. Ahora bien, correlacionando los hallazgos de autopsia con el cuadro clínico del Libertador en sus últimos días, de acuerdo a los boletines del Doctor Reverend, encontramos que se describe un deterioro progresivo de tipo sistémico, pero en particular de tipo neurológico: Boletín No. 8 (Dic 8): “...Estaba bastante amodorrado...se le observaba de un modo sensible entorpecimiento en el ejercicio de sus facultades intelectuales...” Boletín No. 15 (Dic 12): “...amaneció menos despejado que el día anterior...” Boletín No. 17 (Dic 13): “...Está más abatido que en los días anteriores...” Boletín No. 20 (Dic 15): “...Un sopor continuo Boletín No. 27 (Dic 15): “...Nada de despejo en todo el día...”. Este día escribe el Coronel Belford H. Wilson a Mr. Duncan: “...Todavía está vivo. No va a durar tres días más. Esta mañana estuvo perfectamente consciente por una hora y luego se hundió de nuevo...” Boletín No. 28 (Dic 16): “...Nunca había llegado Y termina falleciendo el 17 de Diciembre, en forma descrita por su médico de cabecera: “...ya no hablaba sino de un modo confuso... ya la respiración se ponía estertorosa...la muerte era inminente...” EXHUMACIÓN DE LOS RESTOS Bolívar es inhumado en Santa Marta. Sin embar- go, siguiendo instrucciones de su testamento, y bajo presión de sus familiares, el cuerpo es trasladado a Caracas, su ciudad natal, el 20 de noviembre de 1842. A su exhumación acude, como testigo de excepción, el propio doctor Reverend. El informe de los restos dice: “...el cráneo estaba aserrado horizontalmente y las costillas por ambos lados cortadas en oblicui- dad, como para examinar el pecho. Los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con botas de campaña; la derecha todavía entera, la izquierda despedazada y solo conservada en su parte infe- rior; pedazos de galón decaído se hallaba a los dos lados de los muslos, y listas de color verde de cobre oxidado formaban líneas paralelas a estos huesos...” El último viaje lo hace el Libertador a bordo de la goleta venezolana “Constitución”, escoltada por buques de las marinas de guerra francesa, holandesa, danesa y británica Luego de un apoteósico recibimiento en Cara- cas, reposa en el Panteón Nacional de Venezuela. LA CALUMNIA DEL CORONEL CHÁVEZ En un acto inexplicable, reprobable y franca- mente profanatorio, el Coronel Hugo Chávez Frías ordena una segunda “autopsia” del cadáver de Bolívar, en el supuesto de haber sido envenenado por lo que el presidente venezolano denomino “oligarquía santafereña” Dicho acto execrable no demostró jamás la existencia de un posible envenenamiento. Lo anterior, sumado a la prueba documental de Reverend, a la inspección al cadáver en la primera autopsia y al repudiable hecho de la insana profana- ción del cadáver de Bolívar, constituye un argumento demoledor en contra de la teoría de Chávez. Y la calumnia de Chávez no encontró prueba en lo que podía denominarse como una doble prueba: Inspección Judicial y Peritazgo de Necropsia. Las dos se constituyeron en prueba en contra del coronel de marras. En cambio, la prueba documental de la autopsia y las pruebas testimoniales contenidas en los reportes del Doctor Reverend son contundentes en todo sentido. Faltarían dos tipos de prueba: El “testimonio de parte” que es inexistente y los indicios planteados por Chávez, que nunca se confirmaron. Este material probatorio de tipo histórico nos exime a los colombianos de una afirmación calum- niosa y francamente tendenciosa. CONCLUSIONES Es poco probable que exista una posibilidad diferente a la de la tuberculosis como causa de muerte del Libertador Simón Bolívar. Una tuber- culosis adquirida en algún momento de su intensa vida de soldado y de una progresión tan rápida, que lo deterioró en forma acelerada, hasta convertirlo físicamente en casi un anciano, a la edad de 47 años. Esta infección destruyó su aparato respirato- rio, comprometió el sistema nervioso central y, muy seguramente, las glándulas suprarrenales, con las consiguientes manifestaciones clínicas. La descripción de autopsia del Dr. Reverend, aún sin tener un conocimiento claro de la patología del compromiso meníngeo de la infección bacilar en la época, es muy clara en señalar las lesiones del sistema nervioso central, muy similares a las de una meningitis tuberculosa. REFERENCIAS 1. Adrianza M. Patología funcional de la enfermedad respiratoria del Libertador Trib Méd 1991. 14. Kilpatrick M, Girgis N, Yassin M, Abu-el-Ella A. Tu- berculous meningitis, clinical and laboratory review of 100 patients. J Hyg London 1986; 96: 231-238 Recibido: Mayo 20, 2014 Correspondencia: Fernando Guzmán Mora ferguzmancol@gmail.co |